Gerardo Raynaud
Periódico e Imprenta El
Trabajo. Fundado por Don Justo Rosas en la ciudad de Pamplona y
posteriormente en 1893 fue trasladado a Cúcuta. Este fue un periódico de
orientación conservadora y fue por mas de 50 años tribuna para las polémicas
entre liberales y conservadores, y para la publicación de trabajos y ensayos
literarios. En la fotografía aparecen Don Justo Rosas, su hijo Carlos J. Rosas,
Don Carlos Luis Jácome y varios colaboradores y empleados.
A principios del siglo XX, cuando Cúcuta pertenecía al departamento de
Santander, su principal medio de información era el diario El Trabajo,
periódico fundado por don Justo Rosas, quien era su director y editor,
verdadero pionero del periodismo local.
El periódico El Trabajo, de la primera década del
siglo pasado, dedicaba una buena cantidad de sus espacios a promocionar las
necesidades de sus clientes y lectores con la publicación de ‘avisos’ que
cumplían con la función de informar al público de las novedades de sus
actividades y servicios comerciales, pero también de comunicar o de notificar
sucesos de interés.
En esos años, entre las secciones ofrecidas a los lectores estaban la
política, las noticias, el comercio, las industrias, literatura y variedades.
Para mostrar a mis lectores la variedad de opciones que se ofrecían en 1903
en cuanto a productos, servicios y demás rudimentos, detallaremos algunos de
los mensajes que se publicaban entonces. Para empezar, es necesario aclarar que
el formato utilizado en sus primeros tirajes, no alcanzaba el medio pliego, así
que podrán imaginar el tamaño de la publicación.
En ese tiempo no se habían establecido clasificaciones de ninguna clase en
la presentación de los anuncios ni tampoco en las noticias, aunque sí seguían
cierta secuencia que permitía una lectura fácil y consecutiva, pues los
artículos era presentados en su totalidad, esto es, sin tener que remitirse a
páginas posteriores, como sucedió años más tarde cuando los periódicos
aumentaron su tamaño y por lo tanto fueron tornándose más voluminosos y su
composición cada vez más compleja.
Desde el comienzo de nuestra vida republicana y aún antes, el periodismo se
identificaba con las ideologías imperantes, razón por la cual, siempre hubo
periódicos a favor y en contra del gobierno de turno; lo que inevitablemente se
ha destacado como una herramienta de la verdadera democracia y el ejemplo de la
aplicación de los derechos a la libertad de opinión y de prensa.
A principios de siglo la agitación política nacional estuvo centrada en los
problemas originados en el departamento de Panamá y sus intentos separatistas
los que a la postre se materializaron. Esto para ubicarnos en el contexto
histórico y porque la situación presente es material utilizado en la confección
de los avisos y de la publicidad en general.
Otra observación importante, es que ninguno de los avisos, edictos o
comunicados tiene la dirección del interesado; la ciudad era tan pequeña y sus
gentes tan conocidas que este pequeño detalle era innecesario.
En los periódicos de finales del siglo XIX y
principios del XX, cuya circulación era bastante restringida y sus lectores
constituían una selecta minoría, aún en los países del mundo moderno, los
‘avisos’ iban orientados hacia un segmento de la población bien específico y
solamente cuando los medios comenzaron a masificarse, estos ‘avisos’ fueron
considerados una fuente ‘interesante de negocio.
Así que para comenzar con la exposición de los avisos prometidos, les
presento el de la Sastrería La Confianza, de los señores A. Iglesias e Hijo,
quienes lo publican con el encabezado ABAJO LOS YANKEES y esto lo hacen sólo
para solicitar obreros, ni siquiera para ofrecer sus productos o sus servicios
de alta costura, en tiempos en que la mayor parte de la población masculina
usaba trajes de paño para sus labores diarias.
