lunes, 12 de junio de 2017

1136.- UNA BIBLIOCASA EN CUCUTA


 Jennifer Rincón/La Opinión
La profesora Maritza Angulo fue feliz en su bibliocasa. Esta foto de junio de 2011 la muestra con su primera estantería y sus primeros libros.

Estar postrada en una cama fue lo único que le impidió a Maritza Ernestina Angulo Acero, 51 años, abrir de par en par las puertas de su bibliocasa.

Ni siquiera llegar en la madrugada de trabajar en  un restaurante de comidas rápidas, y sacrificar sus horas de descanso, para ayudarles a sus vecinos hacer una tarea, o leerles un cuento, fue impedimento para continuar con su labor.

Como tampoco lo fue, pelear con goteras y rescatar del barro los libros  que se caían de las destartaladas estanterías cuando inició, con su bibliocasa en una enramada a la vuelta de su casa.

Para ella,  la bibliocasa Enseñando a Compartir, el proyecto que empezó a forjar con su esposo, Freddy Maldonado, en 2011, era su tesoro más preciado.

Aunque su única paga era un gracias de los pequeños o de sus padres, que no tenían tiempo ni libros para ayudar a sus niños a resolver la tarea, era feliz, muy feliz ayudando a los demás.

Por eso, hasta después de dos años de iniciada, cuando fue imposible seguir con la biblioteca en el viejo rancho, que no aguantaba un aguacero más, y temerosa de perder los cerca de 2 mil títulos que había conseguido gracias a la caridad de los cucuteños, optó por arrumar sus pocos muebles en un rincón  para llevar la biblioteca a casa.

En pocos días, sus libros habían invadido además de la sala, la cocina, una habitación y el patio de su casa.

La familia Maldonado Angulo se acostumbró a vivir entre los libros.

Un triste final

Los niños de Juana Rangel de Cuéllar, San Fernando del Rodeo, el Minuto de Dios, Las Coralinas, y demás barrios aledaños, no tuvieron durante los últimos mes y medio a dónde acudir para resolver sus tareas.

La profe Maritza, como la conocían en el barrio, estaba enferma e internada en una clínica local.

Un diagnóstico inicial apuntó a que tenía miomas en los ovarios. Sin embargo, su vientre empezó a hincharse y el dolor cada día se le hizo más insoportable. Los supuestos miomas ya no eran la razón de sus dolencias interminables.

Cirrosis, algún tipo de cáncer en el estómago, fueron otras hipótesis médicas. Pero, aún faltaba un par de exámenes para concretar el diagnóstico.

Durante cerca de 45 días estuvo entre laboratorios, su casa y la clínica, donde falleció el 16 de abril de 2017.

Con impotencia y mucho dolor, Maldonado, su esposo, recuerda que en medio de sus dolencias, Angulo se preocupaba por tener bajo llave los libros.

“Siempre fuimos felices en nuestra bibliocasa. Nunca cobramos un peso y teníamos muchos proyectos juntos. Queríamos  que los niños tuvieran computadores e internet en este espacio”, recalcó Maldonado.

Aunque no se sabe que pasará con el proyecto que inició la mujer con la que compartió 20 años y tuvo dos hijos —porque el dolor le impide a él pensar claro, e inevitablemente ve el reflejo de ella en los libros, las carteleras que ella hacía y hasta en la estantería—, sabe de sobra que la profe Maritza dejó un gran legado y le dio un buen ejemplo a sus comunidad.

Por eso, antes de partir al cementerio, él llevó el féretro de su esposa  para que visitara por última  vez su amada bibliocasa, y algunos niños leyeron cuentos en su honor.

El más grande proyecto de esta mujer pobre, una biblioteca pública en su hogar, sobrevivirá en los niños que aprendieron a leer y a pensar allí.


Mural en su homenaje





“Fue gracias a la profe Maritza que yo logré sacar muchas veces buenas notas”, “Ella era muy buena enseñando y tenía paciencia”, asegura José Alcides Camargo, 13 años, mientras observa un mural callejero que tiene el rostro de la valiosa mujer.

Es así como los niños del barrio Juana Rangel de Cuéllar recuerdan a Maritza Angulo, quien junto a su esposo Freddy Maldonado, hace seis años,  fundaron en este humilde barrio la bibliocasa Enseñando a Compartir, un lugar en donde los niños pueden hacer sus tareas y también tienen espacio para jugar.

Al ver el mural que hicieron en su homenaje, Iván Santiago Mendoza, 11 años, recuerda lo comprometida que era la ‘profe Maritza’, como la conocían todos en el barrio, para ayudarles con sus tareas. “Si no encontraba las cosas en los libros, recurría al computador, pero siempre nos ayudaba.

La ‘profe Maritza’ se había convertido en un personaje, una mujer que fue feliz enseñando a los demás. Y es por eso que a todos les encantó que su imagen fuera plasmada en un gran mural.

En una pared de una casa en la calle 14 con 27, del barrio Juana Rangel de Cuellar,  se ve la imagen de mujer. José Durán, dueño de la casa donde se hizo un mural, dijo que esta es una forma de recordarla por la labor tan bonita de enseñar a los pobres a cambio de nada.

Fueron los integrantes de la Agrupación 5ta con 5ta Crew, quienes junto a la comunidad tuvieron esta iniciativa. Jorge Enrique Botello, representante de la agrupación 5ta con 5ta Crew, dijo que esta es una forma de hacerle un reconocimiento a la labor de Angulo a través del arte. Conocemos la labor que hizo y que su familia continúa.

Maldonado su esposo, dio la noticia de que la bibliocasa continúa con sus puertas abiertas para todos los niños del barrio que quieran hacer uso de ella, y dijo que aunque es difícil reemplazar el trabajo que hacía su esposa, en su memoria se debe seguir con esta labor educativa.

 “El conocimiento no sirve de nada si no se comparte”, dice el mural y según la comunidad y los niños, esta es una frase que refleja a Maritza, pues fue una mujer que no se guardó nada, sino que por el contrario entregó todo su conocimiento a cambio de un gracias y una sonrisa de sus niños. 



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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