Gerardo Raynaud
La venganza de los indígenas americanos fue sin duda, el tabaco. Los
invasores europeos aprovecharon todos los beneficios que encontraron en las
tierras del Nuevo Mundo, como llamaron a las tierras que casualmente descubrió
el almirante Cristóbal Colón y que en un principio denominó las Indias
Occidentales.
Así como encontraron, incluso lo que no venían buscando, también trajeron
elementos maliciosos que no se esperaban, como fueron las enfermedades propias
del viejo mundo, desconocidas por los aborígenes americanos.
Salvo las enfermedades propias de la edad, los nativos no padecían de los
malestares conocidos por la humanidad del momento y puede decirse que morían
sanos, de vejez o a consecuencia de la violencia que desde entonces se
practicaba por estos contornos.
Los naturales americanos no tenían los vicios conocidos por los europeos,
como el alcohol, pero si habían desarrollado un hábito, que rápidamente se
propagó entre los recién llegados; se trataba de una costumbre muy arraigada en
casi todo el territorio americano, pero especialmente, en la zona tropical, el
consumo de tabaco.
Aunque hoy se ha popularizado fumar, es decir, inhalar y exhalar el humo
del tabaco, como una de las formas de uso del tabaco, los indígenas, lo
utilizaban en todas las formas posibles; lo masticaban, lo comían, se lo
untaban, incluso se echaban gotas en los ojos y se usaba en enemas, eso en
cuanto a su utilización corporal, porque también lo utilizaban como agüero de
buena suerte, para antes de las peleas de los guerreros, a quienes se lo
soplaban sobre el rostro para evitarles ser heridos o muertos por sus enemigos;
también lo ofrecían a los dioses y lo esparcían sobre los campos antes de la
siembra y mejor aún, lo derramaban sobre las mujeres antes de una relación
sexual; de todas maneras, siempre fue usado como narcótico.
Los expertos aseguran que la planta data de hace por lo menos, cinco mil
años y tuvo su origen en la zona andina ecuatorial.
Con esta introducción, quiero remontarme a los años de la primera mitad del
siglo pasado para mostrarles algunos de los productos a base de tabaco que eran
consumidos por nuestros antepasados y que hoy han desaparecido, pero que fueron
muy populares en los expendios de entonces.
Tanto los cigarrillos como los tabacos eran promocionados sin las
restricciones de hoy y las pequeñas productoras, particularmente las de los
Santanderes, como principales productores , tenían capturado buena parte del
mercado nacional, hasta que en 1919, varias pequeñas empresas fabricantes,
ubicadas en Medellín, Manizales y Bogotá, decidieron agruparse y crearon la
Compañía Colombiana de Tabaco como una sociedad anónima para fabricar,
distribuir y vender cigarrillos de tabaco negro, acudiendo al fomento del
cultivo de la hoja, en operaciones que comprendía toda la cadena desde la
financiación hasta la distribución, pero haciendo un especial énfasis en la
asistencia técnica.
Con el paso de los años, Coltabaco, como era conocida en el ámbito
empresarial, fue consolidándose, adquiriendo otras empresas similares, como la
Compañía Nacional de Cigarrillos y la Tabacalera Colombiana, ambas
santandereanas, con el objeto de minimizar el impacto de la competencia.
El producto estrella de Coltabaco fue, sin duda, el Pielroja, de cual no
hablaremos en esta crónica, sino de aquellos que se ofrecían, como los
competidores más económicos pero con las mismas características de calidad y
sabor.
Desde finales del siglo diecinueve y aún antes, la moda del cigarrillo
consistía en elaborarlo de manera personal, para lo cual, se vendían en las
tiendas del ramo, todos los componentes, el papel y la picadura. Pero las
empresas procesadoras de tabaco, ante las perspectivas de aumentar su mercado,
se dieron a la tarea de presentar un producto que fuera de consumo inmediato,
sin tener que “envolver” su propio cigarrillo, que dicho sea de paso, no era
una tarea fácil y sólo algunos diestros podían hacerlo simplemente.
Primero aparecieron los cigarros, cuya fabricación era más sencilla, pues
no requería que las hojas de tabaco se “picaran”. La región de los Santanderes
fue una de las pioneras en este ramo.
En 1902 fueron lanzados al mercado los famoso cigarros “Diplomáticos”, en
Bucaramanga, fabricados por la empresa de los hermanos pamploneses
Villamizar y distribuidos en Cúcuta, por la Agencia de Cáceres y Chaustre Ltda.
Posteriormente, fueron apareciendo en las tiendas, abastos y almacenes de
la ciudad, los
cigarros “61”, que eran distribuidos exclusivamente por el señor Libardo Pérez S. quien atendía pedidos en el teléfono 87-72.
cigarros “61”, que eran distribuidos exclusivamente por el señor Libardo Pérez S. quien atendía pedidos en el teléfono 87-72.
El precio por unidad, dependía del tamaño, pues los había largos y extra
largos, a cinco y diez centavos respectivamente.
Don Carlos V. Rey Guerrero, ofrecía a su distinguida clientela, la caja de
madera, con 20 unidades del cigarro extra fino “Selección” como la máxima
calidad de los tabacos colombianos; sus principales compradores eran
venezolanos.
Los cigarrillos eran un poco más costosos, pero cada día se vendían más,
así como también aparecían nuevas marcas de grandes y pequeños productores.
Recordaremos los cigarrillos “CASINO”, elaborados con una mezcla de tabacos
rubios y negros, producto de una empresa llamada Tabacos de Santander, que
prontamente fue fusionada con otras que posteriormente conformaron la Compañía
Nacional de Cigarrillos en la capital santandereana. La característica de la
cajetilla de este producto era que solo contenía 18 cigarrillos pero se vendía
al mismo precio que la de veinte.
Por su parte, la misma Coltabaco, fabricaba además de su producto estrella,
uno de menor calidad y por lo tanto más barato, que se vendía, exclusivamente
en las tiendas de barrio y en los pequeños negocios, era el “Río de Oro”,
a los que le hacían una extensa campaña publicitaria, recomendándolos con
“suaves, frescos y sabrosos”.
Con el tiempo y las campañas de salubridad, para calmar la tormenta de las
malignidades del tabaco, se propuso la incorporación del filtro, cuya función
era disminuir la incidencia de los componentes peligrosos.
Grandes y pequeños productores, se dieron entonces, a la tarea de lanzar
nuevos productos con filtro. Recordaremos algunos que hicieron historia.
Cigarrillos “HIDALGOS”, uno de los primeros que salieron al mercado; en
presentación de veinte y de diez unidades. Eran, según la propaganda, extra
largos y su precio, al alcance de todos los bolsillos, pues sólo costaba un
peso, la de veinte cigarrillos.
La Nacional de Cigarrillos sacó su “NACIONAL” con filtro, que tuvo tal
éxito, que motivó a Coltabaco a negociar la fusión de las dos empresas.
Y como no podía faltar el complemento, al arrimo de éstas, los fabricantes
de fósforos o cerillos aprovecharon su cuarto de hora; entre ellos, los
olvidados fósforos “AVIÓN” de la Compañía Fosforera Colombiana S.A. que eran
promocionados conjuntamente con campañas de prevención de incendios forestales.
Como eran “fósforos de seguridad”, tenían sus licencias autorizadas por las
autoridades y recomendaban su uso en todos los climas, pues generaban
“combustión espontanea”, como los fósforos ordinarios.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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