La Asociación Colombiana de Pequeños Industriales ha
sido un gremio, que en lenguaje técnico, podría denominarse “volátil”; ha
tenido épocas de bonanza y de reconocimiento y otras de bajonazos
impresionantes al punto de quedar prácticamente excluidos de la vida gremial.
Una prueba fehaciente de su errático devenir en la vida nacional es la identificación de las siglas que la reconocen y que ha cambiado, oficialmente o no, pero siempre ha quedado la duda, sobre todo entre los comunicadores y periodistas cuando se trata de mostrar alguna noticia alusiva a sus actividades.
No niego la importancia que ha tenido en la vida nacional desde sus inicios en 1951 tanto a nivel nacional como local, la preocupación radica en la incertidumbre que rodea su gestión pues no se avizora una línea de acción o de estrategia que sea consistente, algo así como una política de largo plazo que le otorgue a sus afiliados unos beneficios duraderos que los consolide como empresarios y que les permita ascender en la escala de sus logros.
Hoy han agrupado, no solo a los pequeños, que era la intención primigenia para colaborar con su fomento y contribuir con su ascenso económico y social, sino que han incluido microempresas y medianas, como si la caracterización, con sus problemas y ventajas fueran iguales para todas. Entre otras y dicho sea de paso, esa es la razón por la que no se ha logrado, en Colombia, darle el impulso necesario a estos sectores para logren su éxito como empresarios, en la escala de valores que se ha logrado en otros países similares al nuestro.
Una prueba fehaciente de su errático devenir en la vida nacional es la identificación de las siglas que la reconocen y que ha cambiado, oficialmente o no, pero siempre ha quedado la duda, sobre todo entre los comunicadores y periodistas cuando se trata de mostrar alguna noticia alusiva a sus actividades.
No niego la importancia que ha tenido en la vida nacional desde sus inicios en 1951 tanto a nivel nacional como local, la preocupación radica en la incertidumbre que rodea su gestión pues no se avizora una línea de acción o de estrategia que sea consistente, algo así como una política de largo plazo que le otorgue a sus afiliados unos beneficios duraderos que los consolide como empresarios y que les permita ascender en la escala de sus logros.
Hoy han agrupado, no solo a los pequeños, que era la intención primigenia para colaborar con su fomento y contribuir con su ascenso económico y social, sino que han incluido microempresas y medianas, como si la caracterización, con sus problemas y ventajas fueran iguales para todas. Entre otras y dicho sea de paso, esa es la razón por la que no se ha logrado, en Colombia, darle el impulso necesario a estos sectores para logren su éxito como empresarios, en la escala de valores que se ha logrado en otros países similares al nuestro.
Pero volvamos al asunto que hemos planteado en el
título de esta crónica. Comenzando el decenio de los cincuenta del siglo
pasado, el gobierno nacional, con el ánimo de promover la pequeña industria
nacional, que por entonces comenzaba a descollar como una de las alternativas
de desarrollo que buscaba que el país se apartara de la dependencia del café
como generador de riqueza y bienestar, además de proveedor de las divisas para
lograr el abastecimiento de los bienes, tanto de consumo como de capital;
impulsó la asociación de este grupo de empresarios y les propuso colaborarles
en los diversos aspectos que requerían para lograr su pleno progreso como
fueron el acceso al crédito, que se hizo a través de líneas de crédito del
recién creado Banco Popular, la revisión de la legislación social que
desfavorecía a las pequeñas empresas, las reformas al sistema tributario y por
último, la representación ante los organismos oficiales que tienen que ver con
el sector.
Comenzando el año 52, en los primeros días de enero,
en el salón de sesiones del Concejo Municipal, después de una serie de
reuniones que habían citado los más interesados en participar de la aventura de
constituirse en gremio organizado, siguiendo el ejemplo que varios años atrás
habían mantenido los comerciantes al proyectar la seccional de Fenalco, se
reunieron los representantes del gobernador Moncada y del alcalde Jordán con
numerosos y distinguidos ciudadanos vinculados a la pequeña industria para
protocolizar la escritura de formalización de la seccional de la Asociación
Colombiana de Pequeños Industriales, Acopi.
Estaban presentes representantes de los sectores de
los talleres metalmecánicos y de fundición, alfareros, tipógrafos, zapateros,
talabarteros, confeccionistas y otros.
Hubo en común, entre todos los asistentes un detalle que debe mencionarse y fue la posibilidad de abrir simultáneamente una sucursal del Banco Popular, propuesta que fue acogida con gran entusiasmo, especialmente por el sector oficial, que veían una alternativa adicional de posibles financiamientos a sus proyectos.
De esa reunión salió la primera junta provisional constituida así, presidente Justo Gómez, quien tenía un taller de fundición que fue muy famoso en la ciudad por ser el principal proveedor de accesorios para las estufas de carbón y leña que eran de uso común en toda la región, secretario general José Arturo Gómez Buitrago y tesorero Samuel Darío Téllez.
Hubo en común, entre todos los asistentes un detalle que debe mencionarse y fue la posibilidad de abrir simultáneamente una sucursal del Banco Popular, propuesta que fue acogida con gran entusiasmo, especialmente por el sector oficial, que veían una alternativa adicional de posibles financiamientos a sus proyectos.
De esa reunión salió la primera junta provisional constituida así, presidente Justo Gómez, quien tenía un taller de fundición que fue muy famoso en la ciudad por ser el principal proveedor de accesorios para las estufas de carbón y leña que eran de uso común en toda la región, secretario general José Arturo Gómez Buitrago y tesorero Samuel Darío Téllez.
