sábado, 31 de agosto de 2013

434.- LUJURIA Y MIEDO EN LOS ALREDEDORES DEL TERMINAL DE TRANSPORTE DE CUCUTA


Judith Contreras



Final de la avenida 7ª. 2012


El final de la avenida séptima de Cúcuta podría denominarse de mala muerte. Se siente la inseguridad, el frío de la noche es intenso y el flujo de transeúntes es a pasos acelerados. El constante movimiento de los celadores de los bares que hay en el sector genera desconfianza y miedo. La justicia social, los valores y los principios morales se omiten para sobrevivir.

El ambiente es deprimente desde que empieza el recorrido hasta que termina. Algunos negocios destacan por tener más prestigio que los demás. ‘La Popita’ lleva 27 años dedicado a complacer a los clientes exigentes que lo frecuentan. Cuarentaisiete  mujeres prestan el servicio de trabajadoras sexuales a los hombres que buscan diversión.

Tiene una fachada centrada en el erotismo, el aviso que lo identifica permite diferenciarlo de los demás. El jefe de seguridad, ‘Pablo’, es arrogante al momento de contestar preguntas sobre el sitio. Ofreció los datos elementales y nada más. Habló del total de las mujeres que laboran y los servicios de seguridad. No alzó la mirada. Solo se dedicó a arreglar un crucifijo.

En el recorrido se aprecian desempleados, vendedores ambulantes, hombres de la tercera edad que se rebuscan la comida en este lujurioso ambiente. Benjamín forma parte de la lista de ancianos que no tienen familiares que se preocupen por defender sus derechos para vivir tranquilo los últimos años. Transita de arriba abajo, de abajo arriba. Vende tarjetas con mensajes de amor y folletos de amistad. Su vestimenta da tristeza. El pantalón desgastado, la camisa sucia por el andar diario, la mirada opaca y el sombrero desvencijado lo hacen ver como un mendigo.

‘El Triunfo’ es otro de los prostíbulos. Existe hace 20 años y ahí trabajan 35 mujeres a la semana. Prestan el incómodo servicio sexual y complacen a los diferentes tipos de clientes que las frecuentan. Los fines de semana, se dobla el número de prostitutas. La fachada del lugar inspira pobreza. Las instalaciones interiores están mejor adecuadas y son apropiadas para el negocio. Adentro, se refleja la típica atmósfera de clientes que buscan sexo, distracción y alegría en la cama con esas mujeres desconocidas.

‘Omar’ es portero, barman, animador y jefe de seguridad de ‘El Triunfo’. Ríe al comentar las múltiples  funciones que cumple en el bar. Es el encargado de hacer valer las reglas del recinto. La idea principal del prostíbulo es hacer gozar a los que lo frecuentan, pero no se puede armar bochinche, pelea o sacar a las mujeres del negocio. Los clientes van desde jóvenes hasta adultos. No hay límite de estrato social, aunque el bar abarque un aspecto de bajo mundo.

Las historias de vida son variadas. Deicy, ‘La Chiquita’, dijo con marcado acento paisa que “la vida es para disfrutarla. No me importa lo que los demás piensen de mí, de lo que hago, pues es por necesidad. Llevo la mitad de mi vida siendo puta. Tengo 28 años. Empecé a cambiar mi cuerpo por comida”. Escapó de la casa a los 14 años. Sintió que su mamá no tenía cómo darle estudio y prefirió huir. Era menor de edad y no podía trabajar sino en la calle, pero le daba miedo. Una vecina, metida en este negocio de la prostitución, la indujo. Era niña y además virgen. “En el establecimiento que comencé  no me dejaban al público. Me ofrecían a los mejores clientes. Llegaban hasta la habitación para que los atendiera y salieran satisfechos”. La nostalgia aflora al recordar esos momentos.

Afuera de un bar sin nombre, con puerta de aspecto rudimentario, dos jóvenes cuidan la calle y una mujer atractiva se les ofrece a los hombres que van por el andén. La vestimenta la delata y muestra con su actitud hostil la carencia de clientes esa noche. Lleva la blusa abierta. El escote tiene  estampado de cebra, licra de leopardo, cabello rubio desgastado, maquillaje estrambótico y zapatillas doradas. Camina de izquierda a derecha. Juega con los celadores del bar. Mueve la cabellera para llamar la atención. El cliente de turno usa gorra, pantalones casuales, zapatos deportivos y aspecto interesante. Ese hombre, que no parece frecuentar la avenida, se llevó ‘a la leona en celo’ por el pasillo del bar.

A lo largo de la avenida se pueden contar 10 bares. Algunos con grandes y lujosos avisos; otros, con apariencia desagradable y oscura. Las ‘Residencias Guanaré’ tienen un letrero viejo, opaco y maltratado por los años. Económico y con mujeres mayores. Les dicen “prostitutas jubiladas” y la tarifa es de $5000. Es conocido como ‘los chochales’ y lo frecuentan abuelos, conductores de busetas y vendedores ambulantes de la Terminal.

