lunes, 27 de enero de 2014

515.- PIPO Y FLECHO, DOS DUROS QUIJOTES DEL BALONCESTO


Beto Rodríguez




TRANSPORTÉMONOS A 1996: Hernán “Pipo” Gómez y Alvaro “Flecho” Hernández están en la tarea de organizar de nuevo  el equipo profesional, con la presencia de extranjeros, para revivir las grandes noches de gloria en el rectángulo de la Toto.

Jamás llegó a pensar el hermano lasallista, Arturo Monier, que su presencia en la ciudad, a mediados del decenio del veinte, haría historia en el deporte colombiano. Apareció procedente de Venezuela, y era su equipaje una pequeña maleta con hábitos religiosos, algunos libros sagrados y el reglamento de un extraño deporte, llamado basketball, palabra inglesa, que al traducirla al español significa, baloncesto.


También traía el sacerdote, un balón grande. Al otro día, de mañana, los jóvenes del colegio Sagrado Corazón lo vieron jugando solo, en plan de hacer fintas frente a enemigos imaginarios y lanzar finalmente el implemento deportivo a un aro que acomodó en un lugar clave. Los muchachos lo rodearon, al poco tiempo habían dos tableros con sus respectivas ruedas de metal, y desde ese momento todo parece indicar que el francés se convirtió en el importador nacional de esa disciplina deportiva.


Lo que más le llamó la atención a los aprendices de esa actividad muscular, era que no se utilizaban para nada los pies, en una edad gloriosa de fanatismo por el fútbol, donde 22 jugadores se quebraban los huesos sin consideración alguna. Por el contrario el nuevo deporte exigía demasiada inteligencia, capacidad de engaño para desmarcarse y desde ese instante los aspirantes a la eventual candidatura para fracturarse el tabique nasal, surgieron sobre el rectangular escenario y empezó la selección con base a la capacidad de entendimiento y los atributos físicos, en pisos de pura tierra.


Año 1936  


Ese deporte inventado por James Naismith gozaba de gran popularidad en Estados Unidos, y con paciencia el religioso se dedicó con sabiduría de santo a transmitir los fundamentos, a organizar pequeños equipos en forma casi simultánea en los colegios Sagrado Corazón de Cúcuta y el Provincial de Pamplona.


En 1936 se jugó el primer campeonato nacional con participación de un equipo de Bogotá, el Hispania, un quinteto de Boyacá, otro de Bucaramanga, y por supuesto el elenco local con la destacada actuación de Luis Ayala, Toto Hernández, su cuñado Pablo Moreno y Lucio Andrade.


Con el paso de los años cobraron celebridad los jugadores Alfredo y Carlos Díaz, Mico Soler, Erasmo Hernández, Toto Fuentes, Eustorgio Colmenares, y otros que se han quedado olvidados en la amnesia del tiempo.


Auténticas estrellas  


El baloncesto nuestro tomó especial connotación con la inauguración en 1953, en pleno gobierno de Gustavo Rojas Pinilla, del actual coliseo con el nombre del hombre fuerte de Boyacá que derrocó a Laureano Gómez , se jugó un evento nacional y a partir del estelar momento surgieron nombres con brillo propio como Roque Peñaloza, Hernán “Pipo” Gómez, Gustavo Martínez, Hilario López, Carlos “Perica” Pérez , Jorge Niño, Alvaro “Flecho” Hernández, y por supuesto los inigualados panaderos de La Fragancia, Alfredo y Carlos Díaz Calderón.


La mayoría de estos jugadores se desplazaron a otros lugares del país en plan de continuar estudios luego de haber dejado una brillante estela de triunfos en diversos cotejos  juveniles y descollaron a nivel nacional en varios seleccionados, Alfredo Díaz, Toto Fuentes, Pipo Gómez, Gustavo Martínez, Roque Peñaloza y Jorge Niño. Estos personajes integraron en muchas ocasiones el representativo colombiano, se lucieron en el exterior y todavía se mantienen activos, en plan de enseñar lo que sabe, Alfredo Díaz, convertido en un verdadero apóstol de la pedagogía deportiva.