Durante esa semana se fueron afinando los detalles
para la asamblea que definiría los estatutos y elegiría la primera junta
directiva. Esa reunión se dio con el aval de la directiva nacional presidida
por el doctor Jorge Reyes Gutiérrez, gerente nacional de Acopi y la presencia
de los directivos Mario Franco Ruiz y Eduardo Suárez Acosta, quienes sirvieron
de testigos de la fundación de la seccional; así que después de los actos
protocolarios, la asociación inició sus actividades con los siguientes dignatarios,
Justo Gómez, Carlos Arturo Torres, Samuel Darío Téllez, Benito Castro y el
doctor Luis Parra Bolívar quien representaba a los tipógrafos y además era la
punta de lanza, para la consecución de los contactos políticos.
La sede original se instaló en la avenida octava número 10-34, en un segundo piso. Allí comenzaron a inscribirse los aspirantes, quienes debían cancelar una cuota de $20 pagaderos en dos contados, el primero en el momento de la inscripción y el segundo, sin un plazo estipulado que se dejaba a voluntad del afiliado, siempre que no se excediera del año.
La sede original se instaló en la avenida octava número 10-34, en un segundo piso. Allí comenzaron a inscribirse los aspirantes, quienes debían cancelar una cuota de $20 pagaderos en dos contados, el primero en el momento de la inscripción y el segundo, sin un plazo estipulado que se dejaba a voluntad del afiliado, siempre que no se excediera del año.
Simultáneamente fueron realizándose los contactos para
la apertura de la sucursal del Banco Popular que fue la primera tarea que se
impusieron los directivos de la seccional.
Para ello, el doctor Suárez Acosta vino comisionado para estudiar las bases con las que se daría inicio a las funciones del banco, comenzando por buscar un local adecuado para ello. Dos fueron las propuestas iniciales, la primera, las oficinas donde venían funcionando las cajas de las Empresas Municipales y que vendrían a ser el aporte del municipio y la segunda, las instalaciones donde funciona el Banco Comercial Antioqueño, que se mudará para ocupar el hermoso edificio que acababan de construir en frente del parque Santander por la avenida sexta.
Mientras tanto, se había producido el relevo del gobernador Moncada y fue nombrado el doctor Oscar Vergel Pacheco, quien le puso su mayor empeño a la gestión, logrando que el gobierno nacional aprobara la apertura de una oficina del banco pero con aportes del departamento y el municipio.
Todo esto se dio una vez se autorizó la participación de los entes territoriales, que aportaron la suma de $360.000 en cuotas de $60.000 cada uno durante tres años.
Mientras tanto, los industriales se estaban beneficiando de un programa que Acopi había logrado convenir con el mismo Banco Popular para financiar la importación de maquinaria que requerían para sus labores manufactureras y que vendría a ser el anticipo de las operaciones bancarias con que iniciaría sus actividades bancarias.
Para ello, el doctor Suárez Acosta vino comisionado para estudiar las bases con las que se daría inicio a las funciones del banco, comenzando por buscar un local adecuado para ello. Dos fueron las propuestas iniciales, la primera, las oficinas donde venían funcionando las cajas de las Empresas Municipales y que vendrían a ser el aporte del municipio y la segunda, las instalaciones donde funciona el Banco Comercial Antioqueño, que se mudará para ocupar el hermoso edificio que acababan de construir en frente del parque Santander por la avenida sexta.
Mientras tanto, se había producido el relevo del gobernador Moncada y fue nombrado el doctor Oscar Vergel Pacheco, quien le puso su mayor empeño a la gestión, logrando que el gobierno nacional aprobara la apertura de una oficina del banco pero con aportes del departamento y el municipio.
Todo esto se dio una vez se autorizó la participación de los entes territoriales, que aportaron la suma de $360.000 en cuotas de $60.000 cada uno durante tres años.
Mientras tanto, los industriales se estaban beneficiando de un programa que Acopi había logrado convenir con el mismo Banco Popular para financiar la importación de maquinaria que requerían para sus labores manufactureras y que vendría a ser el anticipo de las operaciones bancarias con que iniciaría sus actividades bancarias.
Finalmente las gestiones del gobernador Vergel fueron
exitosas y se dieron treinta días después del contacto original con las
directivas del Banco para la creación de la oficina de Cúcuta.
La decisión sobre la escogencia del local donde funcionaría fue unánime y recayó sobre las instalaciones donde funcionó el Banco Comercial Antioqueño que tenía todos los requisitos exigidos para el funcionamiento de una institución de esa categoría.
La decisión sobre la escogencia del local donde funcionaría fue unánime y recayó sobre las instalaciones donde funcionó el Banco Comercial Antioqueño que tenía todos los requisitos exigidos para el funcionamiento de una institución de esa categoría.
El diez de marzo de 1952 se oficializó la creación de
la oficina y los representantes del gobierno central le comunicaron al
gobernador Vergel que vendrían a la inauguración, en fecha que acordarían, el
ministro de hacienda Álvarez Restrepo, el gerente de la Federación Nacional de
Cafeteros Manuel Mejía, el gerente de la Caja Agraria Amaya Ramírez y el
gerente del Instituto de Crédito Territorial, todos ellos accionistas del
banco.
Por problemas de agenda no se pudo definir una fecha exacta así que todo quedó resuelto con la presencia de los principales directivos del banco.
Por problemas de agenda no se pudo definir una fecha exacta así que todo quedó resuelto con la presencia de los principales directivos del banco.
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