lunes, 19 de mayo de 2014

571.- A CUCUTA!! ...Y SIGUEN LLEGANDO


P. Maurizio Pontin, c.s.

 
De los miles de kilómetros de frontera terrestre y marítima que tiene Colombia, sin duda alguna la ciudad de Cúcuta representa el paso más transitado por nacionales y extranjeros: es nuestra frontera más viva. Las ciudades al otro lado de la frontera, San Antonio y Ureña, son la puerta para llegar a San Cristóbal, la capital del Estado Táchira, cuya población está conformada por miles de colombianos y sus descendientes.

Definir a Cúcuta con la terminología social de ¨frontera viva¨ parece casi una ironía: ¿Frontera viva o frontera de muerte? ¿Frontera de paso a la esperanza o punto de decepción?

Durante los años 70 y 80 Cúcuta fue el lugar de recepción de miles de colombianos y otros emigrantes de Suramérica que venían deportados desde Venezuela por encontrarse en forma irregular en ese país.

La Iglesia Católica de Cúcuta enfrentó ese problema creando el Centro de Migraciones, en el barrio Pescadero, como lugar de acogida al que los funcionarios del DAS remitía las personas que la Guardia Nacional venezolana transportaba en autobuses hasta el puente internacional Simón Bolívar.

En esa casa, que ofrecía comida, cama, ropa, agua para una buena ducha, chequeo médico, comunicación con los familiares y asistencia espiritual, ellos podían hospedarse por dos o tres días, hasta encontrar una solución a su situación: regresar a sus hogares o emprender nuevamente el camino hacia Venezuela.

Desde 1968 hasta 1992 pasaron por el Centro 85.085 colombianos (de los cuales el 15% estaba conformado por mujeres) y 4.226 extranjeros.

Se calcula que esta cantidad fue únicamente la tercera parte de los «deportados» por Cúcuta, mientras que otros 12.482 deportados pasaron entre 1982 y 1993 por el Centro Católico de Migraciones de Maicao.

Hoy el Centro de Migraciones se ha transformado en puerto de acogida para algunas personas y familias que llegan a la ciudad en situación de desplazamiento. Por ser un lugar notorio, fácil de localizar, abierto a todos, son pocas las familias que buscan hospedaje allí: la gran mayoría prefiere camuflarse entre los pobladores de los extensos barrios periféricos, crecidos con el tiempo por medio de periódicas invasiones de terrenos baldíos.

Con el pasar de los años se ha venido creando otra Cúcuta en la periferia de ciudad: la Cúcuta de las colinas, la Cúcuta más allá de Atalaya, oculta y silenciosa bajo el verde follaje que esconde los ranchos de madera con sus techos de zinc, habitaciones precarias de familias numerosas, sin servicios de agua y con vías de comunicación polvorientas o que se transforman en lodazales en la época de lluvias.

A esta Cúcuta informal, casi desconocida por la Cúcuta comercial del casco central, que a su vez está afectada por una profunda crisis económica, han llegado por años miles de migrantes regresados de Venezuela no como deportados, sino como desempleados.

A esta Cúcuta se han añadido miles de desplazados, que a diario se encaminan hacia el centro de la otra Cúcuta con la esperanza de conseguir unas horas de trabajo, que les permitan soñar que puede haber un mañana, simplemente un mañana para ellos y sus hijos.

Desde la mirada de la movilidad, Cúcuta se ha transformado en un auténtico lugar de paso: del norte y del occidente llegan las víctimas del desplazamiento del Catatumbo y de la costa Caribe; por el este y el sur salen los que buscan refugio en Venezuela o una luz de esperanza en las ciudades del interior del país.

Y toda ciudad que vive en constante movimiento corre el riesgo de perder su propia identidad: no logra impulsar el arraigo social y cultural y al mismo tiempo está esparciendo por el país y fuera de él miles de desarraigados.

En estas condiciones se dificulta la labor social y pastoral de la Iglesia, de los organismos públicos y de las organizaciones de la sociedad civil para lograr una mejor integración de todos los ciudadanos.

