sábado, 10 de diciembre de 2011

104.- SE ACABARON LOS BOLAÑEROS

Jorge Enrique Báez Vera

Nací el barrio La Cabrera, de mi amada Cúcuta, en la calle 17,  tan empinada como la avenida 9, y fue en ese entorno, donde aprendí a conocer el mundo, que en mis años infantiles, limitaba al occidente con Noches de Ronda, cantina de muy buena muerte, y estridente y mala música,  y la  Columna de Padilla y el Convento de las Clarisas, al norte el lindero era la calle 18, y de ahí en adelante era el remoto Santo Domingo, al oriente, el mundo conocido limitaba, con la casa de los fantasmas, 17 con 5 y al sur, desde La Dacha hacia abajo, ya era el cosmopolita centro.

Cúcuta, es especial para todo: es la única ciudad del mundo y la historia, fundada por una Gran Dama, además que la nomenclatura, de la perfecta cuadrícula de sus calles, y no carreras , sino pretenciosas Avenidas, no comienza en la Primera, como en cualquier ciudad, sino que originalmente se inicia en la Avenida Cero… particulares que somos.

Como somos sui-géneris, llamamos  a los abuelos nonos, a las bolsas pacas, a los dulces pipas, a las glorietas redomas, a los guardias de transito fiscales y así, tanto que a mis amigos en el eje cafetero cuando les hablo de Cúcuta, tengo que tener a la mano, el Diccionario  Español -Cucutoche, a muy buena hora recopilado por el profesor Carlos Humberto Africano.

También son especiales los seres humanos en Cúcuta, hay por ejemplo, un espécimen muy original en mi ciudad, ese que todos nosotros al ocaso de  nuestras vidas, ya reconocemos que fuimos, y que ya, no nos da pena confesarlo. En nuestro caso, éramos estos:

Teníamos casa común y corriente, digna y honrada por demás, pero nos amañábamos más en la calle, y preferíamos los “embaldosados“ del barrio, donde al llegar de la jornada del colegio San Juan de La Cruz y después de hacer tareas, nos sentábamos con los amigos, que como en todos los barrios, siempre se apodaban Gato…Conejo…Diablo…Mico…Chicote…

En mi niñez, la recreación no era derecho fundamental,  sino que era un asalto que se tenía que hacer a las calles no pavimentadas del barrio, tierreros limpios, como el de la 7-A  con 17, que se convertía en cancha de futbol, después de las seis de la tarde, en donde sin camisa y puro pantalón corto, jugábamos el desafió,  hasta el grito materno que nos recogía, no sin antes, sentarnos un rato en el “embaldosado” dícese del andén,  a calmar la sed con una Kist…de uva la mejor..O una Club Soda de naranja, o una Club K….o del refrescante y barato helado de guayaba en la ventana de Don Antonio.

En los barrios no había escenarios deportivos, el remedo de ellos, eran los lotes baldíos de la Cero hacia el oriente, que ostentosamente llamábamos La Canchas de las Vicentinas…lo máximo eran la Cancha de Coca-Cola  hoy Palacio de  Justicia, y la Manino, junto al estadio…y pare de contar.

Fue en ese hábitat,  en el que  la gente entre mas sencilla fuera mas disfruta la vida, como la disfruté yo, por que la vida de barrio, donde  todas las puerta de las casas estaban abiertas a toda hora,  y donde los mayores  en la noche, se sentaban en la puerta de la casa, y en donde el transcurrir era mas placentero, que la vida en impersonales edificios o modernas urbanizaciones, allí,  en ese ambiente de puertas abiertas, el cucuteño del que hablo, jugaba liberta’o, la “lleva”, poncha’o, juegos colectivos tan divertidos  como el runcho y la coca, porque no había llegado la electrónica a los juegos, lo máximo era el aburridor carro de pilas, nada divertido, como si lo eran la rueda de caucho, o el juego de pipas o metras…el trompo….o un reñido parqués…damas chinas…Monopolio..Lotería…que se jugaban  al sereno y al aire libre, ocupando el espacio peatonal del vecino, que a regañadientes se tenía que bajar a  la calzada, porque en esos juegos no se permita el “tacho” como en la lleva.