‘Manuela’, de 32 años, es de Pereira. Lleva 8 años en la profesión desde que llegó a Cúcuta. “Antes de ser esto, trabajaba en una fábrica manipulando máquinas. La fábrica cerró y despidió a todo el personal”. Buscó trabajo y no encontró un oficio decente. “En Cúcuta hay más desempleo que habitantes”, dijo con ironía. La última alternativa laboral fue meterse en ese lugar. El tono de la voz se volvió agudo. “Me tocó. Qué más”. Tiene dos hijos, uno de 12 años y otro de 7. El menor es hijo de un cliente y al que no volvió a ver. Le pagan $20.000 por turno. La familia sabe en lo que labora, pero los niños no.

Al terminar el recorrido el ambiente es de tinieblas y desasosiego. La vida del personal que habita en las noches de Cúcuta es intranquila y delirante.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.


433.- EL ALMACEN DE TITO ABBO


Gerardo Raynaud



Para el 2º quinquenio de los 50 en la edificación de Tito Abbo se instaló el almacén LEY. Obsérvese el nombre de Tito Abbo y Hno en la parte superior de la edificación.

Tal vez, la más emblemática esquina comercial de Cúcuta sea la que corresponde al cruce de la avenida quinta con calle doce. Hoy, se levanta allí, un edificio de características inusuales para una ciudad como Cúcuta, si no lo han detallado bien, es una edificación sin ventanas. Claro que las condiciones de hoy son bien distintas a las de hace cien o más años y las razones de esta particularidad, son la seguridad y el control climático de las instalaciones. Pero en años anteriores, en ese mismo lugar, se habían erigido otras edificaciones, todas de importancia comercial, desde que se reconstruyó la ciudad, después del terrible cataclismo que se abatió sobre ella. La primera información que se tiene sobre este lugar, data de finales del siglo 19 cuando la ciudad comenzó a ser atractiva como punto de inversión para los extranjeros, especialmente alemanes e italianos, quienes habían establecido sus casas matrices para América, en la ciudad de Maracaibo, ciudad que les servía como punto de embarque, ya fuera para la importación como para las exportaciones que se tenía con el viejo continente.

Tanto la introducción como la salida de mercancías, se hacía de manera ventajosa para los comerciantes colombianos, así como para los venezolanos asentados en el occidente de ese país, pues era el camino más expedito, más económico y más rápido para ese tráfico, debido al uso mixto del ferrocarril y el trasporte fluvial y lacustre. Esta situación incentivó el establecimiento de casas comerciales que servían de mayoristas para el resto del país y como era de prever, la ubicación de sus puntos de exhibición y de ventas debía ser tan estratégica como fuera posible y por ello, todas se ubicaron alrededor del parque principal y frente a las vías del tranvía –que era una extensión del tren- lo que les permitía el cargue y descargue sin tener que efectuar desplazamientos adicionales. La primera casa comercial ubicada en la dirección que hoy nos concierne fue la Casa Riboli y hasta donde he podido investigar, uno de los socios era don Tito Abbo padre, que se instalaron en 1854, en una vetusta casa de adobe, en la cual atendieron a su clientela, durante casi noventa años.

A finales del año 43 del siglo pasado, la Casa Riboli cerró sus puertas y los hijos de don Tito, decidieron continuar con la tradición familiar y construir, en el mismo sitio, una edificación que fuera más moderna y que conjugara las necesidades de sus clientes, dadas las nuevas condiciones que se imponían en esa época, debido a las dificultades que se originaban en Europa y los Estados Unidos como consecuencia de la guerra que se estaba librando.

En el diseño y la construcción del moderno edificio, de dos plantas, intervinieron, el ingeniero-arquitecto Víctor Pérez Peñaranda como director de la obra, José Faccini Andrade, el maestro constructor y el arquitecto Herbert Ramprich quienes dirigieron a un numeroso grupo de obreros  y albañiles que lograron sortear con éxito las dificultades propias de la época y presentar a la sociedad cucuteña el más bello edificio del momento.

Una vez terminada la construcción, su amueblamiento y dotación, así como el surtido de las mercancías, escasas entonces por la situación antes referida, se importaron, en su mayoría de los Estados Unidos, pero buena parte se compró en las grandes ciudades del país, especialmente en Medellín, donde estaba radicaba gran proporción de la producción nacional, esencialmente en cuanto a textiles y confecciones se trataba.

La inauguración se hizo el sábado 28 de octubre de 1944, a las cinco de la tarde, con la asistencia de las autoridades civiles, militares y eclesiásticas y un importante número de personajes de los distintos círculos sociales, políticos y comerciales de la ciudad y la región.

Durante el evento inaugural se produjo la bendición del local por parte del Padre Daniel Jordán, quien más tarde intervino con un discurso de apertura en el que, como en todos ellos, hizo gala de sus dotes como orador, en el que puso como ejemplo de civismo y amor por la ciudad, la entrega que hacían los  señores Abbo, don Tito Jr. y su hermano, de esa construcción. Sirvió su alocución para recordarle a los asistentes, que la ciudad no podía seguir ‘en la época del terremoto’, en alusión a quienes se habían enriquecido sin dejarle ninguna utilidad de progreso. Hizo un alto elogio de los profesionales constructores, Víctor Pérez y José Faccini y los puso como ejemplo a seguir, especialmente entre los comerciantes que allí se habían congregado.

