miércoles, 28 de diciembre de 2016

1053.- EL RECUERDOS DE LA VIEJA FRONTERA



Sergio Urbina


Corrían los años 50, principios, época de estudiante de colegio, cuando por motivo de una compra de un fundo en Venezuela, selvático pero bien localizado, colindando con las vegas de los ríos Grita y Guaramito, en los Estados Táchira y Zulia, adquirido por mi papá y un hermano suyo, y que para su tenencia, al no ser ninguno de ellos venezolanos, adquirieron el derecho por medio de una cédula fronteriza concedida a agricultores de este lado, por un amplio convenio fronterizo de 1942, y más aún, ayudados mediante un crédito otorgado por el Banco Agrícola de Venezuela.

Digo, conocí dicha región de manos de mi padre en unas vacaciones de colegio en un viaje inolvidable, como era la ruta en tren desde la estación Cúcuta del ferrocarril a Puerto Santander, para luego remontar en lancha de motor por el río La Grita, desde el embarcadero situado en la orilla opuesta a territorio de Venezuela, bajo el Puente Unión, que sirve de límite, en un recorrido de unas dos horas, o en otras ocasiones, ya a pie, pasando la frontera, para en atravesar terreno llano y seguir la orilla del río nombrado y arribar al citado fundo.

Desde esa lejana época, cuando las relaciones entre los dos países se habían hecho por la integración fronteriza natural o espontánea, desde décadas atrás, se caracterizaba por asentamientos originados en intereses comerciales y/o de inmigración, más los económicos y sociales y se habían hecho dúctiles, humanas y eficientes, para diferenciarla de los acuerdos de los gobiernos Caracas-Bogotá los cuales, entre otras cosas, mantuvieron a esta zona limítrofe en total abandono, con altos límites de pobreza, poca inversión y desempleo, no obstante para el lado colombiano marcar grandes beneficios y ser la frontera más dinámica de América Latina, con un alto grado de ingresos en la balanza comercial del país, el alto flujo de exportaciones, pues Venezuela llegó a ser nuestro socio comercial más importante de esta parte del continente.

Con la idea de carácter binacional e integración de hecho, se firmó en 1942, el “Estatuto de Régimen Fronterizo”, que en su Artículo 1° señala que la región fronteriza “... se determinará con base en la división política administrativa de cada país” , creando un primer documento de identidad con validez regional, y estableciendo cinco formas de regulación de los flujos entre las poblaciones vecinas, a saber: permisos para el libre paso por los puestos delimitados de frontera para sus pobladores, licencias para agricultores, sean propietarios, arrendatarios o aparceros,  vinculados a uno u otro lado de la frontera, permiso industrial para empresarios, la cédula especial para pastores o vaqueros y la certificación para estudiantes para intercambio de asistencia a sedes de estudios a uno u otro lado de la frontera.

Se da comienzo a una primera y novedosa integración, permitiendo zanjar en parte los problemas nacidos desde la separación de Venezuela de la Gran Colombia en 1830, que albergaban desconfianza entre los dos gobiernos recién formados, no obstante haberse presentado crisis diplomáticas por asuntos territoriales.

En forma posterior se firma el “Tratado de Tonchalá” en 1959, en San Cristóbal y Cúcuta y se ratifica el compromiso de delimitar las zonas fronterizas, realizar el censo de lado y lado, regular sus residencias y derechos, rechazar y castigar la permanencia ilegal, formalizar el tránsito de personas por la frontera y el trato especial para trabajadores agrícolas o industriales con la protección laboral y de prestaciones, dar libre tránsito de automotores y presentar un instrumento que facilitaría en futuro el desarrollo económico y social conjunto.

Años después esta frontera va cambiando en la medida que Venezuela se hace país petrolero y rico e ingresa a la Opep, que al mantener una tasa de cambio estable de $4.30 bolívares por dólar americano le permite hacer inversiones a todo nivel, modernizarse y desarrollar un estándar de vida de los más altos, importar toda clase de productos, ya del uso diario como suntuarios.

Por compartir varios acuerdos comerciales los países hermanos, se logra una verdadera integración fronteriza con tasas altas de exportación de productos de Colombia hacia Venezuela, y por el diferencial de cambios, un bolívar alto con respecto al peso.

Cúcuta se convierte en el epicentro de negocios más grande con el área vecina. Por esta  circunstancia, sus habitantes gozan de grandes beneficios, en especial en la época que se llamó de oro, décadas del 70 y 80, cuando el Bolívar, llegó a cotizarse en $16 pesos, el comercio floreció y la ciudad era solo una vitrina para venezolanos; no se hablaba de contrabando sino de sano y natural intercambio comercial, pues ambos lados de frontera se vieron beneficiados.

