Luis
Fernando Carrillo
Alfredo
Díaz Calderón
En lo que hoy es el hotel Cuarta Avenida, frente al
edificio Centro Plaza, antigua casa cural de la iglesia de San José, Avenida
4a. No 10-53, quedaba la casa de la familia Barco Vargas, hacia 1935. Allí todo
flemático al estilo inglés, distante, serio y aplicado en el estudio, con un
mechón en formación, comenzaba a cuajarse el que sería presidente de Colombia,
Virgilio Barco Vargas. En esa época se le decía simplemente Virgilito.
En la casa siguiente tenía don José Antonio Díaz, casado
con doña Josefina Calderón, su panadería La Fragancia, frecuentada por
Virgilito atraído por el olor del pan y por la presencia de unos muchachitos con
quienes solía jugar al escondido, a la marisola, al puente está quebrado,
semana o rayuela, como le dicen los argentinos, y otros juegos infantiles.
Se trataba de los hijos de los Díaz Calderón. Alfredo,
Carlos y Ligia, alternando los varones la ayuda en la panadería con el estudio
que hicieron hasta cuarto de bachillerato en el Sagrado Corazón de Jesús,
cuando se retiraron para ponerse al frente del establecimiento.
Atrás quedaban los días felices del colegio, el
basquetbol y la gloria que comenzaba en ese extraordinario atleta de la cesta que
fue Alfredo. Ahora, lo importante era el pan, la cema de chicharrón, el afrecho
(que hoy tiene nombre estilista: pan integral) y la exclusividad, el pan turco,
con fórmula de doña Ercilia, abuela de Hernando Barjuch: harina, sal, poca
levadura y poca grasa.
Algunos afirman que los Díaz fueron mejores panaderos que
basquetbolistas. ¡Equivocación tremenda! Será muy difícil olvidar que estos
hermanos, casi por intuición, forjaron un estilo inolvidable.
Lo cierto es que los años floridos del deporte favorito
de los nortesantandereanos está ínsito en la actividad fecunda de Alfredote,
como le dicen cariñosamente sus amigos, arraigada en la enseñanza de gomosos
hermanos cristianos, como Clemente, Daniel María, Laureano y el famoso Daniel,
que con todo respeto deberá llamarse ‘Tachuela’, con una decidida aptitud de maestro,
y del mismo Ramón Cárdenas Silva, que como seglar hacía de profesor y, no
obstante su seriedad y exigencia, le gustaba el deporte, llegando a ser
presidente de la liga.
Alfredo conoció una cancha a los siete años. Su
curiosidad lo llevaba a lanzar al cesto cuanta cosa había y embocarla. De ahí
ese pulso que le sirvió para definir partidos y satisfacer a los espectadores
que vieron en él un hombre cerebral, con personalidad, intuitivo y repentista que,
en asocio con su hermano Carlos y años después con Roque Peñaloza, llenarían de
alegría, colorido y técnica los coliseos nacionales.
Esa cancha quedaba en la residencia de la familia Uribe
Calderón, joyería El Sol de hoy, y la pastelería del señor Armando Quiroga. Ubicada
en el solar, con piso de tierra y una gradería rústica, sirvió para sus
experiencias basquetbolísticas con los hermanos Uribe Calderón, Jorge, Manuel,
Hugo, Manuel José Vargas, León Enrique Sanjuan, Toto y José Luis Fuentes, Juan
Tobito Acevedo y dos hermanitos que después incurrirían en el periodismo y la
política, Eustorgio y León Colmenares quienes, con el permiso de sus padres,
pues eran muy obedientes, iban al coliseo.
Virgilito poco iba no obstante vivir “a la vuelta”, como
se dice en Cúcuta; su aplicación al estudio -dicen las crónicas lasallistas que
siempre ocupó el primer puesto- le impedía perder tiempo en cosas poco serias,
lo que siempre marcaría su carácter. Eran los años 36.
En el 40 llega Alfredo a La Salle a tercero elemental; allí
ve muchachos que jugaban muy bien, pero tenía la intuición de que sería el
mejor. En el 45 junto a Eduardo Jácome, Carlos Celis, Carlos Rangel, Samuel
Castañeda, Heriberto Porras, Álvaro Ramírez Lares, Erasmo Hernández, Olinto Merchán,
Antonio Soler y Alfredo Garbiras, se enfrentan a los grandes de la época:
Guasimales, dirigidos por los hermanos Lara, el Colegio San José de Régulo
Garcíaherreros, el Provincial de Pamplona, el Reformatorio, equipos donde se
fueron cuajando las estrellas que durante lustros harían del basketbol
nortesantandereano algo respetable.
