Sergio
Urbina
Corrían los años 50, principios, época de
estudiante de colegio, cuando por motivo de una compra de un fundo en
Venezuela, selvático pero bien localizado, colindando con las vegas de los ríos
Grita y Guaramito, en los Estados Táchira y Zulia, adquirido por mi papá y un
hermano suyo, y que para su tenencia, al no ser ninguno de ellos venezolanos,
adquirieron el derecho por medio de una cédula fronteriza concedida a
agricultores de este lado, por un amplio convenio fronterizo de 1942, y más
aún, ayudados mediante un crédito otorgado por el Banco Agrícola de Venezuela.
Digo, conocí dicha región de manos de mi
padre en unas vacaciones de colegio en un viaje inolvidable, como era la ruta
en tren desde la estación Cúcuta del ferrocarril a Puerto Santander, para luego
remontar en lancha de motor por el río La Grita, desde el embarcadero situado
en la orilla opuesta a territorio de Venezuela, bajo el Puente Unión, que sirve
de límite, en un recorrido de unas dos horas, o en otras ocasiones, ya a pie,
pasando la frontera, para en atravesar terreno llano y seguir la orilla del río
nombrado y arribar al citado fundo.
Desde esa lejana época, cuando las relaciones
entre los dos países se habían hecho por la integración fronteriza natural o
espontánea, desde décadas atrás, se caracterizaba por asentamientos originados
en intereses comerciales y/o de inmigración, más los económicos y sociales y se
habían hecho dúctiles, humanas y eficientes, para diferenciarla de los acuerdos
de los gobiernos Caracas-Bogotá los cuales, entre otras cosas, mantuvieron a
esta zona limítrofe en total abandono, con altos límites de pobreza, poca
inversión y desempleo, no obstante para el lado colombiano marcar grandes
beneficios y ser la frontera más dinámica de América Latina, con un alto grado
de ingresos en la balanza comercial del país, el alto flujo de exportaciones,
pues Venezuela llegó a ser nuestro socio comercial más importante de esta parte
del continente.
Con la idea de carácter binacional e
integración de hecho, se firmó en 1942, el “Estatuto de Régimen Fronterizo”,
que en su Artículo 1° señala que la región fronteriza “... se determinará con
base en la división política administrativa de cada país” , creando un primer
documento de identidad con validez regional, y estableciendo cinco formas de
regulación de los flujos entre las poblaciones vecinas, a saber: permisos para
el libre paso por los puestos delimitados de frontera para sus pobladores,
licencias para agricultores, sean propietarios, arrendatarios o aparceros, vinculados a uno u otro lado de la frontera,
permiso industrial para empresarios, la cédula especial para pastores o
vaqueros y la certificación para estudiantes para intercambio de asistencia a
sedes de estudios a uno u otro lado de la frontera.
Se da comienzo a una primera y novedosa
integración, permitiendo zanjar en parte los problemas nacidos desde la
separación de Venezuela de la Gran Colombia en 1830, que albergaban
desconfianza entre los dos gobiernos recién formados, no obstante haberse
presentado crisis diplomáticas por asuntos territoriales.
En forma posterior se firma el “Tratado de
Tonchalá” en 1959, en San Cristóbal y Cúcuta y se ratifica el compromiso de delimitar las
zonas fronterizas, realizar el censo de lado y lado, regular sus residencias y derechos,
rechazar y castigar la permanencia ilegal, formalizar el tránsito de personas
por la frontera y el trato especial para trabajadores agrícolas o industriales con
la protección laboral y de prestaciones, dar libre tránsito de automotores y
presentar un instrumento que facilitaría en futuro el desarrollo económico y
social conjunto.
Años después esta frontera va cambiando en la
medida que Venezuela se hace país petrolero y rico e ingresa a la Opep, que al
mantener una tasa de cambio estable de $4.30 bolívares por dólar americano le
permite hacer inversiones a todo nivel, modernizarse y desarrollar un estándar
de vida de los más altos, importar toda clase de productos, ya del uso diario
como suntuarios.
Por compartir varios acuerdos comerciales los
países hermanos, se logra una verdadera integración fronteriza con tasas altas
de exportación de productos de Colombia hacia Venezuela, y por el diferencial
de cambios, un bolívar alto con respecto al peso.
Cúcuta se convierte en el epicentro de
negocios más grande con el área vecina. Por esta circunstancia, sus habitantes gozan de grandes
beneficios, en especial en la época que se llamó de oro, décadas del 70 y 80,
cuando el Bolívar, llegó a cotizarse en $16 pesos, el comercio floreció y la
ciudad era solo una vitrina para venezolanos; no se hablaba de contrabando sino
de sano y natural intercambio comercial, pues ambos lados de frontera se vieron beneficiados.
Sin embargo esta bonanza se ve afectada en forma drástica
y súbita, cuando el bolívar se devalúa en lo que se llamó “el viernes negro”,
febrero de 1983 y cae a $8.30 pesos colombianos por bolívar y por el control de
cambios.