En alguna crónica anterior, les había comentado que buena parte de los
avisos de prensa de mediados de siglo, eran de productos medicinales; situación
que venía de tiempo atrás y que podemos apreciar en los primeros ejemplares de
prensa. Ya en este momento era común leer propaganda de jarabes, emulsiones,
remedios, píldoras o ungüentos que eran los productos de mayor demanda entre la
población del común.
El famoso Remedio del Dr. Brande se ofrecía como infalible para la curación
radical y permanente de la debilidad nerviosa, la espermatorrea, la impotencia
y la pérdida de las fuerzas sexuales, así como las emisiones involuntarias
(sean diurnas o nocturnas), la postración nerviosa, las enfermedades de los
riñones y la debilidad de los órganos de la generación. La literatura que se
agregaba en la caja lo describía así: Este maravilloso remedio devuelve rápidamente
el poder de la procreación al hombre, cualquiera que haya sido la causa de su
pérdida. Por su acción, los miembros toman su primitiva condición de salud,
tonifica todo el cuerpo, haciendo desaparecer todo temor y melancolía,
tranquilizando el espíritu y al mismo tiempo restableciendo la fuerza de los
órganos genitales.
El producto era fabricado por los Estados Unidos por Brande & Co. en el
231E de la 31St. y se vendía en todas los droguerías y farmacias de la ciudad.
Otro muy famoso era el Jarabe Pectoral del Dr. Grancher; era según su
propia definición, un fosfo-glicero-creosotado y de él se decía que estaba
demostrado que esa combinación era de inmenso valor en el tratamiento de los
estados atónicos y caquécticos, como la tisis pulmonar, en la debilidad general
y el agotamiento nervioso. En la literatura adjunta se leía que era “tal vez la
única medicina que ha producido resultados satisfactorios en el tratamiento de
la tos ferina y ninguna medicina semejante resulta más eficaz ni más barata”.
Los pedidos debían dirigirse a la Botica Alemana de los señores Van Dissel,
Rode y Co. Para su compra por mayor y por frascos.
La Emulsión Rincón; el aviso decía que “sigue dando excelentísimos
resultados y hoy la prefiere el público a las otras emulsiones, porque además
de su eficacia para la curación de todas las enfermedades del pecho, catarros
crónicos y garganta, es más barato que ninguna otra!”. Se vendía en la casa de
Luciani Ávila y Co.
Para los señores dentistas se ofrecía el “sin rival Anestésico Rueda, lleva
en cada frasco instrucciones para aplicarlo y certificaciones de médicos y
dentistas que lo han empleado con muy buen éxito en las extracciones de muelas
y en operaciones de pequeña cirugía”. Se despacha por correo libre de porte a
cualquier punto de la república. Las únicas agencias establecidas hasta hoy en
Colombia, decía el aviso eran: en Cúcuta, el doctor Miguel Villa Mora; en
Bucaramanga, la Farmacia Granados y en Cartagena, el doctor Constantino Pareja
G.
En la reconocida Botica Nueva, se ofrecían medicinas que sólo allí se
vendían y con los precios más bajos de la plaza. Sus productos más famosos
eran: el Febrífugo, “precioso medicamento para curar el paludismo” y las
Píldoras Febrífugas, que combatían todas las formas de paludismo y la anemia
que acarrea. El Jarabe Pectoral Calmante, único para combatir la tos, los
dolores nerviosos y las enfermedades del pecho. Las Píldoras Tocológicas, que
curaban los desarreglos de la mujer y la anemia. El Jarabe de Glicerofosfato de
cal, inmejorable como tónico, vigoriza los nervios y la sangre. Otras eran las
Píldoras Purgantes que depuraban la sangre y la bilis. Todas eran
especialidades preparadas por el docto Villa Mora y vendidas exclusivamente en
su Botica.
Sobre la observación
escrita relacionada con la ausencia de dirección en los avisos. Sólo en casos
muy particulares, como la apertura o inauguración de un local o su traslado era
necesario indicar la dirección; igualmente, eran pocos los avisos en los que se
indicaba el número telefónico, que en aquella época era de solamente dos
dígitos. Entendible, si se considera la escasísima cobertura de la red
telefónica, cuando apenas la telefonía comenzaba a desarrollarse y la fortuna
de existir en la ciudad una de las primeras centrales telefónicas del país.
