miércoles, 30 de diciembre de 2015

866.- REDES DE PODER EN LA REGION DEL CATATUMBO



Cristian Herrera / Karina Judex

Los cultivos ilícitos cubren grandes extensiones de tierra, algunos han sido mejorados en laboratorios.

El recorrido es largo. Por vías pavimentadas primero y después por otras que se mantienen por obra de Dios. Siempre respirando aroma a tierra, naturaleza, humedad y un implacable sol que golpea sobre las últimas montañas de la cordillera oriental de Colombia.

Es el corazón del Catatumbo (Norte de Santander), frente al lago de Maracaibo y Venezuela, una próspera región cruzada por un caudaloso río del mismo nombre, donde el verde se expande como un manto y cubre una superficie donde miles de campesinos sobreviven bajo el cobijo de un ilícito.

Un territorio de guerra falsamente custodiado por las autoridades, porque la ley no la impone el Estado y sus Fuerzas Armadas sino la economía de la coca. Ella es la reina y es tan notoria su influencia en la zona, que ha logrado que allí convivan tres grupos guerrilleros, bandas criminales y carteles de la droga.

La coca los mantiene a todos. Es un poder compartido. El coronel Marcos Pinto, comandante de la Brigada 30 del Ejército, lo resume: “Hay siete estructuras de las Farc, cuatro del Eln, dos del Epl y dos de bandas criminales. Unos 900 terroristas”.
  
Por eso, cuando se llega a las entrañas del Catatumbo, a las áreas rurales que enmarcan a Tibú, El Tarra o Hacarí, después de tres horas o más, bien andadas en carro desde Cúcuta, no se siente paz, seguridad alimentaria o empleo, se respira miedo, zozobra, complicidad, delito.

Cientos de campesinos o indígenas, al menos 450 familias, viven de cultivar hoja de coca porque es su única salida. Se convive a diario con la ilegalidad. Pocos catatumberos de estas montañas selváticas se han salvado del régimen de bala y sangre impuesto por la guerrilla o las bandas criminales.

Vacunas hasta por vender cerveza

Entre Tibú y El Tarra los pendones de las Farc anuncian la presencia de grupos al margen de la ley en la zona.

La bienvenida son grafitis amenazantes en las paredes de las casas. La gente en la calle responde con certeza a la pregunta de quiénes están detrás. El frente 33 de las Farc con dos columnas móviles y una compañía. El Camilo Torres del Eln con dos colectivos. El último reducto del Epl en Colombia. Los Rastrojos, Las Águilas Negras, Los Urabeños o Úsuga.

El caparazón de seguridad en la región es muy frágil. El consentimiento para pagar cuotas de la extorsión por el derecho a vender o comprar está normalizado. La población sabe que hay que pagar las ‘vacunas’ aunque sean un abuso.

Un habitante sin nombre lo clasifica: “La cerveza es uno de los productos que más impuesto paga. $10.000 por cada caja vendida. Eso es lo que encarece las mercancías. Una cerveza después cuesta hasta $3.000”. Son los precios de la ‘vacuna’.

Hasta el contrabando de gasolina o alimentos de la canasta básica deben aportar a la guerrilla impuesto de guerra. La propia fuerza pública lo reconoce: “Las Farc y el Eln cobran el 70% de esos impuestos ilegales, el 30% restante se lo lleva el Epl”.

Las empresas petroleras pagan los costos más altos. Incluyendo los ataques con explosivos al oleoducto que ya suman más de una veintena.

Aunque las alcaldías funcionan, los personeros actúan, los líderes sociales desarrollan sus planes comunitarios, los labriegos o indígenas madrugan con normalidad a arar sus parcelas o los estudiantes van a los colegios, en el corregimiento de La Gabarra, por ejemplo, donde los años 90 sólo dejaron víctimas y desplazamientos, se respira una atmósfera de connivencia forzosa con la ilegalidad.

Algunos campesinos dicen abiertamente que “todo pasa porque les alcahuetean, porque les rinden pleitesía”. Un capítulo impune de esta sombría realidad resume lo que cuece entre sus serranías y cañones.
    
“El Epl no tiene otra razón de ser sino los cristalizaderos de cocaína. Las Farc carnetizan a la gente y luego la obligan a sembrar coca. Ahí mismo va pegado el capital político”, sostiene el comandante de la Brigada 30, coronel Marcos Pinto.

