El otro día hablábamos con unos amigos sobre nosotras las santandereanas. Y uno de ellos, el menos cercano, me preguntó si de verdad éramos tan bravas como decían o era solo fama. Las presentes respondimos al tiempo: "¡Fama!".
Somos contundentes y gritonas. Hablamos ‘golpiado’, manoteamos y somos expresivas con la alegría y con el mal genio. No sabemos disimular.
Cuando llegué a Bogotá tenía el acento bien marcado y empecé a tener fama de brava. De temperamental. Claro, los rolos tuteaban: “Hola, ¿cómo estás?”, y yo en mi simpatía máxima soltaba un: “Bien, ¿y usted”.
Ese "usted", ya ponía 3 kilómetros de distancia.
Yo pensaba que había sido la más tierna y que estábamos empezando una gran amistad. Nada más equivocado. Me tenían miedo.
Pero aprendí a vivir con eso y a manejarlo. Era mi sello personal. La gente tenía que conocerme para darse cuenta que no era antipatía, sino una forma de hablar.
Tengo amigas que, al momento de divorciarse, sus esposos, les dijeron que lo que no aguantaban era el tono. Cosa tonta, porque cuando estaban enamorados, ese ‘tono’ no les afectaba.
Lo que les molesta es la franqueza y la capacidad de tomar decisiones y definir qué hacer: si se van, o quién se queda con qué.
Y es que he aprendido que las santandereanas sí tenemos una forma ‘especial’ de hablar. No somos las más sutiles, ni las más tiernas. Hablamos duro y directo. No tenemos filtro. No creo que sea malo, ni bueno, solo diferente.
Pero creo también, que podemos moderar un poco el "tonito". No se trata de perder la esencia, porque amo a las santandereanas con sus dichos, su sinceridad y su desparpajo. Sólo un poco menos gritonas.
Cuando nos reunimos con mis amigas hablamos diez temas al tiempo y nos entendemos. Cuando estoy con mis hermanas, podemos hilar muchas historias y pasar de una a otra sin problema. Eso me encanta.
Las santandereanas somos como el Cañón del Chicamocha: hermosas, imponentes y con un corazón grande y generoso.
Sabemos querer, y, sobre todo, levantarnos. Literalmente nada nos queda grande. Para rematar, cocinamos delicioso.
Si usted tiene en su círculo de amigos a una mujer de estas tierras, no lo dude, se está llevando un verdadero tesoro guane.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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