Gerardo Raynaud
A mediados del siglo pasado, unos eventos
deportivos que hicieron furor en toda la América del Sur, fueron las carreras
automovilísticas de carretera, de largo aliento, particularmente la Carrera
Buenos Aires – Caracas. Era la época dorada del automovilismo argentino, con la
aparición del ídolo Juan Manuel Fangio, quíntuple campeón mundial de la F1.
También debemos inferir que la carrera en mención, necesariamente pasaría por
Cúcuta, camino a Caracas, última etapa de esa competición. Para 1948, esa competencia era considerada la
carrera más importante del mundo, tenía aproximadamente diez mil kilómetros,
9.944 para ser exactos y atravesaba seis países, prácticamente medio mundo,
desde el sur hasta el ecuador.
Esa misma carrera pasaría por la Perla del
Norte rumbo a la capital venezolana y aquí debían realizar todos los trámites
que se requerían, en esos momentos, para
cumplir con la travesía por el territorio de la hermana república.
También podemos asegurar que esa misma competición, dio origen a otras, de
menor importancia, pero que llenaban de esperanzas a participantes,
organizadores, promotores, constructores de automotores y todos sus vinculados,
así como constituía, sana diversión para el pueblo que tenía la oportunidad de
conocer de cerca y ‘palpar’ la realidad automovilística, los vehículos y los
ídolos que los manejaban, por las carreteras de entonces, más parecidas a
caminos de herraduras que verdaderas vías que permitían un cómodo y seguro
desplazamiento a sus destinos.
Incluso recientemente se realizó, en 2009,
la reedición simbólica de esa carrera que fuese tradicional durante el siglo
pasado, en versión Rally, ya no con esas largas jornadas sino una más cómoda,
dividida en 21 etapas y con clásicos
vehículos de la época.
Tengo entendido que esa carrera se cumplió
una sola vez, habida cuenta de las dificultades que ofrecía el tránsito por
carreteras que, como mencionamos anteriormente, no presentaban las mismas
condiciones que tenían las que recorrían Europa, donde este deporte adquirió
fama y por ende, se había trasladado a esta parte del mundo, tratando de emular
las hazañas de los pilotos del viejo continente. Estaban apenas apareciendo en el
firmamento deportivo de los motores, las asociaciones y clubes del sector y
éstos, para darse a conocer y adquirir la importancia que merecían, programaban
eventos que fueron atractivos, tanto para la población como para los demás
involucrados en estas actividades. De allí nacieron las carreras locales y
regionales, tanto en Colombia como en Venezuela, más en este último, pues la
influencia europea de mediados del siglo veinte era tan sobresaliente, que
según el censo realizado, se contabilizaba una proporción cercana al cincuenta
por ciento de la población inmigrante, especialmente de españoles, portugueses
e italianos.
En la década de los años cincuenta y
sesenta, se programaron varias carreras locales como la carrera de La
Cordialidad en la costa atlántica colombiana y las carreras que llamaron
Grancolombianas, que no eran otras que las conocidas Quito Caracas, esas sí
escenificadas durante varios años, no muchos, y que tuvimos oportunidad de ver
en Cúcuta.
Recuerdo que durante las festividades
programadas con ocasión del Festival de
la Frontera, el primero creo, a comienzos de la década de los sesenta, se
corrió una carrera de automóviles que hacía un recorrido por las carreteras que
circundan la ciudad. Se habían hecho presentes varios corredores colombianos y
venezolanos, entre ellos Lino Fayen, un experimentado competidor francés
nacionalizado luego venezolano, quien competía con un vehículo de fórmula, el
cual tuve oportunidad de ver de cerca, ya que por razones de paisanaje, estuvo
de visita en la casa de mis padres. Lino había llegado a Venezuela en 1955 y de
inmediato se incorporó a la actividad automovilística y su primera
representación del país que lo acogió, fue en la carrera de los 1000 kilómetros
de Buenos Aires, que aunque no ganó, si tuvo una destacada actuación, lo que le
permitió que fuera a correr las 24 horas de Le Mans en Francia, donde obtuvo la
honrosa sexta posición, en 1959, en
asocio con el piloto italiano Gino Munarón, al comando de un Ferrari 250 GT Berlinetta. Fue, hasta este
año 2012, el corredor venezolano de mejor clasificación en esa carrera, pues
hoy, el corredor venezolano de origen italiano Enzo Potolicchio, resultó, por
primera vez vencedor de la competencia.
Las primeras transmisiones eran radiales y
a partir de mediados de los cincuenta, cuando hace su aparición la televisión,
tanto en Venezuela en 1953 como en Colombia en 1957, se comienza a desplazar la
narración a las estaciones televisivas, que debían entonces grabar las
competencias para poderlas retransmitir posteriormente. Esto empezó a gestarse
comenzando la década de los sesenta cuando ya se habían puesto de moda los
televisores, en blanco y negro y estaba
en pleno auge su comercialización. Recordemos a los representantes de la
holandesa Phillips en la ciudad, de quienes hicimos mención en una crónica anterior.
En Cúcuta, teníamos la gran ventaja de
conocer con detalles, los aspectos de las competencias automovilísticas ya que
se podían observar en televisión, a través de los canales venezolanos de Radio
Caracas y Venevisión, en parte, patrocinadores de dichos eventos.
En 1962, es decir hace 50 años, una de esas
carreras, fue la que denominaron la Competencia Pancho Pepe Croquer y que
cubrió la ruta Quito Caracas. Pancho Pepe Croquer, Francisco José era en
realidad su nombre, fue un personaje
recordado en la región, pues había sido un locutor radial muy escuchado,
quien se había especializado en la narración deportiva del beisbol y el boxeo y
que posteriormente le dio la locura de incursionar en el automovilismo, a raíz
de la transmisión radiofónica que hizo de las grandes carreras en Argentina. El
mismo Juan Manuel Fangio le recomendó no hacerlo, dada su débil condición
física pues, al decir de Fangio, se requería de un estado físico bien entrenado
para soportar las difíciles circunstancias que rodeaba entonces la conducción
de un automóvil de carreras. Y así fue. No le duró mucho la diversión a Pancho
Pepe, pues el 18 de diciembre de 1955, en desarrollo de la carrera de La
Cordialidad en Barranquilla, sufrió un aparatoso accidente y murió.
Fue en su honor que bautizaron la
competencia automovilística
Grancolombiana Quito Caracas de hace 50 años y que tuvo repercusiones en
la ciudad a raíz de un incidente que produjo desolación, luto y tristeza en varios
hogares de la ciudad. El domingo 22 de Julio del 62, cuando los bólidos pasaban
por las cercanías del barrio San Luis, irresponsablemente un joven intentó
cruzar la calzada, cuando en ese instante pasaba a toda velocidad en auto
número 77 conducido por el volante venezolano Marcelo Hernández, quien en una
maniobra que intentó evadir la presencia del muchacho, hizo que se saliera de
la carretera y fuera a estrellarse contra la multitud que en ese momento observaba el desarrollo de la
carrera. El resultado fue de tres muertos, cuyos cuerpos resultaron
impresionantemente mutilados por efecto de la velocidad del vehículo, además de
quince personas gravemente heridas, incluido el conductor. Así pueden contarse
brevemente las vivencias ocurridas en la ciudad, que luego de este lamentable
suceso no volvió a presenciar este tipo de espectáculos, que hoy están
reducidos a realizarse en autódromos especialmente construidos para tal fin. La
única carrera ‘callejera’ que aún se conserva, es el Gran Prix de Mónaco vigente
desde 1929.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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