Un basquetbol, dice Alfredo, descomplicado, simple, donde
no se ve el esfuerzo y se debe jugar en todos los puestos, con impecable
lanzamiento y marcación estricta, cualidades que requieren mucho trabajo y
profesionalismo. Eso es lo que practican hoy los yugoslavos y los Toros de
Michel Jordan. Guardadas las proporciones, eso fue lo que hizo el Norte entre
el 50 y el 60.
La falta de jugadores altos, era suplida con muchas de
estas condiciones que en manos de los hermanos Díaz, Roque, Jorge Niño, etc… deleitaban
a los espectadores. Fueron los años de la famosa “silla” de Roque Peñaloza y la “alfredina”, que
no era otra cosa que un doble corte contra defensa individual que salía a la
perfección por estar memorizada. Alfredo la vio en 1951 en Buenos Aires a los
argentinos Oscar Furlong y Raúl Pérez Varela.
Selección del Norte al Campeonato Nacional de Barranquilla 1946. En primer
plano inclinados de izquierda a derecha: Víctor Vega, Moisés Barroso y Alfredo
Díaz. De pié: Hernán Arenas, delegado, Carlos Rangel, Carlos Arenas, Hugo
Uribe, Juan Cuberos, Enrique Olivares, Héctor Olaya, Eduardo ¨Ito¨ Jácome y el
entrenador Antonio Carreño.
En 1946 inicia Alfredo su extenso periplo de
participaciones nacionales que culminarían en 1959 en el nacional de Cúcuta,
cuando tenía 36 años y se había casado con
doña Elba Fuentes, barranquillera, sobrina de Toto Fuentes, a quien conoció en
casa de su cuñado Elías Fuentes, casado con doña Ligia y para quien Alfredo
guarda sentimientos de aprecio y amistad inmensos.
De ese hogar nutrido de gran amor nacieron Alberto,
árbitro FIBA y licenciado en Biología,
Manuel, Eduardo, María Helena, Miguel, Yolima y Xiomara, que alegran sus
días en este camino de 30 años de feliz
matrimonio.
De todas esas actuaciones que se inician en Barranquilla
como suplente, continuando en 1948 otra vez en Barranquilla, como titular y
líder del equipo, junto con Carlos que hacía su primer nacional, acompañado entre otros de Erasmo Hernández,
Antonio Soler, Álvaro Ramírez Lares, Manuel Sayago, Samuel Castañeda, Moisés
Barroso, que le permitiría enfrentarse a lo más selecto del básquet nacional,
Antioquia, Huila, Bogotá, y Valle, Alfredo recuerda especialmente el campeonato
de 1956 en Medellín.
Allí Norte mostró su calidad y rapidez; definió el
campeonato enfrentado a la maquinaria de Antioquia conformada por Edison y
Ardis Cristopher, Pacho Cala, Alberto Yarce, Iván Villegas, y Oscar ‘La Coca’
González; Norte actuó con los hermanos Díaz, Roque, Sergio López, Miguel
Hernández, Wilbert Daw, Gustavo Martínez, Hugo ‘Bombero’ Guerrero, Yesid Téllez
y Enrique Olivares. Con velocidad, coraje y técnica, empataron 88 a 88 y en el
extra tiempo ganó Antioquia 96 a 92. Norte quedó con los suplentes al final,
diezmado por la altura de los antioqueños pero victoriosos en la plasticidad de
su juego.
La selección Colombia en los Juegos Panamericanos de
Buenos Aires (Argentina) en 1951 la conformaron los siguientes jugadores. De pie,
de izquierda a derecha, Carlos Díaz, Miguel Zapata, Reynel Rojas, Gonzalo
Fernández, Eduardo González, Alfonso Rugeles y Adolfo Pacheco. Hincados,
Alfredo Díaz, Jaime Mendoza, Saúl Peláez, Eddy Romero, Jorge Montalvo y Marino
Molina.
La primera salida internacional de Alfredo es en 1951, en
los Panamericanos de Buenos Aires; asiste también Carlos. El conjunto es
dirigido por Fanor Martínez y al final terminaron jugando los jóvenes porque
los veteranos no dieron la talla.
