Gala Marcela Peña
45 años funcionó el almacén en la calle 12 entre avenidas 4ª y 5ª.
Las palabras son de Luis Eduardo Díaz Mantilla, el propietario de Tijuana Discos que cerró sus puertas. El almacén de música que el 16 de septiembre del 2010 cumplió 45 años de estar abierto, sucumbió a la tecnología, dice Díaz Mantilla.
Artistas como Diomedes Díaz, Jorge Oñate y Marbelle, lo visitaron. El maestro Billo Frómeta, de La Billos Caracas Boys estuvo en el almacén, cuando iba de paso a Bogotá a un concierto. También recuerda la visita de Renato Capriles y Carlos Vives.
Díaz conserva cuatro de los siete equipos de sonido que ha tenido en Tijuana. Y los parlantes que han hecho sonar la aguja y el lente láser durante estos 5 lustros.
Orgulloso, pero sin esconder la nostalgia, Luis Eduardo Díaz muestra varias de sus joyas musicales: los discos de acetato, larga duración de la orquesta Los Black Stars y Los Imperial’s, que salieron al mercado en el año de 1975.
El nombre Tijuana se lo puso el dueño original, José Bohórquez, luego de viajar a México y quedar prendado de la tierra tijuanesa.
Una vida para la música
Apenas contaba con 12 años cuando empezó a trabajar en este sitio. Su mentor fue Bohórquez, quien lo convidó a que le ayudara en el almacén. Eran buenos tiempos, recuerda. Con un bolívar alto, las orquestas en todo su furor y un buen mercado venezolano.
“Don José Bohórquez me dijo que si quería colaborarle, porque yo le ayudaba en el almacén Los Económicos y en El Rinconcito, también de música que tenía con el hermano. Como era vecino de El Contento yo les llevaba los almuerzos y cosas así. Entonces me dijo que trabajara con ellos sábados y domingos en Los Económicos y luego en Tijuana”, rememoró.
Su tiempo lo repartía entonces entre el colegio Gonzalo Rivera Laguado y la música.
Eran los tiempos de los discos de 45 y 75 revoluciones. El Long Play o LP se vendía muy poco.
La Pollera Colorá de Wilson Choperena era el tema que más se vendía, una producción en disco de 45 revoluciones. Y Pájaro Amarillo de Bovea y sus Vallenatos también gustaba entre los bailadores.
Tijuana llegó a tener tres sucursales: la que funcionó hasta esta semana en la calle 12 con avenida cuarta, otra en la calle 10 entre cuarta y quinta y una tercera en la calle novena entre avenidas cuarta y quinta frente a la antigua Caja Agraria.
Al cumplir los 20 años lo liquidaron, pero siguió vinculado a la música y colaborándole. En el año 1985, agarró el timón de Tijuana para no soltarlo más. Al lado de su esposa Nilsen Obregón sacaron el negocio adelante y Tijuana se volvió un referente para los amantes de la buena música.
Recuerda que el auge artístico de la época motivó la apertura por allá por los años 70 de otros almacenes de esta línea. La casa de la música, Mundo musical, El disco de oro, Doña Amelia, El Guajiro, se contaban entre unos 17 negocios que ofrecían música a los oídos cucuteños.
“Es que el mercado era muy bueno. Abríamos todos los días. De 7:00 de la mañana a 9:00 de la noche. Llegamos a tener cuatro empleados. Venía muchísimo venezolano. Recuerdo que teníamos un cliente por allá por la década del 70 que se llevaba entre 100 y 200 largas duración a Venezuela. Además había dos posibilidades porque habían dos clases de equipos de sonidos, monofónico o estéreo, después salieron los casetes y la cosa siguió bien”, dijo.
Baladas y artistas venezolanos
La música preferida de sus clientes era la balada y la de artistas venezolanos. La Billos, Los Melódicos, Pastor López, Nelson Enríquez, eran los cantantes de la época.
Entre los colombianos, Lyda Zamora, Oscar Golden, Harold, Carmenza Duque, Clemencia Torres, mandaban la parada. Y recuerda que los vallenatos de Rafael Escalona interpretados por Bovea y sus vallenatos, tuvieron un éxito rotundo.
