lunes, 28 de diciembre de 2015

865.- LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO EN EL BARRIO EL LLANO



Silvano Pabón Villamizar


El Barrio El Llano fue uno de los primeros sectores urbanos levantados en de San José de Cúcuta, como extensión del casco urbano central. Se llamó así por encontrarse en terreno plano inclinado y árido, cubierto de cujíes junto al centro, desde donde se inició la expansión urbana de la ciudad.

Se ha considerado tradicionalmente uno de los espacios más significativos, porque en él se tejió buena parte de la historia social y económica local. Ahí se erigió el segundo curato parroquial de San José de Cúcuta.

Sus primeros pobladores alzaron casas con techos de paja, paredes de bahareque y otras de adobe o tapias pisadas. La aridez mencionada y el clima ardiente los obligó a buscar la forma asegurar la sombra de sus ranchos y para ello sembraron árboles especialmente de matarratón y almendros.

Las aguas lluvias fueron la salvación de los árboles y de otros sembrados, en épocas de sequía llevaban el agua en burros del río Pamplonita, que entonces aún se le llamaba río Pamplona.

La memoria popular cuenta que el nombre del barrio, probablemente fue tomado a raíz de la llegada de una familia venezolana que al asentarte por esos lares, abrieron una tienda de pulpería llamada El Llano, porque les recordaba a su lugar de origen (los llanos de Carora, Estado Lara).

Y como ha sido tradicional el territorio se fue poblando alrededor de la tienda donde vendían algunos alimentos y especialmente guarapo para calmar la sed producida por el calor. Aunque hay una fecha exacta de creación del barrio, (esto es improbable, porque no existen documentos que lo respalden), dicen que fue el 16 de julio de 1851.

Los limites propuestos correspondían a los terrenos incluidos entre la calle 12 bajando por la avenida 8ª hasta el callejón o canal Bogotá, luego se toma el mismo rumbo del canal hacia la avenida 11 y de ahí hacia arriba para cerrar la poligonal nuevamente con la calle 12. La única vía que existió en un principio fue la del ferrocarril que venía desde la estación Cúcuta (Hoy central de transportes) y se dirigía hacia puente espuma que quedaba en el camellón del cementerio.

Mucho tiempo después se fueron arreglando las calles aplicándoles empedrados, a finales del siglo XIX y principios del XX las viviendas no tenían servicios públicos, el agua la tomaban de dos tubos que estaban colocados en la esquina de Miramar, Calle 11 con Avenida 11 y otro en el puente Cartagena calle 8ª con Avenida 14. Tampoco tenían luz eléctrica, ni servicio de alcantarillado, las viviendas empleaban letrinas.

Después del Terremoto y con el trazo de la nueva ciudad, se levantaron allí algunas viviendas de estilo republicano a donde se mudaron parte de las familias acaudaladas y extranjeras que poblaban el nuevo casco urbano.

Hacia el año 1925 se generalizó el empleo del ladrillo, adobe, tapia pisada y la teja para los techos, a finales del siglo XX, aún se encontraban casas con estas características.

La construcción de un canal y las consiguientes tomas públicas arrancadas de los brazos del rio Pamplonita, pusieron fin al sufrimiento por la carencia de agua de los habitantes de San José de Cúcuta.

“En la avenida 8ª con calle 9ª había una toma o cogedero de agua que más tarde la canalizaron y se construyó un puente, donde hoy existe una placa de mármol con el nombre de “Puente Bolívar” construido en 1881.

Se construyeron otras tomas públicas tales como la Nariño en la calle 10 con avenida 8ª, la Murillo Toro avenida 6ª con calle 13, la Briceño Andressen calle 11 entre avenidas 8ª y 9ª, la Tatuco avenida 6ª entre calles 6 y 7, la Centenario en la calle 16 entre avenidas 1ª y 2ª y la Curazao en la calle 11 entre avenidas 0 y 1ª” (García Herreros, 1983:100).

En el año 1935 se construyó el puente Bogotá, el cual divide la Loma de Bolívar de este sector. Los nuevos límites fueron: Por el norte con la Calle 6ª, el Canal Bogotá a la Avenida 7ª. Por el sur con la calle 10ª desde el Canal Bogotá a la Av. 7ª. Oriente con la Av. 7ª desde la calle 6ª a la calle 10ª. Por el occidente con el Canal Bogotá, desde la Calle 6ª a la Calle 10.

Con el crecimiento de la ciudad y los nuevos usos del suelo, este barrio pasó a ser parte del centro comercial popular de Cúcuta y la mayoría de las familias, que por décadas lo habitaron se fueron a otros sectores de la ciudad, debido a la inseguridad que produjo la llegada de nuevos vecinos poco deseables como ladrones, drogadictos, prostitución y mendicidad, especialmente en los alrededores del parque Mercedes Ábrego, que lo hicieron invivible.

Capilla de San Antonio antes del Terremoto de Cúcuta de 1875

Actualmente aunque cuenta con todos los Servicios Públicos como agua, luz, alcantarillado y telefonía y la totalidad de sus calles están pavimentadas, además de trasporte para todos las Comunas, muy pocas familias lo habitan.

Este es el entorno se encuentra el segundo Templo católico construido en la ciudad posterior al terremoto.

Pero antes del actual templo amplio y moderno, los habitantes del barrio El Llano construyeron una capilla consagrada a San Antonio de Padua, era pequeña y bastante sencilla. Había sido construida en un pequeño lote de terreno ubicado en la esquina diagonal al frente Norte Occidental del mercado cubierto, hoy calle 11 Av. 7ª y 8ª.

En esa capilla se veneraba la imagen de San Antonio, una pequeña efigie que las gentes adoraban con suma devoción y creencia en los favores y milagros concedidos. La Fe en aquel Santo hacía creer a la gente que sólo en esa imagen de San Antonio encontraban la redención para muchos de sus males y clamores, tanto espirituales como terrenos.

