David Bonells Rovira (Imágenes)
(Intervención de David Bonells, en el del Museo
Norte de Santander y Ciudad de Cúcuta).
David Bonells Rovira
Lejos estaba yo de imaginar en 1963 cuando
azuzado por Eduardo Cote Lamus, envié los originales de mi libro La noche de madera al concurso de poesía joven “Jorge Gaitán
Duran” abierto por la Gobernación de Norte de Santander, que obtendría el
primer premio y, menos, que dos años después el libro sería publicado por la
dirección de extensión cultural del departamento.
Cuál no sería mi sorpresa al enterarme que, el 29 de noviembre de 1965, un jurado integrado por Eduardo Carranza,
Aurelio Arturo, y Rafael Naranjo Villegas, me había otorgado, por la misma
obra, la mención de honor, en calidad de tercer premio, del concurso nacional
de poesía “Guillermo Valencia”
que se entregaba a los mejores libros de poemas
publicados cada año en Colombia. El primer premio le fue concedido a Jorge
Rojas por su libro Soledades, el segundo a Álvaro Mutis por su obra Los trabajos perdidos. Cursaba yo por entonces bachillerato en el colegio
Calasanz de Cúcuta.
Un año después, me mudé a Bogotá e inicié mis estudios de
arquitectura en la Universidad Piloto de
Colombia. En aquella época, Bogotá era el centro de la poesía
del país. La sala de la revista Letras Nacionales dirigida por Manuel Zapata
Olivella me abrió sus puertas. En sus instalaciones presenté el libro y leí por
primera vez mis poemas. La noche de
madera fue recibida
con entusiasmo por la crítica.
Por esos días tuve la suerte de conocer a un puñado de
escritores, con quienes más tarde compartiría las páginas de los periódicos y
las revistas. Entre ellos recuerdo con especial afecto a María Mercedes Carranza,
Darío Jaramillo Agudelo, Juan Gustavo Cobo, Álvaro Miranda, José Luis Díaz
Granados.
Juan Gustavo Cobo, quien se desempeñaba, como secretario
de redacción de la revista Arco, dirigida por David Mejía Velilla, dio la
primera pauta al grupo recogiendo en su edición N° 83-84 orrespondiente a septiembre-octubre de 1967
una muestra de la producción de 13 poetas jóvenes
colombianos.
La iniciativa de Cobo tuvo eco, y a pesar que el grupo no
poseía teoría alguna sobre la poesía ni tampoco nombre, a partir de la
publicación, el 3 de diciembre de 1967 en Lecturas Dominicales del
Tiempo de la antología poética Una generación busca su nombre preparada por Álvaro Burgos, que incluyó los nombres de
Darío Jaramillo, David Bonells, Álvaro Miranda, Henry Luque, Hernando Socarras,
Jorge Humberto Botero, Augusto Pinilla, William Agudelo, Juan Gustavo Cobo,
Hernán Botero y Mario Madrid Malo, la crítica empezó utilizar el apelativo
indistintamente para encasillar a los poetas nacidos de 1940 en adelante.
Días después, el 28 de enero de 1968 una selección
similar realizada por Juan Gustavo Cobo, apareció publicada en la sección
dominical de El Colombiano con el título de poesía clandestina.
Si bien es cierto que el término “Generación sin nombre”
surgió de la selección de Álvaro Burgos, no menos cierto es que la conformación
que el grupo, que en adelante habría de ser identificado con ese rótulo, tuvo
lugar en el mes de abril de 1968 cuando Juan Gustavo Cobo reunió en su casa, un
pequeño grupo de poetas con el objeto de tomarse una fotografía para ilustrar
la muestra de las poesías que aparecerían en la revista Lámpara.
Los poetas éramos: Darío Jaramillo, José Luis
Díaz-Granados, Henry Luque, Álvaro Miranda, Augusto Pinilla, David Bonells, y
Juan Gustavo Cobo.
Sin la menor duda, la fotografía surgió su efecto. Años
más tarde, José Luis Días Granados recuerda esta ocasión en la edición del
Magazín Dominical del periódico El Espectador la “Mentada generación” (La
generación sin nombre) hizo pública aparición en la revista Lámpara, que dirigía
Fabio Hencker
Villegas, pero la foto no salió y en cambio la selección
se vio bellamente ilustrada por el maestro
Juan Cárdenas, quien hizo un dibujo de cada uno de
nosotros, basado en la foto.
Luego, creo que todos recordamos con emoción los primeros
honorarios que recibimos en la vida por unos versos: $ 200.
Mención especial dentro del proceso de formación del
grupo de la Generación sin Nombre, merece María Mercedes Carranza, quien desde
el primer momento nos acompañó. Como directora de la sección literaria
“Vanguardia” en el periódico El Siglo, se encargó de darle la segunda puntada
al movimiento, de reunirnos en su página y divulgar nuestros escritos.
El 28 de diciembre de 1969, María Mercedes publicó en el
suplemento Lecturas Dominicales del periódico El Tiempo, su artículo “5
muestras de la poesía de una generación” que incluyó, además de los suyos,
poemas míos, de Miguel Méndez Camacho, Fernando Garavito y Jaime García Maffla.
Estos poetas, junto con Jaime Jaramillo Escobar, Elkin
Restrepo, William Agudelo y Juan Manuel Salcedo, fueron incluidos en la
antología Nueva poesía
colombiana preparada
por la misma María Mercedes y editada por el Instituto Colombiano de Cultura en
1971.
Vale la pena resaltar también la consagratoria página
publicada en Lecturas Dominicales del periódico el Tiempo por el novelista
Héctor Rojas Herazo, sobre los integrantes de la Generación sin Nombre, titulada
“Boceto para un nuevo mapa de la poesía Colombiana”.
Por esos días se dejó caer en Bogotá el escritor catalán Jaime
Ferrán, quien interesado por el cambio generacional que estaba produciendo en
la poesía colombiana y en especial por la juventud de nuestros últimos poetas,
tuvo la idea de editar una antología de sus versos.
Museo Norte de
Santander y Ciudad de Cúcuta.
Fue así como, en el número 416 de la Estafeta Literaria
de Madrid, apareció un reportaje de Martha Portal, bajo el título: “La
Generación sin Nombre”, últimos poetas colombianos y el anuncio del lanzamiento
de la antología realizada por Jaime Ferrán impresa en la colección Adonais del
editorial Rialp, el 15 de diciembre de 1970.
Los poetas incluidos en la antología fueron: Elkin
Restrepo, William Agudelo, Henrry Luque, Álvaro Miranda, Augusto Pinilla, David
Bonells, Darío Jaramillo y Juan Gustavo Cobo.
Respecto al título del libro, Juan Gustavo Cobo, en una
entrevista concedida a Hellman Pardo, relata lo siguiente:
“Ferrán hizo un prólogo y me dijo al terminarlo: Juan
Gustavo, ¿cómo nombramos a esta antología? Y le contesté: no sé Jaime, porque
nosotros no tenemos nombre. Y me respondió: ¡magnífico título! Antología de una
Generación sin Nombre, y así lo envió.
A los 8 meses llegó a Colombia el libro con ese título”.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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