En categoría universitaria protagonizaban auténticas guerras ganadas por puntos, y con el elenco  de la Gran Colombia, Alvaro Hernández, se ganó el calificativo de “Flecho” por la velocidad de vértigo con que se dedicaba a ganar bolas y por la facilidad con que se desplazaba por el maderamen.


Imagen


Para esa etapa gloriosa de la actividad más dignificante de hacer patria, practicar deporte, ser cucuteño era sinónimo de baloncetista y no era para menos porque las grandes copas venían a dar a  estas tierras del sol de los venados. Nuestro baloncesto en mayores fue campeón en un nacional que se jugaba en todas las ciudades en el año 57, Manizales 63, Bogotá 72, y en la cumbre, en profesional, Lotería de Cúcuta se adjudicó el título en Cali, en una fenomenal batalla por un punto gracias a la habilidad de Sam Shepard.


También jugaron Evans, el monstruo Mario Butler, Antony Jhons, Jorge Niño, Caballo Rodríguez, Freddy Moreno, Carlos Yanes. En esa fecha el basketball tuvo su relativo olvido de pobre y ahora faltan contundentes incentivos para reanimarlo y otorgarle la gloria que le pertenece. Desde ese momento se han ganado títulos femeninos y masculinos en varias categorías, pero falta el estímulo del profesionalismo para mantenerlo en su estatura y ofrecerle a los atletas una fuente de vida.


Nostalgia


No era extraño ver nuestros equipos en los mejores lugares, la prensa nacional y televisión le dedicaban espacios importantes a hacer elogios del estado físico y el juego inteligente de los corajudos de la camiseta roja y negra. Pero todo quedó a un lado, a la vera del camino, en el letargo y los que disfrutaron de ese espectáculo, hoy, con nostalgia hablan de las noches de acción y gloria en que la cancha Toto Hernández se colmaba hasta el éxtasis, y en los momentos en que el equipo jugaba como visitante, los hinchas se desplazaban al lugar que fuera sin pensarlo dos veces, con banderas, pitos, algarabía, entre vítores, sirenas, instrumentos de viento, en una pequeña versión de lo que ocurre en los estadios de fútbol.


Viejos aficionados guardan fotos, versiones de los periódicos, afiches, películas, y por eventualidad se reúnen a comentar sobre el pasado rico en vivencias de los personajes que con sudor, en momentos estelares le dieron a la ciudad el nombre de ”la capital basquetera de Colombia”.


Ese título se lo han arrebatado por el momento, pero lo que no podrán quitarle de ninguna manera, es la distinción de haber sido la cuna de ese deporte, que en la actualidad le brinda a los fanáticos del resto de la nación, un contundente espectáculo, grande a toda prueba.


El despertar      


Desde hace tres meses para acá, dos importantes fichas del deporte de la canasta, “Pipo” Gómez y “Flecho” Hernández, se han propuesto realizar una empresa digna de encomio y alabanza; la de permitirle a la capital del Norte, el departamento y la frontera en general, recuperar el prestigio perdido en la especialidad. Le han dedicado varias horas diarias a trabajar al respecto, al extremo de abandonar parte de sus ocupaciones, con el fin de lograr el resurgimiento del equipo de ligas mayores, y permitirle delirar al público local, nacional e internacional.


Nuestro elenco representó a Colombia en un suramericano de Paraguay donde perdió por un punto y un año posterior en nuestro coliseo se vivieron escenas similares. Este par de viejos colosos, hoy destacados dirigentes, pretenden devolverle al pueblo las noches de gala protagonizadas por nuestros hombres frente a equipos extranjeros en el marco de aguerridos triangulares en la Toto Hernández.


Por aquí han pasado muchos de los mejores jugadores del mundo… Por qué no los hacemos volver, si entre nosotros se efectuó un mundial de consolación y mucha gente se quedó sin entrar por haberse acabado las boletas? Se acuerdan que los extranjeros antes de venir a la ciudad averiguaban lo concerniente con la afición cucuteña, la única que aplaude al visitante cuando juega bien?





