Miguel
Palacios
Tradicionalmente los cucuteños dicen cuando se dirigen
a las estaciones de servicio: “Vengo de la bomba o Voy pa’la bomba”, expresiones
ancestrales que han dejado una marca en la historia de la ciudad. Los invitamos
las más importantes de la Cúcuta de antaño.
No se imaginó don Enrique Raffo aquel 19 de agosto de 1912, cuando por primera vez puso a rodar un automóvil, que la comercialización de combustible sería una próspera actividad comercial en la ciudad. Así se evidencio durante las primeras décadas del siglo XX.
Era tan diferente la Cúcuta de mediados del siglo XX, que en la esquina de la avenida 5 con calle 10, en pleno centro de la ciudad, funcionó una bomba de gasolina y lubricantes.
En la esquina de la avenida 2 con calle 10, en frente
por la calle 10 donde está el edificio Ovni, funcionó desde finales de los años
30, la estación de servicio Cúcuta, la primera en ofrecer servicios
"otros“ para el cuidado del vehículo.
El garaje Del Río, en la avenida 5 entre calles 7 y 8, con el transcurrir del tiempo ofreció servicio de gasolina, lubricantes y lo mejor, prontitud y seguridad para el vehículo. La planta física aún se conserva.
La Flota se preciaba de ofrecer el mejor servicio de limosinas entre San Cristóbal-Cúcuta-Pamplona. Los vehículos tenían radio. También comercializó combustibles filtrados y lubricantes. La sede estaba en la calle 10, entre avenidas 5 y 6, frente al parque Santander.
A mediados del siglo XX, la salida para los pueblos de
occidente se hacía por la ruta Belén-Carmen de Tonchalá-San Cayetano. De ahí
que la bomba El Diviso, ubicada entre la intersección del paseo “Jorge Eliécer
Gaitán” con canal Bogotá, tuviera para esa época gran movimiento.
Pasos arriba del mercado de Las Angustias, donde inicia el paseo Jorge Eliécer Gaitán estaba la bomba Magdalena. En la Cúcuta de mediados del siglo XX, el mayor porcentaje de población estaba en ese populoso sector.
La estratégica ubicación de la bomba Miraflores la convirtió en una de las afamadas en la Cúcuta de los 60. La intersección de la calle 11 con lo que los cucuteños llamaron “El Camellón del Cementerio”, fue básico para la popularidad.
La estación de servicio Texaco, en el cruce de3 la avenida primera con el pasaje puente Barco, da la bienvenida a los turistas que por el sur llegan a la ciudad. Aún se conserva.
Otras estaciones de servicio famosas en la Cúcuta de ayer fueron la de La Playa (avenida 2 con calle 16, esquina), Bogotá (canal Bogotá pasos abajos de la Diagonal Santander) y Tibú, en la avenida al aeropuerto (pasos abajos de la terminal de transportes).
Al iniciar la primera década del siglo XXI, las estaciones de servicio que hay en la ciudad se esmeran por ofrecer un moderno y eficiente servicio.
No se imaginó don Enrique Raffo aquel 19 de agosto de 1912, cuando por primera vez puso a rodar un automóvil, que la comercialización de combustible sería una próspera actividad comercial en la ciudad. Así se evidencio durante las primeras décadas del siglo XX.
La Estación Cúcuta del Ferrocarril (donde está la
terminal de transportes) fue el centro de la actividad transportadora de la
época, y por supuesto, en ese lugar se estableció una de las primeras bombas de
la ciudad.
Estación del parque Santander, avenida 5ª con
calle 10
Era tan diferente la Cúcuta de mediados del siglo XX, que en la esquina de la avenida 5 con calle 10, en pleno centro de la ciudad, funcionó una bomba de gasolina y lubricantes.
Bomba de gasolina de Villa del Rosario
Si de curiosidades y anécdotas se trata, imagínense
que al lado del Templo Histórico Villa del Rosario), en el espacio por donde
pasa la autopista internacional,
funcionó una bomba de gasolina.
Garaje del Río
El garaje Del Río, en la avenida 5 entre calles 7 y 8, con el transcurrir del tiempo ofreció servicio de gasolina, lubricantes y lo mejor, prontitud y seguridad para el vehículo. La planta física aún se conserva.
Bomba La Avenida
El garaje La Avenida, de los hermanos García Herreros,
en la esquina de la avenida 5 con calle 16, trajo por primera vez a la ciudad
servicio a domicilio. Llamando al teléfono 238 recogían y entregaban el
vehículo a la hora indicada.
La Flota se preciaba de ofrecer el mejor servicio de limosinas entre San Cristóbal-Cúcuta-Pamplona. Los vehículos tenían radio. También comercializó combustibles filtrados y lubricantes. La sede estaba en la calle 10, entre avenidas 5 y 6, frente al parque Santander.
