Jorge
Meléndez Sánchez
Debo advertir que en este funeral están presentes las
autoridades al lado del señor Obispo y unos sacerdotes.
Inicio este relato destacando el cuadro que presenta
la Catedral de Cúcuta, centro del urbanismo de la parroquia erigida en 1733…
En las naves alcanzo a detallar el Colegio Andrés
Bello, donde soy alumno, curioso, vestido de uniforme de paño negro y con
corbatín y las jóvenes del Colegio Santo Ángel. No distingo más porque la ciudadanía
con su anonimato de tumulto impide la visibilidad y contribuye al sofoco.
En el centro está el féretro rodeado de coronas. El
gobernador Eduardo Cote Lamus no sólo se destacaba por ser un intelectual de
corte parisino, tal como lo clasificaban amigos, sino por haber escrito Estoraques,
catalogado como el mejor poema del siglo XX en Colombia.
El porte y el estilo lo hacían parecer a un culto y
típico cachaco capitalino asimilable a José Asunción Silva; los más orgullosos
amigos del difunto advertían que no se debía ir tan lejos para compararlo pues
bastaba echar una mirada por Nueva Pamplona donde los personajes usaban vestido
de paño con chaleco y todo.
¿Por qué tantas consideraciones con el difunto? No
porque todo difunto sea bueno, la imagen del Gobernador era altamente positiva
en medio de una ciudad favorecida por la vecindad de un país con economía
holgada.
Los petrodólares invitaban a ver con sorpresa la
comparación con Norteamérica y la existencia de un vecino humilde que somos
nosotros. La condición de país reserva con la cual nos conformamos hace ver el
café dependiendo de los paladares ajenos.
El comercio de Cúcuta, sus devociones de tenderos y la
desordenada visita de los compradores vecinos hacían el contraste, pues frente
a la clasificación fenicia teníamos un gobernante de talla intelectual, con la
elegancia del humanista.
Los años sesenta fueron parte del contraste. Una
inusitada actividad cultural invitó a todos los sectores sociales a participar.
Se trataba de un logro de la política de convivencia inaugurada por el Frente
Nacional e inquietada por los ruidos de la Revolución cubana.
La Escuela de Bellas Artes y sobre todo los grupos de
teatro y música daban vida inusual a la Torre del Reloj, donde se distribuían
como personas de alta sapiencia porque leían con interés autores de últimas
tendencias en novela, poesía, teatro y pintura; ya sabían que un joven llamado
García Márquez era el autor de una interesante novela titulada El coronel no
tiene quien le escriba, y que por ahí estaba Álvaro Mutis y un chapetón
llamado José Caballero Bonald y desde luego sabían de la crítica de Marta
Traba; también tenían fresca la memoria de Jorge Gaitán Durán quien les
facilitaba la revista Mito y les hablaba de Sartre y Camus, de todo lo que
frecuentaba en París.
En el grupo de teatro Paco Barrero hablan de
Stanislavski con admiración de alumno y de Bertold Brecht como hombre de
compromiso. La Torre del Reloj era La Meca laica, la sede de todo el que se
consideraba aspirante a intelectual. El contraste era mayor si se tenía en
cuenta que el difunto Gobernador era el patrono de los grupos culturales.
Su talante personal tenía en la bohemia el campo
abierto al diálogo y más que todo una didáctica para divulgar las novedades de
la cultura europea. Cote Lamus había formado parte del cuerpo diplomático en
Alemania y en Italia acompañando a su paisano Gustavo Wilches Bautista.
Encontraba en los años de la postguerra europea el ambiente de renacimiento y
la respuesta de filosofías ancladas en los interrogantes sobre la existencia.
Por estas y muchas razones ejercía una especie de
mecenazgo espiritual, garante de un nivel intelectual en las tertulias y de
motivación para bucear en las pocas bibliotecas públicas y privadas con la
curiosidad por las respuestas universales.
Allegados al Gobernador ingresaban silenciosos: Miguel
Méndez Camacho y David Bonells Rovira ha-cían guardia de honor por ser buenos
alumnos del poeta; los directores de teatro Paco Barrero y Germán Moure miraban
el féretro con tristeza… (Paco ganó un Premio Nacional en Cali y Germán había
recibido la sugerencia de incluir El Retablo de las Maravillas; los dos
habían escuchado opiniones respetables del poeta).
