viernes, 11 de noviembre de 2011

99.- LA PELEA DEL SIGLO EN CUCUTA

John J. Jaimes

No son muchos cucuteños los que se acuerdan de los eventos que se registraron en la ciudad en la primera mitad del siglo pasado, cuando la hermosa y blanca San José era una población que florecía al ritmo de la cantidad de inmigrantes que llegaban a sus huestes con la ilusión de asentarse definitivamente en el ardiente valle de Guasimales.

El creciente comercio con el puerto de Maracaibo en Venezuela y el ser ruta obligada de quienes pretendían pasar su mercancía hacía o desde el interior del país, hicieron que múltiples empresarios del espectáculo y las artes pusieran sus ojos en la ciudad e hicieran de esta, un punto propicio para sacar provecho económico de sus actividades.

Desde los albores del siglo, el Teatro Guzmán Berti, fue el epicentro del entretenimiento y la actividad cultural de los cucuteños de antaño. En este escenario no solamente se rindió culto a manifestaciones en las bellas artes, sino que sirvió además para brindar al pueblo, espectáculos circenses de las más variadas connotaciones que hicieron alusión a los gustos del pueblo raso, ese que, como bien lo dice el viejo adagio latino, colmaba su vida con pan y circo.

Entre todos estos destaca uno en especial, que por su impacto en la sociedad y por los estragos económicos que causó, pasó de ser una anécdota a convertirse en un mito que tiene ya poca recordación entre quienes fueron testigos de ella.

Cuentan los que historias cuentan, que muriendo la estrambótica década de los treinta o, tal vez, en los albores de los cuarenta, llegó a la ciudad una compañía gitana de esas que deambulan por el mundo llevando artes y coloridos espectáculos desconocidos a tierras lejanas, al  puro estilo macondiano.

Al día siguiente, la pequeña ciudad de treinta mil habitantes se inquietó con el ruidoso escándalo que generó la caravana en la que fue presentado con bombos y platillos, el espectáculo central que los recién llegados traían a los lugareños.

Cuentan quienes tuvieron oportunidad de verlo, que se trataba de un oriental. Un japonés chiquitico de 1.50 de estatura y de unos 40 ó 50 kilogramos de peso, amarillo de color y tan flaco y escuálido que las costillas se le asomaban entre la piel. El extraño personaje de la lejana tierra del sol naciente fue subido en el guardafango de un automóvil, alquilado especialmente para la ocasión, y paseado por las calles de la ciudad, precedido con una orquesta, con mucho ruido, pitos, matracas y esplendor.

En la parte posterior del carro y asomado por una ventana superior, un hombre vestido de chaquetín, como una especie de pingüino fuera de contexto, anunciaba a los cuatro vientos a través de un altavoz, el espectáculo sin igual del que serían testigos en menos de una semana, si accedían a pagar una módica suma de dinero para acceder al teatro, sitio donde tendría lugar el evento.

El hombre de la chaqueta anunciaba que el pequeño oriental era Maestro en Artes Marciales y que estaba dotado de una gran destreza para pelear. Decía también que dispuesto a mostrar sus extraordinarias habilidades si encontraba algún valiente que quisiera enfrentársele en un duelo cuerpo a cuerpo a cambio de la extraordinaria suma de quinientos pesos, dinero que para entonces representaba una cantidad bastante alta y tentadora.

“Aquí nadie sabía que era eso de Artes Marciales. Aquí los únicos Marciales que se conocían eran los de don Manuel Marciales. La gente se devanaba los sesos pensando que era eso de las Artes Marciales”

Sin embargo, el simpático evento no dejaba de despertar curiosidad entre los habitantes que, extrañados, se preguntaban por qué ese empresario estaba dispuesto a perder tal suma de dinero con aquel escuálido japonesito.

“Todo el mundo decía que se le podía enfrentar al japonés porque lo veían pequeño y flaco y no se explicaban cómo era posible no vencerlo en una pelea. Sin embargo no dejaba de despertar desconfianza entre la gente el hecho de que el señor fuera maestro en artes marciales, ya que no sabían que era y lo desconocido siempre acobarda. ‘Algún truco extraño tendrá ese señor para atreverse a apostar tanta plata por ese chiquitico’ decían algunos bastante contrariados con el evento aquel”

Por aquel entonces vivía en la ciudad un señor de nombre Manuel al que apodaban Manuelón que trabajaba en el mercado cubierto de la Avenida Sexta como ‘caleta’ o ‘bulteador’

“Manuelón era un hombre sumamente fuerte, sumamente robusto y se dedicaba a oficios muy duros, por lo que había desarrollado una musculatura descomunal y poseía una fuerza terrible. Era como un caballo viejo y basto, por donde pasaba había que abrirle campo porque al que pisara lo desbarataba. Era terriblemente grande y terriblemente torpe, grosero y burdo”

“La gente empezó a hablar de Manuelón por su descomunal fuerza. Él solo, casi todos los días se echaba en un solo viaje, tres bultos de plátano al hombro y esto lo repetía varías veces hasta desocupar carretadas completas de plátano. Manuelón era además temido porque por ser un hombre vulgar, sin ningún tipo de educación, su única afición era la de tomar guarapo en cantidades. Entonces se emborrachaba constantemente y andaba buscándole pleito al que se la atravesara, al que lo mirara feo, al que le dijera algo y pobrecito del que contaba con la mala suerte de enfrentarlo, porque quedaban eso sí, como se dice vulgarmente, para recoger con pala.

Alguna vez se escuchó que Manuelón, de quien nadie sabía de donde venía ni donde había nacido, había matado a dos hombres en una pelea a puño limpio, por allá en un pueblo lejano. Esa historia se dice que se la contó él, en alguna borrachera a un grupo de amigotes y estos se encargaron de difundir el rumor, cosa que a él no le molestaba porque entre más mala fama tuviera y más miedo despertara mejor mantenía su reputación”.

Los más allegados a este personaje, convencieron a Manuelón para que se enfrentara al japonés. Lo convencieron de que podía vencerlo en un par de segundos pues lo aventajaba en estatura, peso y fuerza. Se dice que Manuelón no había tenido oportunidad de ver al tipo por el que estaban ofreciendo quinientos pesos por vencerlo.

