lunes, 11 de febrero de 2013

331.- RECUERDOS EN LA MEMORIA DE LA GENTE


Gerardo Raynaud


Isaías Toscano Ferreira y su esposa doña Rosa Helena Fuentes Hernández fueron los dueños de  CONFECCIONES ROYALTEX

Hace algún tiempo les propuse a algunos amigos que remitieran vía correo electrónico a sus amistades y conocidos cucuteños, domiciliados o no en la ciudad, los recuerdos que tuvieran de los acontecimientos, que en sus primeros años marcaran su memoria y que tuvieran añoranzas, reminiscencias o nostalgias al respecto.

Después de algunos cientos de mensajes, creo tener cierta claridad sobre los lugares, personajes, actividades o negocios que impactaron las remembranzas de aquellos que tuvieron la oportunidad o mejor, el gusto de haber compartido su existencia, aunque fuera de manera transitoria y por corto tiempo con ellos y que hoy se constituyen en añoranzas y evocaciones melancólicas de un pasado que se fue y que se mantendrá sepultado por los días sin fin en el rincón de sus vivencias. Todos los mensajes hacen referencia a situaciones presentadas durante la segunda mitad del siglo veinte, así que puede deducirse fácilmente la edad de los remitentes.

Antes de comenzar el recuento que voy a narrarles, es preciso advertirles a mis lectores que lo que van a leer a continuación, es una recopilación adaptada de los mensajes que me han sido remitidos, gracias a las gentilezas de mis lectores y conocidos, a quienes de antemano agradezco por permitirme utilizar sus apuntes en estas crónicas.

Tal vez, lo que nos produce mayores nostalgias son aquellos bienes, productos o marcas que alguna vez utilizamos, consumimos o disfrutamos, bien fuera que nos gustaran o por el contrario, las recordamos con desagrado, pues nos producían repulsión o disgustos por el solo hecho de mencionarlos. Claro que algunos de éstos han logrado subsistir hasta nuestros días, con las mejoras y las adaptaciones que la tecnología ha logrado introducir en ellos para felicidad de sus consumidores y usuarios.

Era de rigor y constituía un ritual, casi religioso, las purgas periódicas que debían realizarse en nuestras jóvenes humanidades para garantizar una vida sana y una vejez exenta de achaques y para ello nada mejor que un frasco de CITROMEL, tomado en ayunas después de una noche a punta de líquidos fueran éstos calientes o fríos, daba igual, pues de lo que se trataba era que limpiara el organismo “por dentro”. Cuando no se conseguía el dichoso purgante, el farmaceuta recomendaba LIMOLAC o en su defecto el VERMÍFUGO NACIONAL que era una especie de genérico como los que se expenden hoy, gracias a la reforma de la salud. Para aquellos casos extremos recordamos que “para el niño flaco y barrigón, dele PIPELÓN”. Y si la cosa no funcionaba con estos, pues a veces sucedía, las pastillas RUJAN y en el peor de los casos, ya como último remedio, quedaba el insustituible Aceite de Ricino y ahí sí, pare de contar. El proceso de salubridad juvenil continuaba con las dosis de fortalecimiento que le seguía a la purga, consistente en sus cucharadas de Emulsión de Scott, hoy dichosamente modernizado y acondicionado a los gustos más refinados, pues no tiene el sabor que debía quedarle al señor que cargaba el pescado al hombro, como viene en su etiqueta, sino que hoy los ofrece más variados y sofisticados, que se adaptan a los  refinados paladares de los consumidores de la actualidad.

Afortunadamente hoy, desparasitamos a los muchachos a punta de pastillitas que no requieren mayores preámbulos y hasta se digieren a punta de Coca Cola. Y hablando de gaseosas y bebidas, recordamos que tomábamos gaseosas KIST de sabores como la naranja o la KOL KANA que ofrecía el chance de ganarse la bebida gratis con su promoción “Paga  KOL KANA” si la tapa resultaba premiada.

