Juan Pabón Hernández
El eco de la vieja retreta de alguno de los martes del
misericordioso, renovó la nostalgia de doña Cecilia Rangel de Uribe.
Rememoraba, quizá, las noches del Parque Mercedes Ábrego, cuando recorría con
sus amigas y familiares el cerco de afecto natural de los árboles y las matas
de entonces, con su grata posibilidad de esparcimiento: se sintió dispuesta a
contar, con la secuela de su recuerdo pendiente en los ojos, acerca de la vida
de don Luis, su esposo de tantos años y de tantas aventuras.
Los días, añejos, en que comenzaron, forjaron la marcha de un tiempo
compartido en torno al anhelo mayor de formar una familia sólida en valores,
afectuosa y, en especial, trabajadora y retadora, como la de sus hijos ahora, Luis
Enrique, Claudia Cecilia, Alejandra y Manuela, quien traspasó las aristas de
nieta para sembrarse como una luz en el otoño de sus abuelos.
ESCENARIO: EL LLANO
La verdad es que para tratar cosas de estas, de
nostalgias, tiene uno que ser así, romántico, y como yo lo he sido siempre,
disfruto más la oportunidad de entrevistar a una persona quien, además de ser
la vía para el propósito de presentar la vida y obra de Don Luis, es amiga,
vecina y forma parte de mis afectos.
Entonces comienzo a conversar con ella, un poco
desvariadamente, porque así salen mejor los relatos: me cuenta del joven Luis,
el muchacho de El Llano, de los años 40 y 50, su vecino, estudiante del colegio
de las señoritas Nieto (entonces las profesoras tenían dignidad de señoritas),
quienes dejaron su impronta educativa, tías del destacado ejecutivo Juan
Antonio Nieto, y de cómo se conocieron en el barrio, y se casaron a escondidas.
EL JARDÍN DE DON LUIS
Entonces suena uno de los trinos de Nené, un pájaro que llegó recientemente, de cabeza roja y pecho amarillo,
bellísimo, el cual decora el jardín de don Luis (todavía de él); ello me
interrumpe y tengo que salir a ver las matas y la piedra que trajo de Los
Guayabales para que se bañaran los pajaritos, además de las plantas, los árboles
y las flores que regaba con inmenso cariño, de lo cual fui testigo, en
orgullosa vecindad, en La Rinconada.
COMIENZA LA VIDA
Aprovecho para tomar unas fotos y prosigo la charla con Doña Cecilia,
amparado en las formas de madera de unas hermosas frutas de Jorge Hernández;
ahora me cuenta que su esposo fue bachiller del Colegio Sagrado Corazón,
compañero de Germán Álvarez, Sergio Urbina, Luis McKormick, Jaime Unda, Orlando
Gutiérrez, Germán García Durán y otros más…
Después de su matrimonio empieza un periplo de trabajo, en
Bucaramanga, en Cúcuta, acá en la secretaría de Gobierno, luego con el Dr.
Humberto Espinel, su gran amigo, y con La Arrendadora, la tradicional y pionera
empresa inmobiliaria de la ciudad.
(Destaco el tema de que quiso estudiar Derecho en su madurez pero no
lo pudo concluir).
EL NONO Y EL PINTOR
Las favelas de
Brasil, uno de los temas predilectos del autor.
Don Luis era una especie de incógnita afectuosa, porque desde sus
chocheras tendía unos puentes de cariño, inmensos, en quienes formaban su
contexto querido; incluso cuando escondía sus pinturas (Claudia las encontró)
para no dejarlas ver, después de pasar horas pintando, escuchando música y
dejando fluir su imaginación de artista por los lienzos, bien en caricaturas, o
en acuarelas, en óleos o dibujos, como aquellos que pintaba en el cuaderno de
la niñita Manuela, para ilustrar sus tareas, en una misión de nono que se
gozaba con deleite…Un poco pensando en su propia juventud, tal vez, cuando fue
criado por su abuela y sus tíos, o en que no había tenido escuela para su
talento, harto en habilidad, porque hubiera podido perfeccionar ese don
maravilloso del arte que Dios deposita en los mejores.
Cuando pintaba se esmeraba; no quiso usar el caballete que le
regalaron y, por ello, desordenaba la mesa y dejaba el reguero de la cosas,
como una protesta al formalismo, para dar vía suelta a sus emociones; a la par,
escuchaba música selecta, como la de Franck Pourcel, o los clásicos, así como
se deleitaba con ‘La Voz’, Frank Sinatra, o los valses de Strauss y comía
profusamente, con deleite, con el aceite de oliva a mano, abundante, y el pan
francés crujiendo en su boca.
