miércoles, 7 de noviembre de 2012

281.- DIAS DE FERROCARRIL


Luis Fernando Carrillo





1.-Los “desafíos”, como se le decía antes a los partidos de fútbol que se jugaban con la muchachada de los barrios vecinos, empezaban hacia las tres de la tarde. En unos potreros cercanos a lo que hoy son las dependencias del Sena. Siempre había que pedir permiso para trasladarse a ese precario  coliseo. Sin camisa, y muchas veces sin zapatos para no dañar los “veintiúnicos”. Se obtenía después de alegarse el buen comportamiento y haber ayudado a las faenas caseras. ‘Vaya, decía mi madre, pero cuando oiga el pito del tren véngase a comprar la sarta de rampuche para la comida’. Efectivamente despuesito de las cuatro de la tarde se oía el aviso. El tren se  encontraba cerca de El Salado y se dirigía hacia la estación Cúcuta. Punto final por ese día de su fatigoso andar. 

En ese momento había que salirse del partido. Irse a la casa. Recibir de madre los ochenta centavos que valía la sarta de cincuenta rampuches, por lo menos. Salir “espitado”, corriendo, hacia la estación en busca del alimento que ya, en ese momento, se distribuía entre los compradores. Ávidos de este manjar que venía de tan lejos. Después el regresar a casa para que entraran en preparación para el último ‘toque’ del día. Después volver al estadio para si continuaba el partido lograr que lo “metieran”. La mayoría de las veces era imposible. “Estamos completos”, alegaban. Pero en ese corre -corre, entre la casa, la cancha, y el ferrocarril, transcurrieron muchos días de la vida ingenua de la Cúcuta familiar de aquellos tiempos.

2. Momentos que permanecen y que sirven, también, para recordar el ferrocarril de Cúcuta, y aquella hermosa casona que lo albergaba. Una construcción sencilla, la sencillez es presupuesto de la belleza. Con un frente que daba sobre la avenida séptima, con pilares y amplios andenes, y por acceso tres portones, por los que se iba y se venía hacia la intimidad de los talleres, atención al público, estacionamiento de las máquinas, y demás servicios.


Daba gusto observarlo.  Alegría que permanece en el tiempo. Cuando se miran sus fotos y se piensa en aquella línea Norte, que desde 1888 permaneció hasta 1960. Cuando los ‘científicos’ al mando de Cúcuta, resolvieron que era desueto y no rentable. Se levantaron sus rieles.

Empezaba el reinado de las carreteras que ahora hacen agua y se desmoronan.  Entonces se fue perdiendo el contacto del ferrocarril con aquella región del Catatumbo, con su riqueza inexplorada, con la tribu Barí, nuestro ancestro. Desafortunadamente también fue la máquina el medio de avanzada de la avidez extranjera que para llevarse el petróleo la  volvió campo de batalla de todas las pobrezas. Como se observa ahora cuando el crimen de todos los pelajes se pelean su dominio.

3. Por esto al recordar el ferrocarril, y aquellos juegos en medio del rampuche,  se piensa en el tiempo perdido en la maraña de una civilización frustrada. Deambulando ahora sin destino  en la espera de manos milagrosas que la empujen hacia adelante.  Al oír el pito del tren que viene de El Salado.  Cargado de viandas y progreso.



4.- Dentro de lo que quedará para las generaciones por siempre de los cucuteños se cuenta lo que se llama el Ferrocarril de Cúcuta. Llena de orgullo el esfuerzo de una generación de titanes que proyectó a la ciudad hacia el mundo.

Cuando en 1926 sobre el puente La Unión se unió con el del Táchira para allí salir a Maracaibo y al mundo. Fueron 39 kilómetros que parecieran no ser mucho pero que definitivamente permitieron pasar de la mula a este medio de transporte. Se partía de la estación del ferrocarril, obra arquitectónica inolvidable para pasar por El Salado, Alonsito, Patillales, Guayabal, Agua Blanca, Oripaya, La Arenosa, Edén, La Esperanza, Altoviento, y La Tigre.

Inexplicablemente en 1960 se liquidó seguramente ante las intrigas de los medios de transporte automotor. A esta región el común la llamaba cariñosamente El Puerto, así como a la Colombia Petroleum Company se le decía simplemente la Compañía.

5.- El Puerto como se sabe es una región rica en recursos naturales. Cuando el tren regresaba diariamente y se dirigía hacia la estación la gente del barrio Sevilla que se agolpaba para verlo pasar hacia la estación recibía pescado, yuca, plátano, frutas, que los maquinistas lanzaban a la gente que los recibía agradecidos porque eso ayudaba a su alimentación.

Eran tiempos del pasado que ahora se unen con los recuerdos porque los lunes y los viernes se compraban en la estación el rampuche que servía para el caldo. Madre decía: “hoy hay que comprar pescado”. Si está jugando fútbol apenas oiga el pito del tren en El Salado véngase para que vaya a comprarlo. Eso era a las cuatro de la tarde con precisión de ferrocarril inglés. Así estuviera muy emocionante el “desafío” había que abandonar la cancha y correr a cumplir el mandado. Si no se cumplía la orden y se llegaba tarde a su compra con el consiguiente “se acabó” se recibía la fuetera respectiva y la sanción con tarjeta roja por ocho días de no ir a jugar fútbol.

6.- “Los desafíos” eran partidos que se armaban con los muchachos de los barrios vecinos. Eran de vida o muerte. Anunciados previamente con cierta hostilidad que se manifestaba posteriormente en el campo de Juego.  A los días todo quedaba en paz. Se volvía a la amistad de siempre que se conservó por los que aún continúan su peregrinar en este San José de Cúcuta. Tan olvidado de sus dirigentes y de sus autoridades.

Los días del ferrocarril son la ciudad misma. De sus habitantes nacionales y extranjeros. De los cucuteños, de los alemanes, italianos, que la proyectaron hacia el mundo como los Aurelianos
sacaron a Macondo a la civilización.

El Puerto ya no es el mismo. El puerto que se conoció en la abundancia ahora es región de conflictos como lo es Tibú. Pero el pito del tren que paraba a las cuatro en la estación de El Salado permanecerá por siempre como signo de civilización. Ya no se interrumpe el desafío a la orden de madre, pero los que vienen deben emprender la reconstrucción de la ciudad y la reconstrucción del ferrocarril. Solo así podrán decir que están cumpliendo. 



Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

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