Beto Rodríguez
TRANSPORTÉMONOS A
1996: Hernán “Pipo” Gómez y Alvaro “Flecho” Hernández están en la tarea de
organizar de nuevo el equipo
profesional, con la presencia de extranjeros, para revivir las grandes noches
de gloria en el rectángulo de la Toto.
Jamás llegó a pensar el hermano lasallista, Arturo
Monier, que su presencia en la ciudad, a mediados del decenio del veinte, haría
historia en el deporte colombiano. Apareció procedente de Venezuela, y era su
equipaje una pequeña maleta con hábitos religiosos, algunos libros sagrados y
el reglamento de un extraño deporte, llamado basketball, palabra inglesa, que
al traducirla al español significa, baloncesto.
También traía el sacerdote, un balón grande. Al otro
día, de mañana, los jóvenes del colegio Sagrado Corazón lo vieron jugando solo,
en plan de hacer fintas frente a enemigos imaginarios y lanzar finalmente el
implemento deportivo a un aro que acomodó en un lugar clave. Los muchachos lo
rodearon, al poco tiempo habían dos tableros con sus respectivas ruedas de
metal, y desde ese momento todo parece indicar que el francés se convirtió en
el importador nacional de esa disciplina deportiva.
Lo que más le llamó la atención a los aprendices de
esa actividad muscular, era que no se utilizaban para nada los pies, en una
edad gloriosa de fanatismo por el fútbol, donde 22 jugadores se quebraban los
huesos sin consideración alguna. Por el contrario el nuevo deporte exigía
demasiada inteligencia, capacidad de engaño para desmarcarse y desde ese
instante los aspirantes a la eventual candidatura para fracturarse el tabique
nasal, surgieron sobre el rectangular escenario y empezó la selección con base
a la capacidad de entendimiento y los atributos físicos, en pisos de pura
tierra.
Año 1936
Ese deporte inventado por James Naismith gozaba de
gran popularidad en Estados Unidos, y con paciencia el religioso se dedicó con
sabiduría de santo a transmitir los fundamentos, a organizar pequeños equipos
en forma casi simultánea en los colegios Sagrado Corazón de Cúcuta y el
Provincial de Pamplona.
En 1936 se jugó el primer campeonato nacional con
participación de un equipo de Bogotá, el Hispania, un quinteto de Boyacá, otro
de Bucaramanga, y por supuesto el elenco local con la destacada actuación de
Luis Ayala, Toto Hernández, su cuñado Pablo Moreno y Lucio Andrade.
Con el paso de los años cobraron celebridad los
jugadores Alfredo y Carlos Díaz, Mico Soler, Erasmo Hernández, Toto Fuentes,
Eustorgio Colmenares, y otros que se han quedado olvidados en la amnesia del
tiempo.
Auténticas estrellas
El baloncesto nuestro tomó especial connotación con la
inauguración en 1953, en pleno gobierno de Gustavo Rojas Pinilla, del actual
coliseo con el nombre del hombre fuerte de Boyacá que derrocó a Laureano Gómez
, se jugó un evento nacional y a partir del estelar momento surgieron nombres con
brillo propio como Roque Peñaloza, Hernán “Pipo” Gómez, Gustavo Martínez,
Hilario López, Carlos “Perica” Pérez , Jorge Niño, Alvaro “Flecho” Hernández, y
por supuesto los inigualados panaderos de La Fragancia, Alfredo y Carlos Díaz
Calderón.
La mayoría de estos jugadores se desplazaron a otros
lugares del país en plan de continuar estudios luego de haber dejado una
brillante estela de triunfos en diversos cotejos juveniles y descollaron a nivel nacional en
varios seleccionados, Alfredo Díaz, Toto Fuentes, Pipo Gómez, Gustavo Martínez,
Roque Peñaloza y Jorge Niño. Estos personajes integraron en muchas ocasiones el
representativo colombiano, se lucieron en el exterior y todavía se mantienen
activos, en plan de enseñar lo que sabe, Alfredo Díaz, convertido en un
verdadero apóstol de la pedagogía deportiva.
