Gerardo
Raynaud
Esta
fotografía fue tomada en el Club del Comercio con motivo de la despedida a Elsa
Suárez antes de viajar a Europa y es una de las pocas fotos sociales donde
aparece la única Señorita Colombia que ha tenido Norte de Santander. Entre
otras recordamos a: Gladys Suárez, Beatriz Serrano, Raquel Villalta, Elsa
Suárez, Leonor Duplat Sanjuan (Miss Colombia), Martha Barrera, Susana Duplat,
Martha Vargas, Aleida Mazuera, Bertha Cote, María Cristina Gómez, Maruja
Morelli, Elvia Leonor González, Raquel Clavijo, María Cristina Llack, María
Margarita Díaz y Nhora Elvira Bustos.
Decíamos que durante ciertos años se presentaban
acontecimientos de mayor trascendencia que otros o simplemente, se comentaban
con más asiduidad algunos eventos. Por esa época, era frecuente que los
bachilleres se desplazaran a otras ciudades, a seguir sus estudios
universitarios, así que, buena parte de las notas sociales de los primeros
meses del año estuvieran orientadas a registrar las despedidas y los festejos
que les brindaban a quienes se ausentaban, aunque fuera transitoriamente, así
sólo fuera a las ciudades más cercanas. De la misma manera, la observación de
los grados y títulos obtenidos por los nuevos profesionales era una noticia que
no podía dejar de publicarse, sobre todo cuando el nuevo profesional se
radicaría a ejercer su labor en su propia ciudad. Mariela Fossi, era quien
redactaba las notas sociales del único diario que por entonces circulaba en la
ciudad, se deleitaba escribiendo, casi una página entera con esas reseñas
sociales. Veamos quienes viajaban en ese año, bien a continuar sus estudios o
simplemente regresaban cargados, por lo general, de honores y galardones.
Comencemos por indicar que un grupo de jóvenes cadetes
de la Armada Nacional, candidatos a oficiales de la Marina, regresaban a la
Base Naval de Cartagena, después de unas cortas pero merecidas vacaciones; eran
los adolescentes del momento, Luis Fernando Llach, Antonio McCormick y Jorge
Trujillo, por ello, un grupo de familiares y amigos se reunieron con el ánimo
de organizarles una emotiva fiesta de despedida, con lágrimas incluidas.
Algunos estudiantes universitarios de diferentes ramas
del saber estaban en iguales circunstancias y se aprestaban a abandonar la
ciudad para continuar con sus estudios; entre los destacados, podemos citar a
la señorita Paulina Durán Martínez quien estudiaba Odontología; toda la familia
se reunió para despedirla pero especialmente su hermano Virgilio, quien por ese
tiempo acababa de graduarse de Ingeniero Electricista en la Universidad
Industrial de Santander, por lo cual, le dedicó de manera especial, la velada
de despedida. Otros, que también estaban en trance de continuar estudiando,
eran los muchachos que recién habían terminado su bachillerato y viajaban a
iniciar su carrera profesional, como Nicolás Rangel. Se había graduado de
bachiller en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús el año anterior y recuerdo muy
bien que guardaba ciertos resentimientos con algunos de sus profesores,
Hermanos Cristianos que le habían hecho muy dura su transición por la institución,
sin embargo, comenzaría en la Universidad Libre de la capital, sus estudios de
Derecho, con los cuales se destacaría posteriormente, en su vida profesional.
De igual manera, el joven Mario Villamizar, se dirigía a Bogotá a terminar sus
estudios de Economía y otro jovencito que estaba a punto de culminar las
asignaturas de Medicina era Germán Álvarez Entrena a quien habían despedido sus
conocidos y familiares, recién comenzaba el año.
Por lo general, las despedidas dejaban tristes, tanto
a quienes se iban como a quienes se quedaban; mientras unos viajaban por vía
aérea, en esos viejos aviones de pistón de la época, los menos favorecidos
tenían que hacerlo por carretera, en buses o taxis y para llegar a su destino
debían pasar muchas horas e incomodidades, además de los constantes riesgos de
accidente, que las carreteras de ese tiempo presentaban. Ese año, en
particular, se presentó un desafortunado percance que involucró a unos
estudiantes muy conocidos, hijos de don Luis A. Medina, quienes afortunadamente
resultaron con lesiones menores al volcarse el autobús de Berlinas del Fonce,
en el sitio El Picacho de la carretera a Bucaramanga, al parecer por exceso de
velocidad e impericia del conductor. Humberto y Marilú Medina, fueron traslados
al hospital de Bucaramanga para los chequeos y curaciones de rigor, después de
los cuales pudieron continuar con su viaje y sus estudios.
