El 23 de abril de 1899 murió don Cristian Andresen Moller en Stuttgart. Esta muerte a los 51 años de edad, produjo en su noble esposa, de 48 años, un natural descontrol puesto se manifiesta en el hecho de haberse aferrado de tal modo a la tierra que guardaba los despojos mortales de su esposo que, pasó en Alemania 18 de los 36 años que logró sobrevivirle.
Sosegado su espíritu, resolvió entregar su corazón entero a la obra del Asilo Andresen, como un sustituto y recuerdo de su esposo. Amó el Asilo Andresen, por él se desveló y por él se empobreció y los niños del Asilo Andresen le merecían una solicitud realmente maternal. Con esta entrega personal al Asilo Andresen, empezó para doña Teresa su vida heroica de benefactora.
Vamos a tratar de vislumbrar algo de esta hermosa vida de entrega al servicio de los niños, utilizando las 13 cartas que, como un verdadero tesoro, se guardan en el Asilo Andresen, cartas dirigidas a la Reverenda Hermana San Juan Bautista, cofundadora de la obra.
El historiador Luis A. Medina transcribió en el Tomo lll de su "Cita Histórica" la Escritura de fundación del Asilo Andresen. Vamos a citar algunos apartes de este interesante documento: "Yo, Teresa Briceño, viuda de Andresen, vecina transitoriamente de este municipio, pero teniendo domicilio fijo en Alemania, me declaro fundadora de un asilo para huérfanos en esta ciudad de San José de Cúcuta. Es mi voluntad que este asilo de huérfanos se establezca exclusivamente a costa mía".
Con estas solemnes y decididas palabras, se inicia la Escritura de fundación firmada en Stuttgart, Alemania, el 11 de julio de 1904. Esta escritura es también un estatuto orgánico del Asilo y por eso señala normas: El asilo llevará el nombre Asilo Andresen en honor de su esposo. Y por una disposición no escrita, pero si transmitida oralmente, los niños que no puedan determinar el apellido de uno siquiera de sus padres, podrán llevar como apellido Andresen. Los niños deben llevar uniforme y tener, en lo posible, aunque sea sólo en un escudo o botón, los colores de la bandera danesa en recuerdo de la patria del señor Andresen Moller. Los niños deben permanecer en el Asilo hasta los dieciséis años y las niñas hasta los dieciocho. Si salen antes debe garantizarse que serán bien empleados y no queden abandonados. Se ha de colocar el Asilo bajo el protectorado del Cónsul Alemán. Estar sometido a las autoridades civiles por ser país organizado. Habrá tres fiestas que deberán solemnizarse: El 24 de diciembre; 24 de septiembre y el 18 de febrero. Las del 24 de diciembre y el 18 de febrero correrán por cuenta de doña Teresa. La del 18 de febrero es recuerdo del cumpleaños de don Cristian Andresen Moller.
Como ya se habían invertido $22.000 en construcciones y dotaciones, doña Teresa, que había decidido que la obra sería costeada directamente por ella, absorbió esta deuda dando un aporte de $50.000 cuando vino a Colombia en 1906. Fueron particularmente solemnes las siguientes declaraciones: "Declaro que es mi voluntad que el Asilo esté siempre al cuidado y bajo la dirección de las Hermanas de la Caridad, como también que no se enseñe otra religión que la católica, apostólica y romana. Si llegaran a faltar las Hermanas, el señor Obispo nombrará una señora católica e idónea". "Es mi voluntad, añade, que esté siempre al cuidado de una Junta respetable compuesta de tres personas, así: 1. El Cura Párroco de Cúcuta; 2. Uno de los alemanes honorables residentes aquí y 3. Uno de los caballeros probos de la misma". La elección de estos dos últimos miembros de la Junta debía hacerla el señor Obispo de sendas ternas presentadas por el señor Cura y la Superiora del Asilo: Una terna para el alemán y otra para el caballero cucuteño.
A fines de 1906 viajó doña Teresa a Cúcuta y trajo de Harnburgo una cocina, algunas cunas y rejas para el patio del Asilo. La ausencia de siete años, desde 1899 hasta 1906, ahorró a doña Teresa ver los desastres acaecidos en la patria como la guerra de los Mil Días y el sitio de Cúcuta. El 31 de marzo de 1907 se bendijo el edificio del Asilo y la inauguración solemne y su entrega al municipio, se efectuó el 20 de octubre de 1907.
