1.- IN-MEMORIAN Eduardo Cortés Barrero
Un fatídico 8 de agosto, del año 1997, en pleno ejercicio de la actividad
política, siempre al lado de las mejores causas, en la búsqueda de una Colombia
más amable, cayó vilmente asesinado y como consecuencia de la guerra más atroz
y absurda que nos ha tocado vivir, un ser que jamás en su proyecto de vida, se
planteó hacerle mal a sus semejantes, y por el contrario, dada su formación
humanista, profesional e ideológica se ubicó al lado de causas nobles.
Su trinchera de lucha: EL PARTIDO LIBERAL.
Estuvo siempre al lado de los humildes, fiel a su partido, se ubicó como
uno de sus más recios conductores, impulsó todo un accionar en la búsqueda de
mejores condiciones de vida a sus semejantes, independientemente de su
ubicación política, doctrinaria o religiosa.
Sin mencionar su nombre seguro estoy que mis lectores identifican al
personaje, como el doctor Jorge Cristo Sahium.
Su memoria, trasciende más allá de la desaparición física y es vigente la
causa de su lucha y su presencia en el acontecer nacional. Su partido se ha
fortalecido y le recuerda con gratitud.
A su lado es justo reconocer, cayó acribillado un humilde agente de la
policía, de apellido Cobaría, a él y su familia nuestro reconocimiento. Lo
acontecido este fatídico día, evidencia, lo dramático de la guerra y la
necesidad de una Colombia en paz.
Ante la confrontación armada que nos desangra, el doctor Cristo abogaba por
una salida política negociada al conflicto. Concepto que interpretando el
sentimiento de las mayorías de este país se ha impuesto.
Era el doctor Cristo, un auténtico demócrata, un liberal a carta cabal. Sus
ejecutorias, en el accionar político, así lo demuestran, le dolía la patria
martirizada. Propiciaba la tolerancia, en medio de las diferencias
conceptuales, doctrinarias, filosóficas y políticas. Su sacrificio trasciende
en el tiempo.
Creó una expresión, que en la política se conoció como La Renovación
Liberal, que al surgir interpretó el sentir de las mayorías liberales.
María
Eugenia Bustos de Cristo, esposa de Jorge Cristo Sahium, corta la cinta en la
inauguración del Hospital de Villa del Rosario. La acompañan el ministro Diego
Palacios Betancourt, el gobernador Juan Alcides Santaella, el gerente del
Hospital Juan Alberto Bitar y el alcalde de Villa del Rosario, Ingmar Abel
Sánchez Espinel.
Fue concejal, diputado a la Asamblea, representante a la Cámara y senador
de la Republica. Su gestión como hombre público, es plenamente reconocida,
incluso, por sus contradictores más acérrimos.
Equivocados los verdugos, al imaginar, que con su muerte, todo se
derrumbaría.
En actitud valiente, despreciando amenazas, su esposa y viuda, doña María
Eugenia Bustos, junto a sus hijos, recogen las banderas y continúan en la
batalla. Argumentos de sobra hubiesen justificado el alejamiento al ejercicio
de la política, pero el legado del doctor Cristo, fue asumido con gallardía.
El doctor Juan Fernando Cristo Bustos es ungido senador de la Republica en
varios periodos y el país reconoce en él un regio conductor. En la actualidad
es ministro de Estado con lujo de competencia, su hermano Andrés, ocupa su
espacio en el Congreso, su carisma e identidad con el estilo de su padre, lo
encamina hacia un liderazgo, dentro de su Partido con proyección Nacional.
Honor y gloria a Jorge Cristo Sahium. Los que mueren por la patria no deben
llamarse muertos.
2.- ASI LO ASESINO EL ELN Iván Gallo
Él, Jorge Cristo Sahium miraba el Egeo, esa inmensa y
apacible mancha que se extendía infinita hasta donde la llevara el horizonte.
Como lo habían hecho los griegos antiguos trataba de convertir el océano en un
oráculo y saber de una buena vez por todas cual sería el desenlace de las
elecciones que se realizarían en octubre en las que intentaría regresar al
Senado.
Las noticias que llegaban de Colombia no eran
alentadoras. El Presidente de quien, como su hijo Juan Fernando era de todos
sus afectos batallaba por sostenerse en el poder acorralado por el
Proceso 8000. Ernesto Samper no había tenido un día de tranquilidad desde su
posesión el 7 de Agosto de 1998.
Cristo cerró los ojos un momento y los volvió a abrir
de frente al mar esperando la respuesta. Pero la mancha azul seguía indolente,
moviéndose lentamente. Esa no sería una tarde de presagios.
Había tenido el descanso justo del guerrero y debía
volver con las fuerzas recargadas a afrontar el duro tramo final de la campaña
política que le esperaba en Cúcuta.