El edificio estaba adornado con el pabellón de Colombia en su frente principal, en el punto donde se cruzan las dos vías y en la parte superior del elegante salón de entrada, fueron colocados los retratos de los dos próceres más representativos de la región, Santander y Bolívar, cada uno acompañado de su respectivo tricolor nacional.

Por su parte, los anfitriones agasajaron a sus invitados con champaña francesa, que aunque traída con dificultad, lograron conseguirla y algunas de las viandas locales, así como algunas importadas, específicamente de España, como jamones y embutidos, aceitunas y algunos enlatados con pescados y frutos del mar, tradicionales en ese país. Todos los productos que más tarde serían ofrecidos en el almacén que en adelante se llamaría Tito Abbo Jr. y Hermano Ltda.

En el discurso de inauguración, don Tito Abbo Jr., agradeció en primer lugar, al gobernador, por su presencia y al grupo de sacerdotes, encabezados por el padre Jordán por la bendición impartida, lo que según él, le daría al negocio la protección divina y le auguraría éxitos futuros sin límite. Posteriormente, rindió un justo y merecido homenaje a los constructores, pero especialmente, al grupo de obreros, sin los cuales, materialmente no habrían podido desarrollar la obra.  Como al comienzo del acto se había entonado el Himno Nacional, don Tito, en un gesto caballeroso insinuó que era un himno al trabajo ennoblecedor de la actividad humana y la expresión más sincera de la simpatía y el cariño que le profesaban a esta noble tierra nortesantandereana.  Y con el consabido brindis, el almacén quedó oficialmente inaugurado y a disposición del honorable público.









Abbo, Tito (Junior) Tito Abbo Fontana nació en Maracaibo en 1890 y murió en esta misma ciudad el 7 de abril de 1991. Sus padres el italiano don Tito Abbo y Adela Fontana. Hermano de Adela, Luis, Enrique y María. Empresario, comerciante e industrial. Heredero de una tradicional y arraigada actividad familiar, dirigió con sus hermanos las empresas Tito Abbo & CO. Sucesores y Tito Abbo Jr. & Hermano. Éstas tuvieron dos modernos edificios en las ciudades de Maracaibo (1939) y de Cúcuta (1944), firmas ya centenaria en tradición, fundada en 1854 por su padre, Ríboli, Abbo & Cía, y dedicada a negocios de importación de víveres, mercancías secas en general y licores en su casa matriz; a la importación de materiales de construcción y ferretería, a través de su filial la S.A. El Diamante. También tuvieron negocios de exportación de café colombiano y venezolano, y de consignación de mercancías de tránsito.
En la década de los 40 las empresas extranjeras en Venezuela sufrieron los rigores de pertenecer a una LISTA NEGRA, que era una nómina de firmas y personas que emitían los gobiernos de los Estados Unidos e Inglaterra, sospechosos de pertenecer a sus países enemigos, Alemania, Italia y Japón, en la cual se prohibía cualquier contacto financiero y comercial. El 15 de mayo de 1943 aparece en el semanario La Espuela de Maracaibo, un ataque contra don Tito Abbo donde lo acusaban de proveer mercancía a empresas que pertenecían a esa lista, y se extrañaban que no estuviera incluido a pesar de su nacionalidad italiana, además los señalaron que colocaba a su hijo Tito Abbo Jr. al frente de las actividades comerciales, aprovechando su nacionalidad, por lo que era utilizado  como mampara para ocultar dichos manejos. Sin embargo nunca fue incluido, aparentemente porque llegó a un entendimiento sospechoso con el cónsul norteamericano en Maracaibo.
Tito Abbo Junior se desempeñó como Presidente de la Cámara de Comercio de Maracaibo (1968). Fue el creador de las industrias Jatu (flecha en guajiro), planificadas desde 1955 e inaugurada en noviembre de 1977, como los fabricantes para Venezuela de los productos Arrow, empresa que logró obtener primero y segundo lugar en calidad, de las 27 licencias otorgadas para todo el mundo, por la Cluett Peabody International. Esa gran empresa está presidida por su heredero Víctor Abbo y Manuel Medina como Vicepresidente Ejecutivo. Estas empresas continúan bajo el nombre de Tito Abbo Jr. & Sucesores, tras la muerte de Luís A. Abbo Fontana en 1993, con la tradición familiar de un ilustre apellido ligado al comercio y a la industria en el país. (Portal Cámara de Comercio de Maracaibo y otras fuentes)



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

miércoles, 28 de agosto de 2013

432.-. RELACION ENTRE COMERCIANTES DE CUCUTA Y MARACAIBO EN EL SIGLO XIX

Tomado de escritos del Blog Historiaparte

Cúcuta en el siglo XIX

A inicios del siglo XIX la población que se ubicaba en la zona norte del territorio santandereano estaba dedicada a la agricultura y el comercio en pequeña y gran escala. Producían café, cacao y añil para la exportación y criaban mulas para transportar los géneros que salían por el puerto de Maracaibo. No obstante, debido a la creciente demanda de añil que comenzaron a registrar los mercados exteriores durante las primeras décadas del siglo XIX, la siembra de cacao disminuyó considerablemente en todo el norte de Santander, aunque en su reemplazo, tiempo después se comenzó a sembrar café.

