miércoles, 10 de agosto de 2016

983.- NOMBRES QUE YA NO RECORDAMOS



Gerardo Raynaud

A principios del siglo 20 y recién creado el departamento  Norte de Santander, las ilusiones de los pobladores para obtener un mayor bienestar en poco tiempo, giraba como hoy, en torno a los juegos de azar, los oficiales como han sido siempre las loterías, que eran y aún lo son, una de las fuentes de financiamiento más atractivas para el Estado.

Antes de aparecer la Lotería de Cúcuta y durante algunos años, su antecesora fue la Lotería de la Beneficencia del Norte.

Se jugaban dos sorteos semanales, al igual de ciertas loterías de hoy y tenían un premio mayor por valor de mil pesos oro, un premio menor de cien pesos y uno de consolación de veinte pesos. Se compraban billetes de diez fracciones con cuatro cifras por un precio de un peso.

Los resultados eran publicados en la prensa local y en ellos se daban los nombres de los ganadores y algunos datos adicionales, como en el aviso del sorteo No. 20, en el que se indica que las ganadoras fueron, la señorita Sofía Moros quien obtuvo un premio de $666.66 y la señora Carlota Leal de Sánchez, $333.34, habitantes del barrio La Cabrera; que el premio menor de $100 lo obtuvo la señorita Carmelita Patiño, vendedora de helados en el mercado Central y don José Rafael Unda, el premio de consolación de $20.

Para el cuidado de la salud de las personas, los productos que se ofrecían, aunque no tan variados como los actuales, sí se presentaban como respuesta cierta a sus males como era el caso del famoso jarabe Tabonuco Pectoral que era ofrecido a grandes y chicos como un jarabe delicioso e inofensivo para las enfermedades de las vías respiratorias por ser un magnífica reconstituyente del aparato pulmonar. Lo vendían en las principales droguerías y farmacias. Su presentación era en frascos pequeños de 70 gramos que tenían un precio de cuarenta centavos o en frascos de 8 onzas que costaban $1.20.

A principios de siglo también se ofrecían reconstituyentes diversos, pero tal vez el más famoso era el Vino de Carne Compuesto. La literatura que acompañaba este delicioso brebaje decía que era “un tónico nutritivo y estimulante, que era un excelente remedio contra la anemia tropical, el paludismo, la postración nerviosa, la falta de apetito, el dolor frecuente de cabeza, el insomnio, los sudores nocturnos, el empobrecimiento de la sangre y en general para todo desorden del organismo y siempre que se necesite de un medicamento poderoso y energético para reconstruirlo.”

El producto era fabricado en Cúcuta por Serrano y Compañía y distribuido en casi todo el país. Venía respaldado por una marca registrada del mismo fabricante y conocida como “Atlante” y exhibida en todos sus productos; adicionalmente le recomendaban, “cuando usted se encuentre desfallecido y con pereza, cansancio y decaimiento, atribúyalo a la falta de  abundante, buena y rica sangre y tome enseguida el sin rival Vino de Carne Compuesto.

Aunque este nutritivo suplemento, curaba prácticamente todos los males comunes de esa época, solamente se mantuvo activo mientras duró el laboratorio de los señores Serrano, pues lentamente fue saliendo del mercado hasta, como se dice ahora, fue descontinuado.

Sin embargo, la población local no quedó desprotegida mucho tiempo, pues sustitutos le han salido siempre a todo producto que desaparece del mercado y por motivos de sanidad aparecen algunos que mejoran al anterior; ese fue el caso del nuevo Vino Tónico Reconstituyente del doctor M. Villa Mora, fabricado en la Botica Nueva del doctor Villa Mora bajo licencia otorgada por el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social con el número 442.

Tenía, al parecer, otro sabor diferente al anterior, pues solo incluía ingredientes vegetales de dulces sabores y se anunciaba como una cura para anemia, la clorosis (enfermedad común entre los adolescentes, caracterizada por el empobrecimiento de la sangre que generaba palidez amarillenta del rostro), el fortalecimiento de los nervios y el enriquecimiento de la sangre.

La posología indicaba que debía tomarse una copita (que venía incluida con el frasco), una en el almuerzo y otra en la comida. Para los niños de 5 a 10 años, la mitad de la dosis.

Posteriormente y a raíz del éxito obtenido con su Vino Tónico, el mismo farmaceuta, desarrolló otra pócima, esta vez dedicada al alivio de las enfermedades reumáticas, particularmente aquellas que incapacitaban a las personas en su movilidad, tal como se muestra en el anuncio que publicaba en los principales diarios de la ciudad, en los que se ven un par de muletas abandonadas en un catre hospitalario dejado por un paciente, al que se supone las dejó curado de sus dolencias después de tomar el afamado Jarabe del Dr. Villamora.

Nótese que en este momento ya había fusionado sus dos apellidos, para tener una mayor connotación en la recordación de sus medicamentos, muchos de ellos que traspasaron las fronteras y eran demandados por los vecinos venezolanos, que se trasladaban con frecuencia a la ciudad para adquirirlos y obtener los beneficios de que ellos se derivaba.

A partir de mediados del siglo 20, cuando don Víctor Ruiz, farmaceuta de profesión, inició su Droguería Ruiz en la esquina de la calle doce con sexta, antes de abrir la sucursal de la esquina del Parque Santander, conocedor de las dolencias del pueblo y ya desaparecidos los anteriores bebedizos, pensó en sustituirlos por un medicamento estimulante que los reemplazara y para ello creó, el reconocido por todos los cucuteños, Alimento Cerebral Ruiz Neovita, que combatía la impotencia, nerviosidad, insomnio, anemia, la clorosis y la debilidad general.

La publicidad que le hacía a su producto, que en las emisoras de radio se promocionaba como “Alicebral Ruiz Neovita”, en la prensa escrita se advertía sobre las imitaciones y falsificaciones y que el frasco, con precio de cuatro pesos, se podía adquirir en todas “las buenas droguerías”.






Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
 

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