Luis Eduardo Bautista (La
Opinión)
Los campaneros son una especie en
vía de extinción, porque a las iglesias modernas
no les instalan campanas y esa
costumbre se ha ido perdiendo.
Sin tener un grado jerárquico en la iglesia católica, los campaneros han
jugado por siglos un rol importante, porque
son los encargados de tañer las campanas que llaman a los feligreses a escuchar
la palabra de Dios.
Los campaneros hasta hace muy poco existían en la mayoría de iglesias,
cumpliendo con ese ministerio, que en muchos casos se hacía por verdadera
vocación, sin recibir pago alguno.
Tenían la responsabilidad de subir a
los altos campanarios a tocar, repicar y revisar el mantenimiento de las
campanas, las cuerdas que atan los badajos (pieza metálica en forma de pera, que pende en el
interior de las campanas y con la cual se las golpea para hacerlas sonar), la
tensión de los distintos cables y cuerdas, así como la supervisión del reloj de
la iglesia.
Sin embargo, con la prohibición que
pesa sobre algunas casas de Dios para que se hagan los llamados diarios a misa,
por demandas interpuestas por vecinos a quienes les afecta el ruido, o
simplemente por la aparición de sistemas mecanizados y automatizados para tocar
las campanas, la profesión de campanero cayó en desuso, quedando pocos que se
resisten a ser relegados.
La historia de un campanero. Uno de ellos es Carlos Eduardo Herrera, de 50
años, quien por 16 años en su condición de sacristán de la iglesia Nuestra
Señora del Rosario, tuvo la responsabilidad de ser el campanero en ese templo
considerado una joya arquitectónica de Villa del Rosario.
En casi dos décadas subió y bajó a
diario los 40 metros del campanario, donde están instaladas las cuatro
campanas, la principal llamada Ramona, que es una de las más antiguas de Norte
de Santander, cuyo eco se escucha en todo el municipio histórico.
La campana se instaló en la torre de la parroquia del nuevo casco urbano,
trasladada del templo de la Villa Antigua que se derrumbó el día del terremoto
de Cúcuta, el 18 de mayo de 1875, que habría sido fundida en la herrería del
barrio El Rastrojo, villorrio colonial en el que transcurrió la apacible vida
de los rosarienses de la época, según los cronistas del municipio.
Carlos
Eduardo Herrera, ejerció por 16 años el oficio de campanero en la
iglesia
Nuestra Señora del Rosario.
La iglesia de Nuestra Señora del Rosario, erigida bajo la administración
del padre Marco Antonio Mora, empezó a ser edificada a finales del Siglo XIX y
terminada en 1926. Allí reposa la imagen de la Virgen, que presenció la
instalación del Congreso Constituyente de la Gran Colombia, el 6 de mayo de
1821.
Carlos Herrera, quien está
preparando en el oficio al nuevo sacristán de la parroquia, explicó que el
sacristán es la persona que tiene el manejo de la iglesia, después del
sacerdote, encargado del mantenimiento, la limpieza, el arreglo de los
ornamentos y de preparar las eucaristías, las ofrendas y los libros para las
lecturas diarias que correspondan, según el ciclo eucarístico, así como repicar
las campanas, entre otras obligaciones.
En ese oficio pasó buena parte de su vida, en la principal iglesia de Villa
del Rosario, en la que hay cuatro celebraciones eucarísticas los domingos y
tres los días de la semana, sin contar con las misas de difuntos.
Él aprendió cuando pertenecía al
grupo juvenil de la parroquia, y el párroco de esa época lo animó a vincularse
a las actividades de la iglesia porque tenía carisma para el canto y para leer
los salmos, dejando el oficio de zapatero que desempeñó hasta ese momento.
En una semana el anterior sacristán, Sady Bermúdez, lo instruyó en el
oficio y él a su vez enseñó al monaguillo mayor, quien es en ese orden
quien tiene la responsabilidad de subir a la torre, por el riesgo que el trabajo
representa, que debe ser desarrollado por una persona ágil y preparada para
eso.