Otros viajeros, éstos no tan académicos, eran
protagonistas de las notas sociales de entonces; Giovanni Martín, quien fungía
como gerente de los Almacenes Severini y Martín & Cía. comenzaba un periplo
de orden empresarial para visitar clientes y proveedores por la Capital de la
República y Medellín de donde se surtía de la más variada mercancía. Para
rematar su ardua tarea, visitaba a sus otros proveedores de la Costa Atlántica
y para no regresar tan cansado, aprovechaba para darse sus bañitos de agua
salada en las soleadas playas de ese litoral.
Otros o más bien otras, aprovechaban las festividades
del Carnaval de Barranquilla, para darse su paseo y gozar de las
carnestolendas, que entonces no eran tan afamadas como hoy. Este es el caso de
la Señorita Colombia de ese año de reinado, nuestra Leonor Duplat Sanjuán,
quien fue invitada de honor y viajaría en compañía de su señora madre doña
Virginia.
Ahora bien, mientras unos emprendían el camino de la
vida e iniciaban el duro trasegar de la cotidianidad estudiantil, otros
regresaban, también a comenzar un nuevo lapso de su existencia, la del
ejercicio de su profesión. Vamos a mencionar solamente algunos que se asomaron
a la ventaja de ese tiempo, solicitando me excusen el olvido o la omisión,
aquellos que también fueron protagonistas, disculpa que debo atribuir a la
falta de información o al desinterés de quienes no aparecen en las notas
sociales de la época.
Con gran jolgorio acababan de recibir en el seno de la
familia Méndez Contreras, el Grado de profesional en Química Farmacéutica
otorgado por la Universidad de Antioquia a su hija Finlandia, situación que
aprovecharon para celebrarle el cumpleaños y a la vez, ponerla al frente del
negocio familiar, la Botica Táchira, de tanta tradición en la ciudad. De otra
parte y de otro lugar, esta vez desde los Estados Unidos y procedente de la
Universidad Notre Dame en el estado de Indiana, el gerente de la oficina local
del Banco de la República, don Hermes García Baldó, se congratulaba por la
obtención del Título de Ingeniero Civil que esa universidad le había conferido
a su hijo Germán García Durán, quien además obtuvo las más altas calificaciones
de su promoción. Su señora madre doña Francisca Durán, visiblemente emocionada
el día de su arribo, le obsequió, además de su calurosa bienvenida, una cena de
honor con invitación de sus más cercanas amistades.
Buena parte de
las noticias de mediados del año 64 tenían que ver con la agitación estudiantil
que se venía desarrollando en la Universidad Industrial de Santander, toda vez
que los alumnos que allí asistían a sus clases regulares se mantenían en
constante incertidumbre por el futuro que les deparaba esta desagradable
situación. El choque entre los estudiantes liderados por Jaime Arenas, en
contra de las decisiones adoptadas por las directivas de la U.I.S. generó dos
escenarios. Uno pasajero, que derivó en una marcha que realizó un grupo de estudiantes
de esa universidad, a la capital de la República, para que se tomaran medidas
que resolvieran el problema del claustro y otro, de mayor trascendencia y el
cual subsisten aún hoy rezagos, que fue en nacimiento del grupo guerrillero que
más adelante se autodenominó Ejército de Liberación Nacional, pues sus
principales promotores fueron estudiantes de esa casa de estudios, quienes
desilusionados de las políticas gubernamentales optaron por la peor de las
decisiones.
Escribo esta introducción pues, por esos días, el joven Alfredo Yáñez Carvajal se aprontaba a retomar sus estudios de Ingeniería Química, después de hacer sus años iniciales en la Universidad de los Andes, que en esa época, solamente tenía los dos primeros años autorizados y quienes querían seguir las carreras de ingeniería o bien se transferían a otra universidad de reconocido prestigio en el país o lo hacía en alguna de las universidades de la Estados Unidos con las cuales tenían convenios de intercambio. Su familia le celebró tanto la llegada como la despedida en su residencia de la calle catorce con avenida tercera. Claro que esta vez, su regreso se precipitó con la entrada en paro de sus compañeros estudiantes, pues el reinicio de clases, ese año se prolongó hasta después del mes de julio, toda vez que el alboroto se propagó por otras universidades de Bogotá, en especial en la Universidad Distrital y en Medellín, las dos universidades públicas se sumaron al paro, la de Antioquia y la de Medellín, lo cual propició en cierre indefinido de la Universidad Industrial. Pasado un tiempo prudencial, como ocurre siempre en las universidades, y habiendo mermado la temperatura del conflicto, se reanudaron las actividades académicas, el 27 de julio, dentro del más tranquilo de los ambientes hasta el próximo inconveniente, académico o social, que caldeara nuevamente los ánimos, tal como sucedería unos cuatro años más tarde.