Pasos arriba del mercado de Las Angustias, donde inicia el paseo Jorge Eliécer Gaitán estaba la bomba Magdalena. En la Cúcuta de mediados del siglo XX, el mayor porcentaje de población estaba en ese populoso sector.
La estratégica ubicación de la bomba Miraflores la convirtió en una de las afamadas en la Cúcuta de los 60. La intersección de la calle 11 con lo que los cucuteños llamaron “El Camellón del Cementerio”, fue básico para la popularidad.
La estación de servicio Texaco, en el cruce de3 la avenida primera con el pasaje puente Barco, da la bienvenida a los turistas que por el sur llegan a la ciudad. Aún se conserva.
Bomba
La Playa
Otras estaciones de servicio famosas en la Cúcuta de ayer fueron la de La Playa (avenida 2 con calle 16, esquina), Bogotá (canal Bogotá pasos abajos de la Diagonal Santander) y Tibú, en la avenida al aeropuerto (pasos abajos de la terminal de transportes).
Al iniciar la primera década del siglo XXI, las estaciones de servicio que hay en la ciudad se esmeran por ofrecer un moderno y eficiente servicio.
No podríamos terminar sin mencionar a don Domingo
Pérez Hernández. En la Cúcuta de mediados del siglo XX, que entre sus múltiples
actividades mercantiles tuvo la de empresario del transporte y próspero
comerciante de combustibles.
Michas de las bombas que
marcaron historia desaparecieron, fueron reemplazadas por las estaciones de
servicios, cosas de la modernidad.
La gestión que ejercen los administradores de las
bombas locales ante el gobierno local para que aumenten los cupos, ha sido
compleja y constante. Por el momento, solo les queda esperar el aumento de los
cupos. Mientras tanto, a Cúcuta diariamente ingresan 26.000 barriles de
combustible ilegal, procedentes del hermano país.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
Carlos Eduardo Orduz
Siendo presidente de Colombia en 1905
Rafael Reyes, la nación le otorgó el contrato de exploración del Catatumbo al
general Virgilio Barco, naciendo así la concesión Barco para la explotación
comercial de fuentes de petróleo y en la refinería de Tibú se surtían de
gasolina las bombas de Cúcuta.
En la avenida 5ª Nº 0-201 de San Luís,
salida para Ureña, estaba la bomba antigua de don Simón Tadeo Gutiérrez, ahora
solo queda la base de cemento como recuerdo. San Luís cuna de la hoy, desde
remotas épocas ya tenía su calle 0 como se observa en la dirección.
En la calle 10 con avenida 2ª quedó la
Bomba Cúcuta en la cual le cambiaban el aceite, engrasaban y lavaban los carros
en forma rápida, efectiva y bajo techo.
La
estación Cúcuta esquina noroccidental de la avenida 2ª con calle 10.
La Bomba Paralene de la calle 5 con avenida
6ª de propiedad de don Nicolás Colmenares, personaje de la ciudad, empresario
público y ciudadano ejemplar. El parque de La Ceiba, Quinta Boch, lleva su
nombre como homenaje.
La bomba de la avenida 5ª con calle 16 del
señor Emiliano Rodríguez, más moderna, ya petrolizaba los motores y el chasis
para evitar la corrosión.
Bomba de López Moros, situada en la vuelta
del Molino (vía a San Rafael por puente Barco), tenía su vivienda adjunta en
forma circular.
Bomba Miraflores en la calle 11 con avenida
13, Bomba Centenario de la calle 4 con avenida 7ª, Bomba La Flota de los
hermanos Ibarra, Bomba Transurbana de la avenida 11 con calles 9 y 10. Allí se
surtían los buses de la empresa del mismo nombre, fundada por Rafael Cárdenas
en 1940, buses con carrocería de madera con techo de lona, el pasaje tenía un
costo de 2 centavos. La primera ruta: San Rafael-Centro- El Salado. La segunda
ruta: Magdalena-Centro-San Luís.
Bomba
Miraflores
Bomba El Diviso y Bomba Magdalena, estaban
en la carretera vieja que conducía al municipio del Zulia, el barrio fue
célebre por ser zona de tolerancia.
Bomba Texaco Nº 1 en San Rafael, su actual
propietario José de Jesús Infante, periodista deportivo.
Bomba Juan Lara, avenida 2ª con calle 16,
su propietario es reconocido por la ciudadanía cucuteña por la atención
eficiente y esmerada que le prodiga a su clientela selecta de Cúcuta.
Bomba Juan Atalaya, Bomba Texaco Nº 3 en
Atalaya, Bomba Rosetal con lavadero de carros anexo, Bomba Bogotá (canal
Bogotá).