Con su hijo Juan
Fernando
Muchos años después su hijo Juan Fernando, quien en ese
verano de 1997 era el Embajador de Colombia en el país Heleno, recordaría haber
visto las sombras de una enigmática tristeza en el largo rostro de su padre
justo cuando se despidieron en el aeropuerto. Se embarcó en el avión sin saber
que nunca más volvería a ver a su hijo, ni a estar en Grecia.
A veces se preguntaba si no había sido mejor dedicarse
únicamente a su primera pasión, la medicina. Su consultorio ubicado en el
centro de Cúcuta cada vez se parecía más a un cuartel político que al sitio de
trabajo de un cirujano.
Pero todas las dudas se disipaban cuando aparecía el
fragor de una campaña. Entonces invertía toda su energía en recorrer el
departamento, en guiar a los jóvenes políticos que representaban el
futuro de su partido, en idear estrategias para ganar.
La política lo hacía sentir vivo, lo apasionaba, sentía
como el flujo sanguíneo se le aceleraba, como la adrenalina cabalgaba por
su cuerpo.
Allí se daba cuenta que a pesar de que las agendas de
trabajo se le estrechaban dramáticamente y de que apenas le quedaba tiempo para
pasarla con su familia, el haber tomado la decisión, para muchos tardía de
incursionar en política a los cuarenta años, había sido lo más acertado que
había hecho en sus 65 años de vida.
Esa campaña sería crucial. Perder las elecciones del 26 de octubre
significaría que los últimos meses de Ernesto Samper en la Presidencia de la
República serían asfixiantes. El estaría allí, ayudando a su amigo desde la
provincia.
Había visto a Samper en peores circunstancias, recordó la tarde de 1989 cuando
en el atentado que le costó la vida al dirigente de la Unión Patriótica José
Antequera, el entonces senador había sido herido de gravedad. En el
suelo, revolcándose en un charco de sangre, Jorge Cristo auxilió a su amigo.
Contra todo pronóstico logró recuperarse después de haber estado durante meses
en estado crítico. Ernesto Samper, no había duda, era un tipo duro.
El 8 de agosto de 1997 sería un día agitado para Jorge Cristo Sahium.
Deberían definir las estrategias, hacer coaliciones, preparar discursos, hacer
política. Por eso se levantó más temprano de lo normal y antes de las ocho de
la mañana su escolta, Pedro Cobaría Reyes, le informaba que la blazer estaba
lista para partir.
En el camino seguramente habrá pensado en sus enemigos. La guerrilla del
ELN se había hecho fuerte en la región. Los tentáculos del Cura Pérez en Norte
de Santander eran tan largos que llegaban hasta la zona metropolitana de
Cúcuta. Ese grupo insurgente había amenazado en repetidas ocasiones que harían
lo imposible por desestabilizar las elecciones.
Eran demasiadas cosas en que pensar, muchas las tareas por hacer. Debería
tener varias manos, para realizar lo que soñaba. El viaje a Grecia no había
sido solo por placer. Él esperaba convencer a Juan Fernando, su hijo, su amigo,
su mano derecha para que volviera a Colombia a ayudarlo. Él le había dicho que
lo esperara, que el próximo año se convertiría en su escudero.
Él que siempre estaba atento a todo, estaba tan metido en sus cavilaciones
que no se dio cuenta de la Toyota gris y de los tres hombres que estaban en
ella. La blazer se parqueó justo al frente del edificio donde estaba el consultorio,
uno de los hombres que estaban en la camioneta gris se bajó de ella y corrió
hasta el auto de Cristo, el escolta intentó reaccionar pero el hombre le
disparó en la cabeza.
El senador abrió la puerta de la blazer pero no alcanzó a poner un pie en la
tierra. El hombre disparó cuatro veces en la cabeza y el cuello del político.
El asesino volvió a la camioneta y los tres hombres se dieron a la fuga. Eran
las 8 y 45 de la mañana.
La guerrilla del ELN fue señalada como presunto autor del asesinado del padre
del senador Juan Fernando Cristo en agosto de 1997.
A Jorge Cristo y a su escolta los llevaron a la clínica San José. Los
médicos no pudieron hacer mucho. Al cabo de los minutos trescientas personas se
agolparon frente a las urgencias de la clínica. Muchos de ellos lloraban la
desaparición definitiva del carismático senador.
Dos horas después la secretaria del Presidente Samper le comunicaba a Juan
Fernando que su padre acababa de sufrir un atentado y que su vida estaba en
peligro. El embajador entendió que nunca más volvería a recibir un consejo de
su padre. Un gemido ronco y terrible saldría de su garganta. El dolor le
desfiguraba el rostro.
Tomó un avión y después de varias escalas llegó a Cúcuta, lo vio en el
cajón, inmóvil y elegante, como si en cualquier momento se fuera a levantar con
el mal genio que suelen dejar las siestas.
Juan Fernando en medio de la tragedia entendió que su vida había cambiado
para siempre. La burbuja donde había estado enclaustrado había estallado. Ahora
él era una víctima más, de las millones que han dejado décadas de conflicto. No
sólo heredaba un abundante caudal político sino que ahora tenía una razón
para luchar.
