Mauricio Jaramillo Mutis
Paso
del ferrocarril por el puente que dirigía a la frontera.
Mario Mejía, sentado en su vieja cama,
enfermo de cáncer, recuerda como si fuera ayer las historias que dejó el
Ferrocarril de Cúcuta para la ciudad. Este médico, graduado de la Universidad
Nacional de Bogotá, amante de la radiodifusión y la tauromaquia, tuvo contacto
directo con el sistema férreo y fue partícipe de varios momentos clave para la
historia del tren.
Mario, que cree que ha estudiado e indagado lo suficiente sobre la historia del Ferrocarril de la ciudad y a pesar de que dice, con furia y algo de desconfianza, que no le gusta hablar porque lo están grabando y eso se presta para problemas, saca una hoja, toma un lápiz y empieza a enumerar las causas que llevaron al ocaso de tan grandioso sistema. Obviamente, mientras habla y trata de anotar, desiste del papel, pues las razones son muchas y son imposibles de enumerar con facilidad. Cansado, vuelve y se acuesta y subiendo el tono de voz, que pasa de tierna a una voz de autoridad, arranca.
Antes de empezar con las razones como tal, se toma su tiempo para explicar algo, que según él, todo el mundo tiene equivocado. En la ciudad se ha dicho, durante mucho tiempo, que el Ferrocarril tuvo que ver mucho con la modernización de Cúcuta. Sin embargo, Mario, molesto y algo exaltado por el error del común, afirma que el tren hizo algo muy diferente y fue que ayudó a actualizar la región, que es algo muy distante a modernizarla. Explica que lo que sucedió fue que con la llegada de todas estas maquinas, nuevas y lujosas, la ciudad se actualizó y se puso a nivel de muchas otras regiones del mundo. Para él, así muchos no lo entiendan, hay una gran diferencia entre modernizarse y actualizarse, y seguro lo que pasó en Cúcuta fue la segunda.
Las causas groseras para la liquidación del
ferrocarril
Después de la aclaración, que lo puso a sudar, a pesar del clima templado de Chinacota, Mejía se dispuso a enumerar las causas del cierre del tren y advirtió que a pesar de lo que él diga, hay muchas cosas más que influyeron en este asunto y que él no puede recordar. “Básicamente, son dos las razones principales que acabaron el tren. Los problemas económicos y los intereses políticos”.
De los problemas económicos, Mejía tiene muchas historias y cree que fue esta la razón principal para el cierre del sistema. Él recuerda, como si no hubieran transcurrido los años, el mazazo que le dieron las carreteras a los sistemas férreos del país y en especial al de la tierra. “Antes, la gente tenía que bajar hasta la línea del tren. Con la llegada de la carretera, no había que moverse tanto y el tiempo de recorrido era mucho menor”. Esta, fue la razón primordial del ocaso, pues los vagones, que antes se veían abarrotados de gente y carga, que subían con 300 y 400 personas, pasaron a verse vacíos y a recorrer la región sin quien lo montara o sin quien lo usara para el transporte de mercancía. Lógicamente, como lo cuenta Mario, cuando aparecieron los carros y los camiones, la necesidad de usar el sistema era casi nula pues la comodidad que ofrecían las carreteras era mucho mayor a las dadas por la mula de hierro.
No es que los carros fueran más baratos, pues usar el tren salía más económico, el problema era que el Ferrocarril ya demoraba mucho tiempo en hacer los recorridos y llegó el punto en que no había competencia pues era mucho más rentable, para ese momento, transportarse por las nuevas vías pues se empleaba mucho menos tiempo en hacer los diferentes recorridos. Cuenta Mario, que al final se veían las locomotoras subiendo hacía El Diamante sin carga y con muy pocos pasajeros. Lo que antes era novedoso, útil y moderno, de un momento a otro pasó a ser desactualizado, inútil y precario. “Tal y como puede suceder hoy en día con los carros viejitos, el Ferrocarril se veía como una armatoste gigante y ruidoso que nadie quería usar”.