Sube la fiebre


La oficina de “Pipo” frente a la gobernación desde tempranas horas es visitada por los amigos de tornar a la gloria de nuestro deporte. Lo mismo ocurre con “Flecho” su teléfono está a reventar; esos dos lugares se han convertido en el centro nervioso de esa disciplina y el termómetro acusa una subida violenta de la fiebre entre los amigos que se desvelan con el recuerdo de las noches de intensa llegada a la cúspide deportiva con la anonimidad de las graderías.


Esa masa amorfa que todo lo hace y lo transforma, con sinceridad, en obediencia a sus mandatos instintivos ante lo que considera que es bueno, o lo contrario; merece lo que han negado hace tiempo, por puro efecto de la falta de ánimo, capacidad para acariciar la virtud del optimismo mirar hacia adelante donde todo está al alcance y apenas basta estirar con seguridad la mano para conseguirlo. Solo basta con lanzar una mirada, desde la línea de los tres puntos, o la raya de foul, y procurar sanamente devolver la bola un poco para concluir que vale la pena despertar, enderezar a nuestros hombres, ungirlos con las bondades de la vida, entregarles la número siete a la espera que el silbato autorice el salto de iniciación del cotejo, porque la meta de “Pipo” y “Flecho”, no está lejos, se encuentra precisamente en la recta de los cinco minutos regresivos que anuncia la chicharra.


Epílogo


El 8 de septiembre de 1997 le fue otorgada la personería jurídica, por un período de 4 años, a la “Corporación Social y Deportiva Cañoneros del Norte”. La primera junta directiva la integraron: Álvaro Hernández B., presidente; Jorge H. Maldonado, vicepresidente; Hernán Gómez R., tesorero; Tonino Botta  Fernández, secretario; Álvaro Torrado, vocal principal; Ana María Abello, gerente general; Sergio Hernández V., revisor fiscal; Alberto Sepúlveda, revisor fiscal suplente. Comisión Técnica: Roque Abel Peñaloza, Alfredo Díaz Calderón y Jorge Rubio Ferrero.


El viernes 12 de septiembre de 1997 se inició la V Copa Costeñita de Baloncesto Profesional con 10 equipos: Caimanes, de Barranquilla; Bravos, de Cartagena; Piratas, de Bogotá; Sabios, de Manizales; Leopardos, de Bucaramanga; Paisas, de Medellín; Warriors, de San Andrés; Toros, de Cali; Cafeteros, de Armenia; y Cañoneros, de Cúcuta.


Esta fue la nómina de Cañoneros: director técnico, Sergio Abreu; asistentes, Álvaro Contreras y Dennis Osorio; médico, Sergio Torres; kinesiólogo, Juan Zambrano; utileros, Orlando Pineda y Carlos Cárdenas. Jugadores: Darren Guest, Kenny Warren, Jerry Bent, José Luis Mendoza, Wilmer Carvajal, Calixto Angulo, Alejandro Escalante, Leonardo Molina, John Guerrero, Francisco Maturana, Rafael Gómez, John Ángelo Ramírez, Oswaldo Medina y Harddy Asprilla.


Esa noche, a las 7:00 p.m., la Cancha Toto Hernández volvió a vivir la pasión del baloncesto. Cañoneros 74 y Piratas 70 fue el resultado final de ese primer partido y la gente gozó el triunfo del equipo negrirrojo con euforia.


Y así terminó el siglo XX con el equipo Cañonero como representante del Norte en la liga profesional.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.    

3 comentarios:

  1. A quienes han escrito crónicas de baloncesto:respetuosamente sugiero una reseña del Hermano Arturo Monier a quien alcancé a conocer como estudiante en 1966 y nos enseñó a cantar la marsellesa.

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  2. Algo sobre el Hno. Arturo puedes leer en la CRONICA 262, Cúcuta Basquetera.

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