Sin embargo esta bonanza se ve afectada en forma drástica y súbita, cuando el bolívar se devalúa en lo que se llamó “el viernes negro”, febrero de 1983 y cae a $8.30 pesos colombianos por bolívar y por el control de cambios.

Venezuela entra en una delicada balanza comercial, y años más adelante, por los precios del petróleo ve afectada su economía y modo de vida, que sumado a un cambio en su gobierno por la Revolución Bolivariana Socialista de Hugo Chávez, en 1998, con el tiempo logra imponer un modelo socialista apoyado por la revolución cubana, hasta el tiempo actual, cuando todavía la mayor riqueza del país, su petróleo, cae en picada, con los consiguientes cambios en su economía.

De un país rico pasa a ser uno de los más pobres de Latinoamérica, con graves y profundos cambios políticos, económicos y sociales, con grandes restricciones y con una ingente deuda a los países socialistas, sus nuevos socios comerciales.

ALTIBAJOS EN LAS RELACIONES E INTEGRACIÓN BINACIONAL

De todos conocido, en especial por los habitantes de frontera, que por múltiples factores de perturbación causada por bandas criminales a ambos lados, el asentamiento ilegal de clanes mafiosos que se fueron adueñando del comercio en forma ilegal, con la poca o nula intervención de los organismos de control, la sana integración entre ambos países se degrada, sufren altibajos las relaciones y convenios de frontera antes establecidos, se desbordan los controles, impera la corrupción a todo nivel, la otrora zona de negocios e intercambio comercial exitosa entre los dos países poco a poco se ve perturbada, hasta que, muerto Hugo Chávez, en un impensado día 19 de Agosto del 2015 su sucesor, Nicolás Maduro, ordena en forma unilateral e inconsulta con su vecino el cierre temporal de la frontera por setenta y dos horas, para después extenderla a su forma permanente, aduciendo problemas de seguridad, de contrabando, de extracción de alimentos, de gasolina sin que el gobierno colombiano la objetara, iniciándose así la historia de la Nueva Frontera.

LA NUEVA FRONTERA

Con este eufemismo los medios de comunicación se refieren a la apertura de ella, o sea la restauración de las relaciones diplomáticas rotas y en forma oficial en acto de acuerdo firmado entre los dos presidentes de ambas naciones “hermanas” en la vecina y apacible ciudad de Puerto Ordaz, a orillas del río Orinoco el pasado 11 de agosto, con el paso autorizado de ciudadanos a lado y lado de los cinco puestos fronterizos a través de los 2219 km. de extensión compartida, que para nuestro caso representa inicialmente un logro, como es la integración renovada de la frontera, esta vez llevada a cabo después de previos y concienzudos estudios bilaterales, para darle forma a la nueva figura de esta frontera con miras del siglo XXI, con compromisos de combatir el contrabando, el terrorismo y la inseguridad, dando los primeros pasos con condiciones graduales, la restricción inicial del paso de sus habitantes, necesidad de portar una cédula fronteriza, la posibilidad de la adquisición y libre paso para los connacionales venezolanos de los elementos básicos de alimentos u otros artículos de hogar, comprados en las vecinas poblaciones del eje fronterizo, el no paso de vehículos automotores por los puentes, para con el tiempo, después de analizada y valorada esta apertura inicial restringida, proyectar en el futuro cercano una mejor y duradera manera en las nuevas relaciones comerciales, sociales y humanitarias entre ambos países, que miradas en la actualidad y aunque lucen muy ambiciosas, no parecen fáciles en la práctica, por el espacio muy limitado para la cooperación, a causa de las profundas diferencias ideológicas de sus dos gobiernos incompatibles con sus modelos económicos, sumadas a las políticas del control de precios y de cambios que rige en Venezuela, contrario al de libre comercio en Colombia.

El tiempo y estudios posteriores se encargarán de hacer un concienzudo análisis de los pros y contras de este paso dado por el gobierno de Venezuela de cerrar la frontera, paso inédito desde la separación de ambos países en 1830, y sus diferentes acuerdos, donde creo, nadie salió vencedor, siendo posible argumentar que predominaron en temas coyunturales en la actual situación política binacional, por el venezolano, el inminente tema del revocatorio del mandato del presidente Maduro por la Asamblea Nacional, que le sirvió este cierre como cortina de humo para dilatarlo, y por el del presidente Santos, darle oxigenación a su tema del acuerdo de paz con las Farc, que pareciera llega a su final.

EPILOGO

Para los cucuteños fue retroceder en unas relaciones que fueron amplias, respetuosas y muy humanas, en parte por los estrechos lazos de amistad, de familia y mutuo interés.

Con esta nueva y elaborada apertura, nada volverá a ser como antes, aunque esperaremos con paciencia mejores tiempos, oportunidades de negocios y buenas relaciones humanas.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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