‘Beto’ Rodríguez fue a la Iglesia corriendo el riesgo
de que el padre Jordán lo sacara a la fuerza por su reconocida irreverencia con
el párroco y ser divulgador de los poetas malditos. El otro Rodríguez había
viajado a Medellín como locutor y promotor de artistas; Carlos Duplat, también
había abandonado la ciudad pero era miembro de estos grupos cucuteños; en
pintura ya desde Pamplona se hablaba con juicio triunfal y en Cúcuta el maestro
Paz hacía parte de las tertulias; la pareja mejor asociada al estilo de Sartre
y su Madame era la de Carlos Perozzo y Margalida Castro.
Confieso que la dulce voz de Teresa Stapper me resulta
inolvidable en el teatro. Fue un semillero de artistas y literatos; algo así
como una generación de ilustres actores de primera.
Resaltado el ambiente y reconocido el Gobernador, de
quien mejor debiera hablar es del Maestro en la prensa regional: Cicerón Flórez
Moya ya está empotrado en la vida cotidiana. Llegó un día acompañando a María
Elena Jiménez de Crovo y al poeta chileno Andrés Crovo Amón, su esposo,
hablando de una vecindad ideológica con el MRL (Movimiento Revolucionario
Liberal); llegó y se quedó. Al fundarse La Opinión, el doctor Eustorgio
Colmenares B. le encarga la Jefatura de Redacción.
La historia bipartidista del Departamento se
caracterizó por la violencia; estamos anotando los crueles momentos que
vivieron las familias en los municipios ubicados entre los ríos Zulia y
Sardinata.
Tenemos que hablar de la violencia porque los años del
Frente Nacional, frente a la condición de pecadores arrepentidos optaron por la
decisión de acordar gobiernos.
El nombre de Jacinto Rómulo Villamizar Betancourt
aparecía como tema de polarización doctrinaria y como allegado del padre Daniel
Jordán. Había nacido en Cúcuta y estudió en el Seminario de Pamplona con Jorge
Gaitán Durán; el origen social de los dos era bien notorio, pues Gaitán venía
de un hogar socialmente destacado, y Jacinto, del humilde hogar de un maestro
de albañilería, cuyo mayor mérito lo tenía en la participación como soldado en
la Guerra de los Mil Días.
Gaitán pronto viajó a París y de su compañero sólo
queda la correspondencia. Jacinto estudió en la Universidad Nacional de Bogotá
y se recibió de abogado. Con un estilo quisquilloso apareció en el mo-mento de
tránsito del régimen liberal al conservador; dominado por los ímpetus juveniles
creó su tribuna periodística con “El Conservador” y, para colmo, buscó
amistades en los pueblos de Arboledas, Salazar, Gramalote y otros para
convertirlos en corresponsales y con ellos montó la campaña conocida como la
revancha; apenas empezaba la violencia en el país.
El senador Lucio Pabón Núñez se alarmó con la consigna
y como Jefe por los lados de Ocaña y político representante del Departamento
pidió censurar a Jacinto provocando una enemistad de toda la vida; para calmar
los ímpetus la Contraloría del Departamento era buen remedio y allí se calmó la
primera tempestad entre los dos.
Cote Lamus era ajeno a cualquier responsabilidad y más
bien como poeta se mostró enemigo de aquellos eventos. Su primera juventud
estuvo en el mundo diplomático y supo aprovechar esa oportunidad para
proyectarse en la literatura; además en sus viajes conoció a Alicia Baraibar,
la com-pañera española que completó su base vital.
Al restablecerse en el país buscó los primeros pinos
en la actividad política. Un acontecimiento conmovedor en la vida nacional fue
la muerte del dirigente conservador Gilberto Alzate Avendaño. Su muerte se
produjo por la intemperancia en los disfrutes alimenticios pues antes de una
reunión política se dedicó a disfrutar platos de ostras que terminaron minando
su capacidad gástrica y dieron paso a la peritonitis.
Ya convaleciente recibió la visita del dirigente
liberal Carlos Lleras Restrepo a quien le manifestó con toda su grandeza: “Soy
un barco que se hunde con las luces encendidas”. La visita de Lleras resaltó al
político de la derecha de otros tiempos y al agonizante demócrata cristiano.
El joven dirigente conservador Cote Lamus fue el
encargado del discurso central en las exequias de Alzate. Un perfil de
intelectual puro y una voz de las nuevas generaciones conservadoras destacaron
a quien despedía al noble capitán.
