lunes, 2 de marzo de 2015

722.- BACHILLERATO EN CUCUTA, 1954-56




Carlos L. Vera Cristo


Leer la crónica sobre el maestro Pablo Tarazona Prada y recordar la imagen altiva, elegante y bondadosa, genotípicamente castellano-americana y fenotípicamente oscura, ejecutiva y modesta, de un hombre que en cada uno de sus pasos irradiaba estética, sabiduría y sensibilidad, inevitablemente me llevó a disfrutar de nuevo los tres últimos años de bachillerato en el Sagrado Corazón. Porque él fue uno de los iconos departamentales que los hizo inolvidables.

Razones de viaje y descuadre de fechas, hicieron pensar al rector Rodulfo Eloy (después hermano Ramiro Pinzón Martínez) que era más conveniente que reiniciara estudios con el grupo que venía un año detrás cuando me fui, así que cambié a Orlando Vargas, Pedro Luis García, Rosario Rivera y demás admirados amigos por Juvenal Granados, Eduardo Gamboa, Rafael Solano, Rafael Galvis y otros 33 entre los cuales estaban Joaquín Funk y la estrella basketbolista Juan de Dios Joves, después profesor de medicina en Manizales.

A otros igualmente admirados, el tiempo y el espacio solo permiten rememorarlos en grupo.

No me cayó  mal el cambio, porque yo soñaba con ser el mejor bachiller y no creo que Orlando Vargas me lo hubiera permitido.

Que Juvenal Granados de todas maneras me hizo pasar las duras y las maduras para lograrlo y sería un competidor tan duro como noble es también un recuerdo gratísimo.

Allí además reencontré, para mi gran fortuna, a Virgilio Durán, que se había atrasado motivo a enfermedad.

En el año inmediatamente posterior  estaban próceres como Ciro Jurado y Eugenio Wittenzellner  y en el siguiente Alvaro Enrique Alvarez, entre muchos igualmente destacables.

Los hermanos Díaz, Alfredo y Carlos, lideraban el invencible equipo de basket Guasimales, que evitó permanentemente  que La Salle, como llamábamos el del Sagrado Corazón, quedara campeón.
 
Ello nos enfurecía porque los hermanos Díaz habían sido parte de nuestro colegio en otras épocas (¿Han notado, a propósito, el increíble parecido entre Emilio Butragueño, eminente dirigente actual del Real Madrid y el Alfredo Díaz de los años setenta?).

Además, hasta pocos años antes,  la única cancha de la ciudad  con pequeñas tribunas de madera e iluminada era la grande entre las muchas del colegio, de manera que siempre perdíamos el campeonato jugando de locales.

Muy ocasionalmente llevaban a las niñas de bachillerato, en especial a las del colegio Santa Teresa, a ver los partidos, pero siempre en formación grupal y vigiladas por la intimidante hermana Martha para que los machistas no se les acercaran ni ellas pudieran tener éxito en sus coquetos intentos de conversarles. Se las acomodaba estrictamente en las bancas designadas para ellas.

Los que esto lean pueden pensar que los del 54 al 56 éramos unos pobres pendejos.

Pero más bien éramos, perdonando la expresión, unos verracos. Porque la mayoría de los ciudadanos apoyaban a la reverenda pero a pesar de todas las precauciones, la hermana Martha no podía estar en todas las calles ni tampoco en el club Cazadores, o el Tennis, o el mismísimo club Comercio que quedaba a cuadra y media del parque Santander, así que su eficiencia era apenas parcial.

Varios, como puede atestiguar cualquiera de las o los sobrevivientes, sí éramos unos pendejos; pero nos fuimos perfeccionando con la experiencia en unas décadas.

Posiblemente por las situaciones mencionadas,  uno de los graves problemas educacionales  en el colegio femenino era que los muchachos frecuentemente se subían al muro que rodeaba  el recatado centro,  para tentar a las chicas.

Aquí es donde puedo explicar por qué el maestro Pablo Tarazona me tomó simpatía a pesar de que yo no tenía la más mínima destreza musical.

Yo andaba, con base en experiencias allende el océano, con la teoría de que ese aparente descontrol cuando los grupos masculinos se acercaban a los femeninos era exclusivamente producto de la pésima forma de enseñar la convivencia por parte de los estamentos y que desaparecería cuando los absurdos controles se modificaran y se fomentaran las actividades comunes.

Para lo cual me parecía que no había nada mejor que realizar actividades literarias y artísticas en conjunto.
 
Ya había interesado en el tema a la hermana Martha y por descontado al hermano Rodulfo Eloy, así como a los directores de colegios masculinos y femeninos de Cúcuta y Pamplona a pesar de que inicialmente se había dicho que era una misión imposible.
 
Redondeaba el sueño de que se hiciera una velada lírico-literaria en el teatro Zulima, recién inaugurado y el más refinado de la ciudad, con participación de hombres y mujeres de cada plantel.

Había hablado y convencido a los rectores de colegios, que colaboraron para que nos lo  prestaran, pues pertenecía al gobierno. La única idea que no logré vender fue la de pedir al maestro Tarazona que la sinfónica departamental participara en ese evento, porque según todos,  el montaje y los compromisos de la orquesta no permitían imaginar siquiera que pudieran aceptar.

