Gerardo Raynaud (La Opinión)
Durante los primeros años del siglo pasado, la
celebración del 12 de octubre era conocida simplemente como “la fiesta del 12”,
sin darle mayores connotaciones. Como todos los días feriados de entonces,
fueran estos nacionales o religiosos, el clero ejercía su autoridad y daba las
indicaciones correspondientes sobre cómo proceder.
Al cumplirse el primer cuarto del siglo XX, la
conmemoración del “descubrimiento”, en la ciudad de Cúcuta, tuvo un particular
esplendor, más por los acontecimientos religiosos que se celebraban que por la
conmemoración de la fecha como tal. El argumento que justificaba la aclamación
de efemérides, como la del “descubrimiento de América”, era que la mejor manera
de celebrarla, sería dando al servicio obras de progreso.
Para ese año de 1925, el clero de la ciudad era un
pequeño, pero muy poderoso grupo, encabezado por dos figuras sacerdotales de
gran prestigio y respetabilidad, los reverendos padres Daniel Jordán y Demetrio
Mendoza.
Por entonces, y conocedores de la mejor manera de
llegar a los corazones de sus feligreses, los sacerdotes habían desarrollado
una efectiva labor de divulgación que combinaban con sus bien orientados
discursos en el púlpito, especialmente durante las misas dominicales, las que
aprovechaban para exponer no solamente sus ideas cristianas sino cuantas
críticas merecieran sus fieles, sin importar sus cargos o su condición social o
política.
Aprovechando la gran afluencia de público con ocasión
del día festivo, el padre Mendoza, director del diario católico El Popular,
órgano de divulgación de la Curia local, lanzó a circulación un número
extraordinario de veinte páginas, como él mismo escribiera en el editorial,
“fruto heroico de los hábiles operarios de La Prensa Católica”.
La Prensa Católica era la ‘empresa’ que se dedicaba a
manejar el taller gráfico donde se imprimían todos los documentos, incluido el
periódico en mención, pero además, suplía las necesidades editoriales de los
pobladores de la región.
Después de los actos protocolarios de la santa misa,
el Te Deum y la siembra del árbol, ese día realizado en el Jardín Abrego (hoy
parque del mismo nombre), por el señor Clemente M. Blanco, vicerrector del
colegio Provincial, jornada que estuvo acompañada por los estudiantes de las
escuelas públicas de la ciudad, quienes entonaron el Himno del Árbol, con lo
cual se dio por terminada la primera etapa de ese gran día, se procedió a
continuar con el evento central programado por la Prensa Católica, que no
era otro que la inauguración de su remodelado edificio del Centro Católico y de
la bendición de su nueva maquinaria, una prensa último modelo importada
directamente de Alemania con todos sus accesorios, con los que se pondrían a la
vanguardia de las escasas empresas del sector que apenas comenzaban sus
actividades en la ciudad.
Para la inauguración del edificio que ahora era el
centro de operaciones de La Prensa Católica, la bendición estuvo a cargo del
canónigo José de Jesús Peralta. Por razones de fuerza mayor el padre Mendoza no
estuvo presente en el acto, pues tuvo que atender diligencias eclesiásticas en
la población de Ricaurte.
Los discursos que acompañaron la bendición inaugural
estuvieron a cargo del secretario de gobierno departamental Januario Sarmiento
Q. y del joven abanderado de las causas conservadoras Víctor M. Pérez quienes
no ahorraron calificativos de alabanza para destacar la bondad de las obras que
se consagraban y para sus promotores. Renglón seguido vino la entronización de
la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en la sala de la administración después
de lo cual, la banda del departamento selló el festival, con una selección
escogida.
En las primeras horas de la noche, una multitud
compuesta por lo más granado de nuestra sociedad y del pueblo de Cúcuta,
literalmente colmaron el local del Centro Católico, con el propósito de asistir
a la velada cultural organizada por los más destacados personajes amantes del
arte y generosos en regar el bien.
Las matronas Elisa de Ferrero, María de
García-Herreros y Elisa de Soto vieron recompensados sus esfuerzos, toda vez
que el festejo culminó de manera exitosa. Por su parte, la señora Mercedes
Gandica de Alvarado y los señores Elías M. Soto y Eleazar Belloso se destacaron
en sus presentaciones artísticas.
En el repertorio de la banda del departamento
sobresalió la ejecución de la ópera Rigoletto, de Verdi, con la interpretación
en el piano del señor Caracciolo Vega, quien mereció sonoros y repetidos
aplausos.
El padre Daniel Jordán, disertó sobre la acción
católica de la mujer, evocando la figura de la reina Isabel la católica, como
abanderada del género. Los actos siguientes estuvieron a cargo de la señorita
Matilde García-Herreros, quien ejecutó la versión al piano de “Las Campanas del
Convento”; la niña Blanquita Rosales, con la precocidad que siempre llamó la
atención, entonó la canción “El Abanico”.
Muy aplaudidas estuvieron las piezas musicales “La
gran fantasía de Fausto” y “El barbero de Sevilla” interpretadas por los
maestros Ángel María Corzo, Carmelo Lacruz, Pedro Elías Soto y la señorita
Carmen Soto.
La velada terminó con la obra de teatro que mayor
expectación había generado entre el público asistente, “La gota de sangre” en
la que la habilidad de los actores, la belleza de la pieza y la elegancia y
suntuosidad de los vestidos romanos fueron las circunstancias que dominaron la
atención de los concurrentes.
Para cerrar el acto y a manera de epílogo, don
Januario Sarmiento rememoró los acontecimientos del día, disertando
galantemente sobre la importancia que para la vida local, hospedaban cada uno
de ellos.
Al despedirse de los presentes, la dirección del
Centro, agradeció la participación y puso en manos de Dios, el premio del que
se hicieron merecedores por los esfuerzos hechos en beneficio de esa obra
altamente social y piadosa.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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