La Opinión
Por la calle 9 entre avenidas 1 y 2,
del barrio Latino, justo al frente del parque,
hay un pequeño grupo de jóvenes
consumiendo drogas.
Son las 2 de la tarde, del viernes 4 de octubre de 2019. El sol está
incandescente y la temperatura sofocante. En la pantalla del celular se puede
observar que en Cúcuta se llegó a las 42 grados centígrados, algo
sorprendente, que con solo caminar unas cuantas cuadras por el centro se
podía sentir ese despiadado calor.
Ni parándose debajo de uno de los árboles que hay en el parque Cúcuta 300
Años, el bochorno se calmaba. Pero algo
más preocupante que el calor, es observar como en los alrededores de este
lugar, donde la alcaldía de Donamaris Ramírez París invirtió $8.000 millones
para su construcción en aquel lote donde por muchos años funcionó parte de la
embotelladora Bavaria, hoy es una guarida de ladrones, drogadictos y jíbaros.
Por la calle 9 entre avenidas 1 y 2, del barrio Latino, justo al frente del
parque, hay un pequeño grupo de jóvenes consumiendo drogas. Aunque intentan disimularlo, se puede ver que
tienen dos pipas artesanales, donde echan un polvo con algo más y le prenden
fuego, saliendo un humo que ellos inhalan.
Así se van rotando poco a poco las pipas, hasta que todos logran inhalar la
sustancia que echaron, quedando en un estado deplorable, algunos de ellos se
tiran al suelo, quedándose dormidos, mientras que otros salen caminando
rápidamente, llenos de energía.
Volteando la mirada hacia la avenida 1 entre calles 8, 8A y 9, del mismo
sector, se puede ver otros dos grupos de personas que también consumen
alucinógenos, pero estos lo hacen de manera diferentes, mientras que unos se inyectan con jeringas viejas y hasta usadas,
otros tienen un pedazo de papel aluminio donde echan un polvo y con un
encendedor lo queman lentamente, hasta que sale un humo que lo inhalan. Entre
estos hay unos integrantes de la comunidad LGBTI.
La reacción al consumir estas drogas es la misma que la del otro grupo que
se encontraba sobre la calle 9, mientras unos quedan tirados en el piso
dormidos, otros salen caminando rápidamente, pero eso sí, mirando para todas
partes como si sintieran que los están persiguiendo.
“Estas escenas ya son muy comunes
por este sector”, señaló una persona que también se encuentra en el parque y que no se
asombra de ver todos esos jóvenes, que por su condición de calle y al consumir
drogas, pareciera que tuvieran más de 40 años.
Y este transeúnte tiene razón, luego de más de un mes de visitar este mismo
punto del centro de Cúcuta, se puede observar que fue tomado por una veintena
de consumidores, que son habitantes de calle. Un equipo periodístico de este
medio se dio a la tarea de registrar diariamente muchas de esas impresionantes
escenas.
Algunos de los drogadictos que se dieron cuenta de que estaban siendo
fotografiados, decidieron disimular lo que hacían, cubriéndose con sábanas. Lo
que se vive en este lugar es una clara muestra de la falta de autoridad
policial y de estrategias de prevención por parte de la Alcaldía de Cúcuta.
Enormes ingresos de los expendedores
Pese a que la administración municipal tiene un vigilante de una empresa
privada en el parque Cúcuta 300 Años, muy pocas personas pueden disfrutar de
ese espacio de diversión y esparcimiento, pues haciendo un recorrido por el
lugar se observa que del mobiliario que alguna vez el mandatario local
presumió, hoy queda muy poco.
Además, quienes surten de droga a los consumidores, llegan en motos y se
encuentran ahí con sus expendedores, para entregarles las dosis. Una vez
reciben el dinero, se van. Todas esas transacciones se dan bajo la mirada
inerte, no solo del celador, sino de las personas que por ahí caminan. Por eso,
llevar los niños a ese sitio se convirtió en un riesgo.
Diariamente en este punto, los
expendedores podrían estar vendiendo entre 100 y 200 dosis, lo que equivale a
$500 mil o un millón de pesos, pues cada bolsita de bazuco estaría en $5.000,
pero si es heroína, las ganancias aumentarían considerablemente.
Robos constantes
A esta problemática de consumo y venta de drogas, se le suma los constantes
robos que se están presentando en la zona. Varios locales del sector han sido
víctimas de hurtos. Especialmente en las noches, los delincuentes, que serían
los mismos drogadictos, se suben a los techos y llegan hasta donde se
encuentran las unidades de los aires acondicionados, llevándose la tubería de
cobre, pero también se cargan todo lo que consiguen a su paso.
La Opinión también conoció que varios carros
que han dejado estacionados en este punto han sido desvalijados. “El celador que está en el parque para lo
único que sirve es para llamar a la Policía de Tránsito y que hagan comparendos
a las personas que deciden parquearse unos minutos, bien sea en la bahía o en
la calle, porque ni si quiera es capaz de evitar que se roben el mobiliario del
parque”, sostuvo un comerciante del sector.
Ante todo esto, los comerciantes y habitantes de esa parte del barrio
Latino esperan que la Policía Metropolitana haga algo para evitar que esta
situación continúe.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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