A través del tiempo (Daniel Julián Parra)
En 1989, los cucuteños notaban cómo las estaciones de gasolina caían
en picada, el contrabando las empujaba al abismo.
Parecían muertas, o por lo menos, en cuidados intensivos. Hoy, 25
años después, como si salieran bajo pronóstico reservado, recuperaron el
sentido y resurgen. Han aumentado las sucursales y renovaron la tecnología.
En esa transición a la década de los 90, eran pocas las bombas de
gasolina. Las que llegaron, inicialmente estaban respaldadas por las
organizaciones Texaco y Mobil. Se esparcieron a lo ancho y largo de
la ciudad. Al mismo tiempo, Venezuela tenía la moneda local fuerte.
Los pobladores llenaban los vehículos en las estaciones. Los
paseos familiares o pasionales eran habituales en la calurosa región. El sol
siempre se ha caracterizado por abrazar y al mismo tiempo abrasar a los
citadinos.
En aquellos años, el interés por lo que ocurría en la sociedad,
era más común y se sentía el ambiente de solidaridad en el aire. Poco a poco,
los inconvenientes y apuros -que aumentaban en la ciudad- hacían que las
necesidades se saciaran de una u otra manera.
Así llegó el subempleo del ‘pimpinero’, que no era más que aquél
que compraba gasolina económica de contrabando, vendiéndola a un precio más
elevado del que la conseguía y menor al que la ofrecían en las
estaciones de servicio. Con esa manera de operar, se ubicaron en los barrios
sin llamar la atención de la seguridad institucional.
El combustible ilegal provenía de Bucaramanga, recordó Josué
Castillo, mecánico de profesión, de 60 años. “En Villa del Rosario siempre
existieron los ‘pimpineros’, acá nunca pusieron una bomba”.
El pasar de los meses hizo que las bombas perdieran clientela,
mientras los ‘pimpineros’ aumentaban en cantidad y en carisma. La
población llenaba de “sentido común” estas prácticas y aportaba para que
permanecieran ¿de qué manera? El aporte puede ser algo tan sencillo como
aceptar y aprobar estos hechos, o económico como comprarles la gasolina.
Cada estación de servicio recortaba el personal de trabajo. Era
así como por cada tres desempleados, uno entraba en la informalidad. Las
estaciones ‘Mis Amigos’, en la Diagonal Santander; ‘Multillantas’, en la
avenida séptima vía al aeropuerto, y ‘Texaco-1’, en la avenida primera,
aceptaron con valentía el reto de competir contra esta clase emergente de
trabajadores.
Cada año crecía notablemente el trabajo informal, y a su paso
seguía la crisis financiera de las estaciones de servicio. Era limitado el
interés de la gente para revivir lo que en un tiempo fue “el auge de las
estaciones”.
El ahorro de dinero al comprar combustible ilegal se descompensaba
con la llegada de la cuenta alta en lo referente a repuestos y mantenimiento de
los vehículos. La manipulación y el trasporte de gasolina es delicado, pero eso
no importa para los que contrabandean. La gasolina se llena de tierra y le cae
el 60 % de las partículas que contaminan el aire, o la mezclan con agua para
hacerla rendir y ganar más dinero.
Vecindarios enteros entendieron el daño y decidieron comprar
combustible de la manera más sana: en las estaciones de gasolina. En muchos
barrios seguían instalados los ‘pimpineros’ en las esquinas o cerca a las
canchas principales de cada localidad. Pasaron los años y los propietarios de
vehículos tomaron consciencia sobre la importancia de las bombas.
En el sigo XXI, de los 800.000 habitantes de Cúcuta,
aproximadamente 100.000 tienen vehículos que circulan en la ciudad. Esta es una
variable para que se incrementen las estaciones de servicio.
Otra, y tal vez la más importante, es la falta de gasolina al
terminar cada mes. “El cupo por estación en el país es de 12 millones de
galones, acá el cupo es de 3,5 millones de galones. La cantidad restante, la
venden los ‘pimpineros’”, aseguró Oswaldo Palacios, administrador de la
estación ‘El Camionero’, afiliada a Terpel.
En el 2009, el Ministerio de Minas y Energía calculó el ingreso de
3,0 millones de galones por mes a Norte de Santander, provenientes de
Venezuela. No solo el ciudadano del común aprovecha el uso de las estaciones de
servicio, también lo hacen automotores particulares, públicos y afiliados a
empresas.
Son necesarias más estaciones de servicio en la ciudad, o por lo
menos, que aumenten el cupo de gasolina por cada estación. La diferencia con el
resto del país es abismal. Esta variable del contrabando, unida con la del
desempleo son las principales responsables de que el crecimiento económico
departamental esté estancado.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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