Carlos
Humberto Africano Hernández (Imágenes)
Cúcuta es una ciudad sui generis. Lo he
repetido muchas veces. El espacio geográfico que ocupa en el mundo, en medio de
dos naciones, ha permitido que sea paso obligado tanto de gentes como de
productos de uno y otro lado de la frontera, estableciendo un sistema de
relaciones entre los dos países que ha llegado a ser considerada “la frontera
más activa de Suramérica”.
Estas características, junto a la de estar
aislados del resto del país por la cordillera Oriental, hace que el pueblo cucuteño
sea sui generis y que su idiosincrasia sea diferente a la del resto de los
colombianos. Esto se ve reflejado en todas las manifestaciones de su cultura,
de su vestido, de su comportamiento, de sus costumbres y más allá de esto, de
sus comidas, sus gustos y su música, unas mezclas de todo ello entre
colombianas y venezolanas.
Y desde luego, no podía faltar este
ingrediente en el habla y la jerga parlada entre los habitantes de esta ciudad y
de los pueblos circunvecinos que forman el área metropolitana, jerga que es un
tanto diferente a la hablada en los demás municipios del departamento.
Al hacer un análisis con tanta palabrería
criolla, pude sacar algunas conclusiones que bien pueden explicar por qué somos
así y por qué hablamos así. Puede que sea la misma explicación de siempre. Pero
lo cierto es que la cordillera oriental nos limita y nos separa del resto del país.
Es por ello por lo que somos tan individualistas, tan reservados, tan mohínos.
Tanto que seguimos pensando y lo decimos sin reserva, casi siempre en broma,
pero es en serio, que “de El Diamante pa’rriba todos son coicos y reinosos y
que de El Zulia pa´lla todos son corronchos y costeños”.
Y esta separación, además de reflejarse en
nuestro comportamiento, se refleja también en el modo de hablar. Muchas son las
palabras que sólo nosotros usamos. Es que no me imagino a un rolo, a un paisa, valluno,
costeño, pastuso o llanero hablando de todas aquellas enfermedades raras que no
están en los vademécums médicos, que solo les da a los cucuteños, como: el mal de
beriberi, el colerín, el vómito negro, la culebrilla, el mal de San Vito, el
descuajo, el mal de ojo, la tronchadura, la moridera y hasta la güevonada, la
tochada o la vaina rara o el nosequé y el quiensabe.
(En la funeraria. ¿De qué murió el difunto? 1
Le dio un… nosequé y peló. 2 quiensabe, pero se juetió). Es que solo a nosotros
se nos ocurre inventar palabras que jamás podrán estar en algún diccionario, como
aquellas terminadas en ero para definir sitios. Así, somos dueños de palabras
como desayunadero, almorzadero, cenadero, comedero, parqueadero y hasta el
miadero. Cómo será, que hasta decimos que Cúcuta es el mejor vividero del mundo
y que también es el mejor moridero.
Aunque no somos tan exagerados como los paisas,
si tenemos la tendencia a minimizar todo o a agrandar casi todo. Así decimos,
tengo una casita, compré un carrito, voy a hacer un viajecito, venga tómese
esta sopita.
Y como Cúcuta sigue siendo una ciudad
chiquita (lo era hasta hace poco), para nosotros todo es chiquito, chiquitico y
hasta chirriquitico. Decimos también que espere tantico, qué es eso tan
poquitico, que lo que me dio es un chorrito, que ahoritica vuelvo, que se fue
antesitos de que usted llegara y hasta decimos que de ¡aquellito qué!
En cuanto a los aumentativos, son muchos los
que también usamos y muchas veces terminan en superlativos. Porque para
nosotros: eso es mucho mujeronón, es una viejota rebonitica, que tiene unas
piernotas grandotototas. Y el grandulón aquel es un caballón, más parece guaimarón
y está arrechísimo porque no le han dado su comidonón.
En los mismísimos momentos actuales, mientras
escribo estas notas, me llega mi nieta de tres años a informarme que se cayó un
aguacate (del árbol), que es
grandísimo, pero que está pichísimo (se partió al caer). Si así hablamos, ¡qué
le vamos a hacer!
De otra parte, Cúcuta, a través del tiempo, ha sido
influenciada en varias épocas. Así, del hablar pausado y pasito de los
colonizadores pamploneses pasamos al parloteo rápido y gritón de los calentanos.
De los italianos que nos dejaron palabras como nono, nona, ñapa. El cine
mexicano que nos dejó palabras como ora pues, mérmele, menso, achicopalado, achantar,
achantado.
De lo que sí estamos seguros, por lo menos hasta ahora,
es que la parla cucuteña no se ha dejado influenciar ni por los medios masivos
de comunicación, ni por el modernismo extranjero de sus tecnologías, llenos de
extranjerismos, menos aún por el parlamento de los “extranjeros”: paisas,
rolos, vallunos y opitas que de un momento a otro resolvieron invadirnos.
Son muy pocos los vocablos que hemos tomado de ellos,
amén de que son muy pocas también las palabras de las jergas de los jóvenes
esnobistas de otras partes que no han calado en Cúcuta. Una de ellas muy pronunciada
entre los jóvenes es el tuteo que no ha logrado meterse en Cúcuta donde nos
seguimos usteando porque guardamos las distancias, aún entre familiares.
Curiosamente, he notado que estos jóvenes, a medida que pasa
el tiempo van cayendo en el habla de los “viejos” y terminan hablando como
nosotros.
Finalmente, de todos es sabido de esa invasión de
palabras provenientes del otro lado de la frontera que llegó con los turistas cuando
la época de las vacas gordas para Venezuela y que nos llegaron para quedarse.
Actualmente está ocurriendo la segunda oleada de invasión venezolana que está
llegando también para quedarse, lo cual va a generar, muy seguramente, una nueva
penetración más a nuestro idioma, a nuestro modo de hablar.
Como una prueba de ello reseño algunas palabras de
aquella época, que desde entonces hemos venido usando y que son netamente
venezolanas.
AGALLUDO: Venezolanismo por vivo, audaz. AREPERA: Lesbiana. BICHA, BICHURANGA: palabra venezolana muy usada por las damas para referirse
a una cosa de la que no saben o no se acuerdan del nombre. BONCHE: Sinónimo de bochinche. Pelea. BUHONERO: Palabra venezolana para nombrar al vendedor ambulante de
baratijas. CACHAPA: 1. arepa de
maíz tierno. 2. Hacer cachapas: expresión venezolana que indica “hacer el amor”
dos mujeres. CACHAPERA: lesbiana. CALICHE: Nombre despectivo usado en Caracas para designar a los
colombianos. Los repatriados, entre ellos se llaman así. CAÑA: Palabra usada por los venezolanos para nombrar el
delicioso néctar embotellado. También llaman y llamamos a un trago “un palo” o “un
palito”. CAÑAZO:
un trago. CAÑITA: una cerveza. CAPUL: Gracioso corte de pelo que se hacen las damas sobre la
frente. Casi todos lo conocen con el nombre de “pollina”. CARAJITO: Expresión de origen venezolano. Niño, muchacho. CATIRE: Persona de pelo rubio. En Venezuela hacen distinción entre
catire, el hombre; y catira, la mujer y de manera cariñosa: catirrusia. CHÉVERE: Palabra de origen venezolano que logró trasponer la
barrera de “El Diamante” y ahora es usada en toda la nación para referirse a
una acción, evento o cosa que sea buena, de buen agrado, de buen gusto. COJONUDO: la palabra “cojones” y sus derivados son de origen
cubano y son muy usadas en Venezuela. COLETO: Trapero. CONCHUDO: Persona abusiva. Persona fresca que no le da importancia
a las cosas que le atañen. COÑAZO: Palabra
de origen venezolano que indica golpe dado con el puño. Por extensión, se
aplica a la acción de tomarse un trago de licor. COÑO: Palabra de origen venezolano y tal vez cubano, que,
aunque sí se usa es muy poco común. COROTOS: Todos los muebles y enseres de una vivienda. COSIÁNFIRA: Otra palabra venezolana que pegó. Con ella se designa
cualquier cosa de la que no se sabe su nombre o no se recuerda en el momento.
Ver Bichuranga. COTIZA: alpargata. GOCHO: Apelativo dado a los oriundos del estado Táchira,
Venezuela. GUAYOYO: Dícese al
café que está muy clarito. HAYACA: Todas
las regiones tienen su tamal con sus fórmulas para hacerlos. La de nosotros es
la de la hayaca venezolana. MECATE: Lazo,
cuerda. Palabra de origen venezolano. MEDIO: Antigua moneda venezolana de ¼ de bolívar. Real: ½
bolívar, locha: 1/8 de bolívar y 5 céntimos era una puya. MINGO: “bolas criollas” es un juego nacional venezolano, de
origen francés, adoptado aquí. Consiste en lanzar unas bolas para llegar más
cerca de otra bolita pequeña a la que se le llama el mingo. PAJUDO: Sea lo que sea, esta palabra es de uso común en
Venezuela. Persona que acostumbra a decir mentiras, muchas veces inocuas,
dichas con el solo ánimo de contrariar, fastidiar a la gente o de divertirse.
Mitómano les decimos. PALCHITA: nombre venezolano
poco común dado a la fruta conocida como granadilla y ahora al maracuyá. PASAPALO: palabra de origen venezolano adoptada quí. Se refiere a
los bocadillos que se sirven para acompañar los traguitos (los palos) en una
fiesta. Que en todo caso me parece mejor que aquella palabra “pasaboca” a la
que no le encuentro sentido. PASTICHO: Otra palabrita de origen venezolano. Aquí no se prepara
ni se come lasaña. Comemos pasticho. VERGA: Palabra
de origen venezolano, muy usada en la ciudad de Maracaibo, que la asimilan de
la misma manera como nosotros lo hacemos con la palabra nuestra: toche y que
tiene el mismo significado inicial vulgar de pene.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.