La Opinión
Hace 29 años (1991), cuando Guillermo González Amarilla llegó como administrador,
el Cementerio Central de Cúcuta estaba al borde del cierre por asuntos de
salubridad e higiene, no tenía luz y tampoco había celador.
Veintinueve son veintinueve. Esto equivale a decir que González
Amarilla estuvo en ese cargo durante nueve de las diez alcaldías populares de
la ciudad, luego de que en 1988 se instaurara en Colombia la elección de
alcaldes.
Tal vez como se trata de un cargo no muy apetecido políticamente hablando,
es posible que esto hubiera permitido la estabilidad y la permanencia durante
tanto tiempo de este funcionario en el cargo. ¿Será que eso debería tratar de
hacerse en ciertas áreas de la administración, cuando de sacar proyectos de
largo plazo se refiere? Habría que considerarlo y evaluarlo.
Pero lo cierto es que Amarilla, como le llaman, bien puede decirse que sale
con la frente en alto por el deber cumplido puesto que materializó el
anfiteatro que ahora va a convertirse en morgue, logró que llegara la luz, lo
despejó de basuras y dejó un reglamento para el comportamiento ciudadano
en aquel albergue de los muertos.
Esto vale la pena relacionarlo porque es un instructivo que todos deben
acatar. No se puede ir en chancletas. Mucho menos en pantaloneta. Los hombres
deben quitarse las gorras o sombreros al ingresar y a las mujeres que van a
rezar o en los cortejos fúnebres, no se les permite el acceso si llevan blusas
de escotes profundos o lucen insinuantes minifaldas.
De González Amarilla debemos recordar que hace veinte años venía hablando
del Parque de La Vida que la administración del saliente alcalde de Cúcuta,
César Rojas Ayala, construyó al frente del Cementerio Central.
Además, son recordadas las luchas que libró contra los drogadictos que para
los tiempos en que llegó, tenían convertido el cementerio en un lugar para
fumar marihuana, aparte de enfrentar y poner a raya a quienes para brujería y
ritos satánicos acostumbran a robar huesos, hacer ‘entierros’ o hacer conjuros
dentro de los camposantos. Ambos males que son de ayer y de hoy, los enfrentó a
lo largo de ese tiempo con el apoyo comunitario y de la Policía.
El tema de Amarilla, nacido en Aguadas (Caldas) pero considerado cucuteño
de adopción y quien ahora pasó a un buen y merecido retiro, lleva un asunto
igualmente fundamental, como lo es el hecho de que al Cementerio Central de
Cúcuta se le considera un museo a cielo abierto.
Su encanto y el valor arquitectónico se convirtió en el eje de una investigación
que hicieron los arquitectos Arturo Cogollo y Fabián Mena Uscátegui.
Detrás de los muros del nosocomio de El Contento hay un fantásticas obras
en mármol importado y tallado en el exterior, que en su tiempo fueron traídas
en barcos cruzando el océano Atlántico, como lo recordara en su momento
Cogollo.
Y el Cementerio Central cucuteño, que data de 1885, sigue dando sorpresas,
puesto que hace parte de lo que en Colombia y en el mundo se llama como turismo
oscuro.
En total son seis puntos identificados en Norte de Santander. En Cúcuta
para este tipo de turismo están el Complejo Carcelario y Penitenciario
Metropolitano, la Casa Nazi y el Cementerio Central. En Villa del Rosario están
los hornos de Juan Frío, en Puerto Santander las casas de tortura de paramilitares
y en el viejo Gramalote, las ruinas del pueblo.
Cementerio
Central de Cúcuta en cifras
Guillermo González Amarilla estuvo al frente del Cementerio Central de Cúcuta durante 29 años. En este largo transcurrir, la historia también pasó con algunas significativas cifras que describen el imborrable ‘movimiento’ de los muertos por este campo santo, inaugurado hace 129 años.
Escuchar hablar a Amarilla es
reconstruir la historia de los difuntos en una ciudad que vivió momentos
oscuros por la guerra de guerrillas y paramilitares, con mayor relevancia entre 1999 y
2004.
El reglamento que dicta las normas y el comportamiento de los que ingresan
a visitar a sus difuntos, es de su autoría. En él está vetada la entrada a hombres con cachucha o en pantaloneta,
y a mujeres con minifaldas o escotes profundos.
La extensión del Cementerio Central no es clara, con el tiempo –desde su
creación en 1890– se han añadido terrenos, por lo que no se sabe cuánto mide y
mucho menos cuántas ‘almas residen’, pero un recorrido detallado puede durar
cerca de 50 minutos y desde el aire se calcula un espacio superior a una
hectárea.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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