La
iglesia de Nuestra Señora del Rosario empezó a ser edificada a finales del
Siglo XIX
y
terminada en 1926.
Importancia de fe
El padre Carlos Fernando Duarte Ribero, párroco de la iglesia Santa Mónica
de Prados del Este, dijo que el campanero tiene importancia por el significado
de las campanas dentro de la vida de la iglesia y la vida de fe de los
cristianos.
Explicó, que las campanas siempre
han sido la manifestación de transmisión de mensajes a la comunidad, y que en
el transcurso de los siglos la iglesia las ha utilizado para llamar a la
celebración eucarística, valiéndose de diferentes formas de tocarlas para
manifestar lo que se estaba celebrando.
La forma más usada era la de llamar a la eucaristía y se empezaba media
hora antes, tocando cada 10 minutos entre uno y otro repique, para informar que
estaba cerca la hora de la misa.
Si eran por ejemplo a las 6 de la tarde, se hacía un toque que era el llamado de acólitos, y hacia las 5:30 se
tocaba el primero, según se decía, con una forma particular de hacerlo y al
final se daba un campanazo fuerte.
En el segundo se dan dos campanazos y en el tercer tres toques al final,
significando que "faltan cinco minutos para empezar el oficio religioso,
es hora de llegar", según Duarte Ribero.
Las
campanas se tocaban entre otras cosas para llamar a las misas diarias
y a las
ceremonias religiosas de difuntos.
Otros usos
Se utilizaban las campanas cuando se llamaba a la misa de difuntos,
entonces era un redoble más lento, y la gente por el sonido triste y espaciado
de un toque al otro, sabía que había una misa para difunto.
El sonido de las campanas fue
transmitiendo a las comunidades un sentido de fe y una vivencia de las
celebraciones, porque era un llamado a vivirlas.
Otro momento en los que se tocaban campanas de manera especial eran la
pascua, cuando se canta el Gloria, que celebra la resurrección de Jesucristo,
con un toque muy alegre a rebato, para manifestar la alegría que ese momento
significa para los cristianos.
Así mismo, durante la celebración
de media noche del 24 de diciembre que anuncia el nacimiento del Niño Jesús,
entre otras celebraciones especiales como el Corpus Cristi, cuando se tocaban
las campanas durante toda la procesión, al igual que en las fiestas patronales
y se hacía con toques prolongados y alegres.
En algunos pueblos se llegaron a usar las campanas para toques determinados
a fin de informar la llegada de alguna persona importante, en situaciones
difíciles o de desastres para enterar a la comunidad, porque se carecía de
otros medios para hacerlo.
En épocas navideñas, particularmente
en los Santanderes, se tocaban las campanas para llamar a la misa de gallo,
como popularmente se conoce a la misa de aguinaldo, ícono de alegría y regocijo
del mundo católico, que sirve de preparación para el nacimiento del niño Jesús,
que inicia el 16 de diciembre y terminan el 24 del mismo mes.
Un verdadero oficio
El campanero era una persona que se preparaba para ese menester, sobre todo
en aquellas iglesias donde los campanarios eran lugares muy especiales.
Algunos campaneros se dedicaban a producir música mediante el toque de
varias campanas (lo que se conoce como
el arte del campaneo), instaladas en elevadas torres de las iglesias con
diferentes tonalidades, tamaños y aleaciones de metales como el bronce (22 % de
estaño y 78 % de cobre), llegando a recibir un pago por ese oficio que
solía encargarse a personas de mucha confianza y prestigio entre la comunidad
religiosa.
El Campanero que es un hermano en la fe y no necesita ser un santo para
ejercer su oficio, tiene bien ganada la bendición de Dios. Este personaje corre el riesgo de que algún
día desaparezca de la vida eclesial, aunque las campanas sigan en los
campanarios de las viejas iglesias sin que los años las destruyan, mientras que
los fieles por costumbre seguirán asistiendo a misa, olvidados de esos
maravillosos repiques que la anunciaban como una gran fiesta de alabanza al
creador.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.