En categoría universitaria protagonizaban auténticas
guerras ganadas por puntos, y con el elenco
de la Gran Colombia, Alvaro Hernández, se ganó el calificativo de
“Flecho” por la velocidad de vértigo con que se dedicaba a ganar bolas y por la
facilidad con que se desplazaba por el maderamen.
Imagen
Para esa etapa gloriosa de la actividad más
dignificante de hacer patria, practicar deporte, ser cucuteño era sinónimo de
baloncetista y no era para menos porque las grandes copas venían a dar a estas tierras del sol de los venados. Nuestro
baloncesto en mayores fue campeón en un nacional que se jugaba en todas las
ciudades en el año 57, Manizales 63, Bogotá 72, y en la cumbre, en profesional,
Lotería de Cúcuta se adjudicó el título en Cali, en una fenomenal batalla por
un punto gracias a la habilidad de Sam Shepard.
También jugaron Evans, el monstruo Mario Butler,
Antony Jhons, Jorge Niño, Caballo Rodríguez, Freddy Moreno, Carlos Yanes. En
esa fecha el basketball tuvo su relativo olvido de pobre y ahora faltan
contundentes incentivos para reanimarlo y otorgarle la gloria que le pertenece.
Desde ese momento se han ganado títulos femeninos y masculinos en varias
categorías, pero falta el estímulo del profesionalismo para mantenerlo en su
estatura y ofrecerle a los atletas una fuente de vida.
Nostalgia
No era extraño ver nuestros equipos en los mejores
lugares, la prensa nacional y televisión le dedicaban espacios importantes a
hacer elogios del estado físico y el juego inteligente de los corajudos de la
camiseta roja y negra. Pero todo quedó a un lado, a la vera del camino, en el
letargo y los que disfrutaron de ese espectáculo, hoy, con nostalgia hablan de
las noches de acción y gloria en que la cancha Toto Hernández se colmaba hasta
el éxtasis, y en los momentos en que el equipo jugaba como visitante, los hinchas
se desplazaban al lugar que fuera sin pensarlo dos veces, con banderas, pitos,
algarabía, entre vítores, sirenas, instrumentos de viento, en una pequeña
versión de lo que ocurre en los estadios de fútbol.
Viejos aficionados guardan fotos, versiones de los
periódicos, afiches, películas, y por eventualidad se reúnen a comentar sobre
el pasado rico en vivencias de los personajes que con sudor, en momentos
estelares le dieron a la ciudad el nombre de ”la capital basquetera de
Colombia”.
Ese título se lo han arrebatado por el momento, pero
lo que no podrán quitarle de ninguna manera, es la distinción de haber sido la
cuna de ese deporte, que en la actualidad le brinda a los fanáticos del resto
de la nación, un contundente espectáculo, grande a toda prueba.
El despertar
Desde hace tres meses para acá, dos importantes fichas
del deporte de la canasta, “Pipo” Gómez y “Flecho” Hernández, se han propuesto
realizar una empresa digna de encomio y alabanza; la de permitirle a la capital
del Norte, el departamento y la frontera en general, recuperar el prestigio
perdido en la especialidad. Le han dedicado varias horas diarias a trabajar al
respecto, al extremo de abandonar parte de sus ocupaciones, con el fin de
lograr el resurgimiento del equipo de ligas mayores, y permitirle delirar al
público local, nacional e internacional.
Nuestro elenco representó a Colombia en un
suramericano de Paraguay donde perdió por un punto y un año posterior en nuestro
coliseo se vivieron escenas similares. Este par de viejos colosos, hoy
destacados dirigentes, pretenden devolverle al pueblo las noches de gala
protagonizadas por nuestros hombres frente a equipos extranjeros en el marco de
aguerridos triangulares en la Toto Hernández.
Por aquí han pasado muchos de los mejores jugadores
del mundo… Por qué no los hacemos volver, si entre nosotros se efectuó un
mundial de consolación y mucha gente se quedó sin entrar por haberse acabado
las boletas? Se acuerdan que los extranjeros antes de venir a la ciudad
averiguaban lo concerniente con la afición cucuteña, la única que aplaude al
visitante cuando juega bien?
