Jorge
Mogollón Torres (Resumen de artículo)
Lucio Pabón Núñez, nació en Convención, aunque algunos
dicen que fue en Villacaro donde fungió como alcalde y es considerado, “su hijo
más ilustre”. Hijo de Crispín y Victoria, empezó el bachillerato en el Colegio
José E. Caro entonces dirigido por jesuitas y, alumno distinguido, se trasladó
al prestigioso Colegio de San Bartolomé en Bogotá, también regentado por
jesuitas, donde es considerado un “bartolino ilustre”.
Allí fue compañero y amigo de Álvaro Gómez Hurtado, hijo
del caudillo conservador Laureano Gómez quien, demostrando su afinidad y
afecto, en fecha memorable, de Pabón dijo: “En mi casa, Lucio no es un amigo,
sino un hijo más”.
Ingresó a la Universidad Javeriana, graduándose de
abogado en 1941 con su tesis: “La tridivisión del poder público”. Es pues,
producto neto de la educación que impartían los jesuitas.
Su hoja de vida producirá envidia entre sus colegas, pues
representando al partido Conservador, entre otros fue: diputado a la Asamblea
(1939-1941), representante a la Cámara (1943-1947 y 1962-1966), gobernador
(1949-1950), plenipotenciario en Portugal (1950-1952), diputado a la Asamblea
Nacional Constituyente, la Anac (1953-1957), senador (1970-1974 y 1982-1986),
ministro de: educación (1952-1953), guerra (1953), y gobierno (1953-1956);
además rector de la Universidad La Gran Colombia (1975- 1977).
Una vida que transcurre dedicada exitosamente a la
actividad política durante la república liberal (1930-1946), los gobiernos
conservadores subsiguientes (1946-1953), la dictadura militar (1953-1957), el
Frente Nacional (1958-1974) y luego hasta 1986: 47 años en la burocracia, entre
el legislativo, el ejecutivo y la diplomacia como suele suceder.
Gobernador “a sangre y fuego”.
El 8 de octubre de 1949 Pabón Núñez se posesionó como
gobernador del Norte de Santander, remplazando al también conservador Carlos
Vera Villamizar, médico pamplonés y caballero a carta cabal.
La razón, según José María Villareal, fue que “claramente,
decididamente vino una orientación conservadora por parte del gobierno
nacional.” Según Pabón: “Yo no quería aceptar, pero Álvaro Gómez me dijo que
quien despertaba mística en los conservadores y miedo en los liberales era yo”
y añade: «Sí, fui gobernador “a sangre y fuego” porque “a sangre y fuego”
estaba la vaina (…) en la época de Ospina, al revés, se desató la persecución
conservadora».
La realidad política era simple: Laureano Gómez era
candidato a la presidencia y en un país que recientemente había ratificado su
mayoría liberal, era imprescindible la intervención oficial a su favor, como
admitió Pabón: “(…) agente electoral (…) de Laureano. Para hacerle las
elecciones. Lo sacamos como presidente”.
Así las cosas, el 16 de noviembre de 1949 ocurrió una
matanza en El Carmen, municipio nortesantandereano tradicionalmente liberal.
Según Pabón, allí había alteraciones del orden público y
estaban almacenando armas y explosivos para dar un golpe de Estado, por lo cual
decidió enviar la policía reforzada con “elementos probadamente leales al
gobierno” (chulavitas): los 117 efectivos policiales junto con el nuevo
alcalde, Pedro Belarmino Ovalle, llegaron al pueblo, donde “un núcleo
revolucionario poderosamente armado atacólos (sic) desde casas cerradas,
produciendo muerte de un agente, muerto el chofer que llevaba la policía, y
seis agentes gravemente heridos (…) entre los atacantes hubo 24 muertos”.
El historiador Ciro Castilla Jácome discrepa: “Agentes
del Gobierno en contubernio con maleantes de los pueblos circunvecinos se
tomaron nuestro terruño en forma salvaje: balearon a sus gentes y los civiles
saquearon casas y almacenes (…) Fue un genocidio. Un crimen atroz.”