Lleno de curiosidad, el burdo ‘bulteador’ del mercado se fue hasta el sitio donde se había armado tanto escándalo para conocer al famoso maestro de artes marciales. Apenas lo vio, Manuelón no pudo contener la risa que le produjo ver a este personaje diminuto del que se decía que tenía grandes habilidades para la pelea. Se dirigió donde el empresario y le hizo saber que el aceptaba el reto de enfrentarse al oriental y que tuviera listos los quinientos pesos, porque ya eran de suyos.

Varios personajes de la ciudad se habían acercado ya a ofrecer su nombre para la pelea, pero ninguno había sido aceptado aún, pues el principal negocio del empresario no era el número de entradas que lograra vender, sino el dinero que pudiera recaudar en las apuestas.

Una vez se pactó la pelea, nuevamente el hombre que se disfrazaba de pingüino salió con su chaquetín y su altavoz, y asomado por la ventana trasera del automóvil, difundió a toda la ciudadanía que un valiente habitante local había aceptado el reto de pelear contra el eminente exponente de la sabia y milenaria cultura marcial del lejano oriente.

Los habitantes, curiosos, empezaron a preguntar cual de sus coterráneos había de enfrentarse al japonés, de quien ya se estaba especulando que poseía poderes mágicos.

Al enterarse del nombre del oponente, la gente se volcó a las taquillas y los sitios donde se estaban pactando las apuestas y empezó a jugársela a favor de Manuelón. “Creo que había un sitio donde se apostaba directamente, pero igualmente, varias personas, especialmente los dueños de pequeños negocios donde los vecinos se reunían a hablar, a beber algo, a departir un rato, vieron en esta pelea una buena oportunidad de hacer platica extra y se empezaron a pactar apuestas pequeñas, medianas y grandes. Había oportunidad para todos, con dinero o sin dinero”

La pelea fue pactada para una semana después del anuncio. Se invitó a la gente a comprar las boletas en las taquillas del teatro y a participar de los múltiples eventos que se irían a presentar en el transcurso de la semana venidera. “Las apuestas, obviamente, no se anunciaban. Todo el mundo sabía donde hacerlas e iba hasta allá. Lo que se anunciaba era la pelea, el espectáculo, la fanfarria, todo eso”

“Esa semana fue muy especial, recuerdo yo. Fue una semana de apuestas, de apuestas enormes. Hubo mucha fiesta, mucha expectativa y la gran mayoría era, lógicamente, Manuelista; nada que ver con ese amarillo tan flaco, tan chiquitico que parecía que ya se iba a caer”

La semana transcurrió en medio del dinero que iba y venía. La ilusión de algunos de ganarse unos pesos de más, la de otros que necesitaban para cubrir alguna deuda o necesidad y la siempre presente avaricia que mueve a tener cada vez más y más.

El anhelado día del enfrentamiento llegó y desde tempranas horas las personas que habían agotado la boletería días antes, se apostaron en largas colas que colmaron los andenes de la avenida sexta.

Antes de que el sol se pusiera las puertas se habían abierto y todas las localidades del teatro fueron llenándose poco a poco hasta alcanzar su capacidad máxima y llegar al sobrecupo.

“Ese día no había espacio par nadie más, literalmente no cabía una aguja. La cantidad enorme de gente provocaba sofoco y el apretujamiento hizo pensar a muchos que fuera a suceder alguna tragedia”

“Como gancho promocional se iba a proyectar una película antes pero la gente no dejó. Se pusieron a chiflar y a protestar porque lo que todo el mundo quería ver era la pelea. Nadie estaba interesado en ver ninguna película, de modo que no dejaron proyectarla”

Se apagaron las luces y la expectativa empezó a crecer. Una música fuerte, como de película épica empezó a sonar con mucho volumen y los corazones empezaron a acelerarse. Los aplausos de impaciencia empezaron y ante la intencionada demora empezó a escucharse en el auditorio un leve estribillo que en cuestión de segundos se convirtió en un clamor general que retumbó las paredes de madera del auditorio y se propagó por las calles polvorosas hasta todas las latitudes de la ciudad: “¡La pelea!, ¡la pelea!, ¡la pelea!”

De un momento a otro y en la cúspide de la efervescencia, la música se calló y fue reemplazada por un redoble de tambores muy fuerte que marcaba el ritmo de los corazones de los cientos de asistentes.

Sobre el escenario se encendieron unas luces rojas y la multitud empezó a delirar cuando el presentador, luego del protocolo, pronunció los nombres de los oponentes y estos salieron al improvisado ring boxístico.

“Recuerdo que Manuelón estaba ataviado con una piel de tigre que le atravesaba el cuerpo de derecha a izquierda. Exhibía su musculatura espectacular, brillante por el sudor y salió con una cara de furia terrible, lanzando gritos vociferantes, ofensivos que levantaron entre la multitud una efusividad increíble. Empezaron a corear su nombre con vivas y aplausos. La locura era total. El japonesito también lucía otra pielecita de tigrecito chiquitica”

Empezó la pelea. El griterío de la multitud colmaba el escenario de euforia mientras en el ring los dos oponentes se batían a muerte. “Bueno, intentaba batirse porque la verdad es que en los primeros minutos que fueron eternos, el único que parecía moverse era Manuelón que entró a atacar con furia al japonés, que se dedicó a esquivar los golpes con una agilidad increíble”

“El público como quería ver golpes y mucha sangre, pues al ver que no había nada de eso poco a poco empezó a perder el entusiasmo y los gritos empezaron a aplacarse hasta convertirse en silencio y luego en protesta”

Los acalorados gritos de euforia se transformaron entonces en abucheos, silbidos y palabras de grueso calibre, tanto para el japonés, como para el favorito de todos: Manuelón, quien para desilusión de los espectadores no había logrado conectarle un solo golpe a su pequeño oponente.

“Manuelón le tiraba unos puñetazos que si lo agarra lo vuelve añicos. Le tiraba patadas, le tiraba muela, le tiraba todo lo que tenía que tirar y ese hombre no se dejaba agarrar por ningún lado. En cambio, cada vez que Manuelón le dejaba espacio, y para sorpresa de todos, el japonés le conectaba tremendas patadas en la cara, patadas en la barriga, patadas en el trasero, en el pecho y eso lo volvió loco”

El público, ávido de violencia, empezó a delirar ante tal demostración de agilidad y espectacularidad presentada por el pequeño japonesito, por quien nadie daba un peso.

