martes, 9 de diciembre de 2014

678.- EN EL FUNERAL DE EDUARDO COTE LAMUS



Jorge Meléndez Sánchez


Debo advertir que en este funeral están presentes las autoridades al lado del señor Obispo y unos sacerdotes.

Inicio este relato destacando el cuadro que presenta la Catedral de Cúcuta, centro del urbanismo de la parroquia erigida en 1733…

En las naves alcanzo a detallar el Colegio Andrés Bello, donde soy alumno, curioso, vestido de uniforme de paño negro y con corbatín y las jóvenes del Colegio Santo Ángel. No distingo más porque la ciudadanía con su anonimato de tumulto impide la visibilidad y contribuye al sofoco.

En el centro está el féretro rodeado de coronas. El gobernador Eduardo Cote Lamus no sólo se destacaba por ser un intelectual de corte parisino, tal como lo clasificaban amigos, sino por haber escrito Estoraques, catalogado como el mejor poema del siglo XX en Colombia.

El porte y el estilo lo hacían parecer a un culto y típico cachaco capitalino asimilable a José Asunción Silva; los más orgullosos amigos del difunto advertían que no se debía ir tan lejos para compararlo pues bastaba echar una mirada por Nueva Pamplona donde los personajes usaban vestido de paño con chaleco y todo.

¿Por qué tantas consideraciones con el difunto? No porque todo difunto sea bueno, la imagen del Gobernador era altamente positiva en medio de una ciudad favorecida por la vecindad de un país con economía holgada.

Los petrodólares invitaban a ver con sorpresa la comparación con Norteamérica y la existencia de un vecino humilde que somos nosotros. La condición de país reserva con la cual nos conformamos hace ver el café dependiendo de los paladares ajenos.

El comercio de Cúcuta, sus devociones de tenderos y la desordenada visita de los compradores vecinos hacían el contraste, pues frente a la clasificación fenicia teníamos un gobernante de talla intelectual, con la elegancia del humanista.

Los años sesenta fueron parte del contraste. Una inusitada actividad cultural invitó a todos los sectores sociales a participar. Se trataba de un logro de la política de convivencia inaugurada por el Frente Nacional e inquietada por los ruidos de la Revolución cubana.

La Escuela de Bellas Artes y sobre todo los grupos de teatro y música daban vida inusual a la Torre del Reloj, donde se distribuían como personas de alta sapiencia porque leían con interés autores de últimas tendencias en novela, poesía, teatro y pintura; ya sabían que un joven llamado García Márquez era el autor de una interesante novela titulada El coronel no tiene quien le escriba, y que por ahí estaba Álvaro Mutis y un chapetón llamado José Caballero Bonald y desde luego sabían de la crítica de Marta Traba; también tenían fresca la memoria de Jorge Gaitán Durán quien les facilitaba la revista Mito y les hablaba de Sartre y Camus, de todo lo que frecuentaba en París.

En el grupo de teatro Paco Barrero hablan de Stanislavski con admiración de alumno y de Bertold Brecht como hombre de compromiso. La Torre del Reloj era La Meca laica, la sede de todo el que se consideraba aspirante a intelectual. El contraste era mayor si se tenía en cuenta que el difunto Gobernador era el patrono de los grupos culturales.

Su talante personal tenía en la bohemia el campo abierto al diálogo y más que todo una didáctica para divulgar las novedades de la cultura europea. Cote Lamus había formado parte del cuerpo diplomático en Alemania y en Italia acompañando a su paisano Gustavo Wilches Bautista. Encontraba en los años de la postguerra europea el ambiente de renacimiento y la respuesta de filosofías ancladas en los interrogantes sobre la existencia.

Por estas y muchas razones ejercía una especie de mecenazgo espiritual, garante de un nivel intelectual en las tertulias y de motivación para bucear en las pocas bibliotecas públicas y privadas con la curiosidad por las respuestas universales.

Allegados al Gobernador ingresaban silenciosos: Miguel Méndez Camacho y David Bonells Rovira ha-cían guardia de honor por ser buenos alumnos del poeta; los directores de teatro Paco Barrero y Germán Moure miraban el féretro con tristeza… (Paco ganó un Premio Nacional en Cali y Germán había recibido la sugerencia de incluir El Retablo de las Maravillas; los dos habían escuchado opiniones respetables del poeta).

