Beto Rodríguez (Capítulo de
libro no publicado)
Fotografía tomada en
el Concejo de Cúcuta el 22 de diciembre de 1947, poco antes del asesinato de
Jorge Eliécer Gaitán, en la cual recordamos de izquierda a derecha a: Luis
María Díaz Mateus (secretario) y enseguida los concejales liberales, Luis
Antonio Cáceres, Jorge Mora Ruiz, Miguel Durán Durán, Jorge Sánchez, Luis
Neira, Virgilio Barco Vargas, Víctor Manuel Pérez, Jorge Eliécer Gaitán, José
Manuel Villalobos, Alfonso Lara Hernández y Carlos Rafael Villamizar.
El 9 de abril de 1948 el turco Said Lamk Atala volvió
a brillar con luz propia en el firmamento histórico de la región en uno de sus
acostumbrados actos de destreza y valentía.
En esa fecha, al parecer un lustrabotas mató a bala al
caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán y se desató el Bogotazo con incendios,
saqueos y una suma indeterminada de muertos.
Los liberales de Cúcuta en cantidad de 20 mil, se
congregaron en el parque Santander a las 4 de la tarde a protestar por el
abominable crimen en medio de banderas nacionales, pabellones rojos, pancartas
y consignas contra la oligarquía colombiana, a la que sindicaban de ser la
autora intelectual del asesinato del ex alcalde de Bogotá, ex ministro de
educación y jefe del rojo partido.
El ejército se tomó la Alcaldía de Cúcuta, apostó
hombres en las 4 esquinas, de repente sonaron varios disparos entre la
turbamulta, y el teniente Miguel Silva quien comandaba a los uniformados cayó
sin vida, lo mismo los soldados Cipriano Torres y Gustavo Camargo.
Un suboficial dio la orden de fuego, muchos
protestantes se fueron a tierra bañados en su propio flujo, el parque se tiñó
de colorado y por los desagües corría sangre en forma alarmante.
Entre los ancianos sobrevivientes a la pequeña guerra
hay quienes afirman que el autor de los disparos fue el turco Said Lamk Atala
con base a su instrucción bélica por haber sido suboficial de la Policía, del
Ejército y se hallaba en uso del buen retiro.
Una considerable partida de agitadores, entre ellos el
turco Said Lamk Atala perdieron la libertad, pero en corto tiempo recobraron el
derecho a locomoción por falta de pruebas.
En ese momento el país ardía y se desató la larga
oleada de violencia que en la actualidad destroza a Colombia.
El Ejército esa noche llevó al hospital San Juan de
Dios varios muertos, pero el director Alirio Sánchez Mendoza se negó a
recibirlos para evitar una epidemia de gangrena gaseosa.
Según el galeno, los cadáveres sumaban decenas y
fueron enterrados por el cuerpo armado en Los Patios con ayuda de maquinaria
pesada.
El cantante Julio García (Bicicleto), dijo durante
muchos años que los occisos podrían ser 400, porque vio todo. El director de
orquesta Edmundo Villamizar afirmó que se le hizo difícil salir del parque a
causa de seguidos tropiezos con los cadáveres. Y el joven trabajador José
Aristóbulo Rodríguez González (Toto), pudo abandonar el campo de combate
gracias a un militar de apellido Marcucci que lo conoció y lo puso a salvo.
Así se recuerda el Bogotazo en Cúcuta.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
Excelente relato, me gustaria saber mas.
ResponderEliminarSoy JAIRO LAMK, séptimo hijo del matrimonio de SAID LAMK con MARGARITA ALVAREZ.
ResponderEliminarDebo a mi Padre el resguardo de su memoria, de su honorabilidad, de su calidad humana y ciudadana y la defensa del legado a su estirpe.
Por eso amigo Gastón debo referirme a su “Crónica” del Bogotazo en Cúcuta.
Esta, inicia con halago por la destreza y valentía de mi padre, para luego enlodar su memoria y honor endilgándole la autoría de disparos que cegaron la vida de varias personas. Todo referido por ancianos sin nombre citados en un libro no publicado. Aun cuando reconozco que mi Padre era un hombre “arrecho” de esos que se extinguieron, no era desalmado, y menos sin principios. Lo constata más que lo que menciona su propia crónica, “que fue dejado libre por falta de pruebas”, el respeto, cariño y aprecio del cual disfruto en vida y que heredamos sus hijos.
Reconozco la buena intención con las “Crónicas de Cúcuta” que publica. Pero es menester tener sumo cuidado con escritos que aun cuando son de lectura amena, no cuentan con fuentes de investigación valederas y si al ser refrendadas por usted, en sus Crónicas de Cúcuta, tienen el poder de destruir la reputación y el honor de personas que han sido referentes en la vida de nuestra querida ciudad. Tal cual, como lo fue mi Padre.
No sé si sirva de algo a usted, o al autor de dicha narrativa, pero la información que tengo de esos hechos, de primera mano, es decir contados por mi propio Padre, dicen todo lo contrario. Su experticia evito que la inexperiencia y nervios del suboficial al mando que había alineado las tropas frente a frente se masacraran entre ellas al dar la orden de fuego.
Mi padre nunca perteneció a la Policía, que era casi en su totalidad el brazo armado del gobierno de turno. Mi padre fue miembro del Ejercito Nacional de Colombia.
Quiero citar lo escrito por usted en un párrafo de presentación de Las crónicas de Cúcuta. “Las Crónicas de Cúcuta no debe tener como destino el olvido, deberá asegurar a nietos de nuestros nietos, inquebrantables lazos surgidos de nostalgias, recuerdos y añoranzas…”, por este mismo motivo siento que el legado de mi padre a su estirpe y su memoria fue severamente dañado con esa historia.
JAIRO LAMK A.