domingo, 31 de mayo de 2020

1688.- LA TENISTA YULIANA LIZARAZO



Francisco Vargas  (www. matchtenis.com)


Al momento de revisar la reciente historia del tenis femenino de Colombia, surge el nombre de Yuliana Lizarazo, cucuteña de nacimiento, pero vallecaucana por adopción.

Son varios los motivos por los que su nombre tiene un espacio en el corazón de la familia del llamado ‘deporte blanco’ nacional, como el ser la tenista colombiana más joven en ingresar al ranking WTA (14 años y seis meses) o acabar con una sequía de casi cuarenta años sin títulos en el Banana Bowl, el torneo juvenil más antiguo de Suramérica.

Pero ¿A qué se dedica en estos momentos Yuliana? Quien soñó hace tiempo con ser número uno del mundo. Match Tenis tuvo la oportunidad de dialogar con ella en el Claro Open Colsánitas 2018, torneo en el que jugó la modalidad de dobles junto a la también colombiana María Fernanda Herazo gracias a una carta de invitación.

“Estoy en la Universidad Javeriana de Bogotá, allí estudio ingeniería industrial y actualmente curso segundo semestre. Me gusta esta nueva faceta; sin embargo, ha sido un giro de 180°, pues hace mucho tiempo no estudiaba, desde sexto grado, ya que mis estudios de bachillerato los culminé de forma virtual”, expresó Lizarazo que sigue los pasos de su padre y su hermano, ingenieros también.

Aun así, sueña con volver al tenis profesional y por qué no, combinar sus estudios con el deporte.

“Cuando empecé a estudiar no quería saber nada del tenis, pero en estos momentos me hace falta”, manifestó Yuliana, quien indicó que si regresa a la competencia lo hará el próximo año.

“En 2019 habrá cambios en la estructura de los torneos, más premios y por consiguiente más opciones de consolidar una carrera. Tengo que analizar con cabeza fría que voy a hacer, si combino los estudios con el tenis o dejo la universidad y me doy de nuevo una oportunidad con el tenis”, agregó.

Indagada sobre el por qué dejo el tenis hace un par de años, fue clara.

“El tenis es un deporte muy costoso, y la verdad cuando tomé la decisión de dejarlo a un lado no lo estaba disfrutando, por el contrario, sufría. Llegó un momento en el que me ‘quemé’, porque pasaron muchos años y no veía que los resultados esperados se dieran. Los sacrificios fueron muchos, como el no pasar tiempo con mi familia, entre otros. En ese instante me sentí contenta y de hecho lo sigo, porque el estar afuera me da la oportunidad de ver el tenis desde otro punto de vista”.

Yuliana aprovechó el espacio para brindarles un consejo a María Camila Osorio y Emiliana Arango, para que no les vaya a pasar lo mismo que a ella.

“Cometí un error muy grande, y es que a los 14 años empecé a jugar pro y a los 18 regresé al Circuito Junior. En ese lapso no tuve la experiencia de jugar torneos juveniles. Ellas han hecho las cosas muy bien, al jugar con niñas de su edad y a la vez mezclarlo con torneos profesionales. Mi consejo es que disfruten del tenis, y que no se vayan a preocupar por lo resultados o la edad, a veces nos ponemos presiones que no valen la pena”, sentenció.

Guarda como recuerdos más preciados los títulos que logró en el Banana Bowl y el ITF de Wiesbaden, Alemania, ambos en el año 2011. La victoria en suelo brasileño le permitió ubicarse en el Top-30 del ranking mundial junior; además reconoció que por poco no juega este certamen, pues casi no llega a la ciudad en el que se realizó.

Mientras que la victoria en territorio teutón fue especial, ya que ella y su entrenador eran los únicos cafeteros en el torneo y los asistentes al club se encariñaron con ellos, hasta el punto de llevar banderas colombianas a la final.

Reconoce que lloró bastante cuando le dijo no más al tenis, no obstante, el deporte da revanchas y al parecer Yuliana va por ella.


Yuliana Lizarazo es una tenista profesional de Colombia. Hace parte del equipo colombiano de la Fed Cup. Es la jugadora colombiana más joven en lograr ingresar al ranking de la WTA con 14 años.

Fecha de nacimiento: 23 de mayo de 1993, Cúcuta, Colombia
Estatura: 1,75 m
Profesional desde: 2007
Premio en dinero: 72.779 USD

Finales Circuito ITF:




Se quedó con el trofeo de subcampeona del W15 de Guayaquil

En una final muy disputada, la tenista cucuteña Yuliana Lizarazo se quedó con el trofeo de subcampeona del W15 de Guayaquil (Ecuador) en abril de 2019, evento sobre polvo de ladrillo que se jugó en el Centro Nacional de Tenis y entregó 15 mil dólares en premios.