‘Beto’ Rodríguez fue a la Iglesia corriendo el riesgo de que el padre Jordán lo sacara a la fuerza por su reconocida irreverencia con el párroco y ser divulgador de los poetas malditos. El otro Rodríguez había viajado a Medellín como locutor y promotor de artistas; Carlos Duplat, también había abandonado la ciudad pero era miembro de estos grupos cucuteños; en pintura ya desde Pamplona se hablaba con juicio triunfal y en Cúcuta el maestro Paz hacía parte de las tertulias; la pareja mejor asociada al estilo de Sartre y su Madame era la de Carlos Perozzo y Margalida Castro.

Confieso que la dulce voz de Teresa Stapper me resulta inolvidable en el teatro. Fue un semillero de artistas y literatos; algo así como una generación de ilustres actores de primera.

Resaltado el ambiente y reconocido el Gobernador, de quien mejor debiera hablar es del Maestro en la prensa regional: Cicerón Flórez Moya ya está empotrado en la vida cotidiana. Llegó un día acompañando a María Elena Jiménez de Crovo y al poeta chileno Andrés Crovo Amón, su esposo, hablando de una vecindad ideológica con el MRL (Movimiento Revolucionario Liberal); llegó y se quedó. Al fundarse La Opinión, el doctor Eustorgio Colmenares B. le encarga la Jefatura de Redacción.

La historia bipartidista del Departamento se caracterizó por la violencia; estamos anotando los crueles momentos que vivieron las familias en los municipios ubicados entre los ríos Zulia y Sardinata.

Tenemos que hablar de la violencia porque los años del Frente Nacional, frente a la condición de pecadores arrepentidos optaron por la decisión de acordar gobiernos.

El nombre de Jacinto Rómulo Villamizar Betancourt aparecía como tema de polarización doctrinaria y como allegado del padre Daniel Jordán. Había nacido en Cúcuta y estudió en el Seminario de Pamplona con Jorge Gaitán Durán; el origen social de los dos era bien notorio, pues Gaitán venía de un hogar socialmente destacado, y Jacinto, del humilde hogar de un maestro de albañilería, cuyo mayor mérito lo tenía en la participación como soldado en la Guerra de los Mil Días.

Gaitán pronto viajó a París y de su compañero sólo queda la correspondencia. Jacinto estudió en la Universidad Nacional de Bogotá y se recibió de abogado. Con un estilo quisquilloso apareció en el mo-mento de tránsito del régimen liberal al conservador; dominado por los ímpetus juveniles creó su tribuna periodística con “El Conservador” y, para colmo, buscó amistades en los pueblos de Arboledas, Salazar, Gramalote y otros para convertirlos en corresponsales y con ellos montó la campaña conocida como la revancha; apenas empezaba la violencia en el país.

El senador Lucio Pabón Núñez se alarmó con la consigna y como Jefe por los lados de Ocaña y político representante del Departamento pidió censurar a Jacinto provocando una enemistad de toda la vida; para calmar los ímpetus la Contraloría del Departamento era buen remedio y allí se calmó la primera tempestad entre los dos.

Cote Lamus era ajeno a cualquier responsabilidad y más bien como poeta se mostró enemigo de aquellos eventos. Su primera juventud estuvo en el mundo diplomático y supo aprovechar esa oportunidad para proyectarse en la literatura; además en sus viajes conoció a Alicia Baraibar, la com-pañera española que completó su base vital.

Al restablecerse en el país buscó los primeros pinos en la actividad política. Un acontecimiento conmovedor en la vida nacional fue la muerte del dirigente conservador Gilberto Alzate Avendaño. Su muerte se produjo por la intemperancia en los disfrutes alimenticios pues antes de una reunión política se dedicó a disfrutar platos de ostras que terminaron minando su capacidad gástrica y dieron paso a la peritonitis.

Ya convaleciente recibió la visita del dirigente liberal Carlos Lleras Restrepo a quien le manifestó con toda su grandeza: “Soy un barco que se hunde con las luces encendidas”. La visita de Lleras resaltó al político de la derecha de otros tiempos y al agonizante demócrata cristiano.

El joven dirigente conservador Cote Lamus fue el encargado del discurso central en las exequias de Alzate. Un perfil de intelectual puro y una voz de las nuevas generaciones conservadoras destacaron a quien despedía al noble capitán.