Quienes sí venían muertos de la dicha por encontrarse nuevamente con sus familiares y amigos eran los jóvenes estudiantes Gustavo Carrillo Álvarez, alumno destacado de la Universidad Nacional en la carrera de Ingeniería Civil y el entonces presidente del Comité Estudiantil de la Universidad INCCA de Colombia, Alberto Camilo Suárez Duarte. Se encontraron en el aeropuerto de la Capital y ambos se embarcaron en el avión de Avianca que los traería de regreso a su ciudad natal. La recepción que les hicieron en el aeropuerto Cazadero reflejaba el cariño que sus familiares les prodigaban y la alegría que les producía tenerlos de vuelta en el seno del hogar.
Dos acontecimientos que marcaron un hito en el campo de la medicina local, el primero fue la incorporación a la vida profesional del doctor Ciro Alfonso Jurado Guerrero, bachiller del Sagrado Corazón y quien había obtenido su título de Médico Cirujano en la Universidad Nacional y a quien sus padres, Abel y Rafaela, no cabían de la emoción, al ver realizado sus sueños. El segundo, una de las noticias de mayor trascendencia para el cuerpo médico, fue la apertura de su consultorio especializado en cardiología, del doctor Eduardo Leiva quien había obtenido su título de médico general en Argentina y ahora regresaba, después de cursar su especialidad en México y Francia a establecerse en la ciudad, tal como lo hizo en la Avenida segunda No. 8-30. Atendía las citas médicas en el teléfono 34-54.
Mientras esto sucedía, a otros les celebraban sus fechas notables, bien fueran éstas, cumpleaños, despedidas, bautizos, primeras comuniones o las menos agradables, las defunciones. De estas últimas me quiero referir para registrar unas que fueron muy recordadas y que aún ahora nos llenan de tristeza. Me refiero en primer lugar, a la desaparición prematura de don José Joaquín Faillace Ch. comerciante y ganadero, miembro de una de las más tradicionales familias de la ciudad, casado con Carmenza Mejía y quien fuera trasladado de urgencia a la ciudad de Bogotá para un tratamiento que procurara corregir una alteración de su sistema circulatorio. Las honras fúnebres se realizaron en la catedral con la presencia de su viuda y sus pequeños hijos Aldo, Javier y Franco, así como la presencia de las más altas personalidades de la sociedad regional y las autoridades, quienes le ofrecieron sus sinceras condolencias. Días más tarde, el dos de junio, se registró otro fallecimiento; esta vez se trataba de don Chafik Adib, comerciante propietario del Almacén Divina, de amplia tradición en el comercio local y uno de los locales más renombrados de esta zona de frontera. Don Chafik murió de un fulminante ataque al miocardio, sin que los médicos pudieran intervenirlo. El gremio de comerciantes representados por la Fenalco, acompañaron a sus familiares, en especial a sus dos hijos, en los servicios fúnebres y el posterior traslado a su morada definitiva. Por último, en esta reseña luctuosa, se registra el fallecimiento de don Bernardino Sosa, en la ciudad de Duitama. El gremio de trasportadores urbanos de pasajeros manifestaron su tristeza y expresaron sus sentimientos de pesar, adosando al frente de sus autobuses una cinta morada como expresión de duelo, particularmente en las buses de la empresa Transurbanos Cúcuta, en razón del parentesco que el finado tenía con don Policarpo Sosa, gerente de la empresa; era su hermano.
Ya para terminar esta crónica, una despedida de gran resonancia que le hicieran a una joven universitaria, quien por esos días viajaría a terminar sus estudios en la capital de la República. Las hermanas Rubio, Myriam y Norma, reunieron en la casa de su padre, el doctor José Antonio Rubio, en la avenida cero, a un grupo de sus más selectas amigas para agasajar a la hoy doctora Margarita Silva, quien acompañada de sus amigas Isabelita y Margarita Rosa Cabrera viajarían a reanudar sus carreras universitarias. Lágrimas y abrazos se intercambiaron al final de la jornada y cada quien con su tristeza retomó sus habituales ocupaciones.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.