Gerardo Raynaud
ANTECEDENTES
Más que una crónica, quiero en esta oportunidad, llamar la atención sobre el abandono a que ha estado sometido el icono de la educación oficial de la ciudad. Quienes tuvimos la fortuna y el privilegio de usufructuar de sus concesiones durante nuestra estancia como estudiantes del colegio que en buena hora regentaron y aún hoy continúan haciéndolo, los Hermanos de las Escuelas Cristianas, nos conduele y entristece ver el desamparo con que el Estado se olvida de los créditos que antaño le dieron esplendor y magnificencia a la formación y la cultura.
Un breve repaso a la historia de esta edificación y su significado para la historia de la ciudad debería motivar a quienes tienen la obligación de velar por los activos públicos a concederles el beneficio de su cuidado y preservación. Sin importar su condición de Monumento Nacional, lo que implica el deber de mantenerlo vigente en la memoria de la ciudad, para que sirva de reflejo a las generaciones futuras de las condiciones en las que se estructuró su sociedad y se proyectó la comunidad que hoy se desenvuelve en el contexto regional y nacional, recrearemos en un paseo histórico la evolución sufrida por este ilustre claustro.
La historia de la Quinta Teresa podría dividirse en dos grandes etapas. La primera, corresponde al tiempo de su construcción y su uso como domicilio de sus propietarios originales y la segunda, como centro de enseñanza para la cual fue adquirida por el Departamento en cumplimiento de la Ordenanza 39 de 1926.
Como habrán podido notar los lectores de mis crónicas, en muy contadas oportunidades me he remontado a tiempos tan remotos como los de principios del siglo veinte o en algunas ocasiones, finales del siglo diecinueve, pero la importancia y el interés por el tema me obligan a transportarme hasta esa época para poder contextualizar la historia y centrarnos en el eje de la narración. Siempre he tratado de encontrar las anécdotas detrás de la historia, pues considero que tras el interés o la intención original, muchas veces están ocultos empeños y pretensiones que vuelven atractivos los relatos. Por esta razón vamos a ubicarnos en la Cúcuta post terremoto, es decir, días después del mes de mayo de 1875 cuando por disposición oficial se acometió la reconstrucción de la ciudad bajo la orientación del ingeniero venezolano Francisco de Paula Andrade, afincado en Cúcuta y cucuteño de corazón, quien diseñó el plan urbanístico de la ciudad como un plano cartesiano con el origen en la esquina de la calle diez con avenida sexta y trazó las manzanas del centro como hectómetros perfectamente cuadrados, es decir de cien metros de lado. Parece que la intención inicial era que las manzanas fueran de una hectárea completa pero como la medida había sido establecida de eje a eje de las calles, a la postre hubo que apropiarse la medida de las calles con lo cual las manzanas quedaron reducidas a noventa metros de lado; sin embargo, el parque central al que se le dio el nombre del prócer local, mantuvo sus medidas originales, según lo establecido en el plano del ingeniero Andrade y nos sirve de referencia para tener conciencia exacta de la medida de una hectárea. Al poco tiempo, la reconstrucción era un hecho y la ciudad fue tomando características interesantes para el desarrollo de actividades comerciales, tanto por su vecindad como por la facilidad de la vía del Lago de Maracaibo que, hacia y desde el exterior, le brindaba a las personas y las mercaderías. Desde hacía ya varios años, a comienzos del decenio de 1870, se había producido una inmigración importante de ciudadanos del imperio alemán impulsados por la política económica expansionista de Bismarck, en busca de nuevos productos y nuevos mercados. No parece tan cierto que buena parte de la inmigración alemana se situó en el Estado Soberano de Santander, como lo relata Horacio Rodríguez Plata en su libro La inmigración alemana al Estado Soberano de Santander en el siglo XIX, sino que algunos ciudadanos de ese país tuvieron la fortuna y el recibo de ejercer actividades destacadas y que fueron reconocidas por la importancia que tuvieron para el desarrollo de esa región del país. La verdad es que la dispersión de los alemanes, en busca de recursos para el beneficio de su país y su economía se centró en el eje Alemania-Maracaibo. Hamburgo era el puerto de salida y llegada en el viejo mundo y Maracaibo de igual manera lo era en América. Las casas comerciales tenían su matriz en Alemania y sucursales en Maracaibo, San Cristóbal, Cúcuta y Bucaramanga. Exportaban café y cacao principalmente, además de añil, quina y pieles; a su vez importaban productos manufacturados como textiles, maquinaria, herramientas y utensilios para el hogar, entre otros.
Una de esas casas de comercio fue Minlos, Breuer & Cía. constituida el 31 de diciembre de 1881 en la ciudad de Maracaibo y años más tarde, el 12 de enero de 1883 en Cúcuta. Ocupaba una de las esquinas del parque Santander sobre la avenida quinta de hoy y fue tan exitosa su actividad que al poco tiempo pensaron en ampliar sus instalaciones. Después de discutirlo en su junta directiva, la sociedad Minlos, Breuer & Cía. decidió adquirir dos lotes de terreno contiguos situados sobre la calle 15 entre avenidas tercera y cuarta de hoy, lotes que ocupaban en toda su extensión la cuadra sur de la calle quince. Ahora bien, podríase pensar que la ubicación dada la lejanía del centro no era la más conveniente, pero la idea de la sociedad se inclinaba más hacia la construcción de unas bodegas que le permitiera el almacenamiento de las mercancías de importación y exportación, toda vez que los lotes estaban al pie de la carrilera del tren tranvía que traía y llevaba la carga. Pero, ¿cuáles fueron las razones por las cuales este proyecto no se llevó a cabo y resultaron vendiendo el terreno a la esposa del dueño de la competencia, la sociedad Andresen Moller & Cía?
Parece que unos actos bochornosos que se sucedieron en septiembre de 1879 en Bucaramanga que degeneraron en hechos violentos en contra de los ciudadanos alemanes, de los cuales murieron dos y otros fueron heridos de consideración, crearon un ambiente de tensión que duró varios años, no sólo entre las personas sino entre los gobiernos, puesto que en desarrollo de esas acciones, se alega que se irrespetaron los símbolos del Imperio Alemán, lo que produjo la animadversión entre unos y otros, con la consiguiente decisión de los extranjeros, de retornar a su país. Entre 1880 y 1890 se produjo el retorno masivo de los alemanes, razón por la cual, no se descarta que la decisión de suspender el proyecto de ampliación no solamente se debió a esta razón, pues consta en actas, que dada la inestabilidad del país originada por la guerra civil de 1885 y sus posteriores consecuencias aceleraron la determinación. Al final, Andresen Moller & Cía absorbió a Minlos, Breuer & Cía. y aquí comienza la feliz historia de la Quinta Teresa.
CONSTRUCCION
Expuestos los antecedentes que llevaron a la construcción de la Quinta Teresa por parte de don Cristian Andresen Moller, es necesario aclarar que el personaje era de origen danés, aunque también debe precisarse que en ese momento Dinamarca había sido anexada al imperio alemán y tal vez, esa razón prevaleció para que la animadversión en contra de los ciudadanos alemanes por parte de algunos desadaptados criollos, no hiciera mella en su humanidad y por el contrario, se estableciera en su entorno un ambiente de franca amistad y camaradería. Corría el año 1884 y Cristian Andresen ya establecido y al frente de su empresa Andresen Moller & Cía. que había absorbido, como dijimos a Minlos, Breuer & Cía. se preparaba para iniciar una nueva etapa de su vida. Contaba treinta y seis años de edad, había conocido a quien sería su esposa en Berlín. Maria Teresa Florencia Briceño Ramírez era el nombre completo registrado en su partida de bautizo, se encontraba en Europa donde había permanecido varios años, al principio realizando sus estudios básicos como era la costumbre de la gente adinerada de la región, toda vez que resultaba más fácil y económico formarse en el viejo continente que trasladarse a la capital. A juzgar por los antecedentes familiares, los padres de Maria Teresa tenían apellidos maternos de origen francés, por lo cual se le facilitaba adicionalmente el viaje a Europa. Al enterarse la joven Maria Teresa, del movimiento migratorio que se estaba gestando en Alemania, decide trasladarse a Berlín para colaborar en la organización del grupo de jóvenes que vendrían a Colombia y a juzgar por los destinos que pretendían, todos de su conocimiento, fue considerada como el contacto más importante y necesario para que el grupo la tuviera como guía y principal eslabón con el nuevo mundo. Allí conoció a Cristian y años después se casaron; fue 1 de marzo de 1884 no sin antes superar las dificultades presentadas por la diferencia de credos profesados, ya que Cristian era protestante y Maria Teresa católica, por fortuna la caución le fue concedida por la Curia Diocesana, previo el cumplimiento de los requisitos canónicos y la dispensa por la disparidad de cultos, otorgada por el señor obispo.
No se tiene noticia del domicilio donde los nuevos esposos estuvieron habitando, desde el momento de los esponsales hasta la terminación de la construcción de la quinta. Suponemos que las buenas condiciones económicas de la sociedad de Cristian Andresen y los caudales con que contaba la señora Maria Teresa Briceño de Andresen Moller permitieron reunir, sin mayores apremios, los dos mil pesos que les costó, en 1887, la compra de los tres lotes más la casa lote de Georg Hesselmann representante de la casa comercial Minlos, Breuer & Cía. en ese momento, sin oficinas en la ciudad debido a la cesión de sus derechos que le hiciera a la empresa de Cristian Andresen unos años atrás. Los cuatro lotes que comprendían toda la manzana donde hoy está construida la quinta Teresa, tenían una extensión de algo más de 7.000 metros cuadrados. Es más, la compra la realizó la señora Maria Teresa, costumbre por demás extraña en esos días, al punto que era necesaria la autorización del esposo como consta en la correspondiente escritura, permiso sin el cual, el notario Edmundo García-Herreros no hubiera firmado la escritura. La construcción le fue encomendada al ingeniero Domingo Díaz con algunas recomendaciones de Cristian, especialmente en lo referente al diseño de los tejados, pues la pendiente que se les imprimió le recuerda las edificaciones del norte de Europa de donde era oriundo. En la edificación no se escatimaron esfuerzos ni recursos para darle el toque distinguido que ameritaban sus propietarios. El diseñador se apartó de los cánones que regían entonces las construcciones que mantenían un inmodificable estilo español colonial, que determinaban que las casas de habitación debían tener un patio o jardín central, en forma rectangular o cuadrada y alrededor unos amplios corredores que remataban con espaciosos salones en los que se distribuían las recámaras, comedores y salas de estar. La construcción comenzaba desde la acera misma, sin dejar lo que hoy llamamos el antejardín y es precisamente este detalle que llama la atención y que diferenciaba esta construcción de las demás.
La casa se construyó a quince metros distante del eje de la calle y a un metro sobre su nivel, ocupaba un área de quince metros por treinta, con tres glorietas, dos de tres metros por seis de ancho y la central, de diez metros de ancha, que hoy se pueden apreciar y que no han perdido su esplendor a pesar del natural deterioro y entre ellas, dos zaguanes de cuatro metros de ancho precedidos de sendas escalinatas que permitían la entrada a la mansión. La quinta tenía el doble propósito de servir como casa de comercio y de habitación a la vez, de ahí que su diseño permitía el desarrollo de ambas ocupaciones sin interferencias entre sí. A la entrada se había dispuesto una fuente con surtidor, así como en el jardín interior y una alberca en el costado sur y que puede considerarse la primera piscina construida en la ciudad. Toda la casa se surtía de agua de la toma pública que se desprendía del río Pamplonita en la cercanía del puente San Rafael, que dicho sea de paso, estaba situado metros más arriba de su actual ubicación y que data de 1939; esta toma pública abastecía de agua a toda la ciudad y se desplazaba, en partes descubierta y en otras entubada, por la avenida cuarta. Como el agua llegaba tal como se tomaba del río, era necesario tratarla primitivamente y la operación que se le hacía era desarenarla para lo cual se tenía un tanque previo que realizaba dicha operación antes de llevarla a los tanques de distribución.
Todavía recuerdo la pileta elipsoidal en el centro del patio del colegio y su agua turbia lo que me lleva a concluir que aún en la década de los sesenta se proveía del agua de la toma pública. Ya para finales de 1893 se colocó la reja que rodea la quinta por la avenida cuarta y la calle 15 y que fue traída de Alemania para darle el toque definitivo y proceder a su ocupación. La nota final consistió en la decoración del frontis de su glorieta principal, en la cual se imprimió, como gesto caballeroso de don Cristian Andresen, la dedicatoria de la edificación a su amada Teresa y el año de su construcción. Por razones desconocidas, en la mansión nunca se desarrollaron actividades comerciales ya que la sociedad Andresen Moller & Cía. trasladó a Maracaibo sus actividades principales, dejando la oficina cucuteña en el sitio que tenía desde el inicio de sus operaciones, unos diez años atrás. La casa estuvo ocupada por la pareja, que no tuvo hijos, de manera permanente hasta 1899, año de la muerte de Cristian Andresen y luego de manera intermitente, por la viuda y su familia hasta 1926, fecha en que realizó la venta al departamento y se inicia una nueva etapa en la vida del Colegio Departamental Sagrado Corazón de Jesús.
Recopilado por : Gastón Bermúdez V.
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