Silvano Pabón Villamizar
El Barrio El Llano fue uno de los primeros sectores urbanos levantados en
de San José de Cúcuta, como extensión del casco urbano central. Se llamó así
por encontrarse en terreno plano inclinado y árido, cubierto de cujíes junto al
centro, desde donde se inició la expansión urbana de la ciudad.
Se ha considerado tradicionalmente uno de los espacios más significativos,
porque en él se tejió buena parte de la historia social y económica local. Ahí
se erigió el segundo curato parroquial de San José de Cúcuta.
Sus primeros pobladores alzaron casas con techos de paja, paredes de
bahareque y otras de adobe o tapias pisadas. La aridez mencionada y el clima
ardiente los obligó a buscar la forma asegurar la sombra de sus ranchos y para
ello sembraron árboles especialmente de matarratón y almendros.
Las aguas lluvias fueron la salvación de los árboles y de otros sembrados,
en épocas de sequía llevaban el agua en burros del río Pamplonita, que entonces
aún se le llamaba río Pamplona.
La memoria popular cuenta que el nombre del barrio, probablemente fue
tomado a raíz de la llegada de una familia venezolana que al asentarte por esos
lares, abrieron una tienda de pulpería llamada El Llano, porque les recordaba a
su lugar de origen (los llanos de Carora, Estado Lara).
Y como ha sido tradicional el territorio se fue poblando alrededor de la
tienda donde vendían algunos alimentos y especialmente guarapo para calmar la
sed producida por el calor. Aunque hay una fecha exacta de creación del barrio,
(esto es improbable, porque no existen documentos que lo respalden), dicen que
fue el 16 de julio de 1851.
Los limites propuestos correspondían a los terrenos incluidos entre la
calle 12 bajando por la avenida 8ª hasta el callejón o canal Bogotá, luego se
toma el mismo rumbo del canal hacia la avenida 11 y de ahí hacia arriba para
cerrar la poligonal nuevamente con la calle 12. La única vía que existió en un
principio fue la del ferrocarril que venía desde la estación Cúcuta (Hoy
central de transportes) y se dirigía hacia puente espuma que quedaba en el
camellón del cementerio.
Mucho tiempo después se fueron arreglando las calles aplicándoles
empedrados, a finales del siglo XIX y principios del XX las viviendas no tenían
servicios públicos, el agua la tomaban de dos tubos que estaban colocados en la
esquina de Miramar, Calle 11 con Avenida 11 y otro en el puente Cartagena calle
8ª con Avenida 14. Tampoco tenían luz eléctrica, ni servicio de alcantarillado,
las viviendas empleaban letrinas.
Después del Terremoto y con el trazo de la nueva ciudad, se levantaron allí
algunas viviendas de estilo republicano a donde se mudaron parte de las
familias acaudaladas y extranjeras que poblaban el nuevo casco urbano.
Hacia el año 1925 se generalizó el empleo del ladrillo, adobe, tapia pisada
y la teja para los techos, a finales del siglo XX, aún se encontraban casas con
estas características.
La construcción de un canal y las consiguientes tomas públicas arrancadas
de los brazos del rio Pamplonita, pusieron fin al sufrimiento por la carencia
de agua de los habitantes de San José de Cúcuta.
“En la avenida 8ª con calle 9ª había una toma o cogedero de agua que más
tarde la canalizaron y se construyó un puente, donde hoy existe una placa de
mármol con el nombre de “Puente Bolívar” construido en 1881.
Se construyeron otras tomas públicas tales como la Nariño en la calle 10
con avenida 8ª, la Murillo Toro avenida 6ª con calle 13, la Briceño Andressen
calle 11 entre avenidas 8ª y 9ª, la Tatuco avenida 6ª entre calles 6 y 7, la
Centenario en la calle 16 entre avenidas 1ª y 2ª y la Curazao en la calle 11
entre avenidas 0 y 1ª” (García Herreros, 1983:100).