Sube la fiebre
La oficina de “Pipo” frente a la gobernación desde
tempranas horas es visitada por los amigos de tornar a la gloria de nuestro
deporte. Lo mismo ocurre con “Flecho” su teléfono está a reventar; esos dos
lugares se han convertido en el centro nervioso de esa disciplina y el
termómetro acusa una subida violenta de la fiebre entre los amigos que se
desvelan con el recuerdo de las noches de intensa llegada a la cúspide
deportiva con la anonimidad de las graderías.
Esa masa amorfa que todo lo hace y lo transforma, con
sinceridad, en obediencia a sus mandatos instintivos ante lo que considera que
es bueno, o lo contrario; merece lo que han negado hace tiempo, por puro efecto
de la falta de ánimo, capacidad para acariciar la virtud del optimismo mirar
hacia adelante donde todo está al alcance y apenas basta estirar con seguridad
la mano para conseguirlo. Solo basta con lanzar una mirada, desde la línea de
los tres puntos, o la raya de foul, y procurar sanamente devolver la bola un
poco para concluir que vale la pena despertar, enderezar a nuestros hombres,
ungirlos con las bondades de la vida, entregarles la número siete a la espera
que el silbato autorice el salto de iniciación del cotejo, porque la meta de “Pipo”
y “Flecho”, no está lejos, se encuentra precisamente en la recta de los cinco
minutos regresivos que anuncia la chicharra.
Epílogo
El 8 de septiembre de 1997 le fue otorgada la personería
jurídica, por un período de 4 años, a la “Corporación Social y Deportiva
Cañoneros del Norte”. La primera junta directiva la integraron: Álvaro
Hernández B., presidente; Jorge H. Maldonado, vicepresidente; Hernán Gómez R.,
tesorero; Tonino Botta Fernández,
secretario; Álvaro Torrado, vocal principal; Ana María Abello, gerente general;
Sergio Hernández V., revisor fiscal; Alberto Sepúlveda, revisor fiscal
suplente. Comisión Técnica: Roque Abel Peñaloza, Alfredo Díaz Calderón y Jorge
Rubio Ferrero.
El viernes 12 de septiembre de 1997 se inició la V
Copa Costeñita de Baloncesto Profesional con 10 equipos: Caimanes, de
Barranquilla; Bravos, de Cartagena; Piratas, de Bogotá; Sabios, de Manizales;
Leopardos, de Bucaramanga; Paisas, de Medellín; Warriors, de San Andrés; Toros,
de Cali; Cafeteros, de Armenia; y Cañoneros, de Cúcuta.
Esta fue la nómina de Cañoneros: director técnico,
Sergio Abreu; asistentes, Álvaro Contreras y Dennis Osorio; médico, Sergio
Torres; kinesiólogo, Juan Zambrano; utileros, Orlando Pineda y Carlos Cárdenas.
Jugadores: Darren Guest, Kenny Warren, Jerry Bent, José Luis Mendoza, Wilmer
Carvajal, Calixto Angulo, Alejandro Escalante, Leonardo Molina, John Guerrero,
Francisco Maturana, Rafael Gómez, John Ángelo Ramírez, Oswaldo Medina y Harddy
Asprilla.
Esa noche, a las 7:00 p.m., la Cancha Toto Hernández
volvió a vivir la pasión del baloncesto. Cañoneros 74 y Piratas 70 fue el
resultado final de ese primer partido y la gente gozó el triunfo del equipo
negrirrojo con euforia.
Y así terminó el siglo XX con el equipo Cañonero como
representante del Norte en la liga profesional.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
A quienes han escrito crónicas de baloncesto:respetuosamente sugiero una reseña del Hermano Arturo Monier a quien alcancé a conocer como estudiante en 1966 y nos enseñó a cantar la marsellesa.
ResponderEliminarAlgo sobre el Hno. Arturo puedes leer en la CRONICA 262, Cúcuta Basquetera.
ResponderEliminarGracias por su orientación.
Eliminar