domingo, 20 de diciembre de 2015

861.- RAMIRO SUAREZ CORZO



Iván Gallo


Desde la celda en La Picota en donde está recluido desde el 2011, cuando fue condenado a 25 años de prisión por haber ordenado la muerte de Alfredo Enrique Flórez, ex asesor jurídico de la Alcaldía de Cúcuta, Ramiro Suárez Corzo tiene siete conferencias por Skype cada día. A cientos de kilómetros de allí una multitud de ciento cincuenta personas lo escuchan en un salón comunal del barrio Sevilla de Cúcuta.

Entre las pausas de sus conferencias la gente le pide, como si de un mandatario se tratase, por arreglos de vías, operaciones quirúrgicas o simplemente para el almuerzo del día.

Las condenas y acusaciones de paramilitarismo, asesinato y corrupción no impiden que su palabra todavía influya el derrotero político de la ciudad ni que siga siendo popular, aunque mucho menos que hace diez años.

A las dos de la mañana de cualquier día del 2004, frente al edificio de la alcaldía de Cúcuta, empezaba a hacerse una cola que cubría, por lo general, cinco cuadras. De los sectores más deprimidos de la ciudad venían madres cabezas de familia, desempleados, minusválidos y ancianos.

A las seis de la mañana, cuando se abrían las puertas de la alcaldía, uno a uno pasaba al despacho de Ramiro Suárez Corzo. Descalzo y con los pies encima de la mesa, escuchaba las súplicas de la gente. Las audiencias duraban máximo cinco minutos y nadie se iba sin silla de ruedas, subsidios alimentarios, contratos y, sobre todo, dinero en efectivo.

El arraigo que el ex alcalde tuvo entre los más humildes se cimentó en su lenguaje desparpajado, en la capacidad inagotable de trabajo y en las dádivas que dio en los tres años que estuvo al frente de la administración municipal.

Entre los años 2003 y 2007 Cúcuta estaba destinada a ser un corredor vital para América Latina. La bonanza petrolera que vivía Venezuela disparó el comercio en la ciudad mostrando índices que no se veían desde 1983.

Ante la avalancha de compradores que venían del otro lado de la frontera se hicieron dos mega centros comerciales. Además las arcas municipales se llenaron de recursos por concepto de regalías para construir seis megaproyectos de los cuales sólo se realizaron los puentes elevados de San Mateo y el de la entrada al puente de Ureña.

Inconclusos quedaron el puente de La Gazapa y la anhelada pavimentación de las vías de la ciudad. Ramiro endeudó a Cúcuta pero no pagó por ninguna de las obras: eso le correspondió a las siguientes administraciones.

La bonanza que vivió la ciudad  en ese periodo fue atribuida sin objeciones a la capacidad administrativa de Suárez Corzo. Trabajador compulsivo, el alcalde, cuando no recibía al pueblo en su despacho,  madrugaba a irse a barrios como El Desierto, Doña Nidia o Tucunaré, olvidados por la clase política tradicional, a organizar las juntas de acción comunal. Ellos, los desposeídos, nunca habían visto a un alcalde tan cerquita.

Nacido en Enciso Santander, tuvo que abandonar sus estudios cuando cursaba quinto primaria para ayudar a sus padres en la reducida parcela que tenían.

Viajó a Cúcuta después de cumplir los 18 años y uno de los primeros trabajos que tuvo fue el de ser chofer del político conservador Mario Lamk Angarita. Allí aprendió los secretos para ser un líder.

Su origen humilde fue la clave para conectarse con el electorado cucuteño. En la campaña a la alcaldía del 2004 la gente se sorprendía ante su discurso. Nadie en la ciudad, desde que en 1988 se implementó la elección popular de alcaldes, había obtenido el 62 por ciento de la votación, sacándole cincuenta y dos puntos a su más cercano competidor.

Canalizando el sentir popular, una de las primeras medidas como alcalde fue intervenir al Cúcuta Deportivo. Con más de medio siglo de historia el equipo jugaba en el 2004 en la segunda división. Dos años después el Cúcuta quedaba campeón del Torneo Colombiano.

Antes de cada partido Ramiro salía a dar una vuelta en la pista atlética para escuchar cómo los cuarenta mil fanáticos motilones coreaban su nombre. Su popularidad en mayo del 2007, justo cuando el Cúcuta disputaba la semifinal de la Copa Libertadores contra Boca Junior, alcanzó el 82 por ciento.

Cuentan que antes de cada partido el alcalde llegaba al camerino del equipo rojo y negro con un costal lleno de plata. Ofrecía por victoria veinte millones de pesos a cada jugador.

Los centros comerciales, los puentes y la semifinal de la Libertadores hicieron que Ramiro se volviera inmune a las críticas. La gente parecía perdonarle los rumores que lo sindicaban del asesinato del ex alcalde de Tibú Tirso Vélez, de haber dado la orden para matar en el 2003 a Alfredo Enrique Flórez, el abogado que estaba dispuesto a denunciar la venta que iba a hacer el entonces alcalde Manuel Guillermo Mora, mentor político de Suárez Corzo, de unos terrenos de manera irregular.

Ramiro más de una vez se entrevistó con Flórez para convencerlo de no hacer pública la denuncia pero, ante la firmeza del abogado, Suárez se contactó con un comando paramilitar y ordenó que seis disparos le quitaran la vida al ex asesor de la alcaldía de 36 años.

Con los triunfos de su equipo de fútbol, la construcción de edificios altos, centros comerciales y la disminución de los atracos, la gente pasó por alto los fuertes rumores que relacionaban a Ramiro Suárez con el Bloque Catatumbo, rumores que fueron confirmados en el 2009 ante las declaraciones de El Iguano y Salvatore Mancuso, que reafirmaron el compromiso del ex alcalde  con los grupos paramilitares de la región y hasta ofreció dos cargos de su administración si apoyaban su candidatura.

El veedor ciudadano de Cúcuta, Pedro Durán, quien tenía las pruebas de la relación del entonces candidato a la alcaldía con estos grupos armados, fue asesinado por el Bloque Catatumbo en agosto del 2003 por orden de Suárez Corzo.

Parecía intocable hasta que fue arrestado el 12 de agosto del 2011 cuando asistía al lanzamiento de la campaña a la alcaldía de Cúcuta de Andrés Cristo, quien recibía su apoyo político. Todavía se recuerda el tropel que armaron sus seguidores al ver como el CTI se lo llevaba en un auto.

Pocas semanas después sería traído a La Picota en donde hoy en día 2015, apoya públicamente, gracias a las ventajas que le da el Skype, a candidato a la alcaldía.

Tener el respaldo de Ramiro en Cúcuta puede garantizar un caudal de votos y pone en evidencia los torcidos e irregularidades con los que se ha manejado tradicionalmente la política en la capital de Norte de Santander.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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