En el mes de febrero de ese año, visitó a Cúcuta Monseñor Francisco Ragonessi, Nuncio de su Santidad el Papa. Según don Antonio García Herreros, en el libro ya citado, el señor Nuncio pasaba el día en la Quinta Teresa e iba adormir en una hacienda por los lados de Boconó, por miedo a la fiebre amarilla. Doña Teresa podría encontrarse en Cúcuta en esa época; pero no figura entre las numerosas personas que se hicieron retratar con el señor Nuncio; en cambio sí figura la señorita Eva Briceño, la menor de las hermanas de doña Teresa, que debía residir en la Quinta de su hermana, tal vez.
A fines de 1907 o a comienzos de 1908 regresó doña Teresa a Alemania. Con fecha 15 de agosto de 1908, se inicia la serie de las trece cartas dirigidas a la Hermana San Juan Bautista, conservadas como precioso tesoro en el Asilo. Por medio de ellas se pueden conocer algunos detalles referentes a la caritativa institución, pero especialmente se puede uno asomar a ese mundo maravilloso que fue el alma de doña Teresa, alma grande, llena de amor hacia los niños más necesitados como los abandonados por la sociedad.
No deja de llamar la atención en el aspecto externo de esas cartas, la bella caligrafía inglesa que utilizaba, así como su perfecta ortografía. En carta del 15 de agosto de 1908 dice a la Superiora del Asilo que le envía tela para la hechura de vestidos para "los huerfanitos" y en octubre habla con nostálgica ternura de su "querido asilo". Por estas expresiones y muchas otras se puede deducir que las cartas de doña Teresa eran cartas de una madre a sus hijos: Todas llenas de ternura, de afecto y preocupación por la suerte del Asilo y lo que puede enviarles se lo envía, sobre todo en esos tiempos anteriores a la Guerra del 14, en que Alemania estaba en la cúspide del poder, de la riqueza y del progreso.
En la carta del 1° de marzo de 1909 dice algo que denotaba su interés por el Asilo ciertamente, pero que entrañaba una sabia norma pedagógica: Le dice a la Hermana San Juan Bautista: "Le recomiendo ver en la Quinta Teresa un banco de carpintería que hay allí con todos los instrumentos; para si le parece bien y hay algunos niños que quieren aprender carpintería, digo si algunos niños quieren aprender, porque creo que no debemos forzar a ninguno de ellos a aprender un oficio que no le guste, porque nunca llegará a la perfección en él. Pienso que debemos dejarles libertad de elegir aquel oficio que más les guste y ver entonces si será posible que lo aprendan".
En esa misma carta dice más adelante que le mande alguna de las labores de los niños, sobre todo quisiera "un par de alpargatas hechas por ellos para regalarlo a una amiga; que sean chiquitas y bonitas".
El 14 de noviembre de 1910 volvió a visitar el país; fue bien recibida por los numerosos amigos que tenía en Cúcuta, pero no se demoró mucho tiempo, pues antes del 18 de febrero de 1913, ya se hallaba en Alemania y desde Stuttgart recuerda a la Superiora del Asilo que debe celebrarse la fiesta del 18 de febrero, cumpleaños de don Cristian Andresen Moller y que con motivo de esta fiesta deben tener los niños un almuerzo especial y darles algunas horas más de recreo.
El 17 de noviembre de este año de 1913, tuvo un rasgo de simpática solicitud por la Superiora del Asilo que tal vez se quejó de cansancio. Doña Teresa le insiste en la necesidad de descansar y le insinúa que se tome "tres meses para descansar. La última carta antes de empezar la Gran Guerra tiene fecha 12 de mayo de 1914. Y empezó la guerra. Los últimos días de julio y los diez primeros de agosto, fueron de sucesivas declaraciones de guerra, hasta convertir en Europa una guerra particular. Los imperios centrales, comandados por Alemania y Austria, se enfrentaron a los aliados cuyos más poderosos beligerantes fueron Francia e Inglaterra.
El 12 de enero de 1915 escribió doña Teresa la última de las cartas que se conservan en el Asilo Andresen. Acababa de entrarse en el segundo año de la guerra. En esta carta informaba que no podía escribir largo y que las cartas debían entregarse abiertas para facilitar el control oficial de la correspondencia. El avance alemán había sido detenido en las márgenes del Mame, pero Alemania conservaba gran poderío y capacidad de conquista que mantenía vivo el optimismo en sus partidarios. En esta carta del 12 de enero de 1915, expresa doña Teresa el deseo de que pronto "haya terminado la tristísima y dolorosa situación en que se encuentra en la actualidad una grandísima parte del viejo mundo. iCuándo podremos saludar el sol de la paz! Lo sabe Dios. Pero la esperanza de que no sea en lejano día y que la Divina Providencia dará la victoria a la gran nación alemana, anima no solamente a sus hijos sino también a todos los que hemos tenido la satisfacción de vivir en ella algunos años con todas las garantías imaginables y la hemos mirado como a nuestra segunda patria.