“En lo más álgido de la pelea, el pobre Manuelón echaba cachaza de la rabia y de la furia que tenía. Estaba literalmente loco y no sabía que hacer con tanto golpe que recibía y que no podía dar. Ese chiquitico se le escabullía de forma impresionante hasta que lo hizo morder el polvo. De pronto se dejó agarrar del maestro de artes marciales, cuando de pronto lanzó un grito feroz: ‘Me apuñaleó, me apuñaleó este hijo de puta’ Gritaba herido y salió brincando por encima de todo el mundo, por encima del escenario y salió por la entrada principal corriendo por las calles gritando ‘ese hijo de puta me ha apuñaleado’”

Luego de la huída de Manuelón, el maestro oriental, que dominaba el español, dio una serie de explicaciones acerca de lo que eran las artes marciales. Explicó que el nombre de la exhibición era Karate Do y que esta disciplina aprovechaba la fuerza del oponente, sin importar el tamaño, para vencerlo, tal y como lo habían presenciado.

“Lo trágico de la historia, es que esa pelea le costó la vida a Manuelón, de quien no se supo absolutamente nada durante muchos días. Quienes tuvieron oportunidad de hablar con él, le pidieron explicación de por qué decía que lo había apuñaleado cuando no presentaba ninguna cicatriz ni herida. Lo que pasó fue que en un ataque del japonés, este con el filo de su mano le dio un golpe entre las costillas que de su misma fuerza se las abrió y el grandulón sintió como si un cuchillo hubiera atravesado su piel”

“Cuentan que Manuelón murió unas semanas después, no a consecuencia de los golpes, sino de una terrible depresión que lo llevó a los extremos de no comer y cayó víctima de alguna enfermedad por no nutrir su cuerpo. Es lo que los viejos llamamos ‘murió de pena moral’, que no era más que la terrible depresión de la que fue víctima por la vergüenza de haber salido derrotado ante el pueblo que antes lo admiraba y lo temía y que había puesto toda su confianza en él”

La gente no volvió a ver a Manuelón después de aquel memorable episodio y sólo supieron de él sus más cercanos amigos hasta el día que se conoció su muerte.

Aquella noche en el teatro fue de encontradas emociones. Los asistentes pasaron de la euforia al silencio y de la alegría a la rabia varias veces en corto tiempo. Algunos, muy pocos en realidad, ganaron dinero. Otros muchos, perdieron una buena cantidad. Algunos verían seriamente afectado su presupuesto familiar y todos los espectadores en absoluto, aprendieron algo nuevo sobre ese extraño arte de la guerra oriental que no olvidarían nunca de ahí hasta el fin de sus días.

Lo que sí es cierto es que en la actualidad muy pocos de los habitantes de la ciudad de antaño pueden dar testimonio certero de lo que ocurrió en esta mítica pelea, en ese mítico escenario, aquella noche en la que Cúcuta ganó una anécdota para su historia y Manuelón perdió su honor.



Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

98.- TEATRO GUZMAN BERTI

Luís A. Medina S. / John J. Jaimes
 Teatro Cúcuta
              
El teatro antiguo de Cúcuta, construido un año después del terremoto. Fue don Domingo Guzmán, un distinguido caballero, hombre de espíritu cívico y de trabajo emprendedor y de progreso, considerado como uno de los pobladores de la Nueva Cúcuta después del terremoto, un ciudadano de grandioso caudal de espíritu público.

Bella y sólida construcción del primer Teatro construido en Cúcuta, un año después del terremoto por Don Domingo Guzmán, más tarde debido a una sociedad con un señor Berti, se le llamó Teatro “GUZMAN BERTI”.

Don Domingo Guzmán su fundador murió en Cúcuta en febrero de 1879.

Quien no recuerda la frase: "CANENDO ET RIDENDO CORRIGO MORES" que existía dentro del teatro?

El señor Guzmán vio surgir dentro de los escombros del cataclismo del 18 de mayo de 1875, emprendedoras obras de progreso, contando con la voluntad y colaboración de hombres como Melitón Añez, Trinidad Ferrero, Christian Andressen Moller, Juan Atalaya, Elauterio García, G. Fhingstorn, Juan Villasmil, Florentino González, Julio Pérez Ferrero.

El señor Domingo Guzmán obsequió terrenos, dinero y todo su esfuerzo, entusiasmo, dinamismo personal y actividad para el mayor ensanche del plano de la ciudad, obra encomendada al ingeniero venezolano, Dr. Francisco de Paula Andrade Troconis, por el Honorable Concejo Municipal de San José de Cúcuta.

El señor Guzmán emprendió la construcción del edificio para el teatro llamado “Guzmán”, que más tarde se le agregó Berti, obra iniciada en el año de 1876, es decir, un año después del terremoto por un hombre de virtudes personales puestas al servicio de Cúcuta y de la región.

El señor Guzmán fue periodista y excelente discípulo de Gutemberg, su nombre como periodista y tipógrafo se encuentran vinculados no solamente en Cúcuta, sino también en el Estado Táchira, Venezuela, donde fundó una imprenta y hacía periodismo.

Don Domingo Guzmán murió en Cúcuta el 11 de febrero de 1879. El Concejo de Cúcuta, con fecha 12 de febrero de 1879, aprobó la siguiente moción de duelo: “El Cabildo del Distrito, lamenta profundamente la muerte del señor don Domingo Guzmán, acaecida en esta ciudad, el día de ayer once de febrero, quien por su condición de vecino de esta ciudad, no omitió gasto alguno en bien de ella”.

Allí en el teatro, en 1898 tuvo lugar la primera proyección de imágenes en movimiento de la que se tiene registro en la historia de la ciudad. Se realizó con un Kinetoscopio, aparato que cinco años después de su invención (1893) fue traido por el General italiano J.A. Berti y por el ciudadano de origen alemán Don Enrique Hoffman. La exhibición eran cortas escenas de la vida diaria, similar a la que hicieran los hermanos Lumiére, en París, en 1895. El Kinetoscopio causó gran sensación al igual que la Linterna Fría, otro aparato de animación de imágenes en el que unas bailarinas avanzaban sobre enormes bolas de madera.

