Eduardo Bautista (La
Opinión)
Este profesional de la toxicología
sale todos los días a trotar por El Malecón pese a sus 87 años.
José Alirio Bermúdez Álvarez tiene 87 años y en su juventud vivió cerca de
dos décadas en el país del Sol Naciente trabajando en investigación científica
como químico farmaceuta, ayudando desde su campo a la reconstrucción de esa
nación tras la Segunda Guerra Mundial.
Recuerda que fue un capítulo muy
triste y doloroso de su vida porque además de pasar hambre y necesidades en
Tokio, la soledad lo consumió al dejar en Cúcuta a sus padres y en Bogotá a la
esposa con que se casó antes de partir para oriente.
Sin embargo, allí se formó como hombre y adquirió disciplina y conocimientos
que le sirvieron en adelante en cada empresa que emprendió y ahora en sus años
tardíos a manejar el cáncer de próstata que lo agobia desde hace 28 años.
Aprendió de su maestro Takyo
Chimamoto a cultivar la salud física, mental y espiritual como disciplina de
servicio a los semejantes, conocimientos que ha ido transmitiendo a otras
personas según el compromiso que adquirió con su mentor japonés que llegó a ser
como su segundo papá.
La estadía
La rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, tras la devastación
atómica de Hiroshima y Nagasaki, se produjo el 15 de agosto de 1945 y se firmó
el 2 de septiembre de 1945.
El Imperio de Japón fue disuelto y
el país fue ocupado por los aliados el 28 de abril de 1952, periodo de
ocupación en el que la nación fue cambiada a un estado democrático.
Durante los años 1960 y principios de 1970 la nación entró en un periodo de
crecimiento y desde 1973 hasta 1985, Japón tuvo una importante estabilización
económica, iniciando lo que se denominó la cultura de Posguerra y que se
prolongó hasta 1991.
"Nosotros habíamos ido a ayudar
a recuperar el Japón de su crisis ocasionada por la guerra. Éramos personas que
ganábamos bien y teníamos que pagar con esfuerzo y sacrificio", dijo José Alirio quien llegó a esa
país hacia 1960.
En los años que vivió en Japón, aprendió Kung-fu, siendo esa la única
entretención que tenían porque no podían salir a hacer ninguna actividad, al
estar prohibido.
Los primeros seis meses en Tokio los pasó trabajando por la comida en una
lavandería, hasta que pudo arreglar los documentos de estadía con ayuda del
Consulado colombiano y de ahí fue recibido en una empresa como investigador
científico, ayudante del maestro Takyo Chimamoto.
La empresa en retribución a sus servicios le dio una beca que consistía en
los pasajes para que cada dos años viniera a Colombia. "Yo venía a visitar a mi esposa y en cada viaje encargaba un niño y
fue así que hice un hogar de siete hijos, cuatro de ellos que se formaron como
médicos, un ingeniero, un arquitecto y un periodista que se dedicó a recorrer
el mundo".
Los inicios
José Alirio Bermúdez Álvarez nació en Cúcuta y vivió durante su infancia y
parte de su juventud en la avenida 8 con calle 18 del barrio La Cabrera de
Cúcuta, iniciando el bachillerato en el colegio Sagrado Corazón de Jesús.
Sus cualidades como futbolista lo
llevaron a Bogotá y se graduó de bachiller en el colegio Agustiniano en 1950,
jugando en varios equipos de la capital, incluido el club Millonarios en la
categoría cuarta especial.
En ese club por su buen desempeño como delantero fue probado en el equipo
profesional, alcanzando a jugar varios partidos en esa división, en la época
del 'Dorado colombiano'.
Estuvo junto a figuras que integraron el plantel 'Ballet Azul' con Néstor Raúl 'Pipo' Rossi, Adolfo Pedernera, Alfredo Di
Estéfano, Antonio 'Maestrito' Báez, entre otros argentinos; así como el
paraguayo Raúl Hermenegildo Pini Giovio y el único colombiano, Cobo Zuloaga.
Bermúdez Álvarez se graduó en 1955 como químico farmaceuta en la
Universidad Nacional y continuó viendo materias de medicina en esa casa de
estudios, pero no logró graduarse por inconvenientes.
En esos años trabajó como director científico del laboratorio francés
Panier de Bauer y al quedar cesante aplicó para una beca a fin de viajar a
Japón, lo que pudo hacer con unos ahorros que tenía, motivado por su espíritu
de aventura.
Regreso a Colombia
Al regresar a Colombia fundó en Bogotá la clínica de toxicología Guillermo
Uribe Cualla, en homenaje a uno de sus profesores en la Universidad Nacional,
al tiempo que trabajó como toxicólogo en el Instituto Colombiano de Medicina
Legal, siendo la toxicología su especialización.
Al separarse de su esposa, decidió
regresar a la casa que le había regalado a la mamá en el barrio La Cabrera,
para refugiarse en el hogar paterno, donde abrió un consultorio y una farmacia.
Allí hacía consultas gratis y regalaba la medicina para ayudar a los
habitantes que eran muy pobres, ganándose el respeto de la comunidad, como lo hizo en su época su papá José
Antonio Bermúdez Gil, quien fue profesor en el colegio Gremios Unidos, líder
comunal en La Cabrera y murió a los 96 años.
En esa labor altruista sufrió un episodio terrible que lo obligó a
refugiarse por un tiempo en Venezuela, regresando después a la misma casa
paterna, conociendo en esa vecindad a su actual esposa y quien le dio un hijo,
que tiene 18 años y estudia microbiología en la Universidad de Pamplona, en la
Ciudad Mitrada.
En la capital de Norte de Santander ha dedicado varios años de su vida a
dictar conferencias sobre estilos de vida saludables en el Instituto
Departamental de Salud, asistir a los
miembros de la fundación que creó para ayudar a personas con problemas de
alcoholismo y enseñar artes marciales en algunos colegios de la ciudad.
Pese a su enfermedad, que lo obliga a caminar usando un bastón, cada mañana
sale a recorrer El Malecón y hasta hace poco jugaba fútbol con su hijo, todo
según él por la disciplina que pone en cada actuación de su vida, que no lo
deja decaer.
Aunque no tiene fortuna, se sostiene
con la ayuda de un hijo médico que vive en Bogotá y con la renta de un pequeño
apartamento que logró construir, además su esposa y su hijo trabajan, lo que le
permite a la familia subsistir.
Este hombre, que es ejemplo de constancia, les dice a los jóvenes que
es bueno soñar como corresponde a quienes tienen buen cerebro, pero que no se
queden soñando, que pasen a la acción, que sean definitivos en lo que hacen y
que piensen bien antes de actuar.
"Si necesitamos cambiar
gobiernos tenemos que luchar por eso, si tenemos que mejorar la educación
tenemos que luchar por eso, si queremos tener salud tenemos que hacer ejercicio
todos los días, y si queremos que toda la gente sea unida, selecta y valiosa,
tenemos que amarla", puntualiza José Alirio Bermúdez Álvarez.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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