El personero de Hacarí, Diógenes Quintero, lo matiza: “los campesinos ya están acostumbrados a vivir entre la confrontación.

Megateo y David León, reyes de la zona

¿Pero quién es el rey en esta zona donde las tasas de homicidio han llegado a superar las nacionales?

¿Quién regula el negocio para que guerrillas, bacrim o carteles no se maten más de la cuenta y a alcance a todos el botín de la droga?
  
Según las autoridades, el principal promotor tiene nombre propio. Además lo comparan con Pablo Escobar Gaviria, el capo de los 80. Es Víctor Ramón Navarro Serrano, conocido como ‘Megateo’, el hombre a quien todos entregan su producción de base de coca para que la vuelva cocaína pura de alto valor y la venda. 

De 39 años, cabeza visible del último reducto del Epl que quedó desde los tiempos de la desmovilización en 1991, sus tentáculos abrazan al Catatumbo y se extienden hasta Venezuela, la Costa Caribe, Centro América, Estados Unidos, Europa y Asia por donde salen las toneladas de droga que sus laboratorios producen.
  
En internet se busca la palabra ‘Megateo’ y al margen de las noticias recientes sobre el operativo en su contra, aparecen cientos de artículos para significar su importancia en el mundo de los estupefacientes.

Pero nombrarlo en Tibú o Teorama, San Calixto, en Sardinata o El Tarra, es convocar al silencio o a que algunos pobladores demuestren que lo conocen.

Nacido en San Calixto, desde los 13 años fue miliciano del Epl y hoy es el mandamás del narcotráfico en el Catatumbo. Hasta las Farc y el Eln le tienen respeto “porque saben que a la hora de matar no le tiembla la mano”. Según las autoridades, ni un gramo de cocaína se mueve sin su régimen.

En los municipios del Catatumbo el EPL marca las viviendas para anunciar su presencia e infundar miedo.

Los capos desde la voz de los campesinos

En las tiendas de algunos municipios, con mayor arrojo, los campesinos sueltan la lengua. “Conserva poder porque en las dependencias del Gobierno o de las Fuerzas Armadas siempre tiene a alguien que lo mantiene dateado. Cuando el Ejército, la Policía o la Fiscalía van a buscarlo, él escapa tranquilo, sin sufrir un rasguño, como sucedió hace dos semanas”.

Son muchas los operativos que el Gobierno ha ordenado contra este capo. Al menos en los últimos dos años se han promovido ocho acciones. En todas ha logrado escapar.

La última acción se dio el pasado 16 de agosto de 2015, cuando cerca de 400 hombres Lobo y Jungla de la Policía, y fuerzas especiales del Ejército se abalanzaron contra ‘El Mono’, como le dicen a Víctor Navarro en esta intrincada región.

Sin embargo, como otras veces, eludió el cerco. Pese a que algunos oficiales de la Dijín y el Ejército aseguran que salió mal herido o incluso le apuestan a que está muerto por dos disparos que supuestamente recibió de un francotirador, los habitantes de la zona rural de La Playa de Belén manifiestan que apenas sufrió una herida en un brazo.

Eso sí, tres de sus hombres de confianza, además encargados de su seguridad, cayeron muertos. Según el Ejército, Nelson Contreras Contreras, alias ‘Mincho Patas’; Andrey Sanabria Guerrero, alias ‘Édgar’, y Jefferson Ortiz Pérez, alias ‘Maracas’, todos del primer anillo de seguridad de ‘Megateo’, fueron abatidos.

No obstante, solo el cadáver de Contreras fue trasladado en helicóptero a la morgue de Medicina Legal en Cúcuta e identificado por su madre. Ella viajó desde La Vega de San Antonio, corregimiento de La Playa de Belén, y lo reconoció.

El general Emiro José Barrios Jiménez, comandante de la División de Asalto Aéreo del Ejército, asegura que los otros fueron sepultados de manera secreta en Hacarí. El general Jorge Enrique Rodríguez, director de la Dijín de la Policía,  añade que al menos lograron penetrar el “santuario” de ‘Megateo’, porque ya son cinco operaciones frustradas. 

Otra de las más recientes se dio hace dos o tres meses. Un grupo especializado de la Policía tuvo a tres de sus hombres a unos cuantos metros del  capo, pero tuvieron que huir de la zona cuando fueron detectados.