A partir de ese momento el presidente Guillermo León Valencia consideró que debía nombrar al brillante joven en la Gobernación del Departamento. Esto significaba que por fin encontraban los conservadores enemigos de Lucio Pabón Núñez al candidato que desafiara en igualdad de condiciones.

El Diario de la Frontera convertido en tribuna del Pabonismo desde su fundación salió ese día en edición extraordinaria dando cuenta del lamentable episodio que en La Garita y en la madrugada, en un extraño desliz del auto llevó la humanidad del gobernador Eduardo Cote Lamus al camino del recuerdo; algunos voceadores del Diario fueron asaltados por personas que no por lectoras tenían su juicio contra la prensa que manejaba algo de oposición al Gobernador sino por expresar la admi-ración al difunto y atribuir a la oposicion pecados definitivos.

El intelectual reconocido, el poeta de tono mayor y el dirigente político había despertado muchas expectativas en diferentes sectores del Departamento. La muerte inesperada daba por finiquitado el proyecto de relevo en un campo que no era el de la lucha.

En la misa de cuerpo presente el discurso de fondo fue encargado al padre Daniel Jordán por la cercana amistad con el difunto. El señor Obispo no vio inconvenientes. El sacerdote subió al púlpito y parecía estar recuperado del impacto al mirar a todos los asistentes. “Presento a Ustedes a un gran ciudadano”.

La voz grave del orador parecía revivir los tiempos de su juventud cuando parecía un envalentonado de la política conservadora. Los elogios y la mención al ejemplo de su vida copaban el ambiente. Hasta los integrantes de los grupos artísticos poco afectos al mismo sacerdote se sintieron bien interpretados.

Había una mirada respetuosa a sus palabras. La fama de orador tremendista cedía ante el luto de quienes respetaban y acataban al Gobernador. La pronunciación del nombre de Eduardo Cote Lamus se hizo énfasis parecido al del Parlamento. El poeta estaría feliz de su fans.

Los actos fúnebres resultaban rutinarios y muchos emprendieron el viaje a Pamplona donde se daría el adiós final.

Allí fue otro sacerdote el orador. Rafael Faría era un reconocido educador a quien se le reconocían méritos por haber adaptado algunos libros de Regis de Jolivet a la enseñanza de la religión en los colegios de bachillerato.

La adaptación había servido para enriquecer los argumentos religiosos católicos y para dar una guía a quienes debían enfrentarse a enseñar religión muchas veces sin conocerla; los rezos ya o bastaban para argumentar la teología.

Para este sacerdote en su discurso en el cementerio de Pamplona el gobernador era el ejemplo del buen pamplonés que le había respaldado el proyecto de universidad y le había dado los recursos básicos.

La Ciudad Mitrada seguía en el primer PUESTO de las instituciones educativas del departamento. El gobernador fue acompañado con la admiración y la tristeza.

El vacío en la Torre del Reloj era más que un simple relevo político; podría decirse que su presencia allí fue un estímulo a quienes se asomaban al mundo del teatro y de la pintura.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

3 comentarios:

  1. Amigos, estuve presente en el velorio del poeta Eduardo Cote Lamus,el 4 de agosto de 1964,en Pamplona. Por encargo del periodista Don Marco A.Morales, fundador director del Diario El Centinela, con sede en San Cristòbal, escribì una amplia reseña del funeral del insigne poeta cucuteño,que nos dejò a temprana edad..Lo voy a buscar en la hemeroteca Pedro Pablo Peredes, para reproducirlo,pues se trata de un documento històrico de este lamentable sucesos que llenò de luto y consternaciòn al pueblo colombiano y a sus vecinos los venezolanos que admiramos la hermosa poesìa del poeta inmortal,Eduardo Cote Lamus...

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  2. Este comentario no es de Daniela, mi hija,soy el poeta Rubèn Darìo Becerra Roa, quien estuvo presente en el velorio del poeta Eduardo Cote Lamus,por cierto gran amigo del poeta Gaitàn Duràn, nativo de Pamplona, quien tambièn falleciò en un accidente de aviaciòn...

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  3. A ver si nos ponemos de acuerdo para entregar a Crònicas de Cùcuta, una copia de la reseña de una pàgina completa dedicada al funeral del poeta Cote Lamus. Mi telef.04165538960.Rubèn Darìo

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