LA PALABRA DEL OBISPO

La Crisis humanitaria de la ciudad la describió, de manera sucinta, Monseñor Oscar Urbina, obispo de Cúcuta, durante la visita de la Misión exploratoria de varios representantes del Sistema de Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales a Cúcuta:

¨La frontera, desde ambas partes, presenta una serie de dificultades que luego se concentran en la ciudad de Cúcuta creando un problema muy serio: el empobrecimiento de personas que tenían posibilidades económicas y fueron despojadas de ellas en el campo y tuvieron que venirse a la ciudad, buscando una utopía que sin embargo no satisfizo aquello que buscaban para sí mismos y para sus hijos. Ellos entonces tuvieron que contentarse con lo poco que pudieron encontrar: un poquito de tierra sin agua, sin energía eléctrica desde donde empezar a imaginar su nueva vida.

Quisiera también aquí abrir un horizonte. A veces, cuando en los foros que se hacen en la ciudad se tratan los problemas de la frontera, inmediatamente se dice que es el Catatumbo, quien nos envía todos estos desplazados. ¡No! El problema es mucho más serio; es toda la frontera, todo el eje fronterizo, inclusive desde la Guajira, pero que se agudiza en el departamento de Norte de Santander y en Arauca. Y esto también de ambas partes de la frontera, porque gran parte de las personas que aquí ya no encuentran la forma de vivir, ahora se están ubicando en Venezuela. Tenemos un grupo grandísimo de colombianos en Ureña, Venezuela, en condiciones casi peores de las que se ven en los asentamientos de la ciudad.

Se trata entonces de un problema macro, que va agrandándose y que baja por esta frontera en gran parte hasta Arauca. Este es como un primer elemento para resaltar.

En un segundo momento también se ven los frutos de la violencia que hemos vivido a partir del año .92, o sea llevamos ya 14 años de violencia muy grande. Esta es la única parte de la nación donde tenemos los cuatros grupos irregulares, además de las fuerzas del Estado, pues están los tres grupos del ELN, EPL y las FARC y todo este grupo inmenso de Autodefensas, que ha llegado a toda esta parte de la frontera, especialmente desde el año 92.

Tenemos también otro problema muy serio: por ser zona de frontera se va tejiendo alrededor de las dos partes, la colombiana y la venezolana, los problemas de impunidad por ejemplo, que hace que la violencia se dispare en unas proporciones mayores que en cualquier otra parte del país.

Hay otros elementos que entran a formar parte de este problema, como el hambre, las familias, los ancianos, la gente que perdió los empleos. La ciudad a perdido la posibilidad de ser una gran ciudad y se convirtió en una ciudad de pequeño mercado, en una ciudad comercial, pero de pequeños comercios; y eso ha estado al vaivén de la fluctuación del valor de la moneda de los dos países.

Cuando la moneda de Venezuela fue fuerte, hasta el año 83, hubo un bum económico, que hizo que la ciudad se desarrollara, que muchísima gente del interior del país se desplazara hasta acá buscando oportunidades. Esto hizo que ahora encontremos un tejido social como una colcha de retazos de personas de diferentes partes del país.

En el año 1983 vino la primera caída del 50% de la moneda venezolana y en 1992 viene una segunda caída, hasta que en el 2002 viene una tercera caída, donde el bolívar venezolano pasa por debajo del peso colombiano.

Esto ha hecho que el comercio no fuera ya una oportunidad de subsistencia: la gente nuestra no estaba preparada para esos momentos de cambios sociológicos y económicos tan profundos.

Otro elemento que se ve fuerte es la violencia. Sin duda que la violencia del año 2002 y 2003, en este año ha disminuido un poquito, pero de todos modos hemos tenido muchos asesinatos; en este período del 2005 ya llevamos casi 700 asesinatos en el área metropolitana, porcentaje que es muy alto para la ciudad que tiene de 900 mil a un millón de habitantes.

Entonces es muy grande todavía la proporción generada por muchos elementos que están en juego, y resumiendo podemos ver que los factores grandes de crisis humanitaria son el hambre y el problema de desempleo.

Que aunque la Iglesia, también ayudada por medio de los programas de capacitación, se encuentra un cuello de botella y es que prepara a las personas y hay mucha gente capacitada y se podría crear micro empresas pero mientras no hablemos de mercadeo es caer otra vez en otra utopía, esta crisis humanitaria toca más esta línea, porque la falta de productividad repercute en la vivienda.

Para finalizar la salud, el presupuesto que el gobierno tiene que aportar para el subsidio de toda esta población que es el 70% que está en estrato 1 y 2 que tiene acceso al Sisben, no lo han pagado; la educación, todavía en el Departamento tenemos casi 40.000 niño y jóvenes que no están en el sistema escolar¨.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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