En las ediciones de principios de 1904, pueden leerse
algunos de los siguientes mensajes, los cuales transcribo respetando la
redacción y ortografía utilizadas en ese tiempo: “En la Nevería del Niágara se
hacen toda clase de trabajos de Mecánica y Herrería, como también montura y
reparación de trapiches, ruedas hidráulicas, motores de vapor y maquinarias en
general”.
En diciembre de 1903, la ciudad de Pamplona era escenario de unas
ferias y fiestas que finalizaban el día 1°, razón por la cual, la Junta
Directiva de los festejos publicó el siguiente aviso: “CASTRO VIENE a rematar
los juegos. En Pamplona el 1° de Diciembre! Que se amuele la espuela, porque
aquí le espera una competencia máuser. ¡Qué buenas van a estar las Fiestas! ¡Y
qué feria la que se prepara!
Al respecto de este ‘aviso’ confieso que no logré interpretar el
sentido que la Junta quiso darle, cuando revela que “viene Castro”, y menos lo
que significaba entonces “una competencia máuser”.
Pero sigamos. Abel Santos y Samuel Rey R. Abogados publicaban un
aviso en el que informaban que “se encargaban constituir comisiones de
arbitramento para fallar las controversias que se sometan a su decisión”.
Debían ser muy conocidos, pues no indican dirección ni otra forma de
comunicación.
Y qué tal este, “…se arriendan unas casitas en el barrio El
Llano. Entenderse con Ángel Ignacio Flórez”.
El aviso de estos ‘supuestos’ abogados, facilitaba su contacto y
todo porque su clientela estaba regada por toda la entonces Provincia de
Cúcuta: “Pablo Pérez C. y Manuel V. Sánchez. Asociados, se encargan de la
gestión de negocios judiciales y administrativos en los Circuitos de esta
Provincia. Oficina: Calle de Nariño, dos cuadras al occidente de la Plaza de
Santander”.
El negocio de la finca raíz era uno de los más atractivos y tanto
antes como hoy, se pueden leer avisos promocionando esta actividad. A
principios del siglo pasado se veían avisos como los siguientes:
“Aristides Verjel. Ofrece en venta varias casas, para familia
unas, y otras para negocios, situadas en los puntos más adecuados y ventajosos
de la población de Salazar; así como, varias Haciendas productoras de café, con
su correspondiente terreno para huertas, caña de azúcar, etc. situadas en el
vecindario del municipio mencionado. Entenderse con su apoderado general,
señor Ramón Boada M. en Salazar, o con el suscrito en ésta, casa de los señores
Jácome & Verjel. Se aceptan proposiciones de canje por fincas en esta
ciudad”.
Dentro del mismo sector económico, Eduardo R. Armas, publicaba
éste: “Se vende, una casa con agua dentro y buen solar, a precio de situación.
Entenderse con el suscrito en el establecimiento ‘La Nevería del Niágara’”.
Don Julio Meléndez, ofrecía en venta “una casa en el barrio El
Llano; para lo cual había que entenderse con Cástor Santander”. Así sin más.
Por su parte, Clímaco Moros, fabricante de adobes, vendía una casa en la
carrera del Magdalena (avenida once de hoy). En sus avisos, aprovechaba para
ofrecer sus productos, adobes grandes y pequeños a un precio de $5 y $4 el centenar,
respectivamente.
