martes, 11 de diciembre de 2012

300.- EN CUCUTA CONVIVEN LA NATURALEZA, EL HOMBRE Y EL CEMENTO


Mary Stapper


Samanes en Cúcuta

Cúcuta es una ciudad de sensaciones. Cuando amanece, invita a vivir en paz con la naturaleza, mientras nos recrea con lo que ofrece el follaje de los árboles en una extraña coquetería frente a los espejos de agua y los pájaros se unen en una sinfonía de cantos y colores. Los hay de todos los estilos y se mezclan con la arquitectura de la ciudad donde se destacan los oitíes en separadores, parques y andenes. “Si no fuera por el oití cuyas ramas llegan hasta mi ventana, esta oficina sería un infierno”, sostiene el ex Alcalde de Cúcuta, Álvaro Villamizar Suárez. También los samanes de más de 150 años permanecen en las urbanizaciones de las afueras donde antes quedaban las fincas ganaderas y eran utilizados para mantener verdes los pastos. Alcanzan hasta más de 30 metros de altura. En casa del arquitecto Marcos Carrero Lamus, quien la construyó, encontramos algunos de gran tamaño. Cuenta Carrero, al samán lo llaman también el árbol de la lluvia y entró a Cúcuta por Venezuela.   Florece de la primavera al otoño.  El samán es inconfundible por su porte y belleza y por la amplitud de la copa esférica, y su tronco y raíces gruesos.

“El árbol es una escultura viviente que se puede tocar y da sombra mientras desafía la gravedad” explica Home en su documental sobre la tierra. Es todo un ecosistema que se desarrolla en una sana convivencia. Según el profesor Evaristo Carvajal Valderrama, “entre la flora y la fauna existe una dependencia muy estrecha, basada en leyes naturales que rigen la estructura y funciones de las asociaciones de seres vivos”.

Los cucuteños cuentan  con una arborización y jardines hermosísimos que refrescan y perfuman el ambiente, haciendo más soportable la temperatura que en ocasiones supera los 35 grados, sobre todo ahora con el cambio climático y cuando el auge de la construcción aumenta y a algunos constructores y dueños de negocios les ha dado por talar una buena cantidad de árboles.

José Gabriel Román, funcionario de Corponor, explica que estas podas y talas se autorizan cuando el desarrollo así lo exige o cuando los árboles envejecen y representan un riesgo hacia la comunidad, los cuales deben ser reemplazados por especies nativas. Visto de esta manera, puede resultar razonable podar cuando las ramas tumban las cuerdas de energía. Sin embargo, en Cúcuta, ciudad verde por naturaleza, se abusa de la normatividad en detrimento no sólo del paisaje, sino de la calidad del aire que respiramos. O plantan árboles no aptos para mantener el ecosistema, como el Nim (árbol de la India), el cual no permite a los insectos acercarse, por consiguiente, los pájaros se alejan. Otro árbol, nativo de las tierras rojas de Cúcuta, es el cují. Se caracteriza porque la copa se extiende como una



En Cúcuta, los árboles oxigenan y alegran el ambiente

sombrilla plana y crece al ritmo del viento. Dicen, es el último recurso de la naturaleza en medio de su aridez. Menos mal, en Cúcuta, el hombre, la naturaleza y el cemento, por tradición conviven en sana armonía, aunque nunca falta quien quiera destruirla en vez de plantar un árbol frente a sus fachadas para embellecer, dar sombra al cemento y al ladrillo y ahorrar en las cuentas de energía eléctrica, mientras oxigena.





 Recopilado por : Gastón Bermúdez V.


No hay comentarios:

Publicar un comentario