El núcleo de expansión económica de la zona norte fue San José de Cúcuta, centro poblacional que venía operando desde finales del siglo XVIII como sitio de acopio de los géneros que se producían tanto en las provincias santandereanas de Ocaña, Pamplona y Soto (especialmente en Girón), como en los cantones venezolanos de San Cristóbal, San Antonio, La Grita, Lobatera y Bailadores. Su amplio radio de influencia obedecía a las limitaciones de comunicación que tenían las provincias santandereanas y los cantones venezolanos antes señalados.

En el primer caso, no sólo los afluentes que atravesaban las tierras de Soto y Ocaña rumbo al rio Magdalena (principal arteria fluvial del país) eran prácticamente innavegables, sino que los caminos eran bastante escabrosos e inciertos debido al asecho permanente de los indígenas libres (que no habían sido sometidos durante el periodo de predominio español), especialmente los Yariguíes. En el segundo caso, las limitaciones consistían en que, aún haciendo parte de la provincia de Maracaibo, los cantones venezolanos no tenían salida al lago de Maracaibo por territorio venezolano.

Si seguimos las coordenadas que trazan las vías y rutas de intercambio comercial durante el periodo comprendido entre finales del siglo XVIII y los primeros decenios del XIX podríamos hablar de tres ejes comerciales en la zona norte: el eje Ocaña-Pamplona-Cúcuta-Maracaibo, el eje cantones venezolanos-Cúcuta-Maracaibo, y el eje Ocaña-Soto.

El camino entre Cúcuta y Ocaña requería necesariamente el paso por Pamplona, ciudad desde la que se retomaba el camino hacia Cúcuta y el lago de Maracaibo. Durante la primera mitad del siglo XIX la vía Ocaña-Pamplona fue considerada la peor del país, pero a pesar de las circunstancias del transporte, Ocaña estaba vinculada tanto con las poblaciones que se localizaban al extremo oriental de Santander como con la región de la Costa mediante un camino que atravesaba la zona oriental del territorio que durante el periodo federal haría parte del Estado del Magdalena. La relación de Ocaña con los núcleos comerciales de la Costa Caribe, en especial con Cartagena, era antigua y se basaba en el trato comercial y crediticio que ambas poblaciones habían mantenido a propósito de la instalación en Ocaña, de uno de los centros de mayor crédito en todo el Nuevo Reino de Granada: el Convento de Santa Clara.

Adicionalmente hay que destacar que el estado del camino de Ocaña a Pamplona era muy similar al que presentaba el de Ocaña a Girón en la provincia de Soto, pues se sabe que en las mejores circunstancias, dicho camino era peligroso. Por el contrario, en el eje Pamplona-Cúcuta-Maracaibo la actividad comercial y los intercambios de esas poblaciones fueron mucho más constantes y fluidos, al punto que esta situación condujo a una profunda interrelación social y familiar entre los habitantes de todo el eje, especialmente entre Pamplona-Cúcuta y Cúcuta-Maracaibo.

Aunque el impacto de Cúcuta como núcleo de expansión comercial de la zona norte hundía sus raíces en las postrimerías del siglo XVIII, su dominio económico durante el periodo republicano se acentuó sobre todo después de 1832, cuando Maracaibo fue declarado “puerto de tránsito o depósito”, con lo que las mercancías introducidas por esa ruta dejaron de pagar derechos de entrada. Estas condiciones atrajeron la atención de los comerciantes bogotanos, quienes además prefirieron la vía Maracaibo-Bogotá para realizar sus importaciones, pues por esta ruta se requerían treinta y cinco días de viaje, frente a los cincuenta y uno que se gastaban, aproximadamente, por la ruta Santa Marta-Mompox-Bogotá, pues esta incluía una escala de ocho días en la población de Mompox para el trasbordo de mercancías.

Durante el periodo federal, en el Estado de Santander la dinámica migratoria estuvo asociada más que a políticas gubernamentales, al influjo del proceso que en ese sentido ya se venía registrando en Venezuela, especialmente en la zona de Maracaibo, donde, desde 1830, se había afincado una nutrida colonia de comerciantes británicos, franceses e italianos, y después de 1840, de comerciantes alemanes. La escasez de comerciantes ingleses en Bucaramanga a cambio de una mayoría de origen alemán, francés e italiano ratifica asimismo que, al menos después de 1850, el origen de la inmigración se presenta por la frontera norte, pues en Venezuela la inmigración británica se hallaba menguada no sólo por la inestabilidad política, sino también como consecuencia de sus continuas desavenencias con Inglaterra a raíz del Tratado de Amistad y Comercio, firmado en 1835. Esta situación se hizo mucho más visible a finales de 1850, cuando algunas firmas inglesas asentadas en Venezuela abandonaron el país, y el comercio de importación quedó bajo el control de comerciantes alemanes cuyos negocios adquirieron solidez en los años siguientes.