En la 17, fue mucha la calle que recorrimos, cuatro manzanas a lo sumo,  calle 16 a 18 avenidas  7 a 9, fue allí nuestra infancia, , donde fuimos buenos cucuteños, y empezando la adolescencia  salíamos en “patota”  los domingos en la mañana, cuando mas pequeños, hacia el matinal  de las diez  del Teatro Avenida, y ya cuando adolescentes al matinée de la tres al Santander o Guzmán Berti, y  ahí en ese ambiente, fue donde aprendimos a jugar billar , pool, bolas criollas y tejo en el Club Páramo.

Ese cucuteño como nosotros, que sin ser de la calle la disfrutaba al máximo, que sin ser gamín, cuando las circunstancias lo exigían se portaba como tal, que teniendo  buena comida e impecable  ropa en su casa, prefería andar en la calle sin camisa y en pantalón corto, con “plantegomas” sin medias, y hartarse de pasteles de yuca, pastas  y cola, papelones, algodón  y toronjas de  azúcar,  ponche, solteritas, helados de palito, mejor los de termo, y los que se le ganaban al  vendedor al cari-sello, que hablaba pura  carreta y en jeringonza cucuteña….ole mano….qui´ubo toche….córrase un tantico pa`lla.

Ese cucuteño perfeccionó su lectura sentado en el suelo o en una banca del vecino, en nuestro caso, Onésimo, leyendo  alquilados los cuentos, que después llamaron comics,  de Supermán….el Santo (enmascarado mejicano), Batman, Mujer Maravilla,  Aquamán, Memín, Tarzán…que sus héroes radiales eran los Tres Villalobos…de las radiodifusoras venezolanas, y  Kalimán  en la Voz de Cúcuta, y Mandrake el Mago, El Fantasma, Dick Tracy y Roldán el Temerario en El Tiempo dominical.

Ese mismo muchachito que por temporadas se dedicaba a llenar álbumes de “caramelos”  como el de los Diez Mandamientos, y de los equipos de fútbol, siendo los más difíciles de conseguir los de ¨maravilla¨ Gamboa, ¨el Caimán¨ Sánchez…Omar Verdún…Walter Sosa… que aprendió a bailar con la Billo`s,  en los clubes de barrio, ya inexistentes… era el que llegaba a casa, a dormir…a las diez de la noche…todo sudado y lleno de tierra…unas veces, y otras simplemente totia’o de risa, después de las interminables habladas de m….en la esquina…

Ese cucuteño, era ese al que la mamá le reprochaba cuando entraba a la casa…”que son estas horas de entrar…mire las horas que son… ¿Qué comió? ¡ rápido  báñese y acuéstese !” y  eran estas señoras regañonas las que mejor definieron al cucuteño de que hablo cuando en lugar de darnos la bendición nocturna ,  terminaban la cantaleta  con el consabido “…¡¡¡que bolera ¡¡¡ ¿cuándo va a dejar de  ser ….BOLAÑERO ?….”

Hoy con mucho orgullo de cucuteño y con nostalgia de todo lo bueno que la pase en las calles de la Cabrera, es cuando reconozco que…. yo también fui…BOLAÑERO…especie esta que se acabó cuando las calles de Cúcuta,  en lugar de acoger muchachos cansones pero sanos,  y de casa honrada y digna como la mía, pero callejeros indomables, acoge otro tipo de personas. Que lástima que en  mi Cúcuta  se acabaron los  BOLAÑEROS.



Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

1 comentario:

  1. felicitaciones por su blog muy buenas anecdotas del pasado de cucuta saludos desde san antonio venezuela

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