Pocos años después, a principios del Siglo XX, el Teatro Guzmán fue demolido para dar paso a la construcción del que sería el más emblemático de los escenarios de Cúcuta: el Teatro Guzmán Berti.


 Teatro Guzmán Berti. 1916

El nombre por el que se haría célebre el teatro fue el resultado del reconocimiento a sus dos principales gestores Don Domingo Guzmán en el S.XIX y el General Berti, forjador en los albores del nuevo siglo.

El Teatro fue levantado en el sitio exacto donde había funcionado el viejo Teatro Guzmán. Era 1914 y la población de San José de Cúcuta florecía al esplendor de las maravillas modernas de entonces, entre esas las artes. El creciente auge de intercambio comercial y la designación de Cúcuta como capital del naciente departamento de Norte de Santander, hicieron de esta, un puerto terrestre receptor y acopiador no sólo de lujosas mercancías sino una plaza donde se daban cita diversidad de culturas de todas las latitudes.

“El Teatro Guzmán Berti fue, indudablemente, un hito en la historia de Cúcuta. Ahí llegaban importantísimas compañías teatrales de Europa, que llegaban vía Maracaibo, por el ferrocarril. Se hicieron grandes festividades de dramaturgia, concursos importantes, demostraciones de cultura y gran inteligencia se desarrollaron en sus escenarios” relata José Toloza, secretario de la Academia de Historia de Norte de Santander.

Al respecto, Alfonso Ramírez Navarro, miembro de número de la misma corporación académica señaló: “Se presentó durante mucho tiempo la Compañía Ortiz de Pinedo, la célebre compañía de zarzuela española que paseo su arte por muchas partes del mundo. Aquí en Cúcuta tuvimos oportunidad de disfrutarlos también, en las instalaciones del Guzmán Berti. Era muy interesante y el público respondía. Todos los actos solemnes de la ciudad se hacían allí. Las representaciones de los colegios, obras de arte, todas las compañías de lo que fueran, llegaban allí. Cúcuta tenía en ese teatro algo magnífico sin duda. El Guzmán Berti era el (teatro) Colón nuestro”

La mayor parte de su estructura estaba construida en una mezcla de madera y tapia pisada.”Tenía unos arcos de madera muy hermosos, con un letrero muy bello que invitaba a asistir y abrir la mente y el espíritu a las artes. Las sillas eran también de madera pero muy cómodas. Todo el mundo asistía con gran respeto y admiración” culmina Alfonso Navarro.

“Recuerdo que tenía un letrero muy bello, escrito en latín que decía: CANENDO ET RIDENDO CORRIGO MORES, que significaba: cantando y riendo se corrigen las costumbres” relata a su vez, José Toloza.

El mítico escenario de la Avenida Sexta, fue el lugar de innumerables anécdotas que, lamentablemente, no es fácil tener conocimiento, debido a que la mayoría de quienes las presenciaron, protagonizaron o pudieran contarlas, han fallecido o han salido de la ciudad. Sin embargo, siempre se puede contar con la suerte de escuchar de viva voz, algunas de estas historias.

Juan de la Cruz Contreras, maestro por mas de cuarenta años cuenta que este fue el primer sitio en el que disfruto algunos placeres mundanos a los cuales no se tenía fácil acceso por causa de las distancias. “Recuerdo más o menos, por allá en 1944. Estaba yo muy joven y las películas que se proyectaban aún eran mudas. La primera película que vi fue “La quimera del oro”, de Charles Chaplin con su célebre personaje Charlot. Eso hacía las delicias de todos los muchachos de mi edad. Nosotros nos embelesábamos con todas estas maravillas del cine y cuando llegó el cine sonoro ni hablar. Lo único que hacíamos era comentar las películas que habíamos visto y de las que iban a proyectar después. También hablábamos de lo lindas que eran algunas actrices rubias hermosísimas que aparecían en pantalla, caso Marlene Dietrich, Ava Gardner, Rita Haibort o la misma Grace Kelly”.

La división de la silletería se hacía en Palcos, Platea y Galería. La sección de Galería pagaba la entrada más económica y estaba destinada para la gente del común y para los estudiantes. A Platea asistían las clases más pudientes de la sociedad y los palcos estaban reservados para autoridades e invitados especiales.

Don José Toloza, al igual que Alfonso Ramírez y Juan de la Cruz Contreras no pueden evitar ponerse nostálgicos al hablar de los acontecimientos de su vida que tuvieron como escenario el célebre monumento perdido. No pueden ocultar tampoco su tristeza, desazón y sentimiento de impotencia cuando la magnífica edificación fue demolida para, en su lugar, construir los apeñuscados e incómodos locales de lo que es hoy el Centro Comercial Alejandría.

“Se pasó de un monumento a las artes y al cultivo del espíritu, a un monumento a la chabacanería, la informalidad y la grosería” es la queja de Juan de la Cruz.

“Lástima cuando se terminó, eso causó gran impacto en la sociedad. Se acabó tal vez porque esos espectáculos se volvieron muy comerciales y la gente prefería entonces irse a los teatros mas modernos como el Rosetal, el Avenida o el Zulima, que lamentablemente, vemos hoy en día que también se vinieron a pique. Que haya sido cerrado fue una lástima, pero ya cuando se fue a destruir fue indignante. Lo que perdió la ciudad fue mucho, por la arquitectura, la tradición y lo que representaba esa maravilla tan nuestra” se lamenta Alfonso Ramírez.



“Fue un error gravísimo haberlo demolido, gravísimo. Porque primaron los intereses económicos nefastos de algunos que no eran de aquí. Primaron sobre los intereses nuestros y en su lugar se construyeron locales comerciales. Lamentable, de verdad lamentable, porque así como se atrevieron a hacer eso con el teatro Guzmán Berti, lo pueden hacer fácilmente con cualquier otro monumento cultural nuestro. De hecho lo están haciendo. Ahora hay un lío jurídico porque se había empezado a demoler la casona de Los Marciales en la calle Once. El teatro Zulima ya lo habían empezado a convertir en un mercado persa, hasta que un grupo de ciudadanos inteligentes y con dolor de su ciudad decidieron emprender una cruzada para recuperarlo”

Quien pase ahora, si puede pasar, por la caótica Avenida Sexta entre Calles Octava y Novena, frente a la entrada principal del Centro Comercial Alejandría, debe saber que no siempre fue así.