En el 53 el suramericano de Montevideo. Seleccionados
además por Norte de Santander Carlos, David Morantes y Antonio Soler. En el 54
los Centroamericanos del Caribe, en México. Además de haber quedado quinto, se
le ganó a México con los 34 puntos que marcó Edison Cristopher, llamado desde
entonces el verdugo de México. Miguel Zapata, fallecido, jugador
barranquillero, hacía de armador; y se le ganó a República Dominicana,
Venezuela y México.
Entre el 55 y 58 asiste al suramericano de Cúcuta y no
pudo jugar porque un perro lo mordió. Iván Villegas y Carlos Díaz hicieron de
“armadores” y se quedó de sexto, con la presencia también de Morantes y Soler. A Ecuador al
campeonato de campeones. Al suramericano de Chile en que Colombia quedó de
quinta, dirigida por Juan Leopoldo Rochaix. Es recordado gratamente por
Alfredo, porque allí se dio a conocer en su plenitud Roque Peñaloza; a más de
ser declarado el mejor armador se distinguió por su rebote y coraje: se le
llamó “el pequeño gigante”.
Esto le valió conformar el quinteto ideal de ese torneo
junto con Moglia de Uruguay, Valdemar y Amaury de Brasil y Juan Carlos Flompson
de Chile.
En 1959 asiste como entrenador y director técnico de
Colombia a los Centroamericanos y del Caribe de Caracas. No obstante haber
salido Cristopher por indisciplina, en vibrante partido llega a la final
derrotando al anfitrión. San Salvador sería el campeón y lo seguirían Puerto
Rico, Panamá y Colombia.
En ese año se retira Alfredo de toda actividad
competitiva como entrenador o jugador, pero actualmente sigue en lo suyo a
nivel doméstico. Se ha dedicado al entrenamiento de niños en los barrios, propiciado
por don José Urbina Amorocho, para llevar distracción y sanos estímulos.
Fotografía tomada en el Club de
Cazadores con motivo de alguna premiación de torneos de básquet, en la década
del 80. En ella recordamos de izquierda a derecha a Hugo Hernández, Alberto
Rangel, Eduardo “Pollo” González, Roque Peñaloza, Álvaro “Flecho” Hernández,
Otto Hernández, Hernán “Pipo” Gómez, Alfredo Díaz Calderón y Simón Granados.
Esto lo mezcla con el periodismo en radio San José, con
el mismo tino y respeto con que jugó basketbol. Es que Alfredo, además de ser
un gran deportista, es un hombre de profundas reflexiones sobre la existencia.
Es un hombre grato a la ciudad, con un decidido don de gente que atalaya desde
su mismo hogar en el que discurre junto con su esposa Elba y sus hijos.
Alfredo es un ejemplo para las generaciones de hoy y de
mañana.
DIEZ
PREGUNTAS A ALFREDO:
P. ¿Qué pasa
con el básquetbol actual de Norte de Santander?
R. Hace rato
perdió la capacidad de competición, por querer jugar un basketbol para gente
alta, sin existir esas condiciones, por falta de mística de los jóvenes que han
derivado a otras actividades y por una casi total insolidaridad de la empresa
pública y privada.
P. Defínase
como basquetbolista.
R. Así lo
hizo Chuck Davis, el entrenador americano de la selección Colombia de 1955:
jugador con visión periférica, panorama total de la cancha y repentista para definir
al instante una jugada.
P. El mejor
jugador de Norte de Santander en todos los tiempos.
R. Roque
Peñaloza; por su inteligencia, noción y capacidad de salto, coraje a toda
prueba y excelente media distancia.
P. De Colombia.
R. Edison
Cristopher.
P. La selección
de Colombia de todos los tiempos.
R.
Cristopher, Roque, Guajiro Romero, Luis Murillo y Víctor Level, actual jugador
del equipo Motilones, que sin llegar aún al tope es un fuera de serie.
P. Mejores
dirigentes.
R. Alberto
Gómez Moreno de Colombia y José Beracaza de Venezuela.
P. Su mejor
amigo.
R. Elías
Fuentes, mi cuñado.
P. Dos mujeres
y dos hombres de Norte de Santander.
R. María
Helena Olivares, Margarita Silva Colmenares, padre Rafael Garcíaherreros y
Carlos Ramírez París.
P. ¿Es cierto
que usted jugando básquetbol doméstico es, como buen cucuteño, un “galletero”
de la madona?
R. Esas son
inventivas de mamagallistas que no faltan en Cúcuta.
San José de
Cúcuta, Octubre de 1991.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.