A finales de 2014 hubo otra operación fallida. Megateo se recuperaba de una cirugía plástica para cambiar su aspecto y, según fuentes judiciales, el médico que lo trató llevó a la fuerza pública hasta su escondite.

Cuando se inició el operativo, los hombres de su anillo de seguridad lograron blindarlo y uno de ellos lo lanzó a un caño para evitar su captura.

Hace menos de un año, rastrearlo casi le cuesta la vida a dos militares en Hacarí. Cinco helicópteros Black Hawk fueron atacados y tres impactados. Otra vez fracasó la redada contra el narco del Catatumbo.

Las estrategias por debilitarlo económica y emocionalmente tampoco han tenido efecto. Se han entregado jugosas recompensas a informantes para identificar a sus amigos o a sus familiares, pero cada día Víctor Ramón Navarro parece más huidizo.

Pese a que hay francotiradores en la región buscándolo para darle el ‘tiro de gracia’, su esquema de seguridad es muy cerrado y se mueve como pez en el agua porque se ha ganado a la gente. “Ayuda mucho. Por eso capturarlo es difícil. Los mismos campesinos lo quieren vivo y lo protegen”, advierte uno de ellos.
 
Una vista general del municipio de Hacarí, una de las zonas con mayor presencia de grupos armados.

Hasta aquí la leyenda, el personaje de mostrar, el objetivo estratégico de las Fuerzas Armadas o los organismos de seguridad. No obstante, entre los misterios y conjeturas que se mimetizan en el alucinante corazón del Catatumbo, por allá en las zonas rurales de Convención o Teorama donde subsisten los campos minados, se oye un secreto a voces: que hay otro más arriba de ‘Megateo’ y que algunos incluso prefieren no pronunciar su nombre.

Se llama  Guillermo León Aguirre Aguirre, tiene entre 40 y 45 años y es oriundo de Antioquia. Los más osados afirman que entre sus compinches le dicen ‘David León’ o ‘Juan Montes’.

Tan astuto como su socio pero sin dar la cara. “Él sabe que el día que caiga ‘Megateo’ seguirá gobernando”, recalca el coronel Pinto. Su guardia personal es de al menos cien hombres.

Es el otro mafioso a la sombra que tiene claro que si se acababa la guerra se complican sus planes. El comandante de la Policía Antinarcóticos de la región 5, George Quintero, lo explica: “Si se firma la paz en La Habana, en el Catatumbo habría  reacomodo armado y el Epl o el Eln buscarían quedarse”.

La alianza de ‘Megateo’, ‘David León’ y sus compinches, estaría atenta a cooptar las estructuras que no se desmovilicen.

Los pobladores cuentan que ‘David León’ tiene su centro de operaciones en el corregimiento San José del Tarra, en jurisdicción de Hacarí. La misma zona donde también se mueven otros que permanecen atentos por si hay que suceder en el mando a Víctor Navarro.

Son alias ‘Caracho’, de la llamada comisión de inteligencia del capo; ‘Grillo’, de su entorno de seguridad’; ‘Darío’, perteneciente a su comisión de finanzas y político; ‘Jeison’ o ‘Eduardo’, de la comisión norte de El Tarra y ‘Mauricio’ o ‘Pácora’, de la comisión de orden público.
  
Es la “república independiente” de ‘Megateo’ y sus secuaces, que hoy representan más que un dilema presente. Es un desafío de seguridad que si no se resuelve avizora una consecuencia: “La guerra se agudizará en vez de extenderse la paz. Lo que puede empezar es una lucha a muerte por el control de la coca”, insiste una fuente que prefiere reserva. Lo dice con convicción porque es un libro abierto en el Catatumbo que el Epl es cocaína al cien por ciento. La recibe de las Farc, del Eln o de las bandas armadas, y la procesa para venderla  a los transportistas del narcotráfico.
  
Por eso el Epl ya se está preparando. En Tibú, por ejemplo, por esos días se afirma que hombres y mujeres a su servicio andan preguntando qué tiempo tiene cada familia viviendo en La Playa, Hacarí o San Calixto.

Si no llevan más de cinco años o no es gente nacida en la zona, la obligan a salir. Es una especie de empadronamiento de antesala por si cambian las cosas a raíz de los diálogos de paz.

En contraste, muchos campesinos no asimilan qué va a pasar con sus tierras, o si por fin van a entender a qué saben la justicia y la reparación de las que vienen escuchando.
  