Para los más grandecitos, las preferidas eran la MALTINA o la KOLA REGIONAL, en sus envases de color oscuro que asemejaban las de cerveza. Pensar que todas estas previsiones las hacían los padres para orientar a sus hijos en las sanas actividades y que tuvieran cuerpos esbeltos y musculosos, así fuera que no siguieran las recomendaciones de CHARLES ATLAS y que su método de la “Tensión Dinámica” fuera “pura paja” o como diríamos hoy “propaganda engañosa”.

Sin embargo, la presencia física no podía descuidarse y una alimentación balanceada debía ser un ingrediente que no podía faltar, por eso era necesario complementarla con FARINA, el alimento para los niños de Colombia, “si su niño no camina, caminará con FARINA” se leía en la propaganda que se hacía de lo que ahora viene a ser el antecesor de la BIENESTARINA.

Terminada la fase de alimentación se pasaba a la de presentación personal y ésta radicaba en el acicalamiento propio, después del baño respectivo, algunas veces con totuma y otras, aprovechando los aguas de las  tomas públicas que circulaban y serpenteaban las calles de sur a norte de la ciudad y de cuyos vestigios, todavía percibimos. Para quienes no los conocen, mencionaré dos de ellos que pueden verificar fácilmente, pues las calles tienen una elevación producida por los puentes que hay debajo y que fueron dejados para darle paso a la pavimentación, sin tener que tumbarlos. En calle 11 entre primera y cero frente a la Escuela anexa a la Normal y en la calle 10 entre octava y novena diagonal a “El Campín” o frente a lo que fue el Teatro Astral.

La “pinta” requería del fijador LECHUGA o de GLOSTORA, de una loción como el BAY RUM o el AGUA FLORIDA DE MURRAY & LANMAN, que eran los productos más novedosos de la Empresa Licorera del Norte de Santander (¿la recuerdan?). Los mayorcitos, quienes se rasuraban los pocos vellos que les salían, se frotaban OLD SPICE de SHULTON o PINO SILVESTRE para después de la afeitada y con eso quedaban listos para el paseo. Los más “clasudos” usaban AGUA BRAVA o VETIVER para impresionar a las pocas “coca colas” que tenían oportunidad de encontrarse. Los infaltables “doble piso de CROYDON” eran prenda necesaria en la vestimenta y cuando los dolores o la gripa aparecían, CAFIASPIRINA o ANACIN, “que al dolor le pone fin”.

Y por no tomar VITACEREBINA FINLAY o ALICEBRAL RUIZ NEOVITA, mi memoria se ha quedado cortica, así que cuando recuerde más, se los comentaré.

Decía, que había solicitado la ayuda de mis contemporáneos para estructurar sucesos acaecidos durante el siglo pasado que sirvieran para recrear la vida cotidiana de la cual fuimos testigos y cuyos recuerdos nos transportan a un pasado que añoramos y al que muchas veces deseamos regresar. 

Recibí toda clase de información sobre recuerdos y remembranzas y hasta chismes que me hicieron recordar las épocas en que no existía la red y el correo de las brujas se hacía oralmente o por vía telefónica, cuando éstos marcaban asuntos de urgencia. Pues bien, recibí uno de ellos que pasaré a contarles, sin mencionar su autor y sin saber, o más bien, catalogándolo en la categoría de los inconfesables aunque pueda quedarle a uno la inquietud o la duda de su veracidad. Dice el autor “..de mi época en Cúcuta (1955 – 1969) recuerdo… el Almacén BAMBI, ropa para niños, de la esposa del coronel Sus, quien según datos, es el padre biológico de Andrés Pastrana, con una hermana de Misael Pastrana Borrero a quien por problemas de infidelidad, dio  muerte.” La verdad es que no supe de este caso y si ocurrió, tuvo que haber sido tan personal que no trascendió, así como poca importancia se le dio al incidente ocurrido con el delfín del presidente, durante su presidencia, con ocasión de un evento en el que se produjo un accidente automovilístico en el que estuvo involucrado y en el cual, al parecer hubo víctimas de consideración.

