Jennifer Rincón/La Opinión
La profesora Maritza Angulo fue feliz en su
bibliocasa. Esta foto de junio de 2011 la muestra con su primera estantería y
sus primeros libros.
Estar postrada en una
cama fue lo único que le impidió a Maritza Ernestina Angulo Acero, 51
años, abrir de par en par las
puertas de su bibliocasa.
Ni siquiera llegar en la madrugada de trabajar en
un restaurante de comidas rápidas, y sacrificar sus horas de descanso, para ayudarles a sus vecinos hacer una tarea,
o leerles un cuento, fue impedimento para continuar con su labor.
Como tampoco lo fue,
pelear con goteras y rescatar del barro los libros que se caían de las
destartaladas estanterías cuando inició, con su bibliocasa en una enramada a la
vuelta de su casa.
Para ella, la bibliocasa Enseñando a Compartir, el
proyecto que empezó a forjar con su esposo, Freddy Maldonado, en 2011,
era su tesoro más preciado.
Aunque su única paga
era un gracias de los pequeños o de sus padres, que no tenían tiempo ni libros
para ayudar a sus niños a resolver la tarea, era feliz, muy feliz ayudando a
los demás.
Por eso, hasta después
de dos años de iniciada, cuando fue imposible seguir con la biblioteca en el
viejo rancho, que no aguantaba un aguacero más, y temerosa de perder los cerca
de 2 mil títulos que había conseguido gracias a la caridad de los cucuteños,
optó por arrumar sus pocos muebles en un rincón para llevar la biblioteca
a casa.
En pocos días, sus
libros habían invadido además de la sala, la cocina, una habitación y el patio
de su casa.
La familia Maldonado
Angulo se acostumbró a vivir entre los libros.
Un triste final
Los niños de Juana
Rangel de Cuéllar, San Fernando del Rodeo, el Minuto de Dios, Las Coralinas, y
demás barrios aledaños, no tuvieron durante los últimos mes y medio a dónde
acudir para resolver sus tareas.
La profe Maritza, como
la conocían en el barrio, estaba enferma e internada en una clínica local.
Un diagnóstico inicial
apuntó a que tenía miomas en los ovarios. Sin embargo, su vientre empezó a
hincharse y el dolor cada día se le hizo más insoportable. Los supuestos miomas
ya no eran la razón de sus dolencias interminables.
Cirrosis, algún tipo
de cáncer en el estómago, fueron otras hipótesis médicas. Pero, aún faltaba un
par de exámenes para concretar el diagnóstico.
Durante cerca de 45
días estuvo entre laboratorios, su casa y la clínica, donde falleció el 16 de
abril de 2017.
Con impotencia y mucho
dolor, Maldonado, su esposo, recuerda que en medio de sus dolencias, Angulo se
preocupaba por tener bajo llave los libros.
“Siempre fuimos
felices en nuestra bibliocasa. Nunca cobramos un peso y teníamos muchos
proyectos juntos. Queríamos que los niños tuvieran computadores e internet
en este espacio”, recalcó Maldonado.
Aunque no se sabe que
pasará con el proyecto que inició la mujer con la que compartió 20 años y tuvo
dos hijos —porque el dolor le impide a él pensar claro, e inevitablemente ve el
reflejo de ella en los libros, las carteleras que ella hacía y hasta en la
estantería—, sabe de sobra que la profe Maritza dejó un gran legado y le dio un
buen ejemplo a sus comunidad.
Por eso, antes de partir al cementerio, él llevó el
féretro de su esposa para que visitara por última vez su amada
bibliocasa, y algunos niños leyeron cuentos en su honor.
El más grande proyecto
de esta mujer pobre, una biblioteca pública en su hogar, sobrevivirá en los
niños que aprendieron a leer y a pensar allí.
“El conocimiento no sirve de nada si no se
comparte”, dice el mural y según la comunidad y los niños, esta es una frase
que refleja a Maritza, pues fue una mujer que no se guardó nada, sino que por
el contrario entregó todo su conocimiento a cambio de un gracias y una sonrisa
de sus niños.
Mural en su homenaje
“Fue gracias a la profe Maritza que yo logré sacar
muchas veces buenas notas”, “Ella era muy buena enseñando y tenía paciencia”, asegura
José Alcides Camargo, 13 años, mientras observa un mural callejero que tiene el
rostro de la valiosa mujer.
Es así como los
niños del barrio Juana Rangel de Cuéllar recuerdan a Maritza Angulo, quien
junto a su esposo Freddy Maldonado, hace seis años, fundaron en este
humilde barrio la bibliocasa Enseñando a Compartir, un lugar en donde los niños pueden hacer sus tareas y
también tienen espacio para jugar.
Al ver el mural que
hicieron en su homenaje, Iván Santiago Mendoza, 11 años, recuerda lo
comprometida que era la ‘profe Maritza’, como
la conocían todos en el barrio, para ayudarles con sus tareas. “Si no
encontraba las cosas en los libros, recurría al computador, pero siempre nos
ayudaba.
La ‘profe Maritza’ se había convertido en un personaje, una mujer que fue
feliz enseñando a los demás. Y es por eso que a todos les encantó que su imagen
fuera plasmada en un gran mural.
En una pared de una casa en la calle 14 con 27, del
barrio Juana Rangel de Cuellar, se ve la imagen de mujer. José
Durán, dueño de la casa donde se hizo un mural, dijo que esta es una forma de
recordarla por la labor tan bonita de enseñar a los pobres a cambio de nada.
Fueron los integrantes de la Agrupación 5ta con 5ta
Crew, quienes junto a la comunidad tuvieron esta iniciativa. Jorge Enrique
Botello, representante de la agrupación 5ta con 5ta Crew, dijo que esta es una
forma de hacerle un reconocimiento a la labor de Angulo a través del arte.
Conocemos la labor que hizo y que su familia continúa.
Maldonado su esposo, dio la noticia de que la
bibliocasa continúa con sus puertas abiertas para todos los niños del barrio
que quieran hacer uso de ella, y dijo que aunque es difícil reemplazar el
trabajo que hacía su esposa, en su memoria se debe seguir con esta labor
educativa.
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