Lizarazo (379º ITF) batalló durante más de tres horas, pero el triunfo en la final quedó para la primera preclasificada, la chilena Fernanda Brito (544º WTA), con parciales 7-6(4), 4-6 y 7-5, por lo que la colombiana quedó a un paso de ganar su octavo título como profesional.

La tenista nortesantandereana cerró el torneo de Guayaquil con muy buenas sensaciones, ya que obtuvo sendas victorias ante la estadounidense Mara Schmidt (1768º ITF) por 6-3 y 6-1, ante la brasilera Marcela Bueno (1085º ITF) por 6-0 y 6-0, ante la colombiana María Paulina Pérez (333º ITF) por 6-1 y 6-0 y ante la ecuatoriana Mell Reasco (sin ranking) por 6-3 y 6-1.

Yuliana Lizarazo, de 25 años, buscaba ganar su primera corona desde julio de 2014, fecha en la que consiguió el trofeo del ITF $15.000 de Torino (Italia). Sus otras seis consagraciones las logró en países como Alemania, Suecia y Colombia.

El W15 de Guayaquil también aseguró finalista colombiana en la modalidad de dobles. A pesar de su caída en cuartos de final de sencillos, donde tuvo una buena presentación, María Paulina Pérez alcanzó la definición de duplas con la chilena Fernanda Brito.

En semifinales, Pérez y Brito dieron cuenta de las colombianas Yuliana Lizarazo y Jessica Plazas por 3-6, 6-4 y 10-7, y así la colombiana alcanzó su primera final del año.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

viernes, 29 de mayo de 2020

1687.- EL CAOS DE VIVIR EN LA PARADA



La Opinión

La autopista San Antonio está convertida en un paradero de busetas y taxis. Los agentes de Tránsito municipal no pueden controlar los trancones que se forman tanto de día como de noche.

La Parada pasó de ser un barrio de 2.500 habitantes a uno de casi 38.000 que a diario convergen en él, convirtiendo en un caos sus calles, andenes, servicios públicos, seguridad, transporte y, por supuesto, la convivencia.

Son las 10:00 de la mañana de un día de 2019 y en el caño, que trae agua del río Táchira, y que lleva a la trocha La Marina está un grupo de venezolanos -del centro del vecino país-, casi todos lavando ropa. Otros se esconden  de la policía nacional entre los árboles para poder bañarse a escondidas, porque no está permitido.

¡Doña, saque el niño de esa agua, no se puede bañar allí! Le lanza la advertencia el policía a la mujer que le tiene metido los pies en el caño al bebé, de apenas tres meses, y que no deja de llorar. Al mayor, de unos 4 años, ya lo terminó de asear con el agua helada del riachuelo.

“No tenemos dónde bañarnos, ¿y qué más vamos a hacer? Esto es el pan nuestro de cada día”, le exclama la mujer al funcionario.

A un lado del andén otro grupo se resguarda del sol, ocupando el paso hacia las casas ubicadas frente al caño. Aguardan su turno para lavar. 

Caminando 50 metros hacia delante, en la misma cuadra, está la cancha de fútbol en una cola de más de 400 personas para entrar al comedor de la Divina Providencia de la Iglesia católica, por donde transitan diariamente más de 4.000 inmigrantes para recibir un plato de comida en la mañana y al mediodía.

El hervidero de informales se enciende, justo detrás del comedor, en la calle séptima. Recorrerla caminando es una proeza, y en carro es peor, porque los vendedores ambulantes se adueñaron de los andenes y las calzadas para exponer sus mercancías como mejor les place, sin ningún tipo de salubridad.

Según los números que maneja la Alcaldía de Villa del Rosario, unos 3.000 comerciantes informales convergen en el sector: el 80% por ciento son venezolanos, y los restantes, colombianos. En dos oportunidades, este año, la Secretaría de Gobierno con la Policía Nacional hizo desalojos, pero más tardaron en sacarlos que volvieran a ocupar los mismos espacios públicos del barrio.

Les han ofrecido espacios de reubicación y tampoco han querido. 