Disiente también el historiador ocañero Jorge Meléndez
que en su opúsculo “Comarca incendiada” alude al evento como el “holocausto
carmelitano” y cita el dramático testimonio de un testigo: “Lucían ebrios.
Lanzaban injurias contra la oposición (…) vivaban a don Laureano Gómez (…) la
religión, a Cristo Rey, al Papa, a Francisco Franco (…) se les obligó a cavar a
golpes de látigo su propia fosa (…) los alinearon de a cuatro en fondo y los
fusilaron con varias descargas de metralleta (…) Muchos estaban sólo heridos. Suplicaban,
gemían. Pero a golpes de azadón y barra se les acomodó (…)
Nahún Sánchez escribió: “Un número cercano a las setenta víctimas
fatales, casas destruidas, establecimientos comerciales desocupados, centenares
de huérfanos (…) dolor rabia y desamparo, (…) una masacre que pocos conocen (…)
sus responsables nunca fueron judicializados”.
Ferdinando Casadiegos narra: “pude presenciar el
asesinato de Manuel Carvajalino Peña, (…) jefe liberal de El Carmen, a quien sacaron
de la casa de Armando Mier (…) le ordenaron seguir adelante (…) antes de llegar
a la esquina la policía le disparó por detrás (…) y lo despojaron del reloj y
de una cadena de oro…”
Guzmán Campos y colaboradores clasifican la matanza como un
“espantoso genocidio” y no como el resultado de un combate entre la policía y los
subversivos, como afirmó Pabón.
En el cementerio de El Carmen hay una tumba con 39
cadáveres cuyo epitafio reza: “Bajo este monumento yacen en fosa común los hombres
inocentes sacrificados por el odio y la violencia…”
Silvia Galvis, bumanguesa y Alberto Donadío, cucuteño,
aseveran que el gobernador, previamente a la incursión policial solicitó al
director general del ejército retirar un retén militar cercano a El Carmen que
significaba una garantía vital para los liberales acosados por la policía
chulavita; le correspondió al general Rojas Pinilla (ascendido el 22 de octubre
de 1949 el mismo día de la masacre de la casa liberal de Cali que dejó 15
muertos) conceder tal solicitud y dar vía libre para que actuara la comisión enviada
por Pabón.
Alfonso Fernández, juez 54 de instrucción criminal
investigador de los hechos, fracasó en su misión por lo cual la masacre sigue
impune.
El citado Meléndez afirma que el doctor Timoleón
Rodríguez intentó detener a los responsables y fue destituido de su cargo;
deduce que se trató de “un crimen oficial”.
No puede negarse la eficacia política de los atropellos pues
once días después del genocidio en El Carmen, Laureano Gómez fue elegido
presidente de la república con la abstención del 61% del electorado, obteniendo
el 99.5% de los votos porque el partido liberal hostigado no participó en el
certamen, llamando a desconocer “la farsa electoral”.
Una
foto de archivo en la cual recordamos a varios personajes: Luis Parra Bolívar,
fundador y director del Diario de La Frontera, Sixto Tulio Reyes Peinado y Lucio
Pabón Núñez, dirigentes conservadores, y el poeta Cote Lamus, en alguna
ceremonia.
Rafael Rangel, guerrillero liberal, intervino con un
ataque en San Vicente de Chucurí, dejando por lo menos cien muertos.
Mientras La Violencia crecía, el gobernador Pabón fue
promovido por Gómez al rango de ministro plenipotenciario en Portugal, la
tierra del dictador Antonio de Oliveira Salazar primer ministro de esa
desdichada nación durante 36 años, objeto de la admiración del novel
diplomático: “Yo no fui fascista ni nazi pero si salazarista y aún lo soy” (!)
ratificó Pabón en 1985.
El 13 de junio de 1953
Clausurado el
congreso, Laureano Gómez se posesionó ante la Corte Suprema de Justicia el 7 de
agosto de 1950, cuando “Colombia se encontraba en un estado de colapso político
debido a la guerra civil”, pero a los quince meses le concedieron una licencia
por enfermedad.