¡OJO! ¡OJO! ¡OJO! Se titulaba un aviso pagado por Aristides
Ramírez B., para ofrecer sus ‘fincas raíces’. “Se venden, en condiciones muy
ventajosas o se alquilan por largo tiempo, las siguientes fincas raíces: una
casa en Pamplona, contigua al almacén de don Manuel Clavijo. Otra en Salazar,
en la Plaza Principal, con local para almacén y depósito de mercancías y
casa de ‘sinc’ para en época de temblores trasladar los dormitorios. La
hacienda denominada La Palma, a un cuarto de legua de la ciudad, con dos casas
de teja, varias de paja, plantaciones de cañas dulces, molino hidráulico,
potreros y huertas de ‘pancojer’ y café frutal. Otras casas en la ciudad, más
pequeñas y algunas posesiones agrícolas”. Para hacer negocio bastaba preguntar
por don Aristides en Salazar y listo.
Finalmente, don Vicente ‘Corso’, publicaba el siguiente aviso:
“¡OJO! El suscrito da en venta un solar grande al sur de esta población, con
abundante agua, sembrado de ricos naranjos, cocos, curas bolivianas e infinidad
de árboles frutales y de caña criolla. Además, le corresponde al solar, los
mejores baños que tiene esta población, titulados El Danubio. Se da por la
mitad de su valor”.
Las hermanas Mercedes y Concepción Salas Nieto, ofrecían en arriendo en
San Faustino, unos potreros con capacidad para cebar hasta 300 novillos. Para
cerrar el negocio debían contactarse con ellas, en la ciudad o con el
señor Rodolfo Navarro en San Faustino.
Hasta acá hemos leído la publicidad y propaganda que
hacían los diversos sectores de la economía cucuteña, pero en realidad pocos
avisos de los grandes almacenes de la época.
Las grandes distribuidoras alemanas, todas situadas
alrededor de la Plaza de Santander, como llamaban a nuestro reconocido parque
central, consideraban innecesaria divulgar mediante avisos publicados en los
escasos periódicos de la época, sus productos y servicios. Sólo algunos
productos eran anunciados directamente por sus fabricantes, remitiendo a sus
potenciales consumidores a los locales donde eran ofrecidos, como algunos
medicamentos vendidos en la Botica Alemana, que era una unidad de negocio de la
comercializadora Van Diessel, Rode & Cia.
Las mercancías que hoy denominamos de consumo masivo,
como el vestuario en general, como trajes, vestidos, sombreros, zapatos, así
como los demás elementos necesarios para la subsistencia de los hogares, eran
en su mayoría importados, razón por la cual, pocos tenían acceso a ellos. Sin
embargo, los artesanos y las pequeñas empresas de comienzos de siglo, empezaban
la gran aventura de manufacturar y ofrecer directamente sus productos al
consumidor final, sin pasar por intermediarios. A continuación veremos las
ofertas que hacían de sus productos, quienes se atrevían en estas actividades.
Tal vez la más conocida era “La Bota Negra” de R.
Pelayo & Cia., que publicaba el siguiente aviso, en la primera página de
“El Trabajo” en mayo de 1903: “…este acreditado establecimiento que está
funcionando desde 1885, ofrece hoy a sus numerosos favorecedores un espléndido
surtido de calzado, desde la bota de montar hasta el zapato o zapatico para
niño, de varias clases y precios, y trabajados con gusto y buenos materiales,
que al efecto acaban de llegar de Norte América, de las mejores fábricas, los
cuales se encuentran también de venta por mayor y al detal en dicha zapatería,
a precios moderados”.
De otra parte, en la acera occidental de la Plaza de
Santander, la “Zapatería Colombiana”, evidente competidor del señor Pelayo,
tentaba a su clientela así: “…este notable establecimiento tiene para la venta
un variado surtido de calzado para señora, señoritas, caballeros, niños y
niñas. Cuenta con operarios de primer orden y con un surtido espléndido de
materiales. Fabrica toda clase de calzado que se le pida y ofrece dejar satisfecho
al más exquisito gusto”.
En esta misma actividad, de por si tradicional en la
ciudad, como puede apreciarse en esta crónica, no eran limitados quienes se
dedicaban a la zapatería. Pocos años antes había comenzado sus actividades
fabriles, en este mismo sector del calzado, una empresa que por las
dificultades propias de la economía local, tuvo que suspender sus negocios.