Esos días pasados de auge del tren, en los que se cargaban las locomotoras hasta con 8 vagones repletos de gente y mercancía, pasaron y los recorridos empezaron a producir perdidas pues salía muy caro funcionar el tren. Mario, recuerda las palabras de uno de sus amigos de los que trabajaba en la compañía. “Estamos perdiendo el Ferrocarril porque no produce plata. El tren sube y baja y no trae nada, nos estamos quebrando, hay que acabar con esto porque esto no nos deja nada”.
Básicamente, por los problemas económicos generados por la aparición de las carreteras y la posterior llegada de millones de carros, camionetas y camiones, fue en esencia que murió el Ferrocarril. Pero no solo estas razones tuvieron que ver en la triste y cruel desaparición, también, como ya se mencionó, los intereses políticos y la forma de hacer gestiones marcaron al tren, que sin mucho ruido y ante la mirada pasiva de los ciudadanos, murió.
“También en la desaparición del Ferrocarril incidió un factor político-social y fue el hecho de no saber calcular, por parte de los altos mandos de la ciudad, que el sistema tenía un enorme porvenir”. Cuando Mario hace esta mención, se altera y se llena de impotencia, pues cree que si hoy en día el sistema estuviera funcionando así fuera en su mínima expresión, sería muy valioso para la zona, tal y como sucede en el viejo continente.
Mejía, no entiende como en vez de destruir y borrar del mapa todo lo que se construyó para poner a funcionar las locomotoras, no se hizo un enlace entre las carreteras y las vías férreas. Para él, eso se debió al gran auge de las carreteras en ese momento, pues sin pensarlo dos veces se creyó que lo antiguo ya era obsoleto e insuficiente. Sin embargo, con el paso del tiempo, en Colombia se han venido dando cuenta que algo se hubiera podido hacer con estas rutas férreas y que lo que sucedió fue por las condiciones del momento en las que se buscaba intensamente actualizar la ciudad a nivel de otras importantes urbes del mundo.
Para mostrar el porqué de todo lo que ha sucedido políticamente en la región, Mario cita a Jaime Pérez López que habla de la idea de que Norte de Santander, Santander, Táchira, Mérida y el Zulia constituyeran una república independiente, que posiblemente podría tener la economía más fabulosa de Suramérica, por su fácil salida al lago de Maracaibo. Por esto, es que históricamente Bogotá y Caracas le han tenido miedo a que Cúcuta sea más independiente y no han apoyado directamente proyectos como los del Ferrocarril, que hacían que la ciudad se desarrollara.
La finca de los recuerdos
Su casa, conocida como Calimar, ubicada en Chinacota, guarda una cantidad de recuerdos del Ferrocarril de la ciudad. Un timbre original de una estación, una silla del tren, innumerables documentos con los costos de la construcción de este medio de transporte, títulos de acciones del sistema férreo y algunas medallas de condecoración para trabajadores del tren, adornan los rincones de su posada.
Así como tiene muchos objetos alusivos al ferrocarril, Mario cuenta con una serie de objetos y documentos históricos valiosísimos para la ciudad, y sueña, antes de morirse, con verlos ubicados todos en el mismo lugar, pues está dispuesto a donárselos a la ciudad.
Sueño que nunca se hizo realidad
En 2011, Mario murió y no pudo realizar su deseo de ver todas sus pertenencias en un museo alusivo al Ferrocarril de Cúcuta. Como él lo dijo, muchas veces mientras nos daba la entrevista, el tren de la ciudad murió y nunca tuvo dolientes.
Con el paso de los años, los pocos recuerdos que quedaron del Ferrocarril han ido muriendo y cada vez queda menos memoria histórica de uno de los sistemas férreos más importantes y recordados en el país.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
buenas. una pregunta donde quedo toda esa documentación
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