Se encargó de la
presidencia al Designado, Roberto Urdaneta Arbeláez, quien nombró a Pabón
inicialmente en el ministerio de educación, en medio de una pugna interna del
partido Conservador “tridividido” entre laureanistas, ospinistas y alzatistas.
.
Y La Violencia no
cedía. Reapareció un alto oficial del ejército e ingeniero civil, muy cercano a
Ospina Pérez: el general Rojas Pinilla, comandante del ejército.
La cercanía entre
Rojas y Ospina disgustó a Laureano Gómez, ya en varias ocasiones trató de librarse
de Rojas enviándolo en misiones al extranjero para alejarlo de la línea de
mando, en vano.
El momento se
presentó cuando Felipe Echavarría Olózoga, un industrial antioqueño que fue acusado
de conspirar para asesinar a prominentes figuras de la vida nacional, incluido
el general Rojas.
Echavarría fue
detenido y confesó mediante tortura por el Ministerio de Guerra siendo ministro
del ramo Lucio Pabón.
La tortura llegó a
oídos del presidente titular, Laureano Gómez, que se declaró escandalizado y decidió
que el general Rojas debía ser retirado del Ejército y con esta intención, el
13 de junio de 1953 se presentó al Palacio de la Carrera, reasumió la
presidencia, convocó una reunión de gabinete y ordenó al ministro destituir al general;
Pabón, alegando el debido respeto al fuero militar constitucional se negó a
efectuar tal trámite y renunció.
El ex ministro Pabón,
se presentó a la sede del gobierno para entrevistarse con Urdaneta a quien
instó a asumir la Presidencia de la República con el apoyo de las Fuerzas
Armadas.
Urdaneta se negó pues
Gómez era el titular y debería primero renunciar.
Hubo un vacío de
poder y para llenarlo se discutían diversas alternativas, pero, ostentando su
índole, actuó Pabón Núñez. Leamos su versión, digna de Maquiavelo:
«Se produjo el caos.
Mandaron llamar a Laureano pero no lo encontraron (…) Entonces comenzaron a
llegar personajes conservadores, Ospina Pérez, Luis Ignacio Andrade y algunos
liberales.
Urdaneta y Ospina se
retiraron con el propósito de mantener una conferencia secreta (…)
De pronto salí del
salón (…) y un militar borracho me dijo: “Esta vaina se volvió Cuba. Aquí va
apoderarse del poder un Batista, porque mi general Rojas no le jala (…) A no
ser que usted se haga cargo. Nosotros lo apoyaríamos.” Yo pensé: “Esto se lo
llevó el diablo”.
Pregunté dónde
estaban Urdaneta y Ospina y alguien me indicó: “Allá encerrados”.
Me dirigí al despacho
(…) abrí la puerta y les dije:
“Vengo a comunicarles
que el general Rojas se ha hecho cargo del poder”, lo cual era una mentira.
Rojas estaba atortolado. (…) Ospina (…) me respondió (…): “Ante los hechos
cumplidos no hay nada más que aceptar”. Y salió tras de mí. (…)
Llegué donde Rojas y le dije:
“General, el doctor Ospina y el doctor Urdaneta vienen a reconocer tu ascenso a
la Presidencia”. Rojas no sabía qué hacer.»
El insólito relato lo confirma
Urdaneta: “Así es. En verdad, el que dio el golpe de Estado fue Pabón Núñez…”
Según testimonio del general
Berrio Muñoz, una vez Rojas asumió la presidencia, procedió a nombrar su
gabinete y «se dirigió a Pabón así: “¿Lucio, me acompañarías en el ministerio
de Gobierno? y el doctor Pabón Núñez contestó con estas textuales palabras que no
se me olvidarán nunca: “Gustavo, en tu gobierno te sirvo hasta de
mecanógrafa”».
No olvidemos que el derrocado era
Laureano Gómez de quien ese día Pabón dijo: “Laureano Gómez ha sido para mí un
padre. Yo que no soy incondicional de nadie, lo sería de Laureano Gómez. Pero
en este caso, tengo que correr la misma suerte del doctor Urdaneta.”