En el nororiente neogranadino sobresalieron al menos cuatro grupos importantes de comerciantes. Uno en Cúcuta, otro en Bucaramanga, otro en Ocaña y otro en el Socorro. Sobre los comerciantes de Cúcuta es común encontrar comentarios donde se subraya que el inicio de sus actividades se remonta a los años anteriores a la Independencia, época en la que comercializaban café, cacao y artesanías con los mercados externos a través del puerto de Maracaibo. A comienzos del siglo XIX el grupo de comerciantes de Cúcuta estaba formado por hombres de la localidad y foráneos, especialmente ingleses, italianos y franceses, los cuales tomaron el lugar ocupado por comerciantes catalanes antes de las guerras de Independencia.

A mediados del siglo XIX el grupo de comerciantes de Cúcuta estaba formado por hombres como: Guillermo Greenhop, Santiago Fraser, Enrique Weir, Guillermo Baland, Carlos Lolley, Jorge McGregor, Miguel Johnson, Jacobo Mills (ingleses); Juan y José Soulez y Francisco Busquet (franceses); José María Antomarchi, Minos Santi, Juan Antonio Epanochia, Blas Pocaterra, Emilio y Elbano Mazzei, Agustín y Andrés Berti, Giseope y Benedicto Anselmi, David y Benedicto Bruno, Esteban Piombino, Antonio Murzi, Sebastián Querubini y Cesar Martelli (italianos); José María Villamizar, Francisco Soto, Joaquín Estrada, Ildefonso Urquinaona, Felipe Arocha, Domingo Díaz, Juan Aranguren, Jaime Fossi, y Carlos Irwing.

De acuerdo con el político, Manuel Ancízar, Cúcuta se caracterizaba por tener una apariencia bastante frugal en sus costumbres. En su diario de viaje, realizado entre 1850 y 1851 por las provincias santandereanas, Ancízar describía así el carácter de los pobladores de San José de Cúcuta:

“favorecida por la concurrencia y vecindario de muchos extranjeros laboriosos, cuenta cinco mil moradores aposentados en buenas casa de teja situadas en el centro y multitud de casitas que forman los arrabales y sombreados por los protectores cujíes. Vagos no hay, ni beatas, ni el desaseo en las personas y habitaciones que mancha y degrada la generalidad de nuestros pueblos de cordillera. En San José, todos son negociantes, mercaderes, o agricultores”.

Debido a la intensa relación comercial que existía entre Cúcuta y las ciudades de Pamplona (al sur) y Maracaibo (al nororiente), los comerciantes cucuteños siempre mantuvieron fuertes nexos económicos, sociales y familiares entre sí y con los comerciantes de esas ciudades. Los miembros de las redes cucuteñas estuvieron muy ligados a los de Maracaibo y en ese caso, los vínculos más que políticos, fueron predominantemente económicos y por encima de todo, familiares. En el caso de los comerciantes de Cúcuta y Maracaibo, esta clase de vínculos fueron claramente señalados en 1857 por el político liberal y presidente de Santander, Vicente Herrera, quien encontraba en la connivencia económica y familiar existente entre Cúcuta y la provincia de Maracaibo, el elemento perfecto para argumentar a favor de su proyecto de ley sobre la formación de la nueva provincia de Mares, proyecto presentado en 1855 y que dicho sea, nunca fue aprobado:

“Maracaibo es el mercado de Cúcuta: allí vende lo que produce, allí compra lo que necesita, y allí están sus relaciones de familia y de amistad y de comercio, y sus intereses se hallan totalmente identificados con los de Maracaibo; en términos que puede decirse que Maracaibo y San José son una sola ciudad. De ahí nace que Cúcuta se afecte con todo lo que afecta a Maracaibo; en términos que en la política o en el comercio, más que con lo que afecta a las poblaciones granadinas”.

Entre los comerciantes más destacados de Maracaibo en la década de 1840 se encontraban: Manuel Aranguren, Telésforo Angulo, Pascual Chaux, José A. Motovio, José V. Urdaneta, a mediados del siglo XIX, a ellos se habían unido comerciantes alemanes que atraídos por la comercialización de café, establecieron allí sus firmas comerciales. Algunos de esos comerciantes eran: A. Schmilinsky, Gilberto Van Dissel, Enrique Thies, Roberto Minlos, Augusto Link y Carlos Feuner, Enrique Meoz.

Los comerciantes de Cúcuta, Pamplona y Maracaibo se interrelacionaban mediante vínculos familiares. Existía entre las familias notables coincidencias en la dedicación a diversas actividades. Los vínculos comerciales y político-militares quedan representados en el parentesco que se establece entre la familia del general Leonardo Canal, y los comerciantes, Francisco Meoz, de Maracaibo, y Nepomuceno Toscano, de Pamplona, aunque este último luego se domicilió en Bucaramanga.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

martes, 27 de agosto de 2013

431.- INTENTOS DE UNION FRONTERIZA COLOMBO-VENEZOLANA


Parcial de escrito de Manuel Waldo Carrero Becerra



Nuestro "jus sanguinis" común: Basta observar los apellidos para saber que los pueblos de San Cristóbal y Cúcuta y circunvecinos son colombo-venezolanos desde sus raíces, pues fueron integrados inicialmente por las gentes de las provincias de Mérida y Pamplona; luego a San Cristóbal  se le anexó gente de Barinas y a Cúcuta gente de Maracaibo, por razón del comercio.