Para los habitantes de La Parada, la cotidianidad dio un giro de 180 grados. Doña Gloria Hernández es colombiana, y tiene 20 años viviendo en el lugar. Cuenta que todo en el barrio cambió. “No es que antes no hubiera delincuencia, o que todo era la sana paz, porque ya por el simple hecho de vivir en frontera hay mucho dinamismo, pero vivíamos mucho más tranquilos”, dice.

Ella confiesa que, en ocasiones, les ayuda a las madres venezolanas dándoles agua potable para que beban los niños, o baldes con agua para que no los bañen en el caño. “Me da dolor verlos tan vulnerables”.

Las estadísticas que maneja Migración Colombia, según el Registro Administrativo de Migrantes Venezolanos en Colombia, es que en Villa del Rosario el 23% de su población son migrantes irregulares. Dobló su población en apenas cuatro años, tras el cierre de frontera.

De los 38.000 inmigrantes que entran a Colombia por La Parada, unos 8.000 se quedaron a vivir en este barrio, el resto va y viene por sus calles en una romería sin fin que también demanda servicios de transporte y agua, esto último el eterno problema en Villa del Rosario. Por sus calles es rutina ver hombres y ahora también mujeres, de día y noche, cargando pesados bultos con contrabando: carne, comida, gaseosas…y la lista sigue.

Emily Suárez, venezolana del estado Aragua y aspirante a sargento en el vecino país, tiene cuatro meses viviendo en medio de este quehacer con uno de sus tres hijos. 

“Los otros dos los dejé en Maracay, pero me los quiero traer. Aquí muchos viven del contrabando porque les toca, no tienen otra alternativa, y no los justifico porque sé que es un delito, pero la necesidad es dura, pero no tan fuerte como en Venezuela. Mi mamá me llamó ayer desesperada porque solamente pudieron comer auyama en el desayuno, auyama en el almuerzo y auyama en la cena”, relata con tristeza.

Ella, acompañada de unas 15 familias más, tiene un campamento de día en la calle cuarta de La Parada. Con carpas y sabanas hacen las veces de techos improvisados que los resguardan del sol, pero en las noches buscan refugio en cualquier otro lado. 

A pocos metros de ellos está la autopista San Antonio. En ella se refleja la misma realidad que se vive adentro del barrio. Los conductores de buses y taxistas invaden un canal de la carretera, así como el tumulto de carretilleros, que se abalanzan encima de cualquier carro que circula por la vía. Es un trancón de día y de noche, y los funcionarios de tránsito municipal, apenas cinco, no pueden manejar el despelote.

Los comerciantes formales denuncian que los frentes de sus locales están convertidos en urinarios públicos, ventas de drogas y demás.

En la noche todo es igual. Solo que el puente está cerrado, pero las trochas no.

Hablan las autoridades

El alcalde de Villa del Rosario, Pepe Ruiz, fue enfático en señalar que desde el cierre de la frontera los problemas en La Parada se recrudecieron. “Hay de toda clase de robos, hurtos, aglomeramiento, invasión del espacio público, informalidad, droga, prostitución”, dijo.

Ruiz sostiene que este escenario día y noche es un caldo de cultivo para el incremento de la delincuencia. Ha solicitado en reiteradas ocasiones más apoyo policial en la zona, y dice que lo escucharon. “Aumentaron el pie de fuerza en La Parada”, indicó. 

El coronel de la Policía Metropolitana, José Luis Palomino, aseguró que el número de policías depende del día. Explicó, por ejemplo, que un sábado cuando se estima mayor paso de inmigrantes manejan hasta 300 uniformados, mientras que entre semana ese número puede estar incluso en 50 policías.

“El plan de seguridad de La Parada varía de acuerdo al tiempo y a la presencia de inmigrantes en la misma. A la medianoche se pueden requerir unos 10 o 12 hombres, de acuerdo a la necesidad y a la afluencia de personas depende la  presencia policial”, precisó.

Palomino además dijo que había presencia las 24 horas del día de diferentes unidades. “Con la construcción de la estación policial en la zona nos ayudará a tener mayor pie de fuerza, y la posibilidad de que nuestros hombres tengan allí un mejor bienestar”. 

En la calle cuarta de La Parada un grupo de inmigrantes improvisó su campamento para descansar y lavar, porque están cerca del caño.

Muchos niños duermen en plena calle, en andenes, separadores o cualquier espacio que los resguarde del sol.

En las noches la realidad es la misma, los vendedores informales se toman los espacios públicos y exhiben sus productos sin las medidas de salubridad e higiene.

Los andenes del barrio sirven de dormitorio improvisado o de sitio para las ventas ambulantes.

El tránsito un desorden.





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.