Por ahora, lo único que tienen claro es que “los cultivos ilícitos no se van a acabar y menos los grupos armados”.  Saben que el frente 33 de las Farc con sus compañías móviles -estructura de retaguardia de Timochenko y su séquito-, constituyen la fuerza ilegal dominante, pero también entienden que su dominio no es exclusivo.

Hasta la última esquina de los 6.520 kilómetros cuadrados que comprenden los once municipios del Catatumbo hay alguna avanzada de los demás grupos irregulares. La amenaza sigue latente y por lo pronto desborda al Estado, las Fuerzas Armadas y a 300.000 colombianos sitiados por la coca.



* Esta historia es resultado del proyecto “La cobertura periodística del conflicto y la paz”, en su fase editorial liderada por Consejo de Redacción (CdR) con el apoyo de International Media Support”.

Nota.- El día 1º de octubre de 2015 en la zona de San José del Tarra, en Hacarí de Norte de Santander ocurrieron fuertes combates entre la Fuerza Pública y un reducto del Ejército Popular de Liberación (EPL). En ese lugar estaba escondido el jefe del grupo criminal Víctor Ramón Navarro Serrano, mejor conocido como ‘Megateo’, quien murió cuando manipulaba un artefacto explosivo que le iba a lanzar a un helicóptero de la Fuerza Pública. El delincuente falleció "junto a cuatro escoltas" y el cadáver quedó "destrozado".


Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

lunes, 28 de diciembre de 2015

865.- LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO EN EL BARRIO EL LLANO



Silvano Pabón Villamizar


El Barrio El Llano fue uno de los primeros sectores urbanos levantados en de San José de Cúcuta, como extensión del casco urbano central. Se llamó así por encontrarse en terreno plano inclinado y árido, cubierto de cujíes junto al centro, desde donde se inició la expansión urbana de la ciudad.

Se ha considerado tradicionalmente uno de los espacios más significativos, porque en él se tejió buena parte de la historia social y económica local. Ahí se erigió el segundo curato parroquial de San José de Cúcuta.

Sus primeros pobladores alzaron casas con techos de paja, paredes de bahareque y otras de adobe o tapias pisadas. La aridez mencionada y el clima ardiente los obligó a buscar la forma asegurar la sombra de sus ranchos y para ello sembraron árboles especialmente de matarratón y almendros.

Las aguas lluvias fueron la salvación de los árboles y de otros sembrados, en épocas de sequía llevaban el agua en burros del río Pamplonita, que entonces aún se le llamaba río Pamplona.

La memoria popular cuenta que el nombre del barrio, probablemente fue tomado a raíz de la llegada de una familia venezolana que al asentarte por esos lares, abrieron una tienda de pulpería llamada El Llano, porque les recordaba a su lugar de origen (los llanos de Carora, Estado Lara).

Y como ha sido tradicional el territorio se fue poblando alrededor de la tienda donde vendían algunos alimentos y especialmente guarapo para calmar la sed producida por el calor. Aunque hay una fecha exacta de creación del barrio, (esto es improbable, porque no existen documentos que lo respalden), dicen que fue el 16 de julio de 1851.

Los limites propuestos correspondían a los terrenos incluidos entre la calle 12 bajando por la avenida 8ª hasta el callejón o canal Bogotá, luego se toma el mismo rumbo del canal hacia la avenida 11 y de ahí hacia arriba para cerrar la poligonal nuevamente con la calle 12. La única vía que existió en un principio fue la del ferrocarril que venía desde la estación Cúcuta (Hoy central de transportes) y se dirigía hacia puente espuma que quedaba en el camellón del cementerio.

Mucho tiempo después se fueron arreglando las calles aplicándoles empedrados, a finales del siglo XIX y principios del XX las viviendas no tenían servicios públicos, el agua la tomaban de dos tubos que estaban colocados en la esquina de Miramar, Calle 11 con Avenida 11 y otro en el puente Cartagena calle 8ª con Avenida 14. Tampoco tenían luz eléctrica, ni servicio de alcantarillado, las viviendas empleaban letrinas.

Después del Terremoto y con el trazo de la nueva ciudad, se levantaron allí algunas viviendas de estilo republicano a donde se mudaron parte de las familias acaudaladas y extranjeras que poblaban el nuevo casco urbano.

