El País (cucuta7días.com)
Dólar Cúcuta
Yulimar Rivero cruza el puente internacional Simón Bolívar (febrero 2019),
que conecta Venezuela y Colombia, para comprar comida a precios más
asequibles en la ciudad colombiana de Cúcuta. “Nunca imaginé que viajaría a
otro país para hacer mercado [hacer la compra]. Esto es algo que uno cuenta y
resulta increíble”, dice.
Está rodeada de otros venezolanos; algunos circulan con sacos a sus
espaldas, llenos de alimentos y otros productos, mientras otros llevan sus
mercancías en carretillas. El vaivén se ha transformado en cotidiano desde hace
dos años, al recrudecerse la crisis económica en Venezuela.
Su viaje comenzó en la remota ciudad de Rubio (Táchira), a 45 kilómetros —y
dos horas de coche— de Cúcuta. Rivero tiene 48 años, es menuda y dice
que ha adelgazado como nunca durante la crisis. “Peso 42 kilos, tal
vez menos. Mis hijas también están flacas, la niña de ocho años fue
diagnosticada de desnutrición. Jamás en mi familia se había visto algo así,
jamás. Negar la entrada de la ayuda humanitaria es ser desalmado”, dice.
Yulimar Rivero, con la cuenta de su compra.
Su hermano mayor, Luis Nelson Urueña, se ofreció a comprar la comida para
ayudar. “La crisis ha hecho que muchas familias nos unamos para contribuir con
los más afectados. Yo le compro comida [a Yulimar] cada vez que tengo dinero,
pero a veces no es suficiente”, explica. Hasta finales de 2017 comprar en
Colombia era más costoso, pero la hiperinflación revirtió esa tendencia.
Hasta hace dos años los venezolanos solo atravesaban el puente para
conseguir productos que escaseaban en Venezuela. Ahora se hace para
ahorrar unos cuantos pesos.
La primera parada de los hermanos en Cúcuta es un puesto de comida rápida
en una plaza. Yulimar se marea después de desayunar y necesita reposar unos
minutos antes de proseguir hacia el mercado.
“No estoy acostumbrada. Creo que no comer bien ya está afectando mi salud”,
dice.
LA TRAMPA DEL ‘DOLAR CUCUTA’ Y LA HIPERINFLACION
El trasiego de la frontera, recuerda el
economista Ronald Balza, ha definido el llamado dólar Cúcuta, que ha servido de
referencia para las transacciones en Venezuela, si bien fuertemente afectado
por la baja oferta de divisas a causa de la inexistencia de un libre mercado y
de las crecientes expectativas negativas de la economía venezolana.
Lo que en Venezuela empiezan a llamar dolarización de la economía, para
Balza es la quema de ahorros en divisas de algunos venezolanos —lo que conlleva
un mayor empobrecimiento— y la implementación del dólar como medio de pago,
frente a los bolívares que se traga la hiperinflación, estimulada por una
emisión de dinero desaforada por parte del Banco Central de Venezuela.
“No hay un libre mercado, porque no hay operadores que presenten información
a un ente autorizado. No se puede liberar un mercado que no existe, porque lo
han destruido. No hay información que permita tomar decisiones, no hay tasa de
inflación, simplemente se están permitiendo algunas transacciones pero en un
ambiente de total opacidad, que no termina de crear un mercado con todas las
garantías que debería tener”.
Para hacer la compra han reservado 220.000 pesos colombianos, equivalentes
a unos 70 dólares (o 62 euros). Con ese presupuesto han podido viajar en taxi
desde Rubio, comer algo y comprar alimentos suficientes para 15 días.
“En Venezuela no hubiese sido posible, la hiperinflación se comería ese
dinero en unos minutos”, indica Urueña.
Un grupo de venezolanos en el puente Simón Bolívar.
El jabón, que cuesta 2.000 pesos en Cúcuta, se vende a 8.000 en San Antonio
del Táchira, localidad venezolana a solo 11 kilómetros de Cúcuta. Pero no todos
pueden comprar lo suficiente para varios días, y las personas con salarios en
bolívares son las más perjudicadas.
El sueldo mínimo solo alcanzaría para cubrir las
necesidades alimenticias durante unas horas debido a la hiperinflación.
Hace solo unos meses, Yulimar Rivero vendía verduras, pero el negocio se fue a
pique por la crisis. “Me siento [como si viviera] en un pueblo fantasma, luego
de las dos de la tarde casi todo cierra. La gente se ha ido de Rubio por la
falta de oportunidades”, agrega.
El Centro de Documentación y Análisis Social (Cendas) de la Federación
Venezolana de Maestros calcula que se requieren 300 dólares mensuales para
comprar la canasta básica familiar. Pero, aun con dinero, es difícil obtener
todos los alimentos en Táchira. “Si usted consigue aceite, no consigue leche…
Estamos en una situación en que la gente tiene la necesidad de recurrir a
Colombia para traer la comida”, relata Urueña. Él se siente afortunado respecto
de otros venezolanos.
“Ya vemos a personas del centro del país que vienen a comprar en la
frontera. No solo vienen a buscar comida, sino medicinas y repuestos de
vehículos, insumos, muchas cosas que no se consiguen en el mercado nacional”,
asegura.
La moneda venezolana es rechazada en muchas zonas de Táchira. A diferencia
de las divisas, pocos comercios aceptan transacciones con bolívares en la
frontera. En contraste, los billetes de menor denominación son despreciados y
los de alto valor, buscados.
“El gas, el alquiler de las viviendas y los taxis se cobran en pesos
[colombianos] desde el año pasado.
¿Qué hago con los bolívares? Se devalúan muy rápido, nadie los quiere.
Están a punto de extinguirse como los dinosaurios”, afirma Yulimar.
La devaluación del bolívar ha convertido el peso colombiano en la moneda de
hecho en los Andes venezolanos, pero eso no lo salva de ser devorado por la
hiperinflación. Su paridad con el bolívar es solo una ilusión. Aferrados a esta
realidad, muchos comerciantes aumentan los precios en ambas monedas.
Un empleado de un hotel alertaba a sus clientes de que las tarifas,
cobradas en pesos, serían aumentadas en breve. “Ya mañana aumentaremos los
costos de las habitaciones porque la inflación sigue para arriba”, decía.
Es la dinámica de la distorsión económica. Todos prefieren las monedas
internacionales porque el bolívar es inestable. Urueña guarda en su billetera
pesos y unos viejos bolívares ya fuera de circulación. “Son recuerdos”,
lamenta.
La devaluación del bolívar no se detiene. “Después de la reconversión,
quizás puedes conseguir algo que cueste 4.000 pesos o 4.000 bolívares, pero no
hay que olvidar que en nuestra moneda ese monto tiene cinco ceros más que se le
restaron en agosto.
El valor del bolívar sigue bajando y en un punto se cruzan los montos [de
bolívar y peso], pero si la emisión monetaria sigue como va y se sigue
alimentando la hiperinflación, los precios en bolívares van a seguir subiendo y
el bolívar va a seguir abaratándose”, explica el economista Ronald Balza, de la
Universidad Católica Andrés Bello de Caracas.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
No hay comentarios:
Publicar un comentario