El 11 de noviembre de 1918, se firmó el Armisticio y Alemania y Austria depusieron las armas. El 28 de junio de 1919, los Imperios centrales se vieron obligados a aceptar el Tratado de Versalles que ponía fin oficialmente a la guerra e imponía a los países vencidos una durísima carga. La pobreza cundió por toda Europa, sobre todo en las denominadas potencias centrales: Alemania, Austria y Hungría, consideradas como las principales responsables de la atroz y larga guerra. El gran escritor Steffan Zweig, que vivió en esos países los años de la postguerra, dejó en el libro El tiempo de ayer, autobiografía, descripciones de cuadros impresionantes de desolación, miseria y desesperación.
En su esfuerzo por rehacerse Alemania, incautó los bienes de los extranjeros y se vio entonces doña Teresa dueña únicamente de lo que poseía en Colombia. De los documentos publicados por el historiador Luis A. Medina, en el tercer tomo de su Cita Histórica, se puede deducir, cómo fueron los últimos meses de doña Teresa en Alemania.
En junio de 1919 envió una carta al Cabildo de Cúcuta, explicándole su situación y haciéndole ver que no podía seguir atendiendo en la misma forma el Asilo Andresen y pidiéndole al Concejo tomara las medidas del caso. Por cualquier motivo la carta no llegó a su destino. El 28 de febrero de 1920, nuevamente escribió doña Teresa al Cabildo. Manifestaba ante todo su extrañeza por no haber recibido ninguna respuesta y explicándole otra vez cuál era su situación económica en Alemania. Indicaba que sus bienes en Cúcuta, fuera del inmueble, estaban representados por acciones en el Ferrocarril y la Cervecería principalmente. Informaba además que había enviado una copia de esa carta a Eleazar Belloso para que él la diera a conocer, caso de que corriera la misma suerte de la carta anterior. En el Concejo se hizo un acalorado debate sobre el extravío de la carta. Era Presidente del Concejo el señor José Rafael Unda Pérez, nobilísimo ciudadano, quien se propuso esclarecerlo todo y tratar de desagraviar a doña Teresa, quien gozaba de sincera admiración y aprecio en la ciudad.
Este señor José Rafael Unda fue siempre uno de los más preocupados por la suerte del colegio del Sagrado Corazón de Jesús. Conocida la situación de doña Teresa en Alemania muchos admiradores le pidieron que regresara a la patria. Lo hizo en 1920. Algunos amigos fueron a esperarla en Puerto Villamizar, desde donde hizo en ferrocarril, y acompañada por ellos, la última parte del viaje. Se instaló en la Quinta Teresa, pero quizás la inmensidad del inmueble y el vacío dejado en él por la desaparición del esposo, y los recuerdos, fueran fuente más de tristeza y de nostalgia que de descanso.
El 11 de agosto de 1926 se firmó la Escritura No. 810, por medio de la cual la propiedad de la Quinta Teresa pasaba al Departamento de Norte de Santander para destinarla a la educación. El 1º de enero de 1927 la ocupó el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, pasando a ser este colegio el real cuarto propietario de esa hermosa Quinta. Dejaba doña Teresa su Quinta y quedaba esta entregada a la más noble de las funciones, la educación, con el nombre más digno que una institución puede llevar, el Sagrado Corazón de Jesús.
Doña Teresa residió después algún tiempo en la que fue Quinta Cogollo, llamada también Quinta Steinworth del socio principal de Cristian Andresen Moller, en 1884, en la fundación de la sociedad comercial Cristian Andresen Moller y Cía. Es actualmente el sitio ocupado por el colegio Agustín Codazzi.
Quizás en busca de mayor tranquilidad se retiró posteriormente a la Villa Andresen, situada en la esquina nororiental de la calle 15a. con avenida 5a. En esta residencia recibió el 13 de diciembre de 1936 la Cruz de Boyacá; se la impuso el Gobernador encargado, don Arturo Cogollo, el dueño de la Quinta Cogollo.