En el año 1935 se construyó el puente Bogotá, el cual divide la Loma de
Bolívar de este sector. Los nuevos límites fueron: Por el norte con la Calle
6ª, el Canal Bogotá a la Avenida 7ª. Por el sur con la calle 10ª desde el Canal
Bogotá a la Av. 7ª. Oriente con la Av. 7ª desde la calle 6ª a la calle 10ª. Por
el occidente con el Canal Bogotá, desde la Calle 6ª a la Calle 10.
Con el crecimiento de la ciudad y los nuevos usos del suelo, este barrio
pasó a ser parte del centro comercial popular de Cúcuta y la mayoría de las
familias, que por décadas lo habitaron se fueron a otros sectores de la ciudad,
debido a la inseguridad que produjo la llegada de nuevos vecinos poco deseables
como ladrones, drogadictos, prostitución y mendicidad, especialmente en los
alrededores del parque Mercedes Ábrego, que lo hicieron invivible.
Capilla de San Antonio antes del
Terremoto de Cúcuta de 1875
Actualmente aunque cuenta con todos los Servicios Públicos como agua, luz,
alcantarillado y telefonía y la totalidad de sus calles están pavimentadas,
además de trasporte para todos las Comunas, muy pocas familias lo habitan.
Este es el entorno se encuentra el segundo Templo católico construido en la
ciudad posterior al terremoto.
Pero antes del actual templo amplio y moderno, los habitantes del barrio El
Llano construyeron una capilla consagrada a San Antonio de Padua, era pequeña y
bastante sencilla. Había sido construida en un pequeño lote de terreno ubicado
en la esquina diagonal al frente Norte Occidental del mercado cubierto, hoy
calle 11 Av. 7ª y 8ª.
En esa capilla se veneraba la imagen de San Antonio, una pequeña efigie que
las gentes adoraban con suma devoción y creencia en los favores y milagros
concedidos. La Fe en aquel Santo hacía creer a la gente que sólo en esa imagen
de San Antonio encontraban la redención para muchos de sus males y clamores,
tanto espirituales como terrenos.
La fama del milagroso se propagó por pueblos y regiones circunvecinas,
generando la realización de grandes romerías y festividades, aumentando las
rentas parroquiales, el ornamento y la ostentación en este beneficiado
eclesiástico.
Cuenta don Luis A. Medina que después del terremoto aquella imagen de San
Antonio desapareció de su originaria capilla y fue encontrada en El Salado,
donde los vecinos le construyeron también una capilla, lo cual dio lugar a una reclamación
de los devotos cucuteños.
Sus primigenios devotos reclamaron y clamaron por el retorno de su adorada
imagen, y en nombre de los ellos llevó la palabra un popular orador, a la hora
de hacer explícita la reclamación, a manera de gran manifestación religiosa
reclamando la propiedad del Santo.
Los vecinos del caserío “El Salado” también lo reclamaban para sí.
El Prefecto Departamental, ante quien habían acudido los cucuteños, se
halló perplejo para dirimir el conflicto. Luego, después de amenazas recíprocas
entre los grupos enfrentados, la primera autoridad ordenó que se trajera el
Santo a su despacho para tenerlo presente, como si fuera cuerpo de delito, y
después de algunos días, cuando ya los ánimos se habían calmado, lo entregó a
la Iglesia de San Antonio de Cúcuta (Medina, 1988).
Imagen de San Antonio de Padua
En 1891, después de permanecer cerca de 16 años sin iglesia y sin
administración religiosa ni sacramental en su comunidad, la feligresía del
barrio de El Llano, sintiendo vivamente la necesidad del “pastor espiritual”,
decidieron poner remedio a tal calamidad.
Liderados por uno de los vecinos más destacados, don Trinidad Ferrero,
acometieron la construcción de una nueva capilla donde habrían de oír misa y
recibir los sacramentos y oficios litúrgicos. La obra requirió de ingentes
esfuerzos comunitarios, como el de recolectar dineros y materiales para la
fábrica de la referida capilla. Un templo en honor y bajo la advocación del
mismo San Antonio de Padua, quien era su venerado patrono.