En tiempos remotos, cuando los abuelos de nuestros padres reconstruyeron a brazo partido la ciudad que les arrebatara en segundos el fatídico movimiento telúrico de Mayo del 1875, ese fue el epicentro de las artes que ellos quisieron dejar como muestra de una raza bravía y pujante.

Ellos pudieron disfrutar de ese monumento arquitectónico y cultural durante largo tiempo. Nosotros, lamentablemente no podremos legar a nuestros hijos aquel centro donde se fabricaron maravillas de la imaginación.

Tal vez, aguzando un poco el oído en medio del tráfico, los pitos estridentes y los gritos, logremos escuchar aún, a lo lejos, las voces histriónicas de los actores y los aplausos enfebrecidos de un público cucuteño perdido en el tiempo, que supo disfrutar la sencillez de su ciudad natal.

RECORDANDO EL PASADO

Recordar el pasado, es vivir el presente haciendo la historia de tiempos idos que no volverán jamás. Esa gama de recuerdos que nos impulsa a hacerlos presentes, cuando el oro y las morrocotas corrían como pesetas de a cinco reales. Por allá en el año 14 cuando la primera guerra mundial, cuando se importaban muebles de Viena, cerveza alemana, queso finlandés, vinos de Rhin y Rioja, paños de Inglaterra, sedas del Japón, perfumes de Francia, caviar de Rusia, porcelanas y vajillas de Checoslovaquia, revólveres y pistolas de los Estados Unidos y de Bélgica, que se vendían públicamente en el comercio y sin permiso de las autoridades.

Aquellos tiempos cuando calzábamos alpargatas de suela compradas al sordo Martínez en “El Tesoro Escondido” de la Casa de Mercado. Las gentes vivían una vida feliz sin tantos atafagos.

Cuando los que contraían matrimonio, lo hacían con absoluta responsabilidad, el hombre no esperaba que los padres de la novia le compraran el atuendo matrimonial como hoy día. Cuando los hijos obedecían a los padres, tenían a ellos un profundo respeto.

Cuando así los llamados “Botines”, solo usaban los hijos de los ricos como Pedro Jara el “millonario “, Pedro Mejía “el negro”, Pancho Leche, José Rafael Unda, Agustín Berti, José Almirati y los compraban donde Ismael Pelayo, Diego Báez y don Felipe Sánchez.



Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

lunes, 7 de noviembre de 2011

97.- LOS 60 AÑOS DEL PUENTE MARIANO OSPINA PEREZ

Vladimir Solano Gómez
El puente Mariano Ospina Pérez, que comunica a Cúcuta con El Zulia, cumplió  60 años de servicio y como herramienta para el impulso al desarrollo de la economía nortesantandereana.
Pese a su importancia para los habitantes de este turístico pueblo, el departamento y el país, no se hicieron las gestiones necesarias para festejar la fecha de su inauguración. 
En sus años de servicio ha permitido el paso de turistas que visitan los balnearios aledaños, de hombres, mujeres y niños, ilustres y anónimos, comerciantes y transportadores del sector del carbón, la caña de azúcar y los derivados de la arcilla (tejas, bloques y ladrillos).
La producción que sale de Cúcuta y su área metropolitana también pasa por allí para llegar a la Costa Atlántica.

Esta magna obra, como se le catalogó en su época, fue construida por Emilio Gaitán Martín, prestigioso ingeniero civil y padre del poeta Jorge Gaitán Durán.
Según testigos, el montaje del puente sobre el río Zulia duró 18 meses, debido a la dificultad en el transporte de los materiales para la construcción.
Pánfilo Becerra, ex alcalde de El Zulia, dijo que él estaba presente cuando comenzaron  los trabajos. “Las bases las hicieron de 15 metros de profundidad”. 
Tras diversos arreglos, las medidas del paso elevado se mantienen intactas, 115 metros de luz, 6 metros de ancho, apto para doble vía, y una capacidad de carga de 20 toneladas.
Habitantes del sector comentaron que el puente se concibió como conexión vehicular para un pequeño tráfico, diferente a lo que ocurre en la realidad.
“En la entrada al puente hay un letrero que aclara que solo puede pasar un vehículo, pero la gente no hace caso y viola la resolución 603 del 15 de febrero de 2008. Esperemos que no se presente ningún accidente que lamentar”.
Inauguración
El 5 de agosto de 1950, dos días antes de que el entonces presidente Mariano Ospina Pérez entregara el cargo a su sucesor, Laureano Gómez, fue inaugurado el puente.
Al acto asistieron el gobernador entonces Lucio Pabón Núñez; el obispo de Cúcuta, Luis Pérez Hernández; Angelino Durán Quintero, miembro del Consejo Nacional de Vías; el ingeniero José Joaquín Cárdenas, jefe de puentes del Ministerio de Obras; Ramón Cárdenas Silva, secretario de Obras Públicas del departamento y el alcalde de Cúcuta, Rafael Canal Sorzano.
Antonio Alarcón Pineda, testigo del momento, aseguró que “fue un acto sencillo, sin fiestas ni nada, únicamente el discurso de siempre y con la presencia de pocos habitantes del pueblo. La mayoría de los asistentes era los adinerados del pueblo”.
Antecedentes
Este fue el primer carro que llegó a El Zulia. Su propietario, Pascual Alarcón Pineda

Antes de construirse el puente, El Zulia era un corregimiento de 4 mil habitantes, que se dedicaban a la ganadería y al trabajo, en su mayoría, artesanal.
Para el transporte existían dos carros. Uno, llevaba a la población hasta la orilla del río, para ser trasbordada hacia el otro extremo del caudal, y el segundo vehículo prestaba su servicio hasta la capital nortesantandereana y viceversa.
El dueño del único carro del pueblo era Pascual Alarcón Pineda, quien tenía el monopolio del transporte.