La pasada guerra civil había afectado las finanzas de
sus propietarios, los señores Sánchez y Ramírez, pero nuevamente recuperados de
sus dificultades, como buenos emprendedores que eran, anunciaban a comienzos de
1903, la reapertura de su conocido establecimiento la “Zapatería Cubana”, ahora
en la calle Nariño (actual calle 11) al N.E. de la Plaza Santander. El aviso
continuaba: “…el cual ponemos a las órdenes de nuestros antiguos y nuevos
relacionados, ofreciéndoles una obra al gusto más exigente en todo lo
relacionado a la elegancia y buenos materiales de calzado que se nos mande
hacer”.
En prendas de vestir, el “Bazar Cucuteño” anunciaba:
“…ofrece a sus favorecedores: camisas blancas y de color, cuellos y puños,
corbatas de todas clases, calzado caraqueño para hombre, para señora y para
niño, medias crudas y de colores, alpaca negra y gris, merino negro, chales de
seda, pañuelos blancos de seda y de hilo, abanicos de todas clases, cortes de
casimir, sombreros, botonaduras, peinetas, surtido completo de cintas, raso
negro, cortes de lana y de muselina, toallas, cobijas de lana y de algodón,
alfombras, franelas, &e. (era la fórmula utilizada en lugar de ‘etc.’).
Ofrece también un variado surtido de licores, rancho y demás efectos de
bodega”. En conclusión, podemos asumir que fue el pionero de los actuales
supermercados.
Con el nombre de “La Mejor”, se leía un aviso publicado
por don Francisco Antonio Rivas, en julio de 1903, en “El Trabajo” que decía:
“… con este nombre hace algunos años funciona mi establecimiento de ‘venta y
composición de sombreros’. El nuevo y escogido surtido de sombreros suaza y
otras clases, como también de materiales llegados últimamente son de superior
calidad y se hallan de venta en dicho establecimiento a precios sin
competencia. Especialidad en sombreros suazas, forma ‘tirolé’. Esmero,
aseo y puntualidad en el despacho de los trabajos. Se aceptan consignaciones en
este ramo, ocurrió y os convenceréis. Carrera de Santander (actual avenida 7)
frente a la Oficina Central del Alumbrado Eléctrico”.
En octubre de 1903, los señores Cristo & Vélez,
comerciantes de ‘toda clase de mercancías’ pero especialmente en compras de
café, cueros y demás artículos de exportación, participaban a sus clientes y al
público en general, que habían trasladado su ‘tienda almacén’ a la casa del
señor Manuel C. Estrada, en la carrera Bolívar (hoy avenida 6) al sur del
Mercado Cubierto.
En esos días, una de las novedades, era la fotografía.
Apenas comenzaba a popularizarse entre la población de la Cúcuta de comienzos
del siglo XX.
El más moderno estudio fotográfico fue instalado por
los señores Chambon y Bustamante, en la calle de Ricaurte (calle 10) a la
vuelta del Casino. Se llamaba “Fotografía Cucuteña” y sus anuncios rezaban:
“…está al servicio del público la fotografía cucuteña montada en galería de
cristal y al estilo moderno”.
Al parecer el fotógrafo era el señor Chambon, un
extranjero llegado de Europa, donde se había desarrollado la técnica
fotográfica y ofrecía sus servicios a quien le facilitara las instalaciones que
se requerían entonces, estudio y cuarto oscuro.
Con anterioridad se había asociado con un señor de apellido
Lemus y ofrecido el servicio, sin mayor éxito, a pesar de sus avisos que
despertaban curiosidad y expectativa: “¡Qué parecido! ¿Quién lo hizo? ¡Pues en
la fotografía cucuteña de Lemus y Chambon!”.
Además de la fotografía el señor Daniel A.
Chambón fabricaba sellos por catálogo, que ofrecía al comercio asegurando que
eran “tan superiores como los que hacen en los Estados Unidos”.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.