Todos o la mayoría de los fieles de la localidad y de un numeroso y
creciente grupo vecinos, asistían en romería a venerarle y rendirle culto, así
como a pagar los votos de sus promesas por los favores recibidos del Santo.
A esta capilla de culto y veneración religiosa, se le dio el mismo nombre
de San Antonio de Padua, siguiendo la tradición llevada hasta el fatídico
terremoto de 1875 que había destruido el asiento o Barrio de sus devotos.
Y, según promesa realizada por uno de sus más enconados fieles, Don
Trinidad Ferrero, al venerado Santo, los fieles contribuyeron e intensificaron
las donaciones para la construcción del templo. Petición que según el Señor
Ferrero fue concedida como un verdadero milagro, dada la situación y lo difícil
de los tiempos modernos.
Hasta el año de 1926 solo había en la pujante Cúcuta la Iglesia de San
José, sede de la Parroquia del mismo nombre. El crecimiento poblacional y
urbanístico hizo que fuera muy difícil la atención espiritual de todos sus
habitantes, por lo tanto Monseñor Rafael Afanador y Cadena obispo de Pamplona,
a cuya diócesis correspondía esta parroquia, decidió dividir esta en dos
parroquias, fijando como límite jurisdiccional la actual Avenida 8.
La parroquia fue erigida el 12 de
diciembre de 1926 y oficializados sus servicios sacramentales y pastorales a partir del
primero de enero de 1927, fabricándose al frente a la Plaza Mercedes Ábrego, en
la Calle 9ª con Avenida 8º.
La primera piedra se puso el 14 de junio de 1931 y la obra se inició el 2
de enero de 1932, en terrenos donados por don José Rafael Unda. Los planos los
diseño el arquitecto Gustavo Maldonado y su primer párroco fue el Padre Raúl
Angarita.
Como parte de la remembranza y la tradición de San José de Cúcuta antes del
Terremoto de 1875, aunada a la celebración dentro del Santoral romano de los
700 años de la muerte de San Antonio de Padua, (Fernando de Tavera), se volvió
a designar esta advocación al patronato de la nueva parroquia.
La voluntad y el trabajo de la comunidad beneficiada, permitió conseguir
los fondos necesarios para su construcción, acondicionamiento, ornamentación y
decoración del templo. Fiestas populares y festivales en los teatros,
especialmente en el Santander, permitieron recaudar fondos.
La Asamblea departamental asignó al nuevo templo una partida mensual de
$1.800, y para los años 40 fue de $5.000, terminando la construcción en 1944,
cuando Monseñor Afanador y Cadena inauguró el Presbiterio y al año siguiente
asignó como párroco al padre Guillermo Santamaría, quien finalizó la tarea.
Al templo lo adornan frescos sobre los milagros de San Antonio, así como
pasajes de la tradición como: la mula arrodillada ante el Santísimo Sacramento
y las Visiones del Niño Jesús con quien jugaba el Santo.
Los frecuentes temblores han hecho mella en la edificación. El daño más
grande lo hizo el temblor de 1981, que resquebrajó las torres y el techo. Estos
fueron arreglados durante el oficio administrativo del padre Luis Alejandro
Jaimes, quien además de reestructurar las partes afectadas, reconstruyó la casa
cural y cambio la fachada, abriendo algunos locales comerciales, de cuyo
arriendo recibe parte del sustento la parroquia.
Una de las obras que actualmente (2015) hace parte de la tradición navideña
de la ciudad, es el pesebre mecánico, con movilidad, artísticamente muy
original, que logra congregar buena parte de la comunidad católica del
Municipio, además de turistas.
El enchape del frontis del Templo y otras obras se las reconocen al Padre
Eloy Mora, quien dicen sirvió este feligresado con mucho esmero.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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