A partir de ese momento el presidente Guillermo León
Valencia consideró que debía nombrar al brillante joven en la Gobernación del
Departamento. Esto significaba que por fin encontraban los conservadores
enemigos de Lucio Pabón Núñez al candidato que desafiara en igualdad de
condiciones.
El Diario de la Frontera convertido en tribuna del
Pabonismo desde su fundación salió ese día en edición extraordinaria dando
cuenta del lamentable episodio que en La Garita y en la madrugada, en un
extraño desliz del auto llevó la humanidad del gobernador Eduardo Cote Lamus al
camino del recuerdo; algunos voceadores del Diario fueron asaltados por
personas que no por lectoras tenían su juicio contra la prensa que manejaba
algo de oposición al Gobernador sino por expresar la admi-ración al difunto
y atribuir a la oposicion pecados definitivos.
El intelectual reconocido, el poeta de tono mayor y el
dirigente político había despertado muchas expectativas en diferentes sectores
del Departamento. La muerte inesperada daba por finiquitado el proyecto de
relevo en un campo que no era el de la lucha.
En la misa de cuerpo presente el discurso de fondo fue
encargado al padre Daniel Jordán por la cercana amistad con el difunto. El
señor Obispo no vio inconvenientes. El sacerdote subió al púlpito y parecía
estar recuperado del impacto al mirar a todos los asistentes. “Presento a
Ustedes a un gran ciudadano”.
La voz grave del orador parecía revivir los tiempos de
su juventud cuando parecía un envalentonado de la política conservadora. Los
elogios y la mención al ejemplo de su vida copaban el ambiente. Hasta los
integrantes de los grupos artísticos poco afectos al mismo sacerdote se
sintieron bien interpretados.
Había una mirada respetuosa a sus palabras. La fama de
orador tremendista cedía ante el luto de quienes respetaban y acataban al
Gobernador. La pronunciación del nombre de Eduardo Cote Lamus se hizo énfasis
parecido al del Parlamento. El poeta estaría feliz de su fans.
Los actos fúnebres resultaban rutinarios y muchos emprendieron
el viaje a Pamplona donde se daría el adiós final.
Allí fue otro sacerdote el orador. Rafael Faría era un
reconocido educador a quien se le reconocían méritos por haber adaptado algunos
libros de Regis de Jolivet a la enseñanza de la religión en los colegios de bachillerato.
La adaptación había servido para enriquecer los argumentos
religiosos católicos y para dar una guía a quienes debían enfrentarse a enseñar
religión muchas veces sin conocerla; los rezos ya o bastaban para argumentar la
teología.
Para este sacerdote en su discurso en el cementerio de
Pamplona el gobernador era el ejemplo del buen pamplonés que le había respaldado
el proyecto de universidad y le había dado los recursos básicos.
La Ciudad Mitrada seguía en el primer PUESTO de las
instituciones educativas del departamento. El gobernador fue acompañado con la admiración
y la tristeza.
El vacío en la Torre del Reloj era más que un simple
relevo político; podría decirse que su presencia allí fue un estímulo a quienes
se asomaban al mundo del teatro y de la pintura.
Amigos, estuve presente en el velorio del poeta Eduardo Cote Lamus,el 4 de agosto de 1964,en Pamplona. Por encargo del periodista Don Marco A.Morales, fundador director del Diario El Centinela, con sede en San Cristòbal, escribì una amplia reseña del funeral del insigne poeta cucuteño,que nos dejò a temprana edad..Lo voy a buscar en la hemeroteca Pedro Pablo Peredes, para reproducirlo,pues se trata de un documento històrico de este lamentable sucesos que llenò de luto y consternaciòn al pueblo colombiano y a sus vecinos los venezolanos que admiramos la hermosa poesìa del poeta inmortal,Eduardo Cote Lamus...
ResponderEliminarEste comentario no es de Daniela, mi hija,soy el poeta Rubèn Darìo Becerra Roa, quien estuvo presente en el velorio del poeta Eduardo Cote Lamus,por cierto gran amigo del poeta Gaitàn Duràn, nativo de Pamplona, quien tambièn falleciò en un accidente de aviaciòn...
ResponderEliminarA ver si nos ponemos de acuerdo para entregar a Crònicas de Cùcuta, una copia de la reseña de una pàgina completa dedicada al funeral del poeta Cote Lamus. Mi telef.04165538960.Rubèn Darìo
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