Pero nada se vendía tanto como las colecciones para la época decembrina. El Disco del año, Los 14 cañonazos y La fiesta del año, eran los más apetecidos.
Pero entre sus clientes también se contaban amantes de las canciones de Julio Iglesias, Elio Roca, la brasilera Yaneth, y los venezolanos Rudy Márquez y Las Cuatro Monedas.
“A mí me gusta toda la música, pero me gustaba recomendar música instrumental. Estudiaba al cliente y antes de que él preguntara le ofrecía algo que sabía lo iba a cautivar”, dice.
En Tijuana se podía conseguir desde la música de la época hasta lo más reciente, la electrónica, pero su venta fue muy regular. De los nuevos ritmos, el reggaetón es lo que se ha mantenido. Y el vallenato superó a la música tropical y al merengue.
“El año pasado me llamó un cliente de Japón, Carlos Balaguera, para saber qué había de nuevo en música tropical bailable, pero en ese ritmo, todo es viejo”, dice entre risas.
La tecnología los acabó
Luis Eduardo Díaz argumenta varias razones para el cierre de Tijuana. “Esto se empezó a poner malo cuando el bolívar cayó. Y después de la caída de las torres gemelas, yo creo que todo se puso peor. Ahora un sábado, parece un domingo en la tarde, el centro queda solo, a pesar de que Cúcuta ha crecido bastante”, afirma.
Pero la estocada final se la dio la tecnología. “Se volvió un negocio desleal. ¿Quién va a gastar 30 ó 40 mil pesos en un CD original, cuando en una fiesta prendes el computador y bajas toda la música y no necesitas un peso para comprar? Ahí está toda la información”.
“Cuando apareció el CD por allá por 1995, me tocaba ir a Bucaramanga a traerlos, porque por Venezuela no llegaba mucha producción. Todo era importado de Alemania y Canadá. En Colombia no producían los Cd’s.
Y agrega, “el disco pirata empezó a invadirnos hace 15 años, y lo traían de España, y era de buena calidad. Hoy día, son muy malos no duran y dañan con el tiempo el lector del equipo”, aseguró.
Trajo a colación el negocio La Rumbita en Bogotá, que contaba con 83 almacenes, hoy día solo tiene un local. O Discos Bambucos que también claudicó.
“De hecho, Tower Records cerró una agencia en Miami que tenía tres pisos y los que han sobrevivido les ha tocado acudir a la venta de otros productos”, señala. Para Luis Eduardo la piratería ha afectado grandemente a los mismos artistas.
“A los artistas hoy día les toca vivir de las presentaciones y los conciertos porque una producción vale mucha plata. Para un tiraje mínimo tiene que sacar 1.000 copias y por lo menos 300 Cd’s les toca utilizarlos en promoción y publicidad. Y una producción barata puede valer $20 millones, así hoy día haya estudios de grabación por todos lados”, señala.
También cree que esta masificación ha afectado la calidad de la música. “Antes grababan con toda la orquesta y los estudios eran my cuidadosos de sus producciones. Hoy día no es necesario grabar con toda la orquesta o los instrumentos, sino que cuando pueda va el baterista y después la guitarra y van editando. Es más fácil el asunto, pero eso le puede restar calidad”, anota.
Paradójicamente el internet se ha convertido en el enemigo de los artistas e incluso de los escritores que en los países latinoamericanos ven cómo no existe legislación para castigar la piratería.
“En otros países hay legislaciones más fuertes y la gente compra unas tarjetas para bajar música personal, no se puede negociar con ella, porque hay multas y cárcel para quienes lo hagan”. De hecho, a muchas casas disqueras les ha tocado competir con precios más cómodos para sobrevivir.
Aprovechó esta entrevista para agradecer a sus clientes su fidelidad y el apoyo que durante todos estos años le dieron al almacén y reiteró que Tijuana se va, pero con su música a otra parte.
Recopilado por : Gastón Bermúdez V.
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