El 11 de enero de 1937 murió doña Teresa de Andresen Moller en la Villa Andresen. El señor Gobernador, Francisco Lamus Lamus, dictó un Decreto de honores muy completo. El cadáver de doña Teresa estuvo en capilla ardiente en el Salón de la Asamblea. El elogio fúnebre lo hizo el Dr. Alfonso Lara Hernández, Secretario de Educación; parte notable de este discurso fue el dar a conocer algunas poesías de doña Teresa. Dos de ellas, Elegía y La ley del Trabajo, fueron reproducidas por Solano Benítez en su Historia. La partida de inhumación del cadáver dice así:
''En la Parroquia de San José de Cúcuta, a doce de enero de mil novecientos treinta y siete fue sepultado el cadáver de Teresa Briceño, de ochenta y cinco años de edad, hija de Jorge Briceño y Carmen Ramírez, viuda de Cristian Andresen Moller. Murió de neumonía lobar derecha. (Fdo.) Jesús Jaimes, Pbro.".
El entierro fue una verdadera apoteosis muy merecida. Sus restos mortales están hoy en cripta de la Catedral, acompañados por quienes fueron forjadores de la ciudad.
El Dr. Ramón Pérez Hernández dejó sobre doña Teresa un bello elogio, del que destacamos el siguiente aparte, perfecta síntesis de lo que fue la vida de este dechado de mujer:
"Puede decirse que para la señora Andresen Moller no ha habido en la vida más horizontes que los que encuadran el campo de la caridad. La caridad en todas sus formas: desde la modesta caridad del consejo, del estímulo y del consuelo, hasta la principesca caridad de levantar el Asilo Andresen, suntuosa casa para recoger a los huérfanos y desamparados; la casa de Beneficencia para dar de comer a los hambrientos y de beber a los que tienen sed; un palacio para religiosos en Alemania y cinco preciosos altares como homenaje a las cinco llagas del Crucificado. No hay en Cúcuta pobre que no haya recibido el óbolo de la señora Andresen Moller, ni familia vergonzante que no haya saboreado la dulzura de su consuelo".
El Dr. Pérez Hernández coloca, para terminar, en labios de doña Teresa, estas palabras que recogen su pensamiento fielmente:
"Cuando murió mi esposo me hizo una recomendación que ha sido el programa de vida: Cuando ya no necesites por tu edad o por tu vida de las comodidades que tienes, dedícalas para beneficio de la comunidad. Y como, cuando murió mi esposo, ya no vivía yo sino la vida del pasado, nimbada en mi memoria por la felicidad disfrutada, resolví cumplir la recomendación del que murió, como para retener su alma, ya que su cuerpo se perdía en la tumba".
Rematamos este recuerdo de doña Teresa Briceño Andresen Moller con un fragmento de la Elegía a la muerte de su esposo, escrita por ella en Nápoles en 1906:
…
''Vos anheláis saber qué significan
aquellas voces que oyerais en la fuente,
pareciéndote oír que os repetían:
Son misterios del Dios Omnipotente".
"A mí me es permitido revelaros
lo que con ansia vos deseáis saber.
No es la curiosidad la que os impulsa
y por eso yo os voy a complacer".
"Aquella voz tan fuerte y poderosa
que empezara la historia fue la fe,
esa voz tan profunda, tan hermosa,
que se escucha, se siente y aún se ve".
"Aquella otra, suavísima… elocuente,
que con sin par ternura y con ardor
a la fe interrumpiera en su relato,
fue una voz dulcísima: el amor".
"Y la tercera voz que se escuchara,
siempre a lo lejos como en lontananza.
Cuyo eco el corazón os repitiera,
es la sublime voz de la Esperanza".
"La fuente bella, transparente y pura
que vierte siempre el agua cristalina,
que apaga vuestra sed, que la mitiga,
es tu querida Religión divina".
"Este frondoso y tan hermoso bosque,
al que alegran las aves con sus trinos,
y las flores le ofrecen sus aromas,
es el recuerdo del mundo en que vivimos".
Yo creí que la voz iba a extinguirse,
pues se alejaba un tanto de mi lado,
y en mi sueño angustiado repetía:
Alejarse no habiendo terminado.
¡Esperad, esperad! al fin grité.
No sé si con angustia o con placer:
Volved que no habéis dicho todavía
lo que estoy más urgida de saber.
Qué significa aquella hermosa estrella
que alumbra sin cesar en el espacio,
que brilla en medio de la luz del día
y cuando el dolor se oculta en el ocaso?
"Esa estrella -me dijo- que admiráis
por su gran luminosa transparencia
esa luz que jamás se apagará
es la eterna y Divina Providencia".
Dejé de oír la melodiosa voz,
la que sin duda se alejó a la gloria;
y al terminarse lo que está descrito
todo quedó presente en mi memoria.
Desperteme de pronto y enseguida
una carta escribiros yo quería.
No pudiendo hacerlo, ahora os mando
esta historia de amor que fue la mía.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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