Así que tuve que  buscar al maestro yo solo. La radiante expresión de su cara cuando le manifesté nuestra solicitud ha sido un estímulo en todas las acciones de mi vida: contestó que prepararía el mejor concierto que se le hubiera escuchado a su sinfónica; estaba listo para aconsejar en la programación, preparación y coreografía del acto.

Desde ese momento, a pesar de sus múltiples ocupaciones, dio  la  impresión  de que no podía esperar a que llegara el día del acto. Así ocurría con todas las empresas en que se comprometía a ayudar.

Algún día de Octubre, imposible recordar cuál, de 1955, se llevó a cabo la brillante sesión en el entrañable teatro. Saco y corbata estricto para los hombres, traje de fiesta para las damas. La mayoría de los que  presentábamos algo, de smoking tropical.

La sinfónica ejecutó tres selectas y bellas piezas musicales. Alumnos de diferentes colegios leyeron obras o recitamos poemas. Pamplona se lució enviando entre sus representantes un alumno del colegio Provincial y una de la Presentación, de origen italiano, eximios tenor y soprano, novios para más señas.

 Virgilio Durán Martínez ejecutó canciones  acompañado de su guitarra. Rafael Galvis Velandia deleitó con su siempre recordada “noche de ronda”. Yo recité “la serenata de Schubert”, del único mejicano que le ha ganado a Jorge Negrete y a Pedro Infante: Manuel Gutiérrez Nájera, mientras simultáneamente las dos hermanas Ofelia y Colombia Méndez God la tocaban al piano.

Me contaron que al terminarla, la Señora Funk, abuela de Gisela y Joaquín, preguntó qué pensaría estudiar yo y cuando le dijeron que medicina, exclamó: “qué gran artista se va a perder”.
 
Soy bien consciente de que nunca pude dibujar una línea bien hecha y ni siquiera aprender a bailar la música popular. Y de que si hubiera pedido entrada a alguna escuela de teatro nunca me hubieran recibido. Pero el buen sabor que su frase me dejó, permanece. Al fin y al cabo era paisana de Wagner y de Goethe.

Sin embargo lo principal fueron la planeación y los ensayos mixtos durante meses, la continuación de actividades conjuntas durante el resto del bachillerato, incluida la asistencia a los partidos de Basket de los colegios sin el acompañamiento de la hermana Martha y sentándose en las bancas que se quisiera; y desde luego, la desaparición para siempre del problema de los bárbaros escalando el muro del colegio de Santa Teresa.

A menos que ahora que parece de moda repetir barbarismos se lo esté haciendo de nuevo.
 
Como epílogo puedo informar que al siguiente año por primera vez los jóvenes de los dos colegios rindieron sus exámenes escritos de fin de grado compartiendo con las señoritas un salón de Santa Teresa. Muchos envidiábamos a  Absalón Becerra Granados, que había estudiado para los exámenes con varias de las chicas y en consecuencia era el que más tranquilo se sentía. Las bachilleras fueron invitadas y compartieron sitio en el Zulima  con los bachilleres del Sagrado Corazón en nuestra ceremonia de grado.

Cecilia Mutis D., Alicia Ospina y muchas otras encantadoras damas que no me es posible anotar seguramente recuerdan esto con afecto.

Yo recibí de manos de mi padre que era el presidente de la Asociación de padres de familia, el galardón de primer bachiller; mientras la gente aplaudía  él me regañaba en voz baja por haber llegado tarde como de costumbre, lo cual decía me iba a causar muchos problemas en la vida. Y me los ha causado.

En seguida pasé adonde el doctor Tesalio Ramírez que como secretario de gobierno representaba al gobernador Gonzalo  Rivera Laguado que estaba fuera de la ciudad, quien me felicitó mucho y me hizo ver que me esperaba un gran porvenir.

No deja de deprimirme lo poco que he hecho a pesar de esos presagios. Y ganas me dan a veces, cuando traen la nueva tanda de cervezas, de poner en práctica la resignada y sabia máxima de los campesinos de los Santanderes:  Mano, ya que no hemos sido nada en la vida, degenerémonos. 

Nosotros los varones, terminamos además dejando al colegio en agradecimiento una estatua de San Juan Bautista de la Salle que hasta hace poco perduró en los jardines de la Quinta Teresa. Claro que en su base pusimos los nombres de todos. Nos emocionaba pensar que en adelante le haría compañía al hermoso monumento de Bolívar, que desde veintiséis años antes ornaba en el otro extremo la entrada del colegio, homenaje de la Federación Deportiva y estudiantes de la época al libertador en el primer centenario de su muerte. Por cierto el primer homenaje a Bolívar colocado en Cúcuta.

Estoy convencido de que si no hubiera sido por los corsajistas del 54-56, nuestros hijos y sobrinos y la siguiente generación, la actual, todavía tendrían que estar forcejeando con la hermana Marta o similares  y subiéndose al muro de Santa Teresa u otros  para llegar hasta sus bellas condiscípulas.

Que a ninguno le hayan contado cómo fue la cosa es una gran lástima. Pero fue así. Y el maestro Tarazona tuvo una parte en ello que debe estar contemplando divertido desde algún sitio privilegiado.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

1 comentario:

  1. Dr Vera: amena, divertida e ilustrativa crónica. El Dr Joves Fiallo además de estrella de Basketball fué excelente profesor de Cirugía y de quien me precio haber sido su alumno y paisano.

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