Venezuela entra en una delicada balanza comercial, y años
más adelante, por los precios del petróleo ve afectada su economía y modo de
vida, que sumado a un cambio en su gobierno por la Revolución Bolivariana
Socialista de Hugo Chávez, en 1998, con el tiempo logra imponer un modelo
socialista apoyado por la revolución cubana, hasta el tiempo actual, cuando
todavía la mayor riqueza del país, su petróleo, cae en picada, con los
consiguientes cambios en su economía.
De un país rico pasa a ser uno de los más pobres de
Latinoamérica, con graves y profundos cambios políticos, económicos y sociales,
con grandes restricciones y con una ingente deuda a los países socialistas, sus
nuevos socios comerciales.
ALTIBAJOS EN LAS RELACIONES E INTEGRACIÓN BINACIONAL
De todos conocido, en especial por los habitantes de
frontera, que por múltiples factores de perturbación causada por bandas
criminales a ambos lados, el asentamiento ilegal de clanes mafiosos que se
fueron adueñando del comercio en forma ilegal, con la poca o nula intervención
de los organismos de control, la sana integración entre ambos países se
degrada, sufren altibajos las relaciones y convenios de frontera antes
establecidos, se desbordan los controles, impera la corrupción a todo nivel, la
otrora zona de negocios e intercambio comercial exitosa entre los dos países
poco a poco se ve perturbada, hasta que, muerto Hugo Chávez, en un impensado
día 19 de Agosto del 2015 su sucesor, Nicolás Maduro, ordena en forma
unilateral e inconsulta con su vecino el cierre temporal de la frontera por
setenta y dos horas, para después extenderla a su forma permanente, aduciendo
problemas de seguridad, de contrabando, de extracción de alimentos, de gasolina
sin que el gobierno colombiano la objetara, iniciándose así la historia de la
Nueva Frontera.
LA NUEVA FRONTERA
Con este eufemismo los medios de comunicación se refieren
a la apertura de ella, o sea la restauración de las relaciones diplomáticas
rotas y en forma oficial en acto de acuerdo firmado entre los dos presidentes
de ambas naciones “hermanas” en la vecina y apacible ciudad de Puerto Ordaz, a
orillas del río Orinoco el pasado 11 de agosto, con el paso autorizado de ciudadanos
a lado y lado de los cinco puestos fronterizos a través de los 2219 km. de extensión
compartida, que para nuestro caso representa inicialmente un logro, como es la
integración renovada de la frontera, esta vez llevada a cabo después de previos
y concienzudos estudios bilaterales, para darle forma a la nueva figura de esta
frontera con miras del siglo XXI, con compromisos de combatir el contrabando,
el terrorismo y la inseguridad, dando los primeros pasos con condiciones
graduales, la restricción inicial del paso de sus habitantes, necesidad de
portar una cédula fronteriza, la posibilidad de la adquisición y libre paso
para los connacionales venezolanos de los elementos básicos de alimentos u otros
artículos de hogar, comprados en las vecinas poblaciones del eje fronterizo, el
no paso de vehículos automotores por los puentes, para con el tiempo, después de
analizada y valorada esta apertura inicial restringida, proyectar en el futuro cercano
una mejor y duradera manera en las nuevas relaciones comerciales, sociales y
humanitarias entre ambos países, que miradas en la actualidad y aunque lucen
muy ambiciosas, no parecen fáciles en la práctica, por el espacio muy limitado
para la cooperación, a causa de las profundas diferencias ideológicas de sus
dos gobiernos incompatibles con sus modelos económicos, sumadas a las políticas
del control de precios y de cambios que rige en Venezuela, contrario al de
libre comercio en Colombia.
El tiempo y estudios posteriores se encargarán de hacer
un concienzudo análisis de los pros y contras de este paso dado por el gobierno
de Venezuela de cerrar la frontera, paso inédito desde la separación de ambos
países en 1830, y sus diferentes acuerdos, donde creo, nadie salió vencedor,
siendo posible argumentar que predominaron en temas coyunturales en la actual
situación política binacional, por el venezolano, el inminente tema del
revocatorio del mandato del presidente Maduro por la Asamblea Nacional, que le
sirvió este cierre como cortina de humo para dilatarlo, y por el del presidente
Santos, darle oxigenación a su tema del acuerdo de paz con las Farc, que
pareciera llega a su final.
EPILOGO
Para los cucuteños fue retroceder en unas relaciones que
fueron amplias, respetuosas y muy humanas, en parte por los estrechos lazos de
amistad, de familia y mutuo interés.
Con esta nueva y elaborada apertura, nada volverá a ser
como antes, aunque esperaremos con paciencia mejores tiempos, oportunidades de
negocios y buenas relaciones humanas.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
No hay comentarios:
Publicar un comentario