“Nosotros pagábamos 5 centavos para que nos pasearan por las calles del pueblo, pero él nos cobraba 50 centavos por llevarnos hasta la orilla del río”, comentó Ramón Castellanos, habitante del pueblo.

Agregó que el puente se construyó para un pequeño tráfico de vehículos, pero a medida que se crearon las carreteras de los municipios del occidente del departamento el tránsito aumentó.
“Con el puente llegó mucha gente a  explotar las tierras. Antes eran fincas ganaderas, luego vinieron las siembras de arroz y caña de azúcar, el distrito de riego del río Zulia y la construcción de la represa, por lo que el tránsito se vino para este lugar”, dijo Pánfilo Becerra.
Las canoas eran manejadas por Tomás Umaña, quien fue reemplazado por Isaías Santos. “Ellos pasaban la mercancía en un viaje y en otro las personas”, recordó.
Quejas

Habitantes de El Zulia se quejaron por la falta de compromiso y responsabilidad en el cuidado del flujo vehicular, por parte del  gobierno municipal y de las autoridades de tránsito, porque  según comentaron los transportadores exceden las capacidades del puente. 
“Dos días atrás, que venía de Cúcuta, tres tractomulas atravesaron el puente al mismo tiempo, no es raro que cualquier momento se caiga y haya una tragedia”.
Insistieron que han buscado la ayuda del gobierno departamental para que se construya un puente paralelo y hasta el momento no tienen respuestas concretas. “Dios quiera que no se presente una tragedia, pero estamos expuestos a eso”.
Explicaron que Emilio Gaitán Martín fue dueño de una prestigiosa finca que estaba ubicada en el pueblo, motivo por el que le puso empeño y profesionalismo a la construcción del puente. “Lo hizo de tal forma que todavía funciona”.
Últimos arreglos

Los transportadores que se dirigen a la Costa Atlántica hacen uso de este puente porque disminuyen kilometraje y reducen los costos en peajes.
La afluencia de vehículos con carga pesada ha ocasionado el deterioro de algunas piezas del  puente metálico, razón por la que ha tenido que ser reparado, antes por Invías y ahora por la Concesionaria San Simón.
Según el gobierno municipal de El Zulia al puente se le hicieron algunos arreglos iniciales, pero los trabajos más importantes se ejecutaron hace 20 días.
Entre las reparaciones se intervino uno de los  balancines y la placa metálica, que se averiaron por la vibración ocasionada por el alto flujo de carros. De igual forma se soldaron y cambiaron algunas piezas.

Fabricio Medina, director de proyectos de la concesionaria San Simón, dijo que “el puente está al día y en óptimas condiciones de transitabilidad. Es probable que mañana llamen a decirme que se le dañó alguna pieza, porque es un puente metálico que está sujeto a cambios por el tráfico vehicular, sin embargo, puedo asegurar que el puente está en buenas condiciones, por lo tanto no va a molestar durante un buen tiempo”.

Peticiones

Mario Becerra Flórez, Alcalde de El Zulia explicó que no tienen programadas actividades para conmemorar los 60 años del puente Mariano Ospina Pérez.

“Sin embargo, es una bonita oportunidad para tocar las fibras del departamento y de la nación, con el fin de que se tenga en cuenta, a futuro, este puente tan importante para el departamento y el oriente colombiano”.

Aprovechó la ocasión para pedirle al Ministerio de Transporte que se le haga una ampliación  o se  construya uno paralelo, que ayude a mejorar la movilidad.

En cuanto al número de carros que circulan diariamente sobre el puente, dijo que no existe una cifra exacta. “Creo que transitan casi 300 mulas diarias y de lunes a viernes deben pasar unos 600 vehículos, la cantidad aumenta el fin de semana y los días festivos, porque la gente frecuenta los ríos”.



Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

96.- PUENTE CUCUTA O PUENTE SAN RAFAEL

Luís A. Medina S. / Miguel Palacios

Una foto del Puente de San Rafael, cuando tenía un tramo  colgante sobre el río Pamplonita. Nótese el caudal del río en esa época y los cerros de San Rafael todavía prácticamente despoblados en comparación a lo que son hoy.

Este puente había sido construido en 1861 por los ingenieros italianos Cherubiny y Martelli, al igual que el puente en la Donjuana. Puente “Cúcuta” ha tenido los nombres siguientes: Puente “San Rafael”, y hoy día se le llama Puente “Benito Hernández Bustos” como homenaje al ilustre hombre público.

El 22 de diciembre de 1870, la Gobernación del Departamento de Santander, concedió privilegio a Vicente Frontero para reconstruirlo, después de una creciente del río Pamplonita lo destruyera parcialmente el 24 de octubre de 1869.
La reconstrucción del puente fue contratada por Vicente Frontero, poseedor de derechos adquiridos mediante contrato con el Gobierno del Departamento Nacional de Santander con privilegio de veinticinco años.

Dentro de los archivos ya olvidados en los armarios del Concejo Municipal de Cúcuta, nos ha permitido extraer uno relativo al Puente Cúcuta o Puente San Rafael, que dice así:

“Documentos relativos a un Privilegio“.

RESOLUCION

Por el cual se concede privilegio para la reconstrucción de un puente.
 
Gobernación del Departamento Nacional de Santander, Despacho de Hacienda - Bucaramanga, diciembre 22 de 1870.

“El señor Vicente Frontero residente en la ciudad de San José de Cúcuta, y actualmente poseedor de los derechos adquiridos por la persona, ha tomado a su cargo la construcción y reconstrucción del puente denominado de “Cúcuta” sobre el río Pamplonita, en el paso que queda entre San José y el Rosario, ocurrió por medio de apoderado legalmente constituido, según el instrumento número 318, de diez del mes anterior, otorgado ante el Notario Segundo interino del Circuito de San José, al Señor Gobernador de éste Departamento en solicitud de privilegio, según las leyes vigentes en el Departamento para reconstruir el mencionado puente “Cúcuta”, sobre el río Pamplonita y en la ciudad de San José; el mismo que fue en parte demolido por la venida de aquel río, ocurrida el 24 de octubre de 1869. El solicitante ofrece comenzar la obra tan pronto como lo permita el descenso de las aguas, y se compromete a entregarlo al uso público, a más tardar, en el término de dos años. A la solicitud vinieron adjuntos los siguientes documentos, que el Gobierno del Departamento ha destinado satisfactorios: una certificación expedida por el Prefecto, de la Provincia de Cúcuta y una información de nudo hecho practicado ante el funcionario, con las cuales comprueba el peticionario la necesidad de la reconstrucción del Puente “Cúcuta”.

