Mary Stapper
Cúcuta es un
ejemplo de cultura híbrida porque nos llega gente de todo el país y la recibimos
con los brazos abiertos.
Los cucuteños tenemos comportamientos que nos
caracterizan. Hablamos duro, comemos pastel de garbanzo y mute los domingos,
cabrito en salsa, turmada y bebemos agua de panela con limón.
Comemos cortados, arrastrados, dulces de platico y
pocicles con palito y bebemos café Galavís.
Vamos al Corral y McDonald no porque esos negocios nos
den caché, sino porque nosotros los elevamos a ellos. Porque las mejores
hamburquesas las produce el cucuteño JuanK.
En cuanto a restaurantes elegantes, abundan en la
ciudad como Rodizio, Lóndero, El Molinito, Specia, Cocina Antigua y tantos
otros donde se puede comer y muy bien. Son negocios de gente con mucho arraigo
en la ciudad.
Claro que el cucuteño es emprendedor. El único problema
es que algunos, no tienen sentido de asociación, pero si se va a Alejandría, no
encuentra cucuteños sino paisas, vallunos, costeños, bumangueses y bogotanos
entre otros. Esos sí viven del contrabando y no como pudiera alguien sostener,
y con el cual insulta a los verdaderos cucuteños. Aquí hay modernos centros
comerciales como Ventura, Unicentro, el centro comercial a cielo abierto…
No se debe confundir, generalmente los del rebusque no
somos los cucuteños, sino personas de otras partes de Colombia a quienes en Cúcuta
no se les pregunta de dónde vienen, sino que la ciudad les abre sus puertas de
manera espléndida, los arropa con las ramas de los árboles que los protegen del
caliente sol, de las flores que adornan los jardines y les da oportunidades que
en su propia tierra no encuentran. Hasta viviendas gratis les damos en muchos
casos.
Los de Cúcuta, no necesitamos usar marcas de
contrabando porque existen empresas muy serias que importan legalmente sus
mercancías, o que diseñan ropa con su propio registro, (tenemos diseñadores
famosos) participan en macrorruedas de negocios, asisten a eventos importantes
y venden al exterior los productos de calidad que aquí se producen.
Sobre todo las mujeres quienes no se quejan de la mala
situación, como las formadas en el programa Mujeres Ecco y convertidas hoy, en
Corporación UNA, mujeres empresarias, fíjese que no hablo de comerciantes. Esta
alusión es para dar apenas un ejemplo de los tantos buenos que hay.
Tenemos la mejor arcilla y las mejores cementeras del
país. Producimos carbón, construimos los transformadores que le dan energía a
Colombia. Somos tan buenos en Cúcuta, que empresas como Ospinas, Pedro Gómez y
tantos otros, quieren construir en la ciudad.
El cucuteño de clase media va al río Zulia porque ha
sido tradición el comer rampuche y sancocho a la orilla del río, esos que llegan
con Runer y equipos costosos, no son nacidos aquí, sino llegados de otras
regiones de Colombia, atraídos por la magia y el facilismo y la generosidad de
Cúcuta con el resto de colombianos.
Los que hemos vivido aquí, aunque algunos no
nacimos aquí, pero amamos esta tierra como propia, sí conocemos nuestros
parques y peleamos por ellos y ponemos apodos como en el resto de Colombia. Y
nos orientamos a señas, no lo puedo negar, más por costumbre que por
desconocimiento y falta de identidad. ¡No faltaba más!
¿Sabía usted que en Cúcuta funciona una economía de
péndulo que se mueve al vaivén del precio del peso, el dólar y el bolívar?
Cuando el venezolano podía comprar en Cúcuta, llegaba con su fajo de billetes a
comprar los buenos productos que se fabrican en Colombia porque nuestro país
produce es de muy buena calidad.
Claro que el cucuteño va a Venezuela o iba cuando se
podía comprar barato, pero no a contrabandear, sino a ahorrar algunos pesos de
su canasta familiar. Eso no me parece mal. Ahora bien, si habla de los
pimpineros, esos no son de aquí.
No es mentira que tenemos arraigo con Venezuela,
especialmente con la gente del Estado Táchira, porque somos andinos (por la
cordillera de los andes) y nos parecemos y sufrimos cuando algo malo sucede a
uno u otro lado de la frontera, y nos alegramos con los triunfos de todos.
Queremos a quienes, siendo de otras regiones de
Colombia y de otros países, se quedaron en Cúcuta porque se enamoraron de su
gente y sus costumbres.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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