Gerardo Raynaud (La
Opinión)
El año 1954 puede considerarse un hito en el desarrollo y progreso de la
ciudad. Fueron muchas las obras que se realizaron y muchos los momentos de
satisfacción que vivieron los cucuteños debido a los múltiples y variados
eventos que significaron un adelanto innegable para el bienestar de sus
habitantes. En esta crónica vamos a referirnos a algunas de ellas y a otros
detalles que llamaron la atención de propios y extraños.
Comencemos por citar la inauguración de dos de las obras más importantes
que le dieron trascendencia a la ciudad, el edificio de la Sociedad de Mejoras
Públicas y el nuevo puente sobre el río Pamplonita que nos comunicaría con el
corregimiento de San Luis.
A propósito del nuevo edificio de Mejoras Públicas, fue construido frente
al parque que hoy conocemos como Nacional, en la calle novena entre avenidas
tercera y cuarta, en un terreno que fue comprado con fondos de esta
Sociedad y se construyó con el producido del Sorteo Extraordinario de la
Lotería de Cúcuta y logró terminarse con un auxilio de cincuenta mil pesos que
el congresista nortesantandereano Miguel García-Herreros logró incluir en el
Presupuesto Nacional. Todavía funcionan allí algunas instituciones a pesar de
su aspecto sucio y desahuciado.
El estreno del puente sobre el Pamplonita, que se inauguró en enero del año
en cuestión, fue reseñado de manera suficientemente amplia en una crónica
anterior y que luego de una polémica bastante prolongada, respecto del nombre
con que debía bautizarse, finalmente el gobierno central decidió que debía
llevar el nombre de Lucio Pabón Núñez, en comunicación remitida al gobernador
Rivera Laguado, el 24 de diciembre de 1953, por considerar que “es el ciudadano
que más se interesa por el progreso de su departamento y en general por todo lo
que a él se refiere”.
Pero el interés ciudadano se desvió unos días después debido al desgreño y
al olvido en que cayó el Puente Araujo, el antiguo puente ferroviario sobre la
línea férrea a la frontera, todo ello debido, según argumento oficial, que “hay
otro puente magnífico y en mejor estado de servicio”. Los ciudadanos de a pie
recordaban lo sucedido con el antiguo aeropuerto de San Luis, al cual las
gentes robaron los materiales del edificio que allí habían construido y
por esta razón, estaban preocupados por la suerte que podría correr la que
llamaban la “súper estructura metálica”, afortunadamente eso no ocurrió, pues
al dinamizarse la frontera, antes de la construcción de la autopista a San
Antonio, el tráfico por la antigua carretera a la frontera, continuó siendo
prioritario para quienes visitaban la ciudad desde el vecino país.
Otra de las noticias positivas para ciudad durante este año, fue el estreno
de uno de los colegios de más reconocimiento en la región, el colegio La Salle;
una institución regentada por la comunidad de los Hermanos Cristianos, quienes
dirigían el colegio oficial Sagrado Corazón de Jesús desde inicios de 1929,
traídos entonces por el gobernador Ramón Pérez Escalante a instancias del
párroco de San José, presbítero Demetrio Mendoza.
Con motivo de la celebración de las bodas de plata de la comunidad en
Cúcuta y para ampliar sus servicios educativos, los Hermanos Cristianos
construyeron en el barrio Rosetal, una cómoda y bien dotada edificación donde
funcionarían los cursos de segundo a quinto de primaria y primero de
bachillerato, a precios populares, según estipulaban los volantes informativos
distribuidos entre la población joven. Se fijó para el 25 de enero, el día de
iniciación de matrículas.
Figuraba como rector el R.H. Idinael. Profesores de lujo para sus alumnos
fueron presentados, los Hermanos Cristianos, Enrique, sabio naturalista
francés, delegado para Colombia de la Unesco y quien tenía a su cargo la
redacción de las cartillas de lectura en la Escuelas Radiofónicas de Sutatenza;
Hildeberto, físico francés, quien era director del Instituto Técnico
Industrial, otra de las instituciones dirigidas por la comunidad en
Bucaramanga; Estanislao León, reconocido profesor del colegio Sagrado Corazón;
Domingo León, rector del Colegio Provincial de Pamplona; Alfonso Juan,
visitador provincial de la comunidad en Colombia y el Hermano Rodulfo Eloy,
quien dirigió la construcción del moderno edificio y reemplazó al Hermano
Idinael tan pronto la sede del colegio estuvo terminada. A esta legión de
Hermanos acompañaron el grupo de profesores seleccionados para iniciar el
calendario lectivo de 1954.
Y para cerrar las noticias de este año, una de entretenimiento. De
esas que se volvía comidilla en los tertuliaderos de la época y que hoy
diríamos son “tendencia en la redes sociales”.
Se trató de la detención de un abogado. Aparentemente, no pasaría de ser
una novedad si no fuera porque al doctor Luis Carlos Zárate Espinosa, abogado
conservador, las autoridades lo buscaron afanosamente, no se sabe si para
castigarle su bigamia o para otorgarle la Cruz de Boyacá, por el hazañoso
episodio que protagonizó, único en el mundo desde que el mundo es mundo, de
casarse dos veces, el mismo día.
Este joven abogado de 29 años, natural de Palmira en el Valle del Cauca, se
habría casado, en las horas de la mañana en la capital de república y dicen,
que en las horas de la tarde viajó a Cúcuta en donde “sintiendo sobre su riñón,
la trompetilla de un revolver”, volvió a cometer el mismo error.
El hecho es que el doctor Zárate había viajado a la ciudad a
encargarse de los negocios de la oficina del doctor Mario Esteban Aparicio,
quien había sido nombrado Contralor Departamental.
Es de anotar que la suerte no lo acompañó, pues aunque proyectaba viajar a
Venezuela tan pronto tuviera oportunidad, se alojó mientras tanto en el hotel
Los Andes, el mismo donde estaba hospedado el director seccional del SIC. Por
instrucciones del Juez Sexto de Instrucción Criminal de Bogotá se decretó su
detención preventiva y posteriormente trasladado a la capital.
En charla de abogados comentando el hecho, decían que eso de la sindicación
de bigamia y el condigno castigo, se lo tenía bien merecido el doctor Zárate,
por el manifiesto mal gusto de tener dos… suegras.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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