Esa es la conformación de nuestra idiosincrasia andina, de campesinos españoles y mestizos de Mérida y de Pamplona, con un poco de la reciedumbre llanera venida de Barinas a San Cristóbal y de la mentalidad comercial y Cosmopolita traída de Maracaibo a Cúcuta.

Alguna vez, territorios de Colombia fueron de Venezuela y otros de Venezuela fueron de Colombia.  Por Cédula Real de 1793 cuando se creó el Real Consulado de Caracas; Pamplona, Cúcuta, Salazar y San Faustino fueron anexados a la Capitanía General de Venezuela;  pero por Cédula Real de 1795 fue revocada dicha disposición, por lo cual, en 1810 según el principio del "Uti possidetis juris" (lo que poseías poseeréis) correspondieron a la nueva Granada; por poco menos de 15 años  hubieran sido venezolanos; y al contrario la Provincia de Maracaibo, hubiera sido colombiana, si esa petición de algunos comerciantes de Maracaibo de continuar bajo el dominio del Virreinato de Santa Fe, no hubiese sido desechada por el Rey y ratificada  de Venezuela en 1786 por la Real Cédula que creó la Audiencia de Caracas.

Entre los intentos de unión tenemos los siguientes:

1°. Designios de Dios

El primero que la concibió así fue la Divina Providencia, encerrando esta región de la cuenca hidrográfica del Lago de Maracaibo, con dos muros formados en ángulo por la cordillera Oriental colombiana y los Andes venezolanos, en cuyo vértice está Cúcuta como símbolo de unión, con su salida natural al mar por el Lago de Maracaibo, desde tiempo inmemorial y que todavía opera con la colaboración de las autoridades aduaneras de ambos países.

2°. Departamento del Zulia

El Congreso de la Gran Colombia reunido en la Villa del Rosario de Cúcuta en 1821 en las sesiones del 12 y 13 de septiembre de ese año, Acta 159 y 160 al considerar la conformación de departamentos por las antiguas provincias, el señor Félix Blanco manifestó: (Acta 159) "Que el modo de consolidarse la unión de Venezuela y la Nueva Granada, es unir provincias de ésta a aquella; en cuanto al Departamento del Zulia no le parece conveniente erigirlo en tal, lo que solo ha sido una provincia anteriormente, así que cuando no se le agregue toda Pamplona, al menos se le unan los Valles de Cúcuta". (Acta 160) El señor Mariano Escobar presentó un proyecto de   división de departamentos, concebido en los siguientes términos: "Las provincias de Coro, Mérida, Trujillo, Maracaibo y Pamplona, al departamento del Zulia". Finalmente en la sesión del día 12 de octubre (Acta 187) se aprobó así: "El de Boyacá con las Provincias de Tunja, Socorro, Pamplona y Casanare".

La gente de Casanare no se consideraba afín con la gente de las Provincias andinas colombianas, y como un caso de identidad de idiosincrasia llanera, se quería anexar a la Provincia de Barinas, al poco tiempo de la disolución de la Gran Colombia, pero el Congreso de Venezuela no quiso aceptar esta anexión a su territorio.

3°. Propósitos de reconstrucción de la Gran Colombia.

La revolución Liberal de Colombia en 1860 había coincidido con la de la Federación de Venezuela. “La afinidad de principios entre una y otra y el flujo y reflujo de acontecimientos en las dos fronteras, trajeron como consecuencia en poco tiempo el acercamiento de sus hombres y la solidaridad de sus causas. Se vio así en sus horas de prueba, a los liberales venezolanos refugiarse en nuestro suelo e ingresar a nuestras filas; se vio a los de aquí, en sus horas prósperas ayudar con elementos de todo género a sus hermanos de allende, el Arauca y el Táchira”.

Don Antonio Leocadio Guzmán prestó su concurso al Proyecto de Constitución y por eso se explica la elección del estadista venezolano en la delegación del Cauca al lado de Tomás Cipriano de Mosquera. 

(Tomado de la segunda edición del libro "Fragmentos", Crónicas del periódico cucuteño "El bien Social" de principios de siglo, del Miembro Correspondiente de la Academia de Historia de Colombia, General, Hermes García G. Página 197).

En la Convención Nacional de Rionegro, instalada el 4 de febrero de 1863, cuya Constitución organizó los Estados Unidos de Colombia, se aprobó una Ley que autorizó al Poder Ejecutivo adelantar las negociaciones con sus homólogos del Ecuador y de Venezuela a fin de restablecer la Gran Colombia.

También hay aun el llamado “Diferendo” por la delimitación en el Golfo de Venezuela, o de Coquibacoa. La tesis de Venezuela está basada en los “derechos que dan los títulos históricos”, aplicados al mar, con algunos criterios especiales como se acostumbraba desde el siglo XVIII. Cuando se estableció la norma  del mar "mare liberum" (el mar libre y abierto para todos) hasta 1947 aproximadamente, cuando se iniciaron los Tratados Generales. La tesis de Colombia está basada en el moderno "derecho internacional del mar" que no obliga a todos los países del mundo, sino "con las estipulaciones aceptadas y las reservas hechas por cada país firmante legalizados de acuerdo a su Constitución y con los trámites legales".