Contrario a otros políticos que usaron el asesinato de un familiar como una
excusa para justificar su odio, Juan Fernando decidió perdonar. Entendió que
para conseguir la anhelada paz debía hacerse visible el bando al que él ahora
pertenecía, el de las víctimas.
Es una lucha por la que aún hoy, años después de esa horrible mañana, sigue
manteniendo. La trágica y absurda muerte de Jorge Cristo sería el último
consejo que le diera el senador a su amado hijo.
Fue ponente de la Ley de víctimas que con su empeño sacó adelante, una
iniciativa que lo catapultó políticamente. Cristo transformó el duelo en
un propósito claro: luchar para que algún día, en un futuro no muy
lejano, un hijo no tuviera que llorar sobre el ensangrentado cuerpo de su
padre.
Su hijo mayor el doctor Juan Fernando Cristo,
quien posteriormente ocupara altos cargos en la dirección del Estado, se
desempeñaba como embajador en Grecia, de donde regresó a marchas forzadas, para
asistir a su sepelio, aquí en su tierra natal, el cual fue muy concurrido, y al
que tuvimos la oportunidad de asistir, junto con el ministro de Gobierno de
entonces, doctor Carlos Holmes Trujillo.
3.- SU BIOGRAFIA Pablo Emilio Ramírez
Calderón
Esta fotografía tomada en 1953 corresponde a un evento social de
esa época, donde un grupo de amigos, varios de ellos aún estudiantes
universitarios en Bogotá donde fue realizada. En ella recordamos entre otros de
izquierda a derecha y de pie: Eduardo Assaf E., German Hernández Duplat, Arturo
Mutis Duplat, Alberto Román Peñaranda, Germán Gómez Garnica, Manuel Valdivieso
Guerrero, Alfonso Lamus Guerrero, Hernando Ontiveros Castro, Marcos Contreras,
Carlos Arturo Díaz Ramírez, Eduardo Flórez Faillace, Jorge Cristo Sahium.
Sentados en el mismo orden: Alirio Gómez Picón, Benjamín Jaimes Parada, Aziz
Colmenares Abrajim, Juan Gorin,
Elías Roitmann, Andrés Augusto Fernández.
El doctor Jorge Cristo Sahium, fue un prestante médico
y cirujano, especialista en Ortopedia y Traumatología, nacido en la ciudad de
Cúcuta de ancestros siriolibaneses, el 19 de julio de 1930.
Estudió medicina y cirugía en la universidad Nacional
de Colombia y se graduó el 22 de noviembre de 1953; se especializó en Ortopedia
y Traumatología en la misma Universidad y en los hospitales San Juan de Dios
(HORTUA) y la Misericordia de Bogotá. Cumplió con el obligatorio año de
medicina rural, en los municipios de Labateca y Toledo, del departamento.
Casado con la señora María Eugenia Bustos de Cristo,
fue padre de cuatro hijos, el mayor, el doctor Juan Fernando Cristo, abogado de
la Universidad de El Rosario de Bogotá, prominente figura de la política
nacional, exministro de estado, uno de los posibles candidatos a la presidencia
de la república, el doctor Andrés Cristo, abogado, senador y político profesional,
y dos odontólogos.
Fue asesinado por un comando subversivo, encabezado por
una guerrillera del llamado y proscrito ejército de liberación nacional ELN,
según se supo posteriormente, el 8 de agosto de 1997, al llegar a su
consultorio médico de la avenida 2ª entre calles 10 y 11, en las horas de la
mañana, siendo senador de la república y muy allegado al presidente de la
nación, doctor Ernesto Samper Pizano, acontecimiento que produjo una gran
conmoción, tanto en la ciudad, el departamento como en todo el país.
El doctor Cristo fue concejal de Cúcuta, diputado a la
Asamblea del departamento, representante a la cámara y era senador de la
república, cuando fue cruelmente asesinado. Antes había ocupado la secretaría
de salud del departamento, nombrado por el gobernador de entonces, doctor
Hernando Ruan Guerrero, entidad, en la cual inició su carrera política, a
través de los puestos de salud, en los diferentes barrios de la ciudad.
Trabajó en su profesión en el antiguo Hospital San Juan
de Dios, en su consultorio particular y en la clínica Norte de la ciudad, en
donde era accionista propietario.
El doctor Cristo, fue un llamado, “animal político”,
que dedicó buena parte de su vida, al arte y ciencia de la política, fundó un
movimiento independiente de las directivas oficiales de su partido, con el
nombre de Renovación Liberal, que mantuvo todo el tiempo, su baluarte a escala
nacional.
Su trágica muerte, fue un hecho que conmovió a la
ciudad, el departamento y la nación y muy lamentado por todos los estamentos
cívicos y políticos, cuando figuraba como un candidato fijo para un ministerio
o para la vicepresidencia del país.
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