Vistos los artículos 26, 28 y 33 del Código de Fomento, 28 y 30, de la Ley de fomento compilada en 1858, y el único de la Ley 39 de 1858, sobre el mismo ramo.

RESUELVE:

El Gobierno del Departamento, concede privilegio al señor Vicente Frontero para reconstruir el puente denominado de “Cúcuta”, sobre el río Pamplonita, en el paso de la ciudad de San José al distrito del Rosario, el mismo que fue parcialmente demolido el día 24 de octubre de 1869, en virtud de una creciente del mencionado río; y el mismo que ha estado en uso desde el año de 1861, época en que fue construido por el mismo señor Vicente Frontero; el cual privilegio se le otorga con las condiciones siguientes:

Primero. El trabajo de reconstrucción del referido puente, deberá comenzar dentro de un año, contadero desde la fecha de esta Resolución, y deberá ser dado el puente al uso público, a más tardar, dentro de dos años contaderos desde esta misma fecha.

Segundo. La duración del privilegio será de veinticinco años, a partir del día en que se ponga al servicio del público; el cual término podrá ampliarse hasta el de cuarenta años, en el caso de que la obra se haga con las condiciones técnicas necesarias para que de paso con toda seguridad a vehículos rodantes que puedan conducir hasta tres toneladas de peso, computado el de los mismos vehículos”.

Como otro dato del puente, Francisco de Paula Andrade  Troconis ingeniero venezolano encargado del trazado de las calles de Cúcuta, cuando fue reconstruida después del terremoto de 1875, en compañía de Jaime Fossi y Andrés Berti, constituyó una sociedad para reconstruir el Puente sobre el río Pamplonita denominado “Puente Cúcuta” que en parte había sido demolido por la creciente del río, se hizo cargo de la reconstrucción en 1871.

Una resolución del 16 de octubre de 1888, de la Gobernación del Departamento de Santander, le cambió el nombre por el de Puente San Rafael como recuerdo perdurable de la destrucción por la creciente  del río Pamplonita el 24 de octubre de 1869.

Por autorización del gobierno Central, durante un período de tiempo se cobró peaje para transitarlo (para la época se denominaba pontazgo), así: Por cada persona de a pie, dos y medio centavos; por cada carga sobre lomo de animal o por cada persona a caballo, cinco centavos; y por cada persona con maleta cuyo peso se excediera de 25 kilos, cinco centavos.

El puente lo adquirió don José Rafael Unda a la familia Amirantti, que eran los propietarios como herederos de los primitivos dueños.

El 20 de mayo de 1933, la nación expropio a los herederos de don José Rafael Unda, Sofía Ferrero viuda de Unda y los hijos José Rafael y Francisco José, el puente tradicionalmente llamado San Rafael con el fin de adaptarlo y darlo al servicio público.

La nación lo adecuó y a mediados de 1940, cuando el Presidente Eduardo Santos, visitó la ciudad con motivos de las celebraciones del Centenario de la muerte del General Francisco de Paula Santander, el Concejo de Cúcuta dispuso llamarlo Eduardo Santos.

Pero el Presidente Santos mediante telegrama enviado a esa corporación declinó tan ¨amable iniciativa¨ y sugirió que se le llamara Puente Benito Hernández Bustos como homenaje al ilustre norte santandereano fallecido el 27 de febrero de 1940.

Quién fue Benito Hernández Bustos? Nació el 8 de mayo de 1896, en Pamplona. Sus padres fueron Benito Hernández y Hortencia Bustos. En 1913 se graduó como bachiller del Colegio Provincial de Pamplona, y en 1918, abogado de la Universidad Nacional. Se desempeñó como Juez Primero del Circuito de Pamplona (1919), diputado de la Asamblea del Norte de Santander ( 1919-1920 y 1923-1924 ), representante a la Cámara ( 1929-1930), y gobernador de Norte de Santander ( 19 de abril de 1933 – 18 de febrero de 1934 ).

Durante el gobierno de Alfonso López Pumarejo, fue nombrado ministro de Industria y Trabajo, y posteriormente ministro de Guerra. En 1938, fue nombrado embajador de Colombia en Francia. Contrajo matrimonio con Blanca Victoria Duplat viuda de Sanclemente, hogar que tuvo tres hijos: Germán, Blanca Victoria y Mariela. Murió cuando tenía 44 años, el 27 de febrero de 1940, en un accidente de aviación acontecido en el cerro el Mortiño a 16 kilómetros de Bucaramanga.

Foto de la década del 30, considerada como la única imagen hasta el momento, en la que podemos observar en esa época, la circulación tanto para el tranvía Municipal como para el ferrocarril de Cúcuta con acceso a la Estación Sur por el frente y por la parte posterior. Obsérvese la crecida del río Pamplonita y al fondo el Puente San Rafael.




Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

95.- CUCUTA: ESTRELLAS DE LOS 60 Y 70

Jorge Enrique Báez Vera

“Que bello es nacer en Cúcuta, vivir en Cúcuta, trabajar por Cúcuta y morir en Cúcuta”. Monseñor  Luís Pérez Hernández, primer  Obispo de la Diócesis de Cúcuta.

Hemos dicho, a lo largo de estos escritos, que los nutre la nostalgia y la lejanía, que todo en Cúcuta, es muy especial y con el pasar de los años, es cuando más apreciamos nuestra particularidad y nuestra forma muy sui-generis de vivir la vida y de sacar provecho a otra principal riqueza natural…nuestro gusto por el goce y la diversión.

Por ejemplo, a Cúcuta, a principios del 60, llegó primero la televisión, antes que a otras apartadas regiones de Colombia, pero llegó la señal venezolana, y no la colombiana que estaba reservada para el centro del país desde la época de Rojas Pinilla.