AUTODIDACTA EN CULTURA GENERAL
Me gusta pensar en que cuando un artista pinta, se convierte algo así
como en un intermediario entre lo divino y lo de nosotros los pobres mortales;
baja los temas de los niveles oníricos y los plasma (de ahí nace lo abstracto
en la pintura), o pinta una realidad, la cual decora con la ternura de saberse
apto para extraer su esencia bonita, o fea, no interesa, y arraigarla en arte
para expresar una idea.
Todo lo consolidó con mucha lectura, en una labor de autodidacta que
lo formó en la cultura general que demostraba en las conversaciones, o en los
consejos a su hijo Luis Enrique, acerca de los museos que debía visitar en
Madrid, sin siquiera él haber estado allí. Era el fruto de largas jornadas en
las enciclopedias.
LA DIMENSIÓN DE SU ALEGRÍA
Quizá desde entonces se aplicaba Menticol, para refrescarse y poder
asumir otras cosas, como por ejemplo liderar las comparsas de las fiestas de
locos del Club de Cazadores (en donde además usualmente jugaba billar), con su
nombre de Cordobeso, designar a Rosendo Cáceres como Picador de la de toros y
montarlo en un burro, o diseñar los trajes de toreros y manolas, dirigir los
ensayos y disfrutar al máximo hasta presentarlas en cualquier 6 de enero, para
rematarlas en El Padrino, el desayunadero de los recuerdos. Otra vez, hizo un
circo y se vistió de payaso. Después pensaría, un poco más allá del año, en ir
a las Ferias de Chinácota…
En Diciembre “pegaría” los Inocentes en el barrio, poniendo letreros
en las casas de “se busca muchacha pa’ de adentro”, o “se arriendan
habitaciones”, y una que otra vez colocando candados en las puertas.
Son innumerables las simpáticas anécdotas, por ejemplo, cuando en un
crucero le revisaron el termo que llevaba y lo obligaron a tirar su contenido,
porque era whisky; entonces pidió permiso para ir al baño y al verlo volver
turuleto le preguntaron por qué y contestó que no podía dejar perder un whiskie
tan bueno: se lo había tomado a pecho. Otra vez, uno de sus amigos, casi
pariente, a quien le gustaba mucho el tango, iba para Bogotá; le ofreció que un
taxista conocido lo recogería: al llegar al aeropuerto vio un tipo con un
letrero grande que decía: “garufa”; entonces se dio cuenta que era el
recomendado de don Luis y sigilosamente le dijo que era su pasajero…para no
quedar mal ante la gente.
LA VESPERTINA EN EL LLANO
Pero doña Cecilia, reconozco mi premeditación, con alguna pregunta
regresa a El Llano: le pido que me nombre familias de antes; entonces comienza,
otra vez con la nostalgia en los ojos, a
mencionar, atropelladamente, a los Wilches, los Ordoñez, los Aguilar
(venezolanos), los Ramírez, o a los amigos de don Luis, Luis Berbesí, Antonio
Bosch y demás...y a narrar que entonces no pasaba nada extraño, que podía ir a
vespertina los Domingos, al teatro Zulima y caminar por el barrio, con el
fresco de la noche acariciando sus almas, plenas de valores sencillos, de comidas
familiares, y de tantas cosas gratas que ahora no existen, absurdamente
relegadas al olvido por la sociedad de consumo.
SU PATRIMONIO
Era estricto, dice doña Cecilia, especialmente con sus hijos, a
quienes enseñó esfuerzo y disciplina: por ello vivía orgulloso de sus éxitos:
Luis y Alejandra como empresarios y Claudia como dirigente gremial.
Y por eso los gozaba con cada detalle y cada visita, incluso aquellas
lejanas que podía hacerles, después de su enfermedad renal, especialmente a
Luis Enrique, porque debía transportarse hasta los E.E.U.U. con una odiosa
máquina de diálisis y hacer, con la misma disciplina que le enseñó a sus hijos,
todos los días la jornada diaria de depurar sus riñones, o para ir a Bogotá a
Usaquén a visitar en el Mercado de las Pulgas a los pintores. Pero no
importaba, así como fue buen padre, fue buen enfermo, juicioso en el cuidado de
sus remedios.
EPÍLOGO
Don Luis es ahora una acuarela, pintada en las nubes con la huella de
luz de la nostalgia que se eleva desde acá, de la tierra, como un anuncio de
que pronto, en unos años, se volverá a dar la unidad de su familia, y entonces
una retreta sonará, esta vez interpretada por los ángeles…
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
No hay comentarios:
Publicar un comentario