Gerardo
Raynaud
Desde el mes marzo de 1944 cuando se realizó el primer
sorteo de la Lotería de Cúcuta, la Beneficencia no estuvo exenta de los ataques
de la corrupción, deporte de tanta práctica en esta nación del Sagrado Corazón.
En un principio la disputa del botín burocrático
estuvo en la mira de los partidos tradicionales, en verdad, en ese entonces
solamente se los disputaban liberales y conservadores, hasta cuando aparecieron
otros grupos que poco a poco fueron tratando de entrar en la repartija.
La verdad es que durante los primeros años de
actividad, la Lotería se manejó dentro de los más sanos cánones de eficiencia y
pulcritud que le imprimieron sus primeros administradores, sin que esto quiera
decir que no faltaron una que otra sinvergüencería, aunque todas de poca
monta, las que no lograban enlodar la buena imagen que perduró durante muchos
años, incluso hasta último momento, pocos días antes de su desaparición final.
Durante los primeros tiempos de vida, la lotería era, al parecer, fortín político del partido liberal, teniendo en cuenta que su establecimiento se realizó durante el gobierno de esa ideología.
La gestión exitosa de su primer gerente Luis Alberto
Marciales, duró poco tiempo, menos de dos años, cuando cedió el turno a don
Ernesto Vargas Lara, en ese momento prestigiosa figura de la juventud liberal
del Norte de Santander.
Era la época de la república liberal, por lo tanto,
quienes tenían el derecho a desempeñar todos los cargos de importancia y aún
aquellos que carecían de ella.
Tuvo don Ernesto Vargas la difícil tarea de organizar
la nueva estrategia que le permitiría a la Lotería ampliar sus horizontes,
tanto comerciales como financieros y resultado de ello se propuso y se lanzó el
Sorteo Extraordinario, el cual se realizó con total éxito, cumplido el primer
año de vigencia de la Lotería, el 27 de marzo del 45; recordemos que el primer
sorteo fue el 28 de marzo del 44.
En mayo de 1946, el cinco para ser más exactos, se realizaron las elecciones presidenciales y el partido liberal, dividido las perdió frente al candidato conservador Mariano Ospina Pérez.
Para quienes gustan de las estadísticas les cuento que
el resultado fue el siguiente: Mariano Ospina, 41.42%; Gabriel Turbay Abunader,
32.29% y Jorge Eliecer Gaitán, 26.27%; sólo hubo 177 votos nulos.
La conclusión más importante es que la República
Liberal terminó ese día por la división que se presentó en su seno y resurgió
el Conservatismo como fuerza política, situación que terminaría luego de un
período de gobiernos militares, con la puesta en marcha del Frente Nacional.
Ahora bien, ¿qué sucedía mientras tanto en la Lotería de Cúcuta?
Con las elecciones ganadas, el Conservatismo reclamaba
como suyo el cargo de gerente y ello desató una agria disputa por el puesto.
En la primera junta realizada pasadas las elecciones,
el Contralor del Departamento consideraba la Lotería como una posición política
y por eso exigía que se nombrara un representante de ese partido.
Es más, cuando trataba de mediar en la pelotera don
Antonio Copello, representante de las entidades bancarias de la ciudad, el
Contralor le hizo saber que como extranjero no tenía derecho a intervenir; ante
tal grosería, los demás miembros de la Junta en reconocimiento de la
generosidad que siempre hizo gala, le brindaron todo su apoyo, pero de todas
formas, don Antonio se retiró del recinto para que los demás miembros lograran
el consenso que se buscaba.
Después de algunos duros momentos en los cuales el Contralor
llegó, incluso a faltarle al respeto al representante del general Matamoros, el
nombramiento pudo producirse cuando la mayoría de los miembros de la Junta
Departamental de Beneficencia del Norte de Santander se decidió por el nombre
del doctor Juan de la Rosa Luna.
Calmadas las aguas efervescentes del nombramiento y acomodado en su puesto el nuevo gerente, no solamente se vería en la necesidad de lidiar con las actividades propias de la Lotería sino que debería dedicar buena parte de sus esfuerzos en defender la institución de las garras de la politiquería, que sería la que al final de los años la llevaría a su terminación.
Muchos fueron los intentos que se le hicieron para
asaltar sus arcas, pero éstos están poco documentados y además, considero de
poco interés su tratamiento como novedad histórica, así que voy a narrarles
estos que a continuación les expongo.
Los dos primeros años fueron tan bien manejados que la
Lotería había logrado construir su propio edificio, en el 5-49 de la calle
novena y de tener una renta mensual de más de mil quinientos pesos, una cifra
muy significativa entonces.
Por todas estas razones, era un blanco atractivo para
los delincuentes, especialmente los de cuello blanco y por eso, en julio de
1945 se dio el primer asalto a sus finanzas.
Todo por cuenta del encargado de la venta de los
billetes, quien fue inculpado por el delito de peculado por apropiación a favor
de terceros por la no despreciable suma de $4.800.
Pero este tipo de triquiñuelas no era la única, todos
trataban de beneficiarse dado el atractivo que constituía tener una empresa tan
rentable; hasta los periodistas la exprimían, especialmente los asociados
a la APECU, Asociación de Periodistas de Cúcuta, quienes además de aprovecharse
de la ‘partija de los pesos de la fiesta del periodista’ le ‘sacaban jugo’ a la
institución, cobrándole hasta diez veces el valor de la publicidad que le
hacían.
En la época era usual la propaganda en la que se
anunciaban los ganadores de los premios, tanto los ordinarios como los extras,
que se habían convertido en uno de los más atractivos sorteos.
Por esta razón, a comienzos de los años cincuenta, ya
consolidada la Lotería, en el sorteo extra del mes de marzo, se dio un caso que
llamó la atención del público, toda vez que no se hizo ningún tipo de
publicidad a los ganadores ni a la ciudad donde cayó el premio.
Esto hizo que la prensa desplegara una intensa campaña
para conocer el resultado, pues mucha divulgación se le había hecho al sorteo,
como se apreciaba en el anuncio en el cual Julio Ulises Terra, jugador
estrella del Cúcuta Deportivo, prestaba su imagen para ese sorteo.
Incluso el Banco de Bogotá tuvo necesidad de publicar
un anuncio en el que certificaba que tenían a disposición del ganador, los
trescientos mil pesos del premio, pues el rumor era que la Lotería estaba
quebrada y no tenía cómo pagarlo.
Todo debido a que en esa ocasión, no se publicó
quiénes habían sido los ganadores sino que se fijó en las vitrinas de su
edificio, lo cual terminó despertando sospechas entre algunos malintencionados.
Todo se aclaró cuando se supo que el billete ganador
había sido remitido a Ocaña y adquirido por unas personas de un pueblo cercano
que posteriormente no quisieron identificarse, algo bastante inusual entonces.