Gracias a que las puertas de las casas de barrio no se cerraban, como lo dijimos en pasada entrega, fue que tuvimos la oportunidad de conocer y ver televisión, sentados en la puerta de los Osorio, allá en la Cabrera, primero, y después de anfitrión de puerta, porque mi casa fue la segunda con televisión en el barrio, gracias a que en un diciembre, nos llego un tío, con un armatoste grandísimo, que había comprado de segunda en Caracas, y al que primero hubo que instalarle una antena en forma  de pescado, en la punta de una larga garrocha de tubo de agua, que entre más largo, mas señal permitía recibir, tubo que había que asegurar con cuatro alambres, tendidos y templados hasta el techo de teja, que se veía seriamente averiado, cada vez que la señal se dañaba, por las incursiones que para el arreglo había que hacer.

Los primeros programas de TV, que vimos, fueron los emitidos, por Radio Caracas TV y Venevisión…primeros fueron Renny Otolina, Henry Altuve, Amador Bendayán,  animadores venecos de los programas musicales  y variedades, en donde vimos la imagen de los músicos de la Billo’s y Los Melódicos; antes que  a Pacheco los conocimos a ellos. Al finalizar los 60´s  las estrellas  venecas eran Gilberto Correa…el Show del pueblo…el Topo Gigio, estelares  de Venevisión, que entro a hacerle competencia a RCTV.

La influenza de la TV y la radio venezolana, en la rumba cucuteña era innegable…las grandes orquestas de Cúcuta eran muy buenos émulos de las venecas, los temas de la Billo´s  y los Melódicos, eran tocados en muy buena forma por las orquesta locales de Manuel Alvarado, Víctor Manuel Suárez y Edmundo Arias, y los pequeños grupos  venezolanos como Orlando y su Combo de San Cristóbal, y los Blanco de Maracaibo, eran reproducidos por Henry y su Combo y  Orlando Contreras, que tocaban en al Auto-Lunch El Palacio, de la calle 9, avenida cuarta, frente a la heladería del mismo nombre de don Arturo Meza, donde nos deleitábamos con las bananas Split, hamburguesas, y ice cream soda, antes de las primeras costeñitas en el bailadero, ahí frente al Parque Nacional…el de la bola…donde entonces se parqueaban los taxis de la empresa MTC…el padre de mi gran amigo Marco Tulio Contreras.

Los conciertos de hoy, eran en esos deliciosos años, los bailes en los clubes, con La Billo´s, los Melódicos, Pastor López, Nelson Henríquez…que  alternaban con los grupos colombianos, como los Hispanos, Los Graduados, los Black Star. En el colegio no fuimos ajenos a esa moda, y para recolectar fondos para nuestro grado, nos atrevimos a organizar un baile con Los Blanco de Maracaibo, y Los Claves de Medellín, del mismo estilo de los Graduados, baile que para ahorrarnos el alquiler del club hicimos en el patio cubierto del Corsaje y que con las solas entradas pagamos las orquestas, dejándonos libres las ganancias del bar que nosotros mismos administramos.

Todo en Cúcuta, en materia de farándula era muy particular, pues las estrellas a admirar eran de dos lados….cuando llego el único canal colombiano conocimos a Pacheco…Animalandia….Gloria Valencia de Castaño…Cumpleaños Ramo….Julio E Sánchez  Venegas….Musicales JES,  que alternábamos con los programas venecos, dándonos el lujo de tener mejor televisión que Caracas y Bogotá.

Igual sufrieron nuestras mamás con los culebrones venecos, tipo el Derecho de Nacer protagonizada por José Bardina, el mismo de la tal Esmeralda,…Lupita Ferrer…Renzo el Gitano, que nosotros gozamos con la lucha libre de los domingos en la noche por Venevisión, en las que se “mataban a golpes” cada ocho días los técnicos y  buenos: Lin-su…El Santo…contra los malos y rudos…Dragón Chino…Hombre Lobo…

Gozamos la música moderna, con la Cuatro Monedas, cuarteto de morochos, estrellas del RCTV,  del cual recuerdo también a un tal Chucho Navarro, que eran buenos, pero no tanto como Los Speaker’s y Los Flipper’s, pioneros del rock colombiano, que en Cúcuta, imitaban los…The Monark´s

El José Gabriel, pero venezolano, de la época, era  Renny Otolina…y el Show de Renny, su programa musical de los domingos, muy bueno por cierto  y  de variedades todos los días, pero con las mismas tonterías de hoy día Jota Mario.

La programación de la  TV, colombiana entre semana, era lo mas de aburrida,  los sábados, si tenía programación atractiva, que empezaba a las 7.30 pm con los Picapiedra, seguidos a las  8.00 pm con El Santo, Simón Templar, (Roger Moore) detective ingles que como James Bond no perdía una…una vieja y terminaba esa noche  con Mister Solo.

Lo aburrido de la TV, colombiana y la constante  interrupción de la señal venezolana hizo que por muchos años no abandonáramos la radio….como se gozaba con la Escuelita de Doña Rita, Montecristo, Los Tolimenses… Víctor, Mario y Augusto los Chaparrines…Hebert Castro…el genio de las mil voces…se le dijo, se le advirtió….la Hora Phillips….programa musical que lanzo a la fama a nuestro Motilón de Oro…Jesús David Quintana…cuando gano la Orquídea de Plata… y  fue el Repórter Esso… (…que le corten eso…que le corten eso…) el que nos hizo fanáticos  de las noticias radiales.

La radio local, también fue muy especial, recordamos a el Pájaro Madrugador: José Rafael Mogollón…allá estaremos dijo Mogollón…..Radio Guaimaral…la chica para grandes cosas….Trompoloco….Carlos Ramírez Paris…la Voz del Norte…el  Mocho Barreto…Roque Mora….Radio Internacional…Luís Eduardo Mantilla Sanmiguel…Gilberto Maldonado y su Antorcha Deportiva, a las Doce, antes de Suspenso…Principio y fin de la noticia…La Voz de La Gran Colombia…Radio Frontera de San Antonio.

Cúcuta fue,  es y seguirá siendo  muy especial…por esas cosas tan baladíes pero tan agradables como su comida,  tan especiales como su gente…tan particular como sus árboles, tan única, como su avenida cero…tan noble, leal y valerosa como ella misma.



Recopilado por : Gastón Bermúdez V.