Pasemos ahora sí a los recuerdos de las épocas pasadas y cuáles fueron los que más los marcaron. Varios son los almacenes que hicieron historia y quedaron enquistados en la memoria de los muchos que se marcharon, pero también de los que se quedaron y que éstos solamente recuerdan cuando se encuentran con sus amigos, en alguna reunión social donde se tocan todos los temas pero especialmente, aquellos que evocan nuestra vida pasada, que por extraños sortilegios parecieran nos retrocedieran en el tiempo, haciéndonos jóvenes nuevamente. Relata uno de mis corresponsales que el Almacén El Roble que quedaba en la calle once entre sexta y séptima (agrego, que era el punto de venta más grande que tenía la empresa de confecciones de Bucaramanga), era famoso por sus jeans para niños, de excelente calidad y que competían con los CARIBÚ, fabricados en Medellín, -por entonces la Meca de las confecciones en Colombia-, así como las  camisas de vaquero (de cuadros), en la época de comenzar los colegios, a principios de febrero, cuando se congestionaba de venezolanos para comprar la ropa de los muchachos que iban a internar en los colegios de Pamplona.

Claro que debo hacer ciertas aclaraciones a quienes me remiten sus correos y por ello debo “editar” sus correspondencias, pues en algunos casos se presentan unas inconsistencias que no puedo más que achacarle la culpa a la memoria ya lejana de mis buenos amigos. En el caso anterior, quien escribe ubica en la ciudad Mitrada, los colegios de las hermanas Cortés, por ejemplo, lo cual es a todas luces, atrevido y desacertado.

Para continuar en la misma línea de los almacenes y las fábricas de confecciones, hubo un almacén de grata recordación, erigido por don Isaías Toscano Ferreira y su esposa doña Rosa Helena Fuentes, que se llamó  CONFECCIONES ROYALTEX cuya publicidad resaltaba la calidad de sus productos “La marca de prestigio que destaca la elegancia natural de sus hijos”.

Inicialmente había instalado su almacén, frente al antiguo almacén Ley de donde posteriormente tuvo que trasladarse debido a la venta del local, que tengo entendido pertenecía a la familia Buenahora Febres Cordero, quienes lo vendieron a los reconocidos comerciantes, Federico Deutsch y Kerel Steuer de origen checo, para la construcción del Almacén TIA. Aunque no tuvo mayores dificultades pues había sido notificado con la suficiente antelación, don Isaías logró hacerse a otro local, a la vuelta de la esquina, sólo a unos pocos metros de su dirección anterior, razón por la cual, no tuvo mayores traumatismos. Ya ubicado en la calle 12 entre las avenidas cuarta y quinta, ahora frente al almacén de la Vélez, presentó a su distinguida clientela, un portafolio más amplio de sus productos; uniformes para colegios y empresas, dotaciones para obreros, bragas para trabajo pesado,  prendas muy solicitado por los venezolanos. Además de camisas y pantalón de vestir para niños y jóvenes, de 4 a 15 años; también para adultos. Me recalca el corresponsal que las ventas de confecciones para adultos tenían menos demanda, lo cual atribuyo a la competencia que tenía por entonces, toda vez que los más grandes almacenes y los de mayor prestigio, Los Tres Grandes y el LECS, estaban a menos de media cuadra y habían capturado buena parte de ese segmento de consumidores. Por otro lado, tenía la ventaja de tener su propia fábrica que le permitía competir en precios pero no en marcas, que era el principal atractivo para los compradores venezolanos de la época. Desde los primeros años del decenio de los cincuenta había establecido su fábrica en el barrio El Callejón, la cual, en su momento de mayor esplendor alcanzó a tener un poco más de 50 trabajadores. En el año 64, nuevamente tuvo que mudar, esta vez su fábrica, pues, el desarrollo urbano de la ciudad, requería de los terrenos donde tenía instalada la planta, para dar paso a la nueva Avenida Bogotá que corresponde a las calzadas que bordean el Canal del mismo nombre.

El golpe que tuvo que afrontar con este nuevo inconveniente, fue relevante, pues no logró superar las difíciles circunstancias que lo rodearon y adicionalmente, la competencia que se hacía cada vez más fuerte, en un momento en que la bonanza de compradores venezolanos parecía desbordarse, se fortalecía con la aparición de nuevos actores y con el crecimiento de los ya establecidos, los cuales comenzaron a desplazarlo como fueron las confecciones Sir Rudolf, Confecciones Lobo y una de menor impacto pero igualmente importante, Confecciones Peñate.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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