Pabón fue el que redactó la
proclama que Rojas leyó a los colombianos:
“No más sangre, no más
depredaciones a nombre de ningún partido político, no más rencillas entre hijos
de la misma Colombia inmortal. Paz, derecho, libertad, justicia para todos…”
Pocos criticaron el nombramiento
del poderoso ministro.
Pinilla gobernó con muchas
dificultades pero con la colaboración de los lentejos se aprestaría a reelegir al
“jefe supremo” por un periodo de 4 años, lo cual rebosó la copa; llegó mayo de
1957 y un movimiento civil bipartidista de envergadura nacional depuso “al usurpador”
que el viernes 10, luego de 1427 días en la presidencia, renunció a su
investidura y nombró una junta militar en su remplazo.
No adivina el lector dónde estaba
Lucio Pabón el día que Rojas Pinilla fue derrocado: en la paradisíaca Miami,
afectado “por una ameba llamada yárdeas” (sic) (probablemente una giardiasis,
una parasitosis intestinal).
Esta versión, para variar,
también es refutada: el 8 de mayo de 1957 hubo reunión de la Anac para decretar
la reelección de Rojas para el periodo 1958-1962; Hernando Navia Varón afirma
que “Pabón Núñez al darse cuenta que (sic) las Fuerza Armadas no aceptaban un
candidato civil como Designado (…) se retiró de las sesiones (…) y viajó a
EE.UU.”; frustrada su aspiración a la designatura, a nadie sorprenderá la
actitud de nuestro exitoso político cuyo fino olfato reaccionó tardíamente.
De los EE.UU. pasó a Madrid donde
viviría 5 años de exilio voluntario mientras la frágil memoria de los
colombianos olvidaba.
Regresó al país en 1962, como si
nada hubiera ocurrido, siendo presidente su copartidario Guillermo León
Valencia y, naturalmente, al Congreso de la República donde permanecería con
altibajos hasta 1986.
El liberal bumangués Augusto
Espinosa escribió en El Tiempo el 21 de octubre de 1962:
“Pabón no habló de cómo traicionó
a su propio partido; ni de cómo persiguió a sus copartidarios (…) se proclamó
frentenacionalista, (…), ospinista integral, alzatista irreductible (…)”
Aparentemente, abjuró de su
rojismo. De la masacre de El Carmen poco se habló, tema sensible durante la
época desmemoriada del Frente Nacional.
Tampoco de la masacre en la casa liberal
de Cali, ni de la masacre de los estudiantes en las calles bogotanas, ni la de
Belalcázar, la de Villarrica, La Ceiba, Urrao… Mejor la impunidad, con el
célebre político nortesantanderano paseándose orondo por las empinadas, sinuosas
y resbalosas gradas de la burocracia durante otras dos décadas.
Epílogo
Para singularizar a Pabón Núñez, el partido Liberal acudió a un
chascarrillo:
“¿Cómo se llama la Avenida que
atraviesa el Cementerio Central? Avenida Pabón Núñez (…) porque tiene muertos a
lado y lado”.
Nota a considerar.- Para
analizar los actos de una persona debemos ubicarnos en el tiempo y desentrañar
las circunstancias políticas de entonces.
Difícilmente se puede creer que una persona con tan magna formación humanística incurra en actos irreflexivos, aunque por su calidad de servidor público se le pueda derivar responsabilidad política, lo que no quiere decir que sea acreedor de responsabilidad penal. Olger García
Difícilmente se puede creer que una persona con tan magna formación humanística incurra en actos irreflexivos, aunque por su calidad de servidor público se le pueda derivar responsabilidad política, lo que no quiere decir que sea acreedor de responsabilidad penal. Olger García
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
muchas gracias... me sirvió de mucho esta información, estoy en la ONU en el gabinete de rojas, teniendo como personaje a lucio pabon Nuñez y tendre de uso de esta relevante información muchas gracias...(valga la redundancia).
ResponderEliminarEs muy ignorada por el común de los colombianos la participación que tuvo Pabón Núñez en la carrera de Rojas Pinilla.
ResponderEliminares todavia vivo ?
ResponderEliminar19 de julio de 1988
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