Alfonso
Gandica Dávila
Miguel
Cárdenas
Alvaro Hernández
Eduardo Barreto
Eduardo González
Les escribo esta columna desde el cuarto de estudio
del apartamento de mi hija Gina quien vive en Chicago donde ejerce su profesión
de oncóloga.
A este cuarto lo llamo el templo del basquetbol donde
mi yerno Giel tiene enmarcada una copia de la famosa foto de la clavada que
hizo Michael Jordan, el famoso 23 de los Chicago Bulls (Los Toros) quien empezó
su carrera basquetbolística en 1981 en la Universidad de Carolina del Norte
bajo la dirección del gran entrenador Dean Smith de esa época.
No se nos olvide que nuestra muy noble, leal y
valerosa villa es la cuna del basquetbol colombiano porque los Hermanos de las
Escuelas Cristianas de La Salle importaron el juego desde Europa cuando
vinieron a establecerse en Colombia hace 125 años y tomaron cargo del Colegio
del Sagrado Corazón de Jesús en 1906 gracias a la gestiones del controvertido
visionario el padre Demetrio Mendoza.
Como un verdadero cucutoche tengo el ombligo enterrado a cuatro cuadras de nuestro descuidado parque Santander y el basquetbol me corre por las venas aun cuando nunca fui un buen jugador.
En mi clase en el Colegio La Salle estaban entre otras
luminarias Luis “El Mono” Barreto, Alvaro “El Flecho” Hernández, Miguel Antonio
“El Mono” Cárdenas y mi primo Eduardo “El Pollo” González Dávila ¡quien jugó en
nuestra selección juvenil hasta los 35 años!
Yo era tan mal jugador que me ponían en la quinta división
donde estábamos los mazos pero a pesar de eso me encanta el deporte y cuando
era un zute no me perdía un partido en la Toto Hernández que al principio se
llamó la cancha Rojas Pinilla pero esa historia es harina de otro costal como
decimos en nuestra tierruca a la sombra de los güasimales.
Otros dos primos, Carlos Luis Dávila Rosas y Alberto
González Dávila, hermano de El Pollo, hicieron sus hazañas como buenos
Colsajeros y miembros de las escuadras rojinegra, colombiana y de la
Universidad Nacional en donde estudiaron.
En esos partidos admiraba las hazañas entre otros de mi hoy gran amigo Roque “El Capitán” Peñaloza, los hermanos Carlos y Alfredo Díaz, Hernán “El Pipo” Gómez, Carlos “Fosforito” Castro (nuestra reciente pérdida) y muchos más que le dieron gloria no solamente a nuestra escuadra rojinegra en muchos campeonatos nacionales sino a nuestro tricolor nacional en torneos internacionales como el famoso XVI torneo sudamericano de mayores y I torneo suramericano juvenil ahí mismo en la Toto Hernández en las noches frescas del caluroso agosto de 1955 en el cual Uruguay ganó su séptimo título y Argentina el primero juvenil.
Esas eran las meras “Brisas del Pamplonita” como dicen
nuestros primos los cuates.
En ese torneo y para la conferencia leonística
panamericana el Club de Leones de Cúcuta organizó presentaciones de las danzas
típicas de los países participantes en el torneo por grupos de mi generación y
como buen bailarín que he sido toda la vida fui miembro de esos grupos de
jóvenes junto con mis primas Martha Eddy Barrera y Eleonora Barrera de Casas y
muchos otras contemporáneas.
Ese torneo fue una gran muestra de nuestro espíritu
motilón.
Toda la ciudad se movilizó y se hizo un torneo que nos
dejó a todos los cucutoches muy orgullosos desde el más rico hasta el más
pobre.
Era un verdadero orgullo ser cucuteño durante ese
torneo.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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