Hacia el año 1925 se generalizó el empleo del ladrillo, adobe, tapia pisada y la teja para los techos, a finales del siglo XX, aún se encontraban casas con estas características.

La construcción de un canal y las consiguientes tomas públicas arrancadas de los brazos del rio Pamplonita, pusieron fin al sufrimiento por la carencia de agua de los habitantes de San José de Cúcuta.

“En la avenida 8ª con calle 9ª había una toma o cogedero de agua que más tarde la canalizaron y se construyó un puente, donde hoy existe una placa de mármol con el nombre de “Puente Bolívar” construido en 1881.

Se construyeron otras tomas públicas tales como la Nariño en la calle 10 con avenida 8ª, la Murillo Toro avenida 6ª con calle 13, la Briceño Andressen calle 11 entre avenidas 8ª y 9ª, la Tatuco avenida 6ª entre calles 6 y 7, la Centenario en la calle 16 entre avenidas 1ª y 2ª y la Curazao en la calle 11 entre avenidas 0 y 1ª” (García Herreros, 1983:100).

En el año 1935 se construyó el puente Bogotá, el cual divide la Loma de Bolívar de este sector. Los nuevos límites fueron: Por el norte con la Calle 6ª, el Canal Bogotá a la Avenida 7ª. Por el sur con la calle 10ª desde el Canal Bogotá a la Av. 7ª. Oriente con la Av. 7ª desde la calle 6ª a la calle 10ª. Por el occidente con el Canal Bogotá, desde la Calle 6ª a la Calle 10.

Con el crecimiento de la ciudad y los nuevos usos del suelo, este barrio pasó a ser parte del centro comercial popular de Cúcuta y la mayoría de las familias, que por décadas lo habitaron se fueron a otros sectores de la ciudad, debido a la inseguridad que produjo la llegada de nuevos vecinos poco deseables como ladrones, drogadictos, prostitución y mendicidad, especialmente en los alrededores del parque Mercedes Ábrego, que lo hicieron invivible.

Capilla de San Antonio antes del Terremoto de Cúcuta de 1875

Actualmente aunque cuenta con todos los Servicios Públicos como agua, luz, alcantarillado y telefonía y la totalidad de sus calles están pavimentadas, además de trasporte para todos las Comunas, muy pocas familias lo habitan.

Este es el entorno se encuentra el segundo Templo católico construido en la ciudad posterior al terremoto.

Pero antes del actual templo amplio y moderno, los habitantes del barrio El Llano construyeron una capilla consagrada a San Antonio de Padua, era pequeña y bastante sencilla. Había sido construida en un pequeño lote de terreno ubicado en la esquina diagonal al frente Norte Occidental del mercado cubierto, hoy calle 11 Av. 7ª y 8ª.

En esa capilla se veneraba la imagen de San Antonio, una pequeña efigie que las gentes adoraban con suma devoción y creencia en los favores y milagros concedidos. La Fe en aquel Santo hacía creer a la gente que sólo en esa imagen de San Antonio encontraban la redención para muchos de sus males y clamores, tanto espirituales como terrenos.

La fama del milagroso se propagó por pueblos y regiones circunvecinas, generando la realización de grandes romerías y festividades, aumentando las rentas parroquiales, el ornamento y la ostentación en este beneficiado eclesiástico.

Cuenta don Luis A. Medina que después del terremoto aquella imagen de San Antonio desapareció de su originaria capilla y fue encontrada en El Salado, donde los vecinos le construyeron también una capilla, lo cual dio lugar a una reclamación de los devotos cucuteños.

Sus primigenios devotos reclamaron y clamaron por el retorno de su adorada imagen, y en nombre de los ellos llevó la palabra un popular orador, a la hora de hacer explícita la reclamación, a manera de gran manifestación religiosa reclamando la propiedad del Santo.

Los vecinos del caserío “El Salado” también lo reclamaban para sí.

El Prefecto Departamental, ante quien habían acudido los cucuteños, se halló perplejo para dirimir el conflicto. Luego, después de amenazas recíprocas entre los grupos enfrentados, la primera autoridad ordenó que se trajera el Santo a su despacho para tenerlo presente, como si fuera cuerpo de delito, y después de algunos días, cuando ya los ánimos se habían calmado, lo entregó a la Iglesia de San Antonio de Cúcuta (Medina, 1988).