La fama del milagroso se propagó por pueblos y regiones circunvecinas, generando la realización de grandes romerías y festividades, aumentando las rentas parroquiales, el ornamento y la ostentación en este beneficiado eclesiástico.

Cuenta don Luis A. Medina que después del terremoto aquella imagen de San Antonio desapareció de su originaria capilla y fue encontrada en El Salado, donde los vecinos le construyeron también una capilla, lo cual dio lugar a una reclamación de los devotos cucuteños.

Sus primigenios devotos reclamaron y clamaron por el retorno de su adorada imagen, y en nombre de los ellos llevó la palabra un popular orador, a la hora de hacer explícita la reclamación, a manera de gran manifestación religiosa reclamando la propiedad del Santo.

Los vecinos del caserío “El Salado” también lo reclamaban para sí.

El Prefecto Departamental, ante quien habían acudido los cucuteños, se halló perplejo para dirimir el conflicto. Luego, después de amenazas recíprocas entre los grupos enfrentados, la primera autoridad ordenó que se trajera el Santo a su despacho para tenerlo presente, como si fuera cuerpo de delito, y después de algunos días, cuando ya los ánimos se habían calmado, lo entregó a la Iglesia de San Antonio de Cúcuta (Medina, 1988).

Imagen de San Antonio de Padua

En 1891, después de permanecer cerca de 16 años sin iglesia y sin administración religiosa ni sacramental en su comunidad, la feligresía del barrio de El Llano, sintiendo vivamente la necesidad del “pastor espiritual”, decidieron poner remedio a tal calamidad.

Liderados por uno de los vecinos más destacados, don Trinidad Ferrero, acometieron la construcción de una nueva capilla donde habrían de oír misa y recibir los sacramentos y oficios litúrgicos. La obra requirió de ingentes esfuerzos comunitarios, como el de recolectar dineros y materiales para la fábrica de la referida capilla. Un templo en honor y bajo la advocación del mismo San Antonio de Padua, quien era su venerado patrono.

Todos o la mayoría de los fieles de la localidad y de un numeroso y creciente grupo vecinos, asistían en romería a venerarle y rendirle culto, así como a pagar los votos de sus promesas por los favores recibidos del Santo.

A esta capilla de culto y veneración religiosa, se le dio el mismo nombre de San Antonio de Padua, siguiendo la tradición llevada hasta el fatídico terremoto de 1875 que había destruido el asiento o Barrio de sus devotos.

Y, según promesa realizada por uno de sus más enconados fieles, Don Trinidad Ferrero, al venerado Santo, los fieles contribuyeron e intensificaron las donaciones para la construcción del templo. Petición que según el Señor Ferrero fue concedida como un verdadero milagro, dada la situación y lo difícil de los tiempos modernos.

Hasta el año de 1926 solo había en la pujante Cúcuta la Iglesia de San José, sede de la Parroquia del mismo nombre. El crecimiento poblacional y urbanístico hizo que fuera muy difícil la atención espiritual de todos sus habitantes, por lo tanto Monseñor Rafael Afanador y Cadena obispo de Pamplona, a cuya diócesis correspondía esta parroquia, decidió dividir esta en dos parroquias, fijando como límite jurisdiccional la actual Avenida 8.

La parroquia fue erigida el 12 de diciembre de 1926 y oficializados sus servicios sacramentales y pastorales a partir del primero de enero de 1927, fabricándose al frente a la Plaza Mercedes Ábrego, en la Calle 9ª con Avenida 8º.

La primera piedra se puso el 14 de junio de 1931 y la obra se inició el 2 de enero de 1932, en terrenos donados por don José Rafael Unda. Los planos los diseño el arquitecto Gustavo Maldonado y su primer párroco fue el Padre Raúl Angarita.

Como parte de la remembranza y la tradición de San José de Cúcuta antes del Terremoto de 1875, aunada a la celebración dentro del Santoral romano de los 700 años de la muerte de San Antonio de Padua, (Fernando de Tavera), se volvió a designar esta advocación al patronato de la nueva parroquia.

La voluntad y el trabajo de la comunidad beneficiada, permitió conseguir los fondos necesarios para su construcción, acondicionamiento, ornamentación y decoración del templo. Fiestas populares y festivales en los teatros, especialmente en el Santander, permitieron recaudar fondos.

La Asamblea departamental asignó al nuevo templo una partida mensual de $1.800, y para los años 40 fue de $5.000, terminando la construcción en 1944, cuando Monseñor Afanador y Cadena inauguró el Presbiterio y al año siguiente asignó como párroco al padre Guillermo Santamaría, quien finalizó la tarea.

Al templo lo adornan frescos sobre los milagros de San Antonio, así como pasajes de la tradición como: la mula arrodillada ante el Santísimo Sacramento y las Visiones del Niño Jesús con quien jugaba el Santo.

Los frecuentes temblores han hecho mella en la edificación. El daño más grande lo hizo el temblor de 1981, que resquebrajó las torres y el techo. Estos fueron arreglados durante el oficio administrativo del padre Luis Alejandro Jaimes, quien además de reestructurar las partes afectadas, reconstruyó la casa cural y cambio la fachada, abriendo algunos locales comerciales, de cuyo arriendo recibe parte del sustento la parroquia.

Una de las obras que actualmente (2015) hace parte de la tradición navideña de la ciudad, es el pesebre mecánico, con movilidad, artísticamente muy original, que logra congregar buena parte de la comunidad católica del Municipio, además de turistas.

El enchape del frontis del Templo y otras obras se las reconocen al Padre Eloy Mora, quien dicen sirvió este feligresado con mucho esmero.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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