Maria
Villamizar/Roger Araque
Sale el sol. Como es costumbre en la ciudad de Cúcuta, el calor se
despierta temprano, abraza a la gente y les dice que es hora de iniciar una
nueva jornada laboral. La bulla en las calles no se hace esperar y
empieza la atareada faena.
Los habitantes de la llamada “Perla del Norte” alistan las herramientas que han adecuado para realizar su trabajo y que corresponden a su ingenio, astucia y perspicacia para lo que ellos llaman “el rebusque diario”.
Los habitantes de la llamada “Perla del Norte” alistan las herramientas que han adecuado para realizar su trabajo y que corresponden a su ingenio, astucia y perspicacia para lo que ellos llaman “el rebusque diario”.
Entre esas herramientas se pueden encontrar elementos curiosos tales como
neveras recicladas que se tienden en una base para ser usadas como cavas sobre
los andenes de la ciudad y así mantener las bebidas frías.
Por otro lado sin un rumbo fijo se encuentran las escandalosas minitecas rodantes que generan un enorme ruido a su paso y que van paseándose por las calles de la ciudad vendiendo todo tipo de música.
Para calmar el hambre de los transeúntes que no han desayunado, es muy fácil conseguir a los famosísimos pasteleros quienes salen en sus bici vitrinas muy temprano a la búsqueda de las masas trabajadoras, obreros y estudiantes, para ofrecerles de todo tipo de pasteles. Entre los más buscados están los tradicionales pasteles de garbanzo y las papas rellenas que son acompañadas de limonada ó avena.
Por otro lado sin un rumbo fijo se encuentran las escandalosas minitecas rodantes que generan un enorme ruido a su paso y que van paseándose por las calles de la ciudad vendiendo todo tipo de música.
Para calmar el hambre de los transeúntes que no han desayunado, es muy fácil conseguir a los famosísimos pasteleros quienes salen en sus bici vitrinas muy temprano a la búsqueda de las masas trabajadoras, obreros y estudiantes, para ofrecerles de todo tipo de pasteles. Entre los más buscados están los tradicionales pasteles de garbanzo y las papas rellenas que son acompañadas de limonada ó avena.
Un verdadero espectáculo de gente colorida ocupada en cientos de oficios,
realizados por gente amable y emprendedora, oficios que a veces pasan
inadvertidos por los mismos habitantes de la ciudad, pero que para sus
visitantes son consideradas labores muy curiosas o graciosas, como los
pimpineros o los maneros al lado de la frontera y que son el resultado de la
búsqueda de la satisfacción de la necesidad, en eso que suelen llamar la
cultura popular.
Es así como desde temprano la ciudad se va llenando de vendedores que
invaden los andenes, parques o cualquier rincón por donde hay afluencia de público.
La gente sale a hacer sus “vueltas” cotidianas se pasea por las calles abriéndose paso en el suelo que a veces se satura de tenderetes.
La gente sale a hacer sus “vueltas” cotidianas se pasea por las calles abriéndose paso en el suelo que a veces se satura de tenderetes.
Algunos de estos trabajadores son llamados en el vecino país como
buhoneros, sin embargo, al preguntarles por su oficio se hacen llamar
comerciantes, y lo dicen con orgullo porque se sienten dueños de su propio
negocio.
Por eso al revisar las cifras de instituciones tales como el DANE se
evidencia que los números son muy acordes con la realidad que se presenta en
las calles y que la ciudad se ha ido llenando de vendedores informales o como
diría el historiador cucuteño Silvano
Pavón, se ha llenado de “mercachifles”.
Conforme avanzan las horas comienza a calentar mas el sol, el paisaje
se va convirtiendo en lo que se llamaba un mercado persa donde se consiguen
desde ofertas de descargas eléctricas hasta ofertas de cualquier tipo de
información que se necesite.
En esa mezcla de ruido, mercancía de todas las clases, tipos, colores, tamaños, sabores, miles de stands improvisados pero realizados con mucho ingenio, se encuentran oficios que surgen a través de los años y que resultaron de su estrecha relación con el vecino país, siendo esta la consecuencia de las necesidades y oportunidades, y que se han consolidado para ser parte del paisaje urbano y cultural.
En esa mezcla de ruido, mercancía de todas las clases, tipos, colores, tamaños, sabores, miles de stands improvisados pero realizados con mucho ingenio, se encuentran oficios que surgen a través de los años y que resultaron de su estrecha relación con el vecino país, siendo esta la consecuencia de las necesidades y oportunidades, y que se han consolidado para ser parte del paisaje urbano y cultural.
Wilson Vargas es como ese botón que sirve para la muestra. En sus manos,
las cuales sienten rugosos cuando las extiende para saludar amablemente, se
notan los duros años de trabajo como minero.
Sin embargo, luego de pasar por otros empleos tales como celador u obrero en una ladrillera se cansó de ganarse un sueldo mínimo trabajando 8 o más horas seguidas y por eso sin pensarlo más, tomó la decisión de ser su propio jefe y así formar lo que llama su propia empresa.
Un día se dio cuenta era muy fácil tener un negocio, solo era una cuestión de decisión. Como lo hizo la mayoría de las personas que laboran en este oficio buscó un campito para invadir al lado de alguna vía pública y allí montar su tenderete de venta de gasolina.
Las pimpinas, mangueras y demás elementos para su negocio salían a bajo costo y hasta resultan del mismo reciclaje de potes plásticos de gaseosa y medias veladas o coladores de café usados que sirven de filtro para quitar las impurezas físicas que se pueden mezclar con la gasolina.
Sin embargo, luego de pasar por otros empleos tales como celador u obrero en una ladrillera se cansó de ganarse un sueldo mínimo trabajando 8 o más horas seguidas y por eso sin pensarlo más, tomó la decisión de ser su propio jefe y así formar lo que llama su propia empresa.
Un día se dio cuenta era muy fácil tener un negocio, solo era una cuestión de decisión. Como lo hizo la mayoría de las personas que laboran en este oficio buscó un campito para invadir al lado de alguna vía pública y allí montar su tenderete de venta de gasolina.
Las pimpinas, mangueras y demás elementos para su negocio salían a bajo costo y hasta resultan del mismo reciclaje de potes plásticos de gaseosa y medias veladas o coladores de café usados que sirven de filtro para quitar las impurezas físicas que se pueden mezclar con la gasolina.
Desde hace muchos años Wilson ha trabajado en este oficio, conoció de el
por medio de unos amigos que desempeñaban la misma labor, además del
conocimiento que se encuentra en las calles sobre la llevada y pasa de productos
desde Venezuela. Desde el momento en que pensó montar su empresa, su vida
cambió.
Se le abrieron posibilidades de comenzar este negocio con su hermano y decidió lanzarse de cabeza. El negocio resultó ser rentable y se dio cuenta que las ganancias superaban un salario mínimo. Fue así como adapto hábitos o costumbres como el de dormir en las mañanas y realizar turnos completos de 24 horas.
Ahora almuerza en su puesto con su esposa o hijos quienes le llevan su comida al trabajo. Wilson se siente agradecido con su oficio por el tiempo y las oportunidades que le dado su negocio como lo son poder mantener su casa y sacado a flote a sus hijos para los cuales aspira una vida llena de oportunidades, estas cosas lo hacen sentirse orgulloso de su trabajo.
Se le abrieron posibilidades de comenzar este negocio con su hermano y decidió lanzarse de cabeza. El negocio resultó ser rentable y se dio cuenta que las ganancias superaban un salario mínimo. Fue así como adapto hábitos o costumbres como el de dormir en las mañanas y realizar turnos completos de 24 horas.
Ahora almuerza en su puesto con su esposa o hijos quienes le llevan su comida al trabajo. Wilson se siente agradecido con su oficio por el tiempo y las oportunidades que le dado su negocio como lo son poder mantener su casa y sacado a flote a sus hijos para los cuales aspira una vida llena de oportunidades, estas cosas lo hacen sentirse orgulloso de su trabajo.
Aunque su visión de negocio se consolidó con la formación de este puesto de
venta, dice que no necesita nada más para ser feliz, apoya y defiende su
trabajo y es consciente de las desventajas que trabajar en el sector informal
le trae a su ciudad, pero al contrario de lo que piensan las personas al menos
en lo que se refiere a la venta informal de gasolina, Wilson y los llamados
“pimpineros” o vendedores de pimpinas se encuentran organizados; poseen sus
cooperativas, se encuentran sectorizados con puestos específicos ubicados por
Cúcuta y tiene permisos de ventas mínimas otorgados por la alcaldía.
En cuanto a su visión de la ciudad de Cúcuta, considera que tiene sentido
de pertenecía pues manifiesta que se siente orgulloso de su trabajo y lo
que más le gusta es que es su propio jefe.
Opina que por esa libertad que siente el cucuteño y esa sensación de que puede vender cualquier cosa o vender lo que todo el mundo vende y ganar es que los habitantes prefieren ser comerciantes.
También, dice que a pesar de no haber nacido aquí, se siente más cucuteño que muchos, pues está muy agradecido por las oportunidades que le ha brindado la ciudad para salir adelante. Defiende la ciudad y sus habitantes y cree fielmente en que Cúcuta es una ciudad con muchos campos para explotar.
Opina que por esa libertad que siente el cucuteño y esa sensación de que puede vender cualquier cosa o vender lo que todo el mundo vende y ganar es que los habitantes prefieren ser comerciantes.
También, dice que a pesar de no haber nacido aquí, se siente más cucuteño que muchos, pues está muy agradecido por las oportunidades que le ha brindado la ciudad para salir adelante. Defiende la ciudad y sus habitantes y cree fielmente en que Cúcuta es una ciudad con muchos campos para explotar.
Así que por personas como Wilson quienes a pesar de no laborar en los
trabajos pre-establecidos por las sociedades que se rigen por los parámetros
comunes de cultura, es que esta ciudad es reconocida, gente del común, personas
que se preocupan de llevar el pan diario a su hogar, que no se varan por no
tener estudios, con una imaginación muy amplia, y aun mas importante
agradecidos y consientes de las oportunidades que poseen ante otros, al vivir
en una ciudad de frontera, donde el comercio es más estable.
Son esos cucuteños quienes al llegar la noche, regresan a sus casas
agradeciendo lo que su ciudad les brindo en el día, sin quejas ni reclamos,
llevando en silencio ese agradecimiento profundo pasando de generación en
generación esa enseñanza atípica del rebusque que identifica a nuestros
“mercachifles”, comerciantes que con orgullo defienden su ciudad y a su gente.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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