Cuando el gobierno de Virgilio Barco hubo un incidente cuando la Corbeta ARC CALDAS, de la Marina de Guerra de Colombia, imprudentemente entró en las aguas no delimitadas del Golfo y estuvo a punto, el gobierno de Jaime Lusinchi de ordenar su bombardeo, que habría traído un resentimiento entre los dos países que hubiera durado 100 años.

4°. Incursiones de Alianzas Colombo-Venezolanas de Liberales y Conservadores.

Cuando la Guerra de los Mil Días, el General, Rafael Uribe Uribe (colombiano), desde San Cristóbal con el apoyo del Presidente de Venezuela, Cipriano Castro, quien en medio de sus fantasías pensaba imitar al Libertador y reconstruir la Gran Colombia, organizó un ejército de liberales colombianos y venezolanos y el 4 de julio de 1901 enviaba esta proclama: "Señores Cáceres y Lamus, Bochalema, les anuncio mi llegada con cuantiosos elementos. Antes de 15 días pasaré la frontera con 3000 hombres por lo menos bien armados y municionados y con suficiente artillería..." (Colombia y Venezuela, Alfredo Vázquez Carrizosa. Pag. 25).  Por represalia a su vez desde Cúcuta, el General y Doctor Carlos Rangel Garviras  (venezolano, tío de José Vicente Rangel Vale) cruza la frontera y el 26 de julio de 1901, con el apoyo del Gobierno de Marroquín y del Ministro de Guerra de Colombia, José Vicente Concha y el General Pedro Nel Ospina y un contingente de conservadores mayoritariamente del ejército regular y unos pocos venezolanos, y armas recibidas por intermedio de Ramón González Valencia, invadió a Venezuela, siendo derrotados en San Cristóbal el 30 de ese mes, por las tropas de Uribe Uribe y los oficiales colombianos Justo Pastor Mora y Segundo Lamus, (padre de los Lamus Girón), con las armas  que les iban a dar para hacer la revolución en Colombia (5000 máuseres alemanes y 3 millones de cápsulas)  y fundamentalmente por los hombres de Celestino Castro, Presidente del Estado Táchira, hermano de Cipriano. (Colombia y Venezuela - Alfredo Vázquez Carrizosa, pag.152).

5°. República del Zulia. 
  
El Colombiano General Vicente Herrera, en 1858 propone al Presidente Mariano Ospina Rodríguez, la creación del "Estado Soberano del Zulia".  Sería una República integrada por las Provincias de Maracaibo, Táchira, Santander, y fracciones de Mérida y Ocaña. (El General era Presidente de Santander, capital Bucaramanga, propone al gobierno de Bogotá la creación del Estado Soberano del Zulia, con Maracaibo de capital, anexando los Andes venezolanos y tierras de Santander que incluía entonces Cúcuta, Ocaña, Pamplona y otras tierras neogranadinas).

“Unos años después Cúcuta se volvió un manicomio estentóreamente gritando, para que se creara el Departamento Norte de Santander y sólo el ácido muriático  del gallo cucuteño y el prestigio de algunos personajes volvieron sal de la patria aquella sandía “República del Zulia” que campanilleaba en los oídos de las gentes sinsorgas  o insustanciales y sin formalidad e irresponsables" (Rafael Espinoza. Orígenes del Norte de Santander. Antología 1936-1983 de la Gaceta Histórica de Cúcuta, página  51).

En el Senado de 1904, el General Uribe propuso hacer de este oriente colombiano un  departamento que no fue aceptado, solo el General Reyes por la Ley 1ª de 1908, entre otros 34, creó el Departamento de Cúcuta, dejando la Provincia de Pamplona como parte de Santander. Este fue realmente el primer ente autónomo creado como tal.  (Pero el Congreso de 1909 expidió la Ley 65 del 14 de diciembre, donde se restablecían desde el primero de mayo de 1910, la antigua división territorial. Luego por empuje de los norte santandereanos se pidió ese mismo año la restitución del Departamento del Norte de Santander).  Ante los hechos cumplidos el General Benjamín Herrera y el Doctor Emilio Ferrero, presentaron a la Asamblea Constituyente un proyecto de un solo artículo sobre la creación del departamento Norte de Santander Ley 25 del 14 de julio de 1.810, conformado por las provincias de Cúcuta, Pamplona y Ocaña, (Resurrección del Departamento de Cúcuta, y que llena todas las condiciones de habitantes y de rentas). El primer gobernador fue Francisco Sorzano,  mientras éste se posesionaba fue nombrado gobernador interino, el recién nombrado Jefe Militar de la Frontera el General caucano Andrés A. Quintero.

"Ninguna idea de carácter internacional ha persistido tanto en el alma del pueblo, como la agrupación de Colombia, Venezuela y Ecuador en una federación ejemplar. Y ninguna ha  tenido mayores fracasos. Para el futuro seguramente circunstancias de índole político y de seguridad continental, de economía o de acuerdos sociales, sean razones que obliguen a realizar esta unión,” (Julio Londoño Paredes. Historia Extensa de Colombia. Tomo XI .Página 309). 

Por cambios en el sistema de gobierno de Venezuela, no podría decir lo que dije hace 20 años: ¡Ojala que algún día no haya que escoger una sola patria entre las dos naciones, sino que las dos naciones sean una sola patria!



