viernes, 6 de julio de 2018

1332.- SOBRE EL MUSEO VIAL BICENTENARIO



Isaías Romero Pacheco

“Un Museo para la Paz”, de María Elena Ramos, Cuadernos Lagoven.

¡Vea en la que nos están metiendo ustedes!

Cuenta el maestro Edgar Correal que esa frase se la susurró el ex-presidente Betancur durante la inauguración del Museo Vial Bicentenario, Museo para la Paz, organizado por el Maestro Omar Rayo.

A lo largo de los 50 kilómetros de carretera entre Cúcuta y San Cristóbal se expondrían obras de 20 artistas plásticos montadas en vallas metálicas visibles a los transeúntes; un museo vial aquí en la frontera.

No sería el primero pero si el único que con conectaría dos países, parecía fácil unirlos de una pincelada. Ligados históricamente hoy 2018 son prácticamente enemigos.

“Somos la misma historia”

El marco del evento fue aprovechado para que los presidentes de ambas naciones se encontraran.

Correal, entonces, le respondería al gobernante: 

“Presidente, eso es lo que tenemos que hacer, darnos un abrazo de hermanos, nuestras familias están repartidas en ambos territorios. Somos la misma historia, la misma sangre. Las diferencias estatales están por debajo de nuestros instintos, sobreviven el amor entre los pueblos”.

El abrazo de los mandatarios Luis Herrera Campins de Venezuela y Belisario Betancur de Colombia fue la noticia y el acontecimiento pasó a la historia por su relevancia cultural.

Cicerón Flórez cubrió el evento para el Periódico La Opinión junto al recordado Rafael Bruno quien tomó las fotografías. Visitando los artistas, diría en la nota que en cada pincelada se sentía “una viva aproximación a la integración, un sueño que proviene de Bolívar pero que ha estado más en la teoría que en los hechos”. Un “puente de colores” lo llamó al final del texto.

Unidos también por la coincidencia

Acontecimientos transcendentales transformarían para siempre a cada país con grandes coincidencias en su historia actual.

Para febrero de 1984 a Venezuela se la ponía difícil, el famoso viernes negro, la peor devaluación de su moneda frente al dólar, cercana al 64%.

La bonanza petrolera y los precios elevados del barril serían desaprovechados, así como en la revolución bolivariana, e insuficientes para evitar la crisis al finalizar el tiempo presidencial.

En Colombia, como Juan Manuel Santos, Betancur tenía en la paz su bandera. Pocos meses después del evento en Cúcuta, el acuerdo de La Uribe, Meta, lograría por primera vez en muchos años, un alto al fuego entre la guerrilla de las Farc y el Gobierno.

De ese débil pacto nació la Unión Patriótica, el movimiento político de la insurgencia que al igual que hoy, con la misma efímera visión de una obra de arte montada en una carretera, sería torpedeado con fines de ser destruido por un sector radical del país.

El arte elevaría su voz

El ejercicio del maestro Rayo parecía una locura: 20 colegas en trabajo creativo, simultáneo, un evento de repercusión mundial por la paz. Concentrados en San Cristóbal, usando como taller los jardines del legendario Hotel Tamá, los cuadros surgieron incluso empleando vinilos de auto para resistir el clima.

Ignacio Cáceres, importante artista de nuestra región, recuerda el museo vial con impacto:

“Yo participé en uno de los Salones Binacionales que recorrían cada nación buscando talentos. Tuvimos que ir a San Cristóbal y obviamente observar un museo al aire libre, para uno como artista era un orgullo”.

Desde mucho antes de ese evento los artistas del Táchira y Norte de Santander, han construido una hermandad que padece hoy los efectos de una diplomacia equivocada. La Orquesta Sinfónica Binacional, el mencionado Salón de Artes, el Encuentro Binacional de Escritores, son sólo algunos de los eventos que han sido amilanados.

El arte y la paz también pueden ser efímeros

Las vallas, saliendo del formalismo del óleo, fueron creaciones de los colombianos Pedro Alcántara, Santiago Cárdenas, Edgar Correal, Leonel Góngora, Manuel Hernández, Antonio Samudio, Eduardo Ramírez, María Paz Jaramillo, Jorge Rivero y el maestro Rayo quienes expondrían en tierras venezolanas.

Por Venezuela se expondrían en Colombia las obras de Antonio Dávila, Luis Guevara, Carlos Hernández, Roberto González, José Campos, Alirio Palacios, Edgar Sánchez, Pedro León, Humberto Jaimes y Rafael Bogarín creador de los museos viales.

María Paz Jaramillo, única mujer invitada al evento, pintó una coqueta dama que acicalaba su cabello tocado por la brisa de éste valle.

Ramírez Villamizar, sobre un fondo negro, había elegido figuras geométricas como piezas precolombinas contrastando con la postal de talleres y ranchos.

Correal, prefirió extender las alas de un ave entre dos puntos de frontera y Antonio Samudio mecería en una hamaca a dos amantes. 

Expuestos, los cuadros se fueron mimetizando con el ambiente adhiriéndose a la cotidianidad; sería tal esa fusión que poco a poco desaparecieron. Las obras, con el tiempo, fueron desmanteladas.

Edgar Correal dice que desde su concepción los artistas sabían que no serían eternas:

“es bello pensar que finalmente terminaron en manos de las personas, siendo parte de sus vidas, es un destino que no puede uno dimensionar, pero que al final es hermoso para una obra de arte”.

Ignacio Cáceres cree en cambio que faltó sensibilidad:

“Aún hoy en el departamento falta más respeto por el artista y sus obras, ese es el nivel de indiferencia; la gente se apropió de ellas también por abandono”.

No hay ni un vestigio del Museo Vial. Las vallas arte fueron vistas como techos improvisados en casas sostenidas por la miseria o reusadas como letreros.

Brotaron incluso sin que muchos se dieran cuenta e igualmente fueron reemplazadas por avisos, desabrigadas a la vista de todos, evaporándose, testigos del abandono de las naciones a la suerte de esta frontera.

El arte, el ciudadano, como quien no se siente dividido, la ha cruzado siempre de un lado a otro, de época en época, pero siempre con la misma esperanza.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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