Imagen de San Antonio de Padua

En 1891, después de permanecer cerca de 16 años sin iglesia y sin administración religiosa ni sacramental en su comunidad, la feligresía del barrio de El Llano, sintiendo vivamente la necesidad del “pastor espiritual”, decidieron poner remedio a tal calamidad.

Liderados por uno de los vecinos más destacados, don Trinidad Ferrero, acometieron la construcción de una nueva capilla donde habrían de oír misa y recibir los sacramentos y oficios litúrgicos. La obra requirió de ingentes esfuerzos comunitarios, como el de recolectar dineros y materiales para la fábrica de la referida capilla. Un templo en honor y bajo la advocación del mismo San Antonio de Padua, quien era su venerado patrono.

Todos o la mayoría de los fieles de la localidad y de un numeroso y creciente grupo vecinos, asistían en romería a venerarle y rendirle culto, así como a pagar los votos de sus promesas por los favores recibidos del Santo.

A esta capilla de culto y veneración religiosa, se le dio el mismo nombre de San Antonio de Padua, siguiendo la tradición llevada hasta el fatídico terremoto de 1875 que había destruido el asiento o Barrio de sus devotos.

Y, según promesa realizada por uno de sus más enconados fieles, Don Trinidad Ferrero, al venerado Santo, los fieles contribuyeron e intensificaron las donaciones para la construcción del templo. Petición que según el Señor Ferrero fue concedida como un verdadero milagro, dada la situación y lo difícil de los tiempos modernos.

Hasta el año de 1926 solo había en la pujante Cúcuta la Iglesia de San José, sede de la Parroquia del mismo nombre. El crecimiento poblacional y urbanístico hizo que fuera muy difícil la atención espiritual de todos sus habitantes, por lo tanto Monseñor Rafael Afanador y Cadena obispo de Pamplona, a cuya diócesis correspondía esta parroquia, decidió dividir esta en dos parroquias, fijando como límite jurisdiccional la actual Avenida 8.

La parroquia fue erigida el 12 de diciembre de 1926 y oficializados sus servicios sacramentales y pastorales a partir del primero de enero de 1927, fabricándose al frente a la Plaza Mercedes Ábrego, en la Calle 9ª con Avenida 8º.

La primera piedra se puso el 14 de junio de 1931 y la obra se inició el 2 de enero de 1932, en terrenos donados por don José Rafael Unda. Los planos los diseño el arquitecto Gustavo Maldonado y su primer párroco fue el Padre Raúl Angarita.

Como parte de la remembranza y la tradición de San José de Cúcuta antes del Terremoto de 1875, aunada a la celebración dentro del Santoral romano de los 700 años de la muerte de San Antonio de Padua, (Fernando de Tavera), se volvió a designar esta advocación al patronato de la nueva parroquia.

La voluntad y el trabajo de la comunidad beneficiada, permitió conseguir los fondos necesarios para su construcción, acondicionamiento, ornamentación y decoración del templo. Fiestas populares y festivales en los teatros, especialmente en el Santander, permitieron recaudar fondos.

La Asamblea departamental asignó al nuevo templo una partida mensual de $1.800, y para los años 40 fue de $5.000, terminando la construcción en 1944, cuando Monseñor Afanador y Cadena inauguró el Presbiterio y al año siguiente asignó como párroco al padre Guillermo Santamaría, quien finalizó la tarea.

Al templo lo adornan frescos sobre los milagros de San Antonio, así como pasajes de la tradición como: la mula arrodillada ante el Santísimo Sacramento y las Visiones del Niño Jesús con quien jugaba el Santo.

Los frecuentes temblores han hecho mella en la edificación. El daño más grande lo hizo el temblor de 1981, que resquebrajó las torres y el techo. Estos fueron arreglados durante el oficio administrativo del padre Luis Alejandro Jaimes, quien además de reestructurar las partes afectadas, reconstruyó la casa cural y cambio la fachada, abriendo algunos locales comerciales, de cuyo arriendo recibe parte del sustento la parroquia.

Una de las obras que actualmente (2015) hace parte de la tradición navideña de la ciudad, es el pesebre mecánico, con movilidad, artísticamente muy original, que logra congregar buena parte de la comunidad católica del Municipio, además de turistas.

El enchape del frontis del Templo y otras obras se las reconocen al Padre Eloy Mora, quien dicen sirvió este feligresado con mucho esmero.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.