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

domingo, 25 de agosto de 2013

430.- LA CUPULA CHATA


Miguel Palacios y otras fuentes




Palacio de Gobierno  en la calle 14 avenida 5ª, 1919. A la izquierda de la fotografía aparece Julio Lázaro uno de los ejecutores de esta obra.

Creado el Departamento Norte de Santander en 1910, los primeros gobernadores despacharon o tuvieron la Casa de Gobierno en una construcción ubicada en  la esquina de la avenida 5ª  con calle 13, propiedad de Francisco Hernández (esa es la esquina que los cucuteños conocen como ´la esquina de Avianca´).

En 1911, los senadores nortesantandereanos lograron que el Congreso de la República emitiera la ley 28, por medio de la cual, la Nación cedió al Departamento el lote contiguo al local de la Aduana Nacional, para que construyeran el Palacio de Gobierno departamental.

Después de haber dado vida jurídica al Departamento, siendo gobernador Víctor Julio Cote Bautista se abrió un concurso invitando a ingenieros y arquitectos de Bogotá y Medellín para el diseño de los planos para el Palacio, que se levantaría en la avenida 7ª con calle 10, junto a la Aduana Nacional. El premio para el ganador era de $150. Fue Víctor Julio Cote Bautista quien dejó en marcha el planeamiento de la sede gubernamental, con $3.000.


Los planos definitivos y aprobados, llegaron de Bogotá durante la administración del General Rafael Valencia Camargo en 1912, su autor era el ingeniero “Guarnerius”, el proyecto consistía en un solo bloque al frente, con una artística y muy elegante fachada, un gran vestíbulo con una escalera central que se abría a derecha e izquierda antes de llegar al segundo piso. Pero se presentaron objeciones en la prensa local al lugar de posible construcción del edificio, y además no hubo acuerdo entre el gobierno municipal y el departamental para la cesión del terreno.

Al presentarse ese cúmulo de inconvenientes con el terreno cedido, el gobernador Rafael Valencia Camargo adquirió el lote ubicado en la esquina de la avenida 5ª con calle 14 (Escritura 829 del 17 de diciembre de 1913,  Notaría Primera de Cúcuta), para que ahora sí, se construyera el Palacio de Gobierno departamental y el cual fue vendido por el general José Agustín Berti por la suma de $6.700.


Legalizada la compra, los trabajos se iniciaron en 1914, bajo la dirección del ingeniero Marco A. Gómez quien elaboró los nuevos planos, y la primera nómina de trabajadores tuvo como director de obra al señor Julio Lázaro devengando $100 mensuales, el sobrestante Leopoldo Vega y 15 peones. Durante este año tuvo gran impulso la construcción debido al interés de la administración Febres Cordero.

El Palacio se construyó entre 1914 y 1919. La cúpula de la edificación inicialmente era elíptica, sin embargo, los fabricantes extranjeros la cambiaron por la que actualmente conocemos, a la que la tradición oral  la llamó ´la cúpula chata´. Esta fue despachada de Nueva York el 9 de junio de 1915.


Palacio en construcción

En la primera semana de enero de 1919, empezaron a funcionar en el nuevo edificio las oficinas de la gobernación. Correspondió al gobernador Fructuoso V. Calderón (1918 –1922), el trasteo de las oficinas a la edificación y dar al servicio el Palacio de Gobierno Departamental. Palacio sin baño, la falta de planeación en la ejecución de obras por parte del sector oficial no es un mal moderno, sino que tiene raíces en el pasado, como lo muestra lo ocurrido con el Palacio de la Cúpula Chata. Pero no hubo francachela ni comilona, ni tampoco misa o invitaciones especiales para levantar la copa y brindar por esta obra. ¿Y a qué se debió esa falta de protocolo?

Desafortunadamente, como lo comentó entonces severamente la prensa cucuteña, solo cuando el Palacio estuvo habitado, vino a pensarse que necesitaba servicios sanitarios de alcantarillado y de acueducto, de modo que se terminó por donde ha debido empezarse. En 1921, se instaló el servicio de agua, que se llevó de la toma pública.

 
Estado del Palacio de Gobierno después del incendio de 1989     

La noche del 2 de octubre de 1989, en la administración de Eduardo Assaf Elcure, un incendio destruyó las estructuras de madera, los entrepisos y las cubiertas de ´la cúpula chata´. El desprendimiento de los pañetes y el agrietamiento de los pisos, así como el desplome de las columnas del segundo piso, hizo necesaria la reconstrucción de la edificación. Los planos de restauración del edificio los elaboró la arquitecta cucuteña María Teresa Vela Vicini y fueron ejecutados por la firma de ingenieros Julián Caicedo y Cía. Ltda.

Por la Resolución 24 del 14 de mayo de 1990, el Consejo de Monumentos Nacionales declaró al Palacio de la “Cúpula Chata”, Monumento Nacional.

El 19 de noviembre de 1993, siendo Gobernador Alvaro Salgar Villamizar y Presidente de la República César Gaviria Trujillo, fue entregado totalmente restaurado el palacio, uno de los Bienes Culturales, Patrimonio de los Nortesantandereanos, e inmediatamente es ocupado como sede principal del Gobierno de Norte de Santander.





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.