Juan Ricardo Gélvez Reyes
Conocí a Gustavo Rojas en el año de 1990, cuando llegué al Diario de la Frontera, como reportero, en tiempos complicados donde la política, era el andamiaje del periódico.
La familia Salcedo lo compró para hacer proselitismo y me correspondió integrar aquel equipo en el cual sobresalía don Gustavo Rojas por su experiencia, su conocimiento del periodismo local, pero por sobre todo, por el manejo a un Diario, donde muchas noticias por su carácter, deberían ser más importantes que otras.
Mi primera impresión de Gustavo fue la de un hombre que no quería darle cabida a quienes veníamos de la academia y que se mantenía en su postulado empírico. A su mesa llegaban todos nuestros escritos, él sumaba multiplicaba y restaba las líneas que escribíamos y dictaminaba si el material estaba arras con la página o si había que escribir mas, sabía, con precisión, cuanto espacio tenía una nota, un artículo o un pie de foto, de sus manos, nuestras hojas, salían para que los textos fueran levantados, sumaba y decía: “la tiene lista” o “redáctese otro párrafo” o “siéntese y hágale”.
Allí estaban: Javier Boch, Maribel Torres, Juan Carlos Martínez, Gustavo Peña, Claudia Cecilia Sarmiento, Ciro Rodríguez, Aura María Silva todos jóvenes, para la época, al frente, el de más experiencia, Don Gustavo y más allá, don Rodolfo Urleasteguí (quien murió en Arauca), así fue pasando el tiempo hasta cuando en un día de mayo del 92, las directivas decidieron relevar a don Gustavo y nombrarme como nuevo Jefe de Redacción.
En lo primero que pensé fue,… ¿cómo enfrentar a Gustavo?, él era de acciones y de pocas palabras, podía armar un periódico en una tarde, nosotros en todo un día y nos faltaba tiempo,… ¿cómo meterme en los terrenos de un hombre que por más de treinta años había sido el Jefe de Redacción del Diario de la Frontera?,… en su época el decano de los medios escritos; el periódico del Luis Parra Bolívar cuyo más directo descendiente era él.
Recuerdo que Gustavo narraba una anécdota de don Luis Parra quien en cierta oportunidad decidió publicar en el Diario un aviso en el que anunciaba a la ciudadanía que no aceptaba cargos, postulaciones y que no daba recomendaciones a nadie. Esa y muchas historias más, le escuche y en cada una de ellas, se reflejaba la moral del periódico y la ética, con que Luis Parra manejaba las cosas que fue, la misma, que por inercia, practicó Gustavo.
Entonces una noche lo esperé y le expresé que, lo que quería, no era otra cosa, que aprender a su lado y que me ayudara,… pasó algún tiempo y no dio muestras de aceptar, entonces me encarte con la primera página y las hojas de mis compañeros, que ya no iban a su mesa, sino a la mía.
Él responsable y comprometido, hacía su página regional, escribía su artículo de la huella, entregaba el material y no se marchaba hasta acudir a mi voz de auxilio. Días después, lo volví a esperar y le dije: “Gustavo que le parece si vuelve y toma la primera pagina y coordina la de pases”.
Todo se arregló y seguí siendo Jefe de Redacción y Gustavo mi socio, entonces empecé a descubrir a un hombre entregado a su familia, a su hija Ivonne, la conocí cuando entramos en la era de computador, ¡ha!.. Gustavo aprendió más rápido que nosotros a manejar el computador, asesorado por Martha, a titular, marcar espacios; Marthica creció a nuestro lado como reportera gráfica, hoy adelanta en Bogotá estudios en la Universidad Nacional, de otro hijo, Gustavo, con su mismo nombre, sabíamos que era deportista y de John que era el más parecido a su padre.
Me enseñó del arte, principios, como: “Un periodista nunca debe escribir sobre lo que no conoce, así otros se lo hayan contado… el periodista debe estar en el sitio de los hechos”, “respete las fuentes y exíjase, no se dejen chivear”, “No crea todos lo que le dicen en la calle, cuando lo busquen para darle una noticia, desconfíe, lo quieren utilizar”, “no le tenga miedo a las noticias… investigue y lea”.
Para el año 96 me marche del Diario y llegó una nueva venta del periódico, ahora de los Salcedo a Mario Javier Pacheco. Gustavo, que había visto crecer el Diario, veía como, tras otra negociación, el periódico, esencia de su vida, se marchitaba.
Lo encontré cuando acudí al periódico para estudiar la posibilidad de mi regreso al Diario en el 97 y me dijo de manera franca: “vuelva que usted y yo lo podemos hacer”, ese día sentí el aprecio que él sentía por mí, pero en especial porque viniendo esa aseveración de quien venía, ya me podía considerar un periodista. Gustavo refrendó mi vocación y acentuó mi profesión.
No regresé y Gustavo le dio hasta el final, creo que la pared se le vino encima, protegió al Diario con su vida, con su talente con su fe, Martha se marchó a la Opinión y cuando ya todo estaba perdido, Mario Javier sacó la máquina de la ciudad, sin ni siquiera pagarle, dándole un triste final al Diario de la Frontera, un periódico que de no haber sido de otra manera hoy estaría cercano a los sesenta años de existencia.
Luego lo nombraron en Alcaldía de Cúcuta como Jefe de Prensa y cuando se esperaba que pudiera acceder a la jubilación llegó el Alcalde José Fernando Bautista y lo retiró del cargo, Don Gustavo que era conservador, pero ante todo un pamplonés raizal y un nortesantandereano a carta cabal, salió para La Opinión, donde el doctor José Eustorgio Colmenares y Cicerón Flórez, le abrieron las puertas, reverdeció laureles con su página regional y volvió a las lides de periodista.
Allí se quedó haciendo el trabajo de todos los días, de todos los meses de todos los años, de toda la vida, hasta que un dolor lo sorprendió y le causó la muerte.
Entonces murió un hombre que fue pasión, valor y compromiso, así como fue su vida de deportista, cuatro Vueltas a Colombia, así fuera entre los últimos pero llegó, miles de páginas escritas, puntas de lanza que blandieron sus conceptos sobre el devenir de la región, pero por sobre todo ese compromiso, primero del periodismo, como estandarte que no se empeña que no se vende que no se negocia.
Como hará falta Gustavo, en estas horas, pero sin ser mezquino pueda ser que este en un lugar mejor del que nos estamos nosotros ahora…Don Gustavo…. no era el momento,… pero si así lo dispuso Dios,… bienvenido sea.
Recopilado por : Gastón Bermúdez V.
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