martes, 7 de noviembre de 2023

2332.- FRAY RICARDO MORALES: JUICIO CONTRA LA VACA

María Catalina Morales Meléndez

Fue como si Dios evitara una tragedia humana y mandara una vaca
a suplir un acto violento por un simple accidente.

Defensor de la naturaleza, los derechos humanos y la vida, Fray Ricardo Morales, era una de las personas que luchaba día a día para que se hiciera justicia en las regiones más vulnerables del país, sobre todo en el Pacífico nariñense, donde el conflicto entre la población y los paramilitares se había convertido en un problema cotidiano.

Anhelando la reconciliación y ante todo la paz en estos pueblos, se convierte en objetivo militar y víctima de amenazas de muerte por parte de las fuerzas violentas de la región, quienes finalmente y por fortuna no lograron su cometido.

Como franciscano de la Orden Menor de la Provincia de San Pablo Apóstol, tenía una relación muy cercana con la naturaleza, siempre buscando la armonía de Dios en ella, siendo muy afectuoso con los animales y la tierra, que incluso sin quererlo, se constituyeron como una de las razones por las que murió: la inesperada y sorpresiva embestida de una vaca.

El 12 de enero de 2016, Ricardo despertó con mucha serenidad, así lo afirman Francisco “Chico” Gómez y Juan Jairo Rendón, quienes estuvieron presentes en el momento del accidente, como que sin saberlo este sería el último día que estaría consciente de su vida.

Se encontraba en un seminario del municipio de Cartago (Valle) en un encuentro franciscano al inicio del año, donde se definirían las tareas que se harían de ejecutar durante ese período en la comunidad. Ricardo y Juan Jairo, habían sido los frailes encargados de dirigir parte de las actividades que se realizarían en el retiro.

Al comienzo de este día se inició con un momento de silencio y oración, proclamándose entonces el Salmo 8. Mientras esto sucedía, Ricardo decidió que sería buena idea ir a un mercado cercano a la casa de convivencias a comprar unas frutas para el refrigerio, al ser una zona rural todo era muy cercano, así que acordaron ir caminando.

La carretera no tenía andenes en buen estado, razón por la que Ricardo y Juan Jairo no podían ir al mismo ritmo. Juan Jairo tomó la delantera hasta que sintió un fuerte ruido, al voltearse vio a Ricardo tendido en el piso, y una vaca desbocada que iba por todo el camino, en ese instante se paró todo el tránsito y las personas que estaban en la vía preguntaban que podían hacer, como podían ayudar, Juan Jairo en medio de toda esta situación sintió mucho miedo, por lo que decidió que lo mejor sería avisar al seminario donde se hacía el retiro.

Fray Ricardo al extremo derecho, junto a miembros de la comunidad franciscana

De inmediato llegaron los frailes y una ambulancia que los llevaría hasta el hospital San Jorge de la ciudad de Pereira, al llegar, uno de los médicos al ver el lamentable estado en que se hallaba Ricardo, les pidió que lo mejor en ese momento era rezar, porque al parecer el diagnóstico era reservado, no había mucho por hacer y sólo Dios tenía la última palabra.

En ese momento todos los frailes que se encontraban en el retiro comenzaron una oración constante que no terminó hasta el día de su muerte, rogando a Dios que Ricardo pudiese recuperarse de este accidente, pues, aunque no lo entendían y les parecía injusto, no cesaban de implorar súplicas por su pronta recuperación.

Al día siguiente se supo que el seminario donde se realizaba el retiro tenía un ganado en un terreno cerca de la carretera y que las cercas estaban en malas condiciones, poniendo en riesgo la vida de los transeúntes. También se enteraron que la noche anterior había llegado al potrero un camión con un ganado que estaba exaltado debido a las malas condiciones soportadas durante el tiempo del transporte.

De una u otra forma se había encontrado un responsable de lo que había sucedido, por lo que los frailes entraron en un momento de indignación y tristeza preguntándole a Dios ¿Por qué?

Desde ese momento la familia de Ricardo comenzó a trasladarse de Bogotá a Pereira donde lo tenían hospitalizado, aún sin entender ni imaginarse muy bien acerca de la gravedad de lo que había ocurrido.

Uno de sus hermanos, Orlando, afirma que su fisionomía era irreconocible. Estaba inconsciente en la UCI del hospital San Jorge, en coma inducido y respirando artificialmente. Ya no se sabía si lo mejor era que viviera en estado vegetal o que muriera y descansara de cualquier dolor o sufrimiento.

Aunque la muerte de las personas que amamos es muy dura, en este caso la partida tan fugaz y repentina de un ser amado y querido por todos, hoy en día en mi familia nos consolamos y afirmamos, que era mejor para Ricardo haber sido asesinado por un animal que por un ser humano de manera violenta y que a pesar que dentro de este caso si hay personas responsables, quien terminó asesinando a Ricardo no fue un sicario sino paradójicamente un animal desbocado por el campo.

Ricardo murió el 18 de enero de 2016 y hoy nos duele su partida, por lo que lo recordaremos siempre escuchando las notas inmortales de uno de sus vallenatos favoritos:

“Tiene los ojos indios como me gustan a mí,

Hechiceros y chiquiticos brillantes como el zafiro,

Pero ay si pudiera arrancártelos de tu faz.

A mi lado los tuviera que me miraran a mí no más.”

Y aunque ya no nos mira y no están cerca sus ojos indios, su memoria y su alegría siguen presentes cada día de nuestra vida, exaltando su sencillez, su humildad y, sobre todo, su entrega por los nadie, los afrodescendientes de Bocas de Santinga que abarca los municipios de Olaya Herrera y Mosquera y por la propia naturaleza.



Algunos datos biográficos: Fray Ricardo es hijo de don Carlos Julio Morales Vera y doña Evelia Acevedo, difuntos, de familia pamplonesa y sardinatense, respectivamente. Nació en Pamplona el 02-06-1951, es el número 12 entre 14 hermanos Morales Acevedo: Carlos, Gustavo, Jorge, Graciela, Blanca, Guillermo, Alvaro, César, Fernando, Francisco (gemelo de Fernando, fallecido bebé), Homero, Ricardo, Orlando y Jairo. Estudió primaria en el Instituto Superior de Cultura en Cúcuta y su bachillerato en el Seminario Menor de los Franciscanos en Medellín, donde inició su vida religiosa. Se ordenó como Sacerdote de la Orden Franciscana el 7 de agosto de 1982 y por vocación cumplía su vida franciscana.






Recopilado por: Gastón Bermúdez v.

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