Alvaro Villamizar Suárez
Cuando uno empieza a figurar (y desde hace ya varios años) en la sección de
los periódicos de “Hoy hace cuarenta años” es porque hemos recorrido mucho
trecho en nuestra vida.
En la Opinión en algún día, me veo en una foto con el presidente Rafael
Caldera en una recepción dada en su honor en la Casa de Gobernadores de
San Cristóbal.
Vale la pena recordar ese suceso y sus posteriores consecuencias.
Me desempeñaba entre 1970 y 1971 como Alcalde de Cúcuta, en medio de
difíciles, muy difíciles, condiciones políticas pues el recién creado partido
llamado la Anapo reclamaba haber ganado las elecciones presidenciales para su
candidato el ex dictador general Rojas Pinilla.
La Anapo dominaba las Asambleas departamentales y los Concejos Municipales
de manera abrumadora.
Por ejemplo en el Concejo de Cúcuta la Anapo tenía casi todas las curules,
el liberalismo y el conservatismo eran sumados una minoría.
El Alcalde carecía de control sobre las juntas directivas de los organismos
municipales que se elegían por el
Concejo y que reflejaban la composición del mismo.
Por ello la Anapo nombraba Gerentes de esas entidades como las Empresas
Públicas Municipales, Caja de Previsión, etc., con gran enojo de los dirigentes de los partidos
tradicionales del Frente Nacional que pretendían mantener el manejo de esos
organismos generadores de abundante y jugosa burocracia. Pero esa es otra
historia a la cual volveré a referirme.
Volvamos al presidente Caldera. Se anunciaba la visita oficial del
presidente Caldera a San Cristóbal, en
momentos en los cuales se arreciaba la deportación masiva de
colombianos. Cúcuta era receptora forzada de multitud de deportados y esto
generaba el consecuente malestar en las relaciones binacionales y serios
problemas sociales en nuestra ciudad.
Por ello me sorprendió la visita que me realizó el cónsul de Venezuela, el
inolvidable “Oso abrazador” Alberto López Cárdenas, para hacerme llegar el
mensaje del Presidente Caldera de que deseaba entrevistarse con las autoridades
locales: Gobernador y Alcalde y nos invitaba a la recepción en San Cristóbal.
El Gobernador Hernando Ruan vacilaba si aceptar la invitación pues
consideraba que era necesario consultar
con la cancillería.
Yo decidí ir y logré que a última hora Hernando también fuera.
Como era una invitación social y amistosa, y era conveniente relajar el
ambiente nos hicimos acompañar de nuestras reinas nacional y departamental de
la belleza y de una niña que acababa de
ganar todas las medallas en las competencias suramericanas de natación: Olga
Lucia de Angulo (q.e.p.d.). Nos acompañaron además los comandantes de ejército
y policía y algunos dirigentes cívicos.
El presidente Caldera fue especialmente cordial. Nos encerró en una sala
privada y planteó el delicado tema de las deportaciones de indocumentados.
Se manifestó como un especialista, que lo era, en derecho laboral, y
expresó su preocupación por la falta de empleo en las dos naciones y la
competencia que la mano de obra colombiana le hacía a la venezolana.
Pero expresó que las migraciones ilegales no se podrían contener nunca
mientras existieran diferencias tan grandes en el cambio de moneda y en los
ingresos de los empleados venezolanos que en un alto porcentaje eran empleados
del gobierno.
Los colombianos ocupaban las posiciones que el venezolano desechaba para
irse a “trabajar” en el sector estatal.
Caldera expresó que la solución que el daba era la de “generar una muralla
de desarrollo armónico en la frontera” de manera que tanto los colombianos,
como los venezolanos encontraran en esa zona llamémosla binacional, abundantes
fuentes de trabajo, y que para ello era necesaria la implementación conjunta de
políticas estatales que crearan estímulos para el establecimiento de empresas a
lado y lado del rio Táchira o de las otras zonas de frontera.
Esa política de estímulos al desarrollo empresarial binacional conjunto,
según Caldera debía obedecer a esfuerzos conjuntos de los respectivos gobiernos
en sus ordenes Nacional, Departamental o Estatal en Venezuela y Municipal.
La idea del presidente Caldera además de práctica era brillante y se
adecuaba a las recomendaciones siempre desatendidas de la famosa misión Currie
sobre desarrollo armónico fronterizo.
Nos comprometimos Ruan y yo, a trabajar en ese sentido.
Caldera me dijo que empezáramos ya y que me invitaba a visitar dos ciudades
en donde se había planificado su desarrollo encaminado a generar empresa y por
consiguiente trabajo: Valencia y Ciudad Guayana (Puerto Ordaz).
Y la invitación se concretó. La casa presidencial me organizó una gira para
visitar Valencia, en donde el Concejo Municipal me dedicó un día completo a oír
exposiciones sobre planificación y desarrollo municipal, incentivos para la
instalación de empresas, turismo, etc.
Y en Ciudad Guayana (Puerto Ordaz), el tema era el de conocer como se
planificó la fundación de una ciudad encaminada a atraer inversionistas,
profesionales y mano de obra calificada para trabajar en las enormes riquezas
de esa región: siderúrgica, aluminio, energía hidráulica, turismo, y diamantes,
pues la naturaleza fue pródiga con esa región.
Pero al mismo tiempo no existía desarrollo agrario ni ganadero, todo debía
llegar de las otras zonas del país.
La ciudad presentaba inmensas calles dotadas de todo, menos de casas y
habitantes. Pero con las medidas de fomento se esperaba que pronto la ciudad
fuera ocupada. Y así fue
.
La prensa venezolana destacó especialmente esta visita.
A mi regreso a la ciudad, me dediqué
a tratar de implementar medidas similares a las de Valencia y dentro de
circunstancia diferentes las de Ciudad Guayana.
El Concejo Municipal, pese a su mayoría absoluta integrado por concejales
de la oposición, fue generoso y otorgó facultades extraordinarias que permitieron
dictar por decreto el estatuto de planificación y el de valorización.
Lo lamentable es que la falta de continuidad en las políticas
gubernamentales municipales impidió que se cumplieran los planes y estrategias.
El que sucede a un funcionario, borra de un plumazo los planes que deja el
anterior. Y eso fue lo que sucedió.
Hoy en día la tesis del presidente Caldera sigue plenamente vigente:
“generar una muralla de desarrollo armónico en la frontera”.
Pero esta es una política que no debe ser bandera de un gobierno que pasa y
que el que lo sucede pueda continuar o no,
sino una política de estado, que se cumpla bajo cualquier gobernante sea
presidente, gobernador o alcalde.
Tal vez, varios años después, el presidente Barco se enteró de estas preocupaciones
y me honró designándome como Comisionado Presidencial en la inicialmente
llamada Comisión de Vecindad y luego Comisión de Integración Colombo Venezolana
en la cual me ratificaron los siguientes presidentes